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San Juan de la CruzLos símbolos empleados en el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz

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Antecedentes

Juan de Yepes elige el nombre de San Juan de la Cruz durante su vida religiosa. Recordemos que San Juan de la Cruz sufrió toda clase de persecuciones, las cuales le hicieron llegar al penal de Toledo, donde fue atormentado, intimado a la muerte, extorsionado y en estado agónico, en aquella pocilga, fue donde inició las magníficas composiciones de su obra cumbre: el Cántico espiritual.

San Juan de la Cruz tuvo una personalidad genuinamente poética, su preparación intelectual fue excelente: la filosofía de Aristóteles y Platón; el santo conoció, perfectamente, la Biblia, la teología de Santo Tomás y la de los grandes Padres de la Iglesia. El maestro distinguió la poesía popular, como la culta de influencia italianizante. Su inspiración poética, su misticismo y su esfuerzo formal se unificaron y crearon poemas insuperables.

El propósito de San Juan de la Cruz fue transmitir su vivencia mística, y siendo un amante de la poesía lo consiguió. Su aspiración fue divulgar el conocimiento místico como él lo vivía, sin pensar que sus obras servirían de orientación para los lectores afanosos en escalar esa espiritualidad. La mística o espiritualidad de un ser está, íntimamente, relacionada con sus pensamientos, porque éstos emanan del centro de su alma.

Mancho Duque, en su obra Palabras y símbolos en San Juan de la Cruz, habla sobre la mística del santo: “...llega a tocar el misterio en su desbordante plenitud y balbucir lo que puede de esa experiencia... La poesía es una penetración real, aunque parcial, del misterio. Y el paradigma de todos los misterios es Dios”.1

Dámaso Alonso asevera: “La poesía de San Juan de la Cruz es misteriosa como un aerolito. Es, en su origen, lo que los paganos llamaban monstrum, ‘signo enviado por la divinidad’ ”.2

 

Símbolos

Parte de la riqueza mística-poética de San Juan de la Cruz se basa en los símbolos utilizados en sus composiciones. Al recordar el concepto de esta figura retórica, la percepción de su obra será mejor valorada.

 

Concepto de símbolo

Beristaín expone este significado:

Símbolo es aquel signo que, en la relación signo/objeto, se refiere al objeto que denota en virtud de una ley o convención que es su condición constitutiva, y que suele consistir en una asociación de ideas generales que determina la interpretación del símbolo por referencia al objeto. Su carácter reside en el hecho de que existe la convención de que será interpretado como signo aunque nada establezca una conexión entre signo y objeto.3

 

Características de los símbolos

Mancho señala algunas características:

  • La característica semántica fundamental del símbolo consiste en evocar, sugerir, implicar, pero nunca señalar con precisión.
  • El auténtico símbolo es de naturaleza viva. Esto es, está preñado de significaciones que no sólo superan la comprensión intelectual y el interés estético, sino que suscitan una cierta vida.
  • La imagen simbólica tiende a expresar el sentido de la aventura espiritual de los hombres impelidos a través de las categorías espacio-temporales.
  • El símbolo se basa en una intuición totalizadora de la realidad, que permite captar en toda su complejidad el sentido último de la dialéctica Dios-hombre-cosmos.
  • El símbolo encierra en sí un carácter dicotómico propio, que engloba lo concreto y lo abstracto, lo material y lo espiritual, lo intuitivo y lo conceptual, lo subjetivo de la expresión y lo objetivo de la significación, etc.4

 

Opiniones sobre los símbolos en la obra de San Juan de la Cruz

De Santiago emite:

Los conceptos empíricos, como oscuridad y luz, noche y día, soledad y sociedad, interno y externo, adquieren en el pensamiento de este místico un valor especulativo y una significación mística. Las ideas terrenales como montaña, valles, bosques, islas, corrientes y aires, devienen figuraciones de la divinidad.5

Orozco afirma:

La asociación del símbolo a la palabra, o mejor dicho, el empleo y valoración de los elementos de la Naturaleza como símbolos, no es cosa que el santo poeta haya hecho en el momento de componer sus versos. Montes, valles, fuentes, flores o rosas constituyen para él no sólo imágenes de algo hondamente gustado y contemplado, sino representaciones de una serie de ideas, símbolos y abstracciones que el santo había unido a la palabra o imagen de una forma tan continuada e insistente que el término había adquirido para él una suma de significados o representaciones.6

Blecua comenta: “...el uso del símbolo, de la alegoría y de la comparación, imprescindibles para aclarar conceptos o análisis demasiado sutiles”.7

Barroso reflexiona:

El Cántico espiritual, que por ser la obra poética más amplia es en la que más abundan las “imágenes visionarias (...), imagen que, por lo dicho, puede ser denominada, asimismo, simbólica. Y clasifica: un pajarillo es como un arco iris... Serie “real”: pajarillo = pequeñez, gracia, indefensión = niño pequeño, indefenso... Serie “irreal”: arco iris (colores lavados, limpios, puros) = pureza = niño puro...8

El empleo de los símbolos en la obra de San Juan de la Cruz es consecuencia de la vida espiritual que regía al santo, porque una composición proyecta la vida y el pensamiento del escritor y sus obras plasman el valor especulativo o teórico de los sentimientos vivenciales en contemplación con Dios. El santo los expresó por medio de señales o abstracciones que agregó a las palabras, que adquirieron, así, un significado espiritual, el mismo que él sentía en sus experiencias de amor con el Amado, Dios; el idealismo místico incluye el enigma de la comunicación con el Altísimo, ya que este vínculo es individual en cada ser humano con el Creador y es la razón de ser un enigma.

 

El Cántico espiritual

Es la narración de 40 canciones desde que el alma comienza a servir a Dios hasta que llega al último estado de perfección que es el matrimonio espiritual. Durante el Cántico espiritual el alma camina por los tres estados o vías espirituales: la purgativa, son ejercicios de amor entre el alma y el esposo, Cristo, y es el relato del efecto de la oración; en la iluminativa se realiza el encuentro con Cristo, y en la unitiva se cumple el matrimonio espiritual y se habla del estado de perfección que ha alcanzado el alma. Las estrofas son liras con rima consonante y asonante.

 

Algunos símbolos empleados en el Cántico espiritual

Amado - montañas

¿A dónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?

Ruano de la Iglesia, carmelita descalzo, manifiesta:

Llámale Amado para más moverle e inclinarle a su ruego, porque cuando Dios es amado con grande facilidad acude a las peticiones de su amante... De donde entonces le puede el alma de verdad llamar Amado cuando ella está entera con él, no teniendo su corazón asido a alguna cosa fuera de Él...9

Mi Amado las montañas
los valles solitarios nemorosos
las ínsulas extrañas,

Pérez expone:

Serie real: Amado [Omnipotencia = grandeza] emoción de grandeza en la conciencia.
Serie irreal: Las montañas [Tamaño enorme = grandeza] emoción de grandeza en la conciencia.10

Dámaso Alonso afirma sobre “Mi Amado las montañas”:

Otras veces, en fin, no existe verbo, porque la cópula sustantiva no ha sido expresada... Esta ausencia de cópula, este subdividirse de los miembros no verbales de la oración, tienen como resultado una gran condensación de materia.11

Ruano de la Iglesia asevera:

Las montañas tienen altura, son abundantes, anchas, hermosas, graciosas, floridas, olorosas.
Estas montañas es mi Amado para mí.12

Yo estoy de acuerdo con la opinión de Ruano de la Iglesia cuando San Juan llama Amado a Dios, porque el Señor siempre escucha la súplica del hombre si Él es amado y buscado. Además, llama la atención en la canción uno: en que es el hombre quien busca a Dios, ya que, comúnmente, ha sido Dios quien ha ido al encuentro de la humanidad, porque su deseo es la redención del hombre. Hay que considerar que la primera canción es una oración del alma en busca de su Creador; el alma gime o solloza porque no lo encuentra, y el sufrimiento es porque ya fue herida o vulnerada en un encuentro espiritual sutil, leve, momentáneo.

San Juan ve a su Amado, el Altísimo, en las montañas, en los valles, en los ríos o ínsulas y en el zumbido del aire, ya que la grandiosidad de la naturaleza refleja la magnificencia de su Creador y la humildad de San Juan halla, en el centello y en la belleza del entorno natural, al Artista creador. La naturaleza es el principio de la humanidad en el Génesis.

 

Noche

Mancho asegura:

El dinamismo de este símbolo genial está relacionado, por una parte, con la propia experiencia mística reflejada, y, por otra, con las especiales características del verdadero símbolo poético... Así el símbolo nocturno se va desarrollando en sucesivos planos de ahondamiento: natural, sensible, intelectual, sobrenatural, etc... El símbolo de la Noche va a potenciar el surgimiento de una serie de símbolos secundarios en cada uno de los tres ejes o directrices sémicas...13

Es decir, Mancho clasifica los símbolos secundarios en dimensiones y ejes, como se describe a continuación:

  • Dimensión progresiva: salida, puerta, camino y senda.
  • Dimensión interiorizadora: entrar.
  • Dimensión sublimadora o ascendente: subida, monte, cumbre, escala y vuelo.
  • Eje de la negación: desnudez, vacío, sequedad y silencio.
  • Eje específico lumínico: oscuridad, tiniebla, nube, ceguera, vista, ojos, luz, lumbre, rayo, fuego, llama, inflación y calor.
  • Eje de la inmensidad espacial e íntima: abismo, mar, desierto, etc.

La noche sosegada,
En par de los levantes del aurora,
La música callada,
La soledad sonora,
La cena que recrea y enamora.

Orozco cita: “...la noche, símbolo fundamental de su doctrina”.14

López-Baralt y Pacho recuerdan sobre el verso subrayado, anteriormente:

En este sueño espiritual que el alma tiene en el pecho de su Amado, posee y gusta todo el sosiego y descanso y quietud de la pacífica noche, y recibe juntamente en Dios una abisal y oscura inteligencia divina, y por eso dice que su Amado es para ella la noche sosegada.15

La noche es un símbolo que la Biblia nos recuerda:

  • “La tierra estaba desierta y vacía y las tinieblas cubrían el abismo y el espíritu de Dios revoloteaba...” (Gen. 1, 1).
  • “...y llamó Dios a la luz, día y a las tinieblas, noche...” (Gen. 1, 5).
  • “Hoy, esta misma noche, antes del segundo canto del gallo, me habrás negado tres veces” (Mc. 14, 30).
  • “Era como la hora sexta, y se produjo obscuridad sobre toda la región, hasta...” (Lc. 23, 44).

Los incisos expresan:

  • La creación del mundo.
  • La creación de la noche.
  • La traición a Cristo.
  • La muerte de Cristo.

San Juan de la Cruz utilizó el signo de la noche porque está íntimamente relacionado con Dios y con Cristo en sucesos muy importantes, como son la creación, pasión y muerte. Es significativo decir: “...esta misma noche... me habrás negado tres veces...”. La aseveración de Mancho en que el símbolo de la noche se desenvuelve en planos sucesivos de avance natural, intelectual y sobrenatural, porque la Biblia así los aplica en sentido literal y no literal, es un discernimiento intelectual preciso. Observemos que San Juan de la Cruz extrae un valor semántico del sustantivo noche: sosegada, porque es una característica de la noche, como puede ser perturbada, su antónimo. Pudiera ser que el adjetivo sosegada fue utilizado por San Juan de la Cruz para presentar la noche sosegada que Cristo no tuvo en su pasión y muerte; el santo le ofrece esa noche de paz en su oración.

 

Valles - ínsulas
silbo - aires

Mi Amado, las montañas,
Los valles solitarios nemorosos,
Las ínsulas extrañas,
Los ríos sonorosos,
El silbo de los aires amorosos.

Garcilaso de la Vega:

“Ásperas montañas”
“suave canto”
“fieras alimañas”

Dámaso Alonso compara los adjetivos utilizados por Garcilaso de la Vega con San Juan de la Cruz y dilucida:

Observemos que todos los adjetivos del ejemplo de Garcilaso son antepuestos, epítetos, y todos los del de San Juan son pospuestos. El epíteto implica un juicio analítico; el adjetivo pospuesto, un juicio sintético. En el sintagma analítico se extrae del sustantivo una cualidad inherente a él para realzarla por medio del adjetivo; en el sintético se atribuye al sustantivo una cualidad no inherente a él.16

Ruano de la Iglesia formula:

Valles solitarios: “...son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos... Estos valles es mi Amado para mí...

Ínsulas extrañas:...están ceñidas con la mar y allende de los mares, muy apartadas y ajenas de la comunicación de los hombres; y así, en ellas se crían y nacen cosas muy diferentes de las de por acá, de muy extrañas maneras y virtudes nunca vistas de los hombres, que hacen grande novedad y admiración a quien las ve. Y así, por las grandes y admirables novedades y noticias extrañas alejadas del conocimiento común que el alma ve en Dios...

Silbo de los aires: Por “aires amorosos” se entienden aquí las virtudes y gracias del Amado... Y al silbo de estos aires llama una subidísima y sabrosísima inteligencia de Dios y de sus virtudes, la cual redunda en el entendimiento del toque que hacen estas virtudes de Dios en la substancia del alma.17

Se debe apreciar que Dámaso Alonso nos enriquece con la estilística del adjetivo epíteto.

El estado de contemplación que vivió San Juan de la Cruz guardó secretos que están fuera de la comprensión del hombre común, esos enigmas o vivencias son las ínsulas extrañas para el santo y mucho más sorprendentes para la usual humanidad; es decir, Mi Amado es las ínsulas extrañas, que semeja a decir: Mi Amado es insólito, desconocido, misterioso. Dios ha sido y es un misterio para la humanidad y el santo lo sabía. En “el silbo de los aires amorosos”, el silbo llama la atención por su sonido; Dios llama nuestra atención por el resueno de los aires amorosos o virtudeshumanas, que nos hacen caer en cuenta y pensar en que, esas virtudes vienen de Dios y ellas nos incitan a buscarlo a Él, porque emana amor y son amorosos.

 

Salida

En la interior bodega
de mi Amado bebí y, cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía
y el ganado perdí que antes seguía.

Mancho declara: “La salida o éxtasis, elemento desencadenante y constitutivo de toda experiencia mística, es un proceso de descondicionamiento del alma en el que ésta va reduciéndose a su solo centro”.18

Valente y Lara enuncian:

Salida/salir puede significar lo mismo: olvido de sí, aborrecimiento de todas las cosas, huida de los enemigos, alejamiento de los gustos, que entrar dentro de sí saliendo de todas las cosas por el afecto y deseo. En un mismo texto se dice que el salir, espiritualmente hablando, puede ser de dos maneras: de todas las cosas y de sí mismo (CB 1, 20). En el lenguaje sanjuanista, el “salir” significa exactamente “entrar dentro de sí”.19

San Juan de la Cruz recita: “cuando salía del interior bodega de mi Amado”. Mi opinión coincide con la de Mancho. En esta oración el santo quiere expresar, cuando salía su alma del estado de contemplación con Dios, salía y se extraviaba. También estoy de acuerdo con la aseveración de Valente y Lara, el santo se olvida de sí mismo en lo que quiere y su alma está a disposición de su Creador. Al renunciar a todo lo mundano, sale de sí misma para percibir durante la fase contemplativa la esencia y el amor del Amado.

 

Soledad

En soledad vivía
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.

Dámaso Alonso sostiene: “Esta insistencia no es sino un subrayar en lo fonético la importancia de la noción ‘soledad’, y los comentarios lo hacen bien patente, pero, si atendemos al origen literario, hemos de reconocer su relación con ciertos artificios de los cancioneros”.20

Yo recuerdo que en el Antiguo Testamento, Dios pensó en la soledad del hombre:

Y dijo Yahvé Dios: No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda semejante a él (Gen. 2, 18-19).

Que el hombre estuviera solo fue significativo para Dios.

El símbolo de la soledad es revelador en la pasión de Cristo en el huerto de Getsemaní y pudo haber sido una razón para que San Juan de la Cruz lo utilizara:

...y les dice: Sentaos aquí mientras yo me retiro allí a orar: ...y oraba diciendo: Padre mío, si es posible sea alejado de mí este cáliz; pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú (Mt. 26, 36-37).

Cristo en soledad oró por el cáliz o sufrimiento que veía venir, en soledad encomendó su alma al Padre.

Díjoles entonces: Anegada en tristeza mortal está mi alma. Quedaos aquí y velad conmigo (Mt. 26, 38).

En soledad sintió su alma la congoja de la muerte, como la intuye todo ser humano ante los sucesos que distingue venir.

 

El Cántico espiritual y el Cantar de los cantares

Según los críticos, el Cántico espiritual tiene semejanza con el Cantar de los cantares de Salomón: en el Cántico el Amado es Cristo y la Esposa el alma humana. La Biblia nos enseña que Yahvé fue quien buscó al pueblo infiel de Israel, o sea, fue el Amado quien estuvo buscando a la Esposa infiel; de igual forma fue Cristo quien vino a fundar a la Iglesia y a buscar la salvación del hombre, muriendo en la cruz; hoy día continúa el Padre Celestial en busca de la redención de la humanidad.

Y considero significativo localizar algunas de las semejanzas simbólicas en las obras:

Cántico espiritual

No quieras despreciarme;
Que, si color moreno en mí hallaste,
Ya bien puedes mirarme
Después que me miraste (33).

Cantar de los cantares

Esposa: Soy morena, pero hermosa
hijas de Jerusalén, como las tiendas de Cedar,
como los pabellones de Salomón
           (1r poema)

El color moreno recuerda a los moros o tal vez representa a la comunidad judía, pobre y fervorosa que volvió a su país después del destierro, cuando Israel hubo perdido su independencia y su territorio, Palestina.

Cántico espiritual

Y luego a las subidas
Cavernas de las piedras nos iremos
Que están bien escondidas,
Y allí nos entraremos,
Y el mosto de granadas gustaremos (37).

Cantar de los cantares

Te conduciría a la casa de mi madre,
tú me iniciarías, yo te daría a beber vino
aromático, del mosto de mis granadas.
          (8º poema)

Ruano de la Iglesia emite: “Después que me miraste, quitando de mí ese color moreno y desgraciado de culpa con que no estaba de ver...”. “Las granadas significan aquí los misterios de Cristo y los juicios de la sabiduría de Dios y las virtudes y atributos de Dios que del conocimiento de estos misterios y juicios se conocen en Dios...”.21

López determina las características de la “poética del delirio” del Cantar de los cantares:

La frecuente incoherencia verbal;
La dislocación de los versículos carentes a menudo de ilación que los una;
Las frases nominales;
Los cambios abruptos de paisaje;
Los desplazamientos temporales injustificados;
La fuerte ambientación oriental (cedros, inciensos, perfumes);
El erotismo y la incontenible pasión con la que los amantes se buscan y se celebran mutuamente.22

 

Conclusiones

Primera:

  • El misterio de la unión del alma con su Creador se refleja en el Cántico espiritual porque la obra descubre el secreto del amor a Dios o del amor humano.
  • El Cántico espiritual enuncia, en su género literario, la expresión espiritual del misticismo de San Juan de la Cruz, y revela la presencia de:
    • La naturaleza.
    • La ternura al Altísimo a un ser humano.              
    • Emite un sentido literal y no literal del lenguaje, que le atribuye su valor semántico.
    • Ofrece una riqueza estilística.
    • Evoca el Cantar de los cantares del Antiguo Testamento y otros libros de la Biblia.
    • Expone misterios teológicos.

Segunda:

  • Los conceptos mencionados con anterioridad darán al lector una idea más clara del significado propio, literario y místico del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.

Tercera:

  • El Cántico espiritual fue, y continúa siendo, una guía espiritual para el hombre que busca a su Creador. Meditemos las palabras de San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descansemos en ti, verdad siempre antigua y siempre nueva”.23

 

Bibliografía

  • Alonso, Dámaso. Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. Garcilaso, fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Góngora, Lope de Vega. Quevedo. Biblioteca Románica Hispánica. Madrid: Editorial Gredos, S.A., 1971, pp. 270, 282, 296 y 303.
  • Beristaín, Helena. Diccionario de retórica y poética. 8ª ed. México: Editorial Porrúa, S. A., pp. 468 y 469.
  • Blecua, José Manuel. San Juan de la Cruz. Poesías completas y otras páginas. 7ª ed. España: Editorial Ebro, S. L., 1971, p. 15.
  • De Santiago, Miguel. San Juan de la Cruz. Poesía completa. Madrid: Ediciones 29, 1989, p. 37.
  • López Baralt, Luce. San Juan de la Cruz y el Islam. Estudio sobre las filiaciones semíticas de su literatura mística. México: El Colegio de México, A. C., 1985, pp. 35 y 36.
    y Eulogio Pacho. San Juan de la Cruz: obra completa. 2ª. ed. Madrid: Alianza Editorial, S.A., 1991, p. 98.
  • Mancho Duque, María Jesús. Palabras y símbolos en San Juan de la Cruz. Madrid: Fundación Universitaria Española. Universidad Pontificia de Salamanca. 1993, pp. 138, 140, 141, 142, 143, 148, 149, 162 y 598.
  • Orozco Díaz, Emilio. Estudios sobre San Juan de la Cruz y la mística del barroco. Granada: Universidad de Granada, 1994, pp. 199 y 200.
  • Pérez Barroso, Ángel. Un poeta actual del siglo XVI. San Juan de la Cruz. Santo Domingo, República Dominicana: Instituto Tecnológico de Santo Domingo, 1992, pp. 63, 66 y 81.
  • Ruano de la Iglesia, Lucinio. San Juan de la Cruz. Doctor de la Iglesia. Obras completas. 14ª ed. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1994, pp. 647, 746, 792, 871 y 885.
  • San Agustín, Obispo de Hipona. Confesiones. Argentina: Colihue Clásica, 2006, cap. I.
  • Valente, José Ángel, y José Lara Garrido. Hermenéutica y mística: San Juan de la Cruz. Colección Metrópolis. México: El Colegio de México, A. C., 1997, p. 217.

 

Notas

  1. Mancho Duque, María Jesús. Palabras y símbolos en San Juan de la Cruz. Madrid: Fundación Universitaria Española. Universidad Pontificia de Salamanca. 1993, p. 598.
  2. Alonso, Dámaso. Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. Garcilaso, fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Góngora, Lope de Vega. Quevedo. Biblioteca Románica Hispánica. Madrid: Editorial Gredos, S.A., 1971, p. 270.
  3. Beristaín, Helena. Diccionario de retórica y poética. 8ª ed. México: Editorial Porrúa, S. A., pp. 468 y 469.
  4. Mancho Duque, María Jesús. Palabras y símbolos en San Juan de la Cruz. Madrid: Fundación Universitaria Española. Universidad Pontificia de Salamanca, 1993, pp. 138, 140, 141, 148 y 149.
  5. De Santiago, Miguel. San Juan de la Cruz. Poesía completa. Madrid: Ediciones 29, 1989, p. 37.
  6. Orozco Díaz, Emilio. Estudios sobre San Juan de la Cruz y la mística del barroco. Granada: Universidad de Granada, 1994, p. 199.
  7. Blecua, José Manuel. San Juan de la Cruz. Poesías completas y otras páginas. 7ª ed. España: Editorial Ebro, S. L., 1971, p. 15.
  8. Pérez Barroso, Ángel. Un poeta actual del siglo XVI. San Juan de la Cruz. Santo Domingo, República Dominicana: Instituto Tecnológico de Santo Domingo, 1992, pp. 63 y 66.
  9. Ruano de la Iglesia, Lucinio. San Juan de la Cruz. Doctor de la Iglesia. Obras completas. 14ª ed. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1994, p. 746.
  10. Pérez Barroso, Ángel. Un poeta actual del siglo XVI. San Juan de la Cruz. Santo Domingo, República Dominicana: Instituto Tecnológico de Santo Domingo, 1992, p. 81.
  11. Alonso, Dámaso. Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. Garcilaso, fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Góngora, Lope de Vega. Quevedo. Biblioteca Románica Hispánica. Madrid: Editorial Gredos, S.A., 1971, p. 296.
  12. Ruano de la Iglesia, Lucinio. San Juan de la Cruz. Doctor de la Iglesia. Obras completas. 14ª ed. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1994, p. 792.
  13. Mancho Duque, María Jesús. Palabras y símbolos en San Juan de la Cruz. Madrid: Fundación Universitaria Española. Universidad Pontificia de Salamanca. 1993, pp. 598, 141, 142 y 143.
  14. Orozco Díaz, Emilio. Estudios sobre San Juan de la Cruz y la mística del barroco. Granada: Universidad de Granada, 1994, p. 200.
  15. López Baralt, Luce, y Eulogio Pacho. San Juan de la Cruz y el Islam. Estudio sobre las filiaciones semíticas de su literatura mística. México: El Colegio de México, A. C., 1985, p. 98.
  16. Alonso, Dámaso. Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. Garcilaso, fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Góngora, Lope de Vega. Quevedo. Biblioteca Románica Hispánica. Madrid: Editorial Gredos, S.A., 1971, p. 303.
  17. Ruano de la Iglesia, Lucinio. San Juan de la Cruz. Doctor de la Iglesia. Obras completas. 14ª ed. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1994, p. 647.
  18. Mancho Duque, María Jesús. Palabras y símbolos en San Juan de la Cruz. Madrid: Fundación Universitaria Española. Universidad Pontificia de Salamanca. 1993, p. 162.
  19. Valente, José Ángel, y José Lara Garrido. Hermenéutica y mística: San Juan de la Cruz. Colección Metrópolis. México: El Colegio de México, A. C., 1997, p. 217.
  20. Alonso, Dámaso. Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. Garcilaso, fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Góngora, Lope de Vega. Quevedo. Biblioteca Románica Hispánica. Madrid: Editorial Gredos, S.A., 1971, p. 282.
  21. Ruano de la Iglesia, Lucinio. San Juan de la Cruz. Doctor de la Iglesia. Obras completas. 14ª ed. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1994, pp. 885 y 871.
  22. López Baralt, Luce. San Juan de la Cruz y el Islam. Estudio sobre las filiaciones semíticas de su literatura mística. Serie “Estudios de Lingüística y Literatura”, XII. México: El Colegio de México, A. C., 1985, pp. 35 y 36.
  23. San Agustín, Obispo de Hipona. Confesiones. Argentina: Colihue Clásica, 2006, cap. I.