Sala de ensayo
Ernesto Cardenal y Blas de Otero
Ernesto Cardenal y Blas de Otero.
Flor y canto o la función de la poesía visionaria de Blas de Otero y Ernesto Cardenal

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Este ensayo señala coincidencias entre dos poetas hispánicos de la segunda mitad del siglo XX, de dos extremos del mundo hispánico y un tema: la función de una poesía visionaria. Al decir función me refiero a la intención poética en la obra de los dos poetas. En el caso del español Blas de Otero (1916-1979) y del nicaragüense Ernesto Cardenal (1925), el propósito de la poesía entrelaza lo sociopolítico con una base ético-religiosa. Al hablar de lo religioso me refiero en el sentido más amplio de la palabra, a la red de ideas y acciones que dan un marco de orientación espiritual al ser humano. El momento histórico en que viven Blas de Otero y Ernesto Cardenal intensifica la dicotomía del yo y el universo. En ambos autores el sentimiento religioso se traduce en la necesidad de restaurar el equilibrio social del ser enajenado y entablar una dinámica comunicativa entre los humanos y el mundo natural. “Sólo el hombre está solo”, dice Otero en Ángel fieramente humano, o en palabras de Cardenal, “Dios mío Dios mío ¿Por qué me has abandonado? Soy una caricatura de hombre” (“Salmo 21”). Los dos autores rebasan los límites de la angustiosa soledad humana y comparten la necesidad de alimentar o propagar una visión o imagen, una utopía hacia la cual dirigir el esfuerzo humano.

El proceso de desintegración del cosmos (o las ideas sobre la existencia, el tiempo y la palabra) y la angustia existencial, como bien ha señalado Octavio Paz, se hacen patentes en la literatura del siglo pasado. No nos sorprende “el dolor de ser vivo, y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos” del Darío de Cantos de vida y esperanza (1909). Ya para 1924, junto al deleite y la fuerza creadora del amor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Pablo Neruda deja percibir la congoja, la desesperación y la melancolía entre los sexos. En “Walking around”, de Residencia en la tierra (1933-1937), Neruda “se cansa de ser hombre” y una serie de imágenes repugnantes reflejan la descomposición de la sociedad y el mundo natural. El dolor del ser humano, la guerra, la inquietud metafísica y la muerte forman la realidad que encuentra Otero reflejada en la poesía de César Vallejo, a quien Cardenal reconoce como “influencia espiritual”. La colección de Vallejo, España, aparta de mí este cáliz (1939), a raíz de la Guerra Civil Española, deja huellas en ambos autores al igual que la amargura de Los heraldos negros (1918) y de Trilce (1922), donde ya la poesía está minada de sentir político.

Un aspecto sobresaliente de la vida de Cardenal y la de Otero es el impacto de la época en que les toca vivir y sus inquietudes personales. El cuadro político en que se desenvuelven no difiere demasiado: aproximadamente cuarenta años de dictadura con la fuerza asfixiante de un caudillo o dictador, el general Francisco Franco en España y el jefe de la Guardia Nacional Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua, frente a la necesidad del artista de rebelarse fulminantemente. El ambiente político es un factor significativo en la obra de los poetas, aunque existen también otros puntos de conciencia entre los dos autores. No tiene mayor importancia que los dos hayan nacido en una familia acomodada (segundo hijo varón en ambos casos), pero sí la tiene que desde la niñez reciben una sólida formación religiosa en el ambiente de una sociedad conservadora. A los diez años de edad tanto Otero como Cardenal se encuentran bajo la tutela de los jesuitas, con su tradicional rigor físico y moral. La influencia de la tradición judeocristiana es fundamental en los años formativos de ambos autores. En cuanto a la formación literaria en común encontramos una afición a la poesía desde temprana edad, los dos leían y escribían versos desde la niñez; y entre los escritores preferidos de ambos se encuentran santa Teresa de Jesús, fray Luis de León y san Juan de la Cruz. De las letras hispanoamericanas ambos autores han reconocido como influencias a Rubén Darío, a Pablo Neruda y a César Vallejo. Al hablar de las raíces de la poesía moderna española, el crítico español Manuel Mantero dice que “El árbol genealógico de la poesía contemporánea española parte de Rubén Darío... el mundo interior del nicaragüense es agónico, dolorido; su radiación, metafísica”.1 Ernesto Cardenal habla y compara su niñez con la de Rubén Darío:

Rubén cuando hace los recuerdos de su infancia dice que él era un niño devoto que se confesaba todos los sábados en la iglesia de San Francisco. Yo me confesaba también todos los sábados en la iglesia de San Francisco, que estaba al lado de mi casa (Ovalles, 14).2

En el panorama de la poesía de posguerra española se dan básicamente tres tendencias, la formalista, la religiosa y la social. Blas de Otero no se suscribe a ninguna de las tres tendencias principales, aunque comparte con ellas varios aspectos, su obra es “particular, unitaria y obedece a su propio desarrollo.3 A Otero se le conoce como representante de una generación “desarraigada”,4 producto de las dos guerras mundiales y el horror de la Guerra Civil Española; el poeta encuentra el mundo en ruinas y sin un Dios que le responda. En el poema “Impreso prisionero” de la colección Que trata de España (1964), Otero evalúa su obra poética: el Cántico espiritual (1942) es “tiempo agraz y hondo” en sus “años Azules”. “Terco, rabioso, es Ángel fieramente humano (1950), ‘desalmado el cuerpo / a golpes de pasión o de conciencia’. Más adelante el poeta nos dice que se vuelve a España, ‘entro / en la mina comida por el hambre, / camino / ...Pido la paz y la palabra... / hablo / para la inmensa mayoría...’. Como resultado el autor se sirve de la palabra y busca la ‘...voluntad de la vida / a contra dictadura y contra tiempo’ ”.5

El proceso que lleva a Otero a una postura negativa se resuelve en una percepción más positiva de la vida hacia el final de su obra. En Pido la paz y la palabra (1955) y En castellano (1960), el poeta no se rinde al pesimismo, su angustia existencial se convierte en fe abierta y plañidera, sus versos van dirigidos a la “inmensa mayoría” (como réplica a los versos de Juan Ramón Jiménez a “la inmensa minoría”). Sus próximos libros y las reediciones de su obra (Esto no es un libro, 1963; Que trata de España, 1964; Expresión y reunión, 1969; Mientras, 1970; País, 1971, entre otros) reflejan la visión del mundo de un poeta definido y claro en sus ideas. Sus viajes por el extranjero (Francia, China, la Unión Soviética y Cuba entre otros países) y su afiliación al Partido Comunista respaldan su “Cartilla (poética)”:

La poesía exige ser sinceros.
Lo sé.
Le pido a Dios que me perdone
Y a todo dios, excúsenme.

...

La poesía tiene sus deberes.
Igual que un colegial.
Entre yo y ella hay un contrato
social (QTE, 39).

Es importante subrayar que la preocupación de Blas de Otero por la “inmensa mayoría” tiene hondas raíces religiosas. Pero, para reconocer su propia voz, Otero necesita liberarse de la impuesta carrera de derecho, de la imagen del Dios Padre; necesita rechazar parte de su pasado y dar rienda suelta a su expresión poética. La primera decepción del poeta es ante el amor humano y la incapacidad de llegar a Dios por medio del mismo: “Oh Dios, oh Dios, si para verte / bastara un beso, un beso que se llora / después, porque, oh, por qué!, no basta eso”. Al estar juntos los amantes se hace más obvia la ausencia de Dios: “Suena la soledad de Dios. Sentimos / la soledad de dos” (AFH, 22). A través de la colección, “la desolación y el vértigo se juntan” y la búsqueda de la voz poética es desesperada, amarga y dolorosa. En los sonetos de Ángel fieramente humano hay imágenes de manos que se alargan hacia arriba, “arañando sombras”, en un intento frustrado de alcanzar ytocar a Dios. La angustia se convierte en lucha inútil y encompleta frustración:

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

...

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser y no ser eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas! (AFH, 41-42).

El soneto “Ímpetu” de Redoble de conciencia da la nota positiva y los presagios de esperanza que encontramos plenamente desarrollados en Pido la paz y la palabra (1955) y En castellano (1960). Ese no ceder completamente a la derrota se convierte en fe abierta y plañidera, de la angustia existencial y el diálogo dramático con Dios, Blas de Otero se torna a la “inmensa mayoría”, para creer en el hombre, la patria y la palabra. El poeta surge como el profeta salvador del mundo, se toma el lugar de Dios. Los poemas de Con la inmensa mayoría (1960), reflejan su preocupación religiosa transformada: la voz poética se dedica a hacer la labor del Dios ausente que no le responde. Sus poemas tienen un mensaje de esperanza y muchos están escritos a manera de parábolas, sentencias y oraciones. Hay en ellos alusiones a episodios bíblicos y a palabras dichas por Cristo que el poeta modifica y en ocasiones invierte. El poeta toma la posición del Dios renegado, ausente, y su palabra es profética y redentora. Otero no solo declara su falta de fe en Dios sino que reitera su fe en el hombre y la posibilidad de crear una nueva España sirviéndose de su arma poética. El clamor, el dolor y el grito angustioso se convierten en canto, amor y esperanza. La preocupación religiosa personal se trasforma en unión con todos, y su poesía, a la que reconoce un deber político y social, es palabra de aliento.

Si en la poesía de Blas de Otero encontramos una rebelión contra el Dios padre que no responde ante las injusticias dejando al ser humano solo, en Ernesto Cardenal existe el deseo de echar abajo al dios falso, al ídolo dictatorial, por el Dios verdadero que ha de liberar a su pueblo oprimido. El odio por la dictadura de los Somoza y la muerte de algunos de sus amigos en el atentado contra el régimen, la fracasada “Conspiración de Abril de 1954” (en la cual participa), intensifican los deseos de Cardenal de escribir una poesía política, fuerte y de denuncia. Pero el poeta, después de tan violentos sucesos, y la muerte de otro joven poeta al asesinar al dictador en 1956, decide ser monje trapense en busca de un cambio radical de vida. Al hablar de su conversión ha dicho: “Dios se me reveló como amor... Descubrí su belleza y me entregué a ese amor” (Ovalles, 15).

El periodo de la Trapa, junto a las conversaciones y enseñanzas de Thomas Merton, es curativo y comunitario. Fruto de esa etapa es Gethsemani, KY (1960), una serie de poemas o meditaciones espirituales que, según Paul Borgeson, “marca el paso entre el anterior verso político con la espiritualidad de este libro” (55). Cardenal termina sus estudios para el sacerdocio en La Ceja, Colombia, y recibe las órdenes en agosto de 1965, en Nicaragua.6 De vuelta a su país y con el apoyo moral de su maestro espiritual, Merton, Ernesto Cardenal funda la comunidad de “Nuestra Señora de Solentiname” en las islas del Lago de Nicaragua con el propósito de vivir un cristianismo comunitario y pro-revolucionario, modelo en praxis de la entonces incipiente Teología de la Liberación en Hispanoamérica.7 A partir de estos años su producción literaria aumenta. Los Salmos (1964) de Cardenal son un claro intento de entrelazar el Dios del Antiguo Testamento con el mundo contemporáneo y sus problemas. El resto de su obra comprende temas políticos, históricos y religiosos. Su voz profética se da a conocer con la difusión de Canto nacional (1972) y Oráculo sobre Managua (1973). La preocupación religiosa como base de la poética de Cardenal está presente desde sus primeras obras hasta sus publicaciones posteriores, Tocar el cielo (1981), Nostalgia del futuro (1982), Waslala (1983), Evangelio, pueblo y arte (1983), y Vuelos de Victoria (1984), algunos poemas sueltos de 1988, Cántico cósmico (1989) y Los ovnis de oro (1992), entre otros.

En su libro Writers and the Revolution,8 Renee Winegarten ha señalado tres aspectos fundamentales que forman la orientación revolucionaria total: el político, el moral y el estético; esos tres elementos se dan y coinciden en la obra de Blas de Otero y Ernesto Cardenal. La lucha por la paz y la justicia para el ser humano tiene origen en ambos autores en una búsqueda de Dios como elemento unificador de la existencia. En los dos poetas hay un movimiento de los conflictos del “yo” al “nosotros”. Del amor erótico parten hacia ese amor que los griegos llamaron “ágape”. El poeta busca su voz interior y se extiende hacia los demás al ser portavoz de la sociedad enferma. Tanto Ernesto Cardenal como Blas de Otero creen en el poder creador y redentor de la palabra para forjar la base de una nueva sociedad de libertad, paz y justicia para todos los seres humanos, labor poética y profética a la que se empeñan. No sorprende que la voz lírica de ambos autores busque los oídos del pueblo, rechazando la ética de una poética purista y elitista. La preocupación social brota de la fusión de una estética política y religiosa que cada uno resuelve de manera diferente aunque con muchas convergencias.

El camino poético emprendido por Blas de Otero revela una poética que gradualmente va perfilando sus propósitos: el compromiso con la “inmensa mayoría”, la labor profética, el rechazo de una poética “pura” y la liberación formal del verso como reflejo y símbolo de la liberación del individuo en su visión de una España. Si la poesía es la palabra del tiempo sin fecha, como ha dicho Octavio Paz, entonces nos encontramos con el tiempo lineal de la tradición judeocristiana y la interpretación marxista de la historia. La percepción de la historia, la reflexión sobre el presente y la necesidad de crear un futuro son integrales al propósito de la poesía exteriorista de Cardenal. Para el nicaragüense la poesía tiene una misión redentora como vehículo del amor, y la unión que produce el amor es la suprema ley del universo. El sentido de la existencia en la totalidad de la obra de Ernesto Cardenal es un proceso evolutivo de unión y desunión, de vida y muerte. A raíz del triunfo de la revolución sandinista la vida y la trayectoria poética de Cardenal cambian, él se convierte en ministro de Cultura de su país y su poesía toma un tono celebratorio y universal. El triunfo revolucionario, los rostros con nuevas sonrisas, la reconstrucción, la naturaleza redimida, son parte del comienzo de un ciclo nuevo, de un nuevo orden que tiene la paz y la armonía de la comunidad como metas realizables. El cambio a un ser evolucionado, nuevo, ocurre frecuentemente en la obra de Cardenal por medio de la muerte como estado natural de separación y transformación. La sangre derramada de tantos en la lucha revolucionaria, así como la sangre derramada de Cristo, dan fuerza vital de arranque, como la semilla que revienta para dar una nueva planta.

Todo oscuro en el cosmos.
Buscando...
la noche concibió la semilla de la noche...
crece en las tinieblas
la pulpa palpitante de la vida... (“El Big Bang”, 4-13).9

Para resaltar la unidad sustancial de su obra, cito unos versos de “Este mundo”, poema de la colección Carmen y otros poemas (1943-45):

...estamos unidos a las raíces de todo lo que existe
y una sola sustancia oscura fluye debajo de nosotros;
y su oleaje subterráneo penetra hasta mi copa más alta
trayendo la muerte y el clamor de la guerra desde el confín del mundo.
¿Y cómo escapar si su marea me acosa más de cerca que mi sangre
y hay un sexo misterioso que me une con el fondo de la tierra?10

En Cardenal, la semilla es el origen y el cumplimiento del ciclo de vida-muerte-vida, es el proceso del universo hacia la perfección de la vida en el amor.

Son varios los puntos de enlace entre los dos poetas y en sus divergencias ambos poetas intentan fundir el arte con una función social resultado de una conciencia ético-religiosa. Poesía y religión implican revelación y poder creativo. La necesidad de propagar una visión, crear una imagen de una sociedad modelo, una utopía por medio del verso, es en ambos escritores el resultado de la necesidad de establecer un equilibrio social. La ira desgarradora que ambos poetas expresan ante las injusticias políticas perfila la voz del profeta que denuncia y que augura la caída del régimen dictatorial. Otero y Cardenal cultivan una poesía que llega a los oídos del pueblo; los dos insisten en un lenguaje directo y dinámico. Aunque de dos extremos del mundo hispánico, ambos poetas comparten una serie de preocupaciones similares y metas en común. El poder creador de la palabra poética es su medio; mientras más clara y específica sea la visión, más factible su realización. La palabra poética es para ambos poetas arma, herramienta, visión y semilla para el futuro. Con un trasfondo parecido, Blas de Otero y Ernesto Cardenal, motivados por un ideal de amor fraternal, sintieron el llamado a participar en la labor de enmendar una realidad dolorosamente fragmentada.

 

Bibliografía

  • Altamirano, Carlos, ed. Poesía social del siglo XX: España e Hispanoamérica. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1971.
  • Benedetti, Mario. “Ernesto Cardenal: ¿Evangelio o revolución?”. Casa de las Américas, Nº 63, noviembre-diciembre de 1970: 175.
  • Borgeson, Paul B. Hacia el hombre nuevo: Poesía y pensamiento de Ernesto Cardenal. Londres: Tamesis, 1984.
  • Cardenal, Ernesto. Cántico cósmico. Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1989.
    —. Canto nacional. Buenos Aires: Ediciones Carlos Lohlé, 1973.
    —. Gethsemani, Ky. México: Ediciones Ecuador, 1960.
    —. La Hora 0. Montevideo: Editorial Aquí, 1966.
    —. Los ovnis de oro/Golden UFOs. Bloomington: Indiana University Press, 1992.
    —. Oráculo sobre Managua. Buenos Aires: Ediciones Carlos Lohlé, 1973.
    —. Salmos. Buenos Aires: Ediciones Carlos Lohlé, 1969.
    —. Vida en el Amor. Buenos Aires: Ediciones Carlos Lohlé, 1970.
    —. Vuelos de victoria. Madrid: Visor, 1984.
  • Cruz, Sabina de la. Epílogo, notas biográficas y bibliografía a Verso y prosa de Blas de Otero. Madrid: Cátedra, 1985.
  • Darío, Rubén. Poesías completas. Madrid: Aguilar, 1968.
  • Daydí-Tolson, Santiago. The Post-Civil War Spanish Social Poets. Boston: Twayne Publishers, 1983.
  • Merton, Thomas. “Prólogo” a La vida en el amor de Ernesto Cardenal. Buenos Aires: Ediciones Carlos Lohlé, 1974.
    —. No Man is an Island. New York: Harcourt Brace Jovanovich, 1978.
  • Neruda, Pablo. Antología esencial. Buenos Aires: Losada, 1971.
    —. Canto General. Buenos Aires: Losada, 1978. 2 vols.
    —. Twenty Love Poems and a Song of Despair. New York: Penguin Books, 1980. Edición bilingüe.
  • Otero, Blas de. Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia. Buenos Aires: Losada, 1960.
    —. Cántico espiritual. Cuadernos del grupo Alea, Nº 2, 1ª Serie. San Sebastián: Gráfico-Editora, 1942.
    —. Con la inmensa mayoría (“Pido la paz y la palabra” y “En castellano”). Buenos Aires: Losada, 1960.
    —. Que trata de España. Paris: Ruedo Ibérico, 1964.
  • Paz, Octavio. El arco y la lira. México: Fondo de Cultura Económica, 1979.
  • Vallejo, César. Obra poética completa. Ayacucho: Caracas, 1985.

 

Notas

  1. Manuel Mantero, en Poesía española contemporánea. Estudio y antología (1939-1965), Barcelona: Plaza y Janés, 1966: 29.
  2. Caupolicán Ovalles, “Entrevista con Ernesto Cardenal”, Cal (Caracas), Nº 34 (26 de septiembre de 1964): 14-15.
  3. Emilio Alarcos Llorach, La poesía de Blas de Otero (Salamanca: Ediciones Anaya, 1966): 23.
  4. Término acuñado por Dámaso Alonso en “Poesía arraigada y poesía desarraigada”, en Poetas españoles contemporáneos (Madrid: Gredos, 1965): 345-358.
  5. Blas de Otero, Que trata de España (París: Ediciones Ruedo Ibérico, 1964): 28.
  6. El periodo de visita y estudio en México y Colombia resulta ser muy productivo. Además de ver la publicación de Gethsemani, KY, en 1960, y Epigramas en 1961, Cardenal publica la Oración por Marilyn Monroe y otros poemas en 1965 y prepara parte del Homenaje a los indios americanos.
  7. La Teología de la Liberación ha sido un movimiento político-religioso que lleva como propósito el servicio y la liberación de los pueblos oprimidos, siguiendo las mismas como en los tiempos de la iglesia primitiva.
  8. Renee Winegarten, Writers and the Revolution: The Fatal Lure of Action (New Viewpoints, 1974): XXX.
  9. Ernesto Cardenal, “El Big Bang”, Plural, Vol. XVIII, Nº 200 (mayo de 1988): 4-13.
  10. Jorge Eduardo Arellano, “Ernesto Cardenal: de Granada a Gethsemany (1925-1957)”, Cuadernos Hispanoamericanos, 97 (julio-agosto 1974): 163-183.