Artículos y reportajes
La lengua española en nicaragüense

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Ernesto Cardenal

Las pesadas gotas parecen
pasos subiendo la grada
y el viento golpeando la puerta
una mujer que va a entrar.

Ernesto Cardenal

Y sonó la campana del poeta de Solentiname. Eco tardío para uno de los cinco poetas vivos más importantes en idioma español. El Reina Sofía tocó las puertas de Nicaragua, donde Darío fue Darío y cambió la lengua en nicaragüense. Ernesto Cardenal es un poeta histórico de América Latina, hombre de compromiso con su tiempo, gente, la humanidad, naturaleza y las palabras. Hay un tono, una visión, un mundo, largo recorrido y sobre todo un lenguaje en la poesía de este sacerdote de la palabra. En los sesenta nos impactó la voz de Cardenal, sus Epigramas de amor y contra la satrapía somocista que degollaba a los hombres libres y justos de América Latina, y ofendía a la humanidad. Lo leíamos con religiosidad en el viejo Pedagógico de la Universidad de Chile, y las tardes santiaguinas tan lejanas a Managua se confundían con el mensaje perentorio, crucial, preciso, propio del epigrama. Cuando la juventud universitaria o lectora repite los versos de un poeta, memoriza, sueña con ellos al amanecer, comparte lo que está viviendo el poeta, la palabra ha cumplido su objetivo y encontrado un destino.

Su “Oración por Marilyn Monroe”, años después, se transformó en una plegaria por la fatal y adorada ídolo de Hollywood y del mundo, porque Cardenal con su poesía exteriorista, arrancó en sus palabras la biografía del dolor, humillación, abandono, “el de la huerfanita violada a los 9 años”. Un monólogo-diálogo, súplica, con el Señor, para que la reciba con todas sus virtudes y miserias, y al final le pide a él que sea quien conteste el teléfono, la llamada que ella iba a hacer poco antes de morir en su habitación en Los Ángeles, como la Diva que sigue siendo, la Diva del Hollywood de las super stars, que no dejan morir a los muertos. Una de las muertes misteriosas alrededor del clan Kennedy.

Para quienes éramos compañeros de juego en la poesía en ese entonces, los Epigramas, Claudia y Myriam, los amores que desencantaron al poeta, nos acercaron a su poesía como la abeja al panal. El Cardenal de principios de los sesenta, quien decía “Tú no mereces siquiera un epigrama”, y ya había abandonado el monasterio de Gethsemani, Kentucky, donde conoce a su maestro, un monje trapense, Thomas Merton. Luego se fue a México a estudiar teología y solo fue ordenado sacerdote en 1965, en Managua.

 

Somoza desveliza la estatua de Somoza en el estadio de Somoza

Desde los años cincuenta combatió a Somoza hasta el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979. El dictador, aferrado a los colmillos de una larga y sangrienta dinastía, fue blanco de los Epigramas de un poeta que se centró en Nicaragua, bajo la guía de Pound, Catulo, Marcial y la propia historia que siempre le retó a comprometerse. ¿En qué pensaba el jurado que no veía la poesía de Cardenal, ya en los 87 años, poeta mayor del habla hispana? Con fuerte y reconocida influencia de la poesía norteamericana, Cardenal busca en el exterior la vida de las palabras, no teme hablar del neón, precisar datos de marcas de automóviles, señalar detalles propios de la realidad común y corriente. Sigue, dice, la vieja tradición de la poesía de Homero, porque el exteriorismo, afirma Cardenal, es tan antiguo como la poesía bíblica y del viejo aedo griego. Cardenal no cree en una poesía pura, interiorista, aislada del cuerpo de la vida. “La literatura debe prestar un servicio”, sostiene, y allí se emparenta con Neruda: “poeta de utilidad pública”. Hay quienes piensan que la literatura es una trampa en sí misma. “La literatura sola, la literatura por la literatura, no sirve para nada”, advierte Cardenal en un prólogo a una antología de la poesía nicaragüense editada en La Habana y suscrito por él en Solentiname el 3 de abril de 1972. Sus Epigramas dan cuenta de la atmósfera de terror que infundía el régimen de Somoza como una suerte de programa dominical para el pueblo nicaragüense, el rito de la violencia, temor, abuso, el clandestinaje, la apoderación absoluta del erario nacional y de las vidas. Se oyeron tiros anoche / Se oyeron del lado del cementerio. / Nadie sabe a quién mataron, o los mataron. / Nadie sabe nada. / Se oyeron unos tiros anoche. / Eso es todo.

Versos sencillos que arrancan de la realidad como un grito silencioso, impune, la fiesta del terror que vivió buena parte de América Latina. La Guardia Nacional anda buscando a un hombre / Un hombre espera llegar esta noche a la frontera / El nombre del hombre no se sabe / Hay muchos hombres más enterrados en una zanja. / El número y el nombre de esos hombres no se sabe. / Ni se sabe el lugar ni el número de las zanjas. / La Guardia Nacional anda buscando a un hombre. / Un hombre espera salir esta noche de Nicaragua. Hace más de 50 años sucedió esta escena en la realidad del poema. América Latina se mantuvo en sus sangrientas sombras por décadas. Cardenal no olvida, seguramente, y en Canto cósmico (1989), su ópera prima, tan elogiada en Alemania, vuelve a abrazar el big bang de la vida y la muerte del hombre y del planeta, el yin y el yang.

El amor en la poesía de Cardenal es un tema que no desaparece, al igual que en Neruda. Desde luego, Epigramas abre con unos poemas del desamor, donde hace claras alusiones y advertencias a Claudia, su enamorada que pudo ser una conquista en el papel, pero lo que le interesa al lector es esa aproximación del poeta a su amada, la exclusividad del poema y, si a ella no le interesa, “un día se divulgarán por toda Hispanoamérica... Y si el amor que los dictó, tu también lo desprecias, otras soñarán con este amor que no fue para ellas”. De todo lo ocurrido, quizás en el imaginario del poeta en esta relación, solo quedarán los versos de Ernesto Cardenal para Claudia (si acaso). ¿Es efímera hasta la sospecha de amor? ¿Todo se borra? El poeta es quien domina con el ejercicio de la palabra y decide que permanecerá o no en el tiempo. Es, en definitiva, el poder de la palabra.

Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti
y tú no lo sepas.

(E.C.)

 

Gabrielli y Cardenal, en una entrevista en Panamá, sobre las negociaciones del Canal, a mediados de los años 70
Gabrielli y Cardenal, en una entrevista en Panamá, sobre las negociaciones del Canal, a mediados de los años 70.

Si tú no estás en Nueva York

Su epigrama donde hace un juego entre su amada y NY es un clásico. Si tú no estás en Nueva York / en Nueva York no hay nadie más / y si no estás en Nueva York / en Nueva York no hay nadie. El futuro sacerdote, que dejará atrás, en la memoria, a Claudia, Miryam y no sabemos qué otras enamoradas más, ironiza el amor desvaído con la lucha contra Somoza, que será un larga duración, un viejo long play dinástico, cuyo territorio me tocó conocer poco después de que el tirano volaba a Paraguay y luego en mil pedazos en su última Asunción hacia el infierno.

Tal vez nos casemos este año,
amor mío, y tengamos una casita
Y tal vez se publique mi libro,
o nos vayamos los dos al extranjero
Tal vez caiga Somoza, amor mío.

Es una enorme oportunidad la que nos brinda la historia, contar en este siglo con un poeta como Ernesto Cardenal, siempre en el centro del compromiso, sin dar paso a la genuflexión. Tan generoso ha sido el premio cervantino con otros escritores y ha mantenido a raya a dos de los más grandes poetas del habla hispana, Parra y Cardenal. Afortunadamente sobrevivieron a esta injusticia, porque la única que pierde es la poesía y sus lectores, y sobre todo la lengua española. Cardenal ya debió ser premiado con el Cervantes hace años, sus méritos están a la vista por una obra personal, que nos descubre y recrea el corazón doloroso, combativo del hombre de América Latina, poesía culta sin pretender serlo, clásica, dialoga con el pasado y el presente, y el universo está dentro de las cosas que nombra y registra para una futura memoria. Cardenal y Parra, los más recientes premiados por el reino de España, juntos 184 años, son poetas del siglo XX y XXI. Ambos son admiradores, a su manera, de Neruda, Parra hasta el final de sus días, a pesar de las ironías, existe un permanente homenaje a través de la memoria e inclusive su cercanía a Isla Negra. Las residencias nerudianas son obras que ningún poeta del siglo XX o XXI puede pasarse bajo la manga como un lector distraído en su ego. Cardenal y Parra vienen de la poesía anglosajona, mientras que Neruda de la francesa, española y Whitman, entre otros.

Me han sorprendido las declaraciones de Cardenal cuando se enteró del Premio Reina Sofía, que la poesía en castellano no está muy bien y que su poesía siempre ha tenido el mismo estilo, sin estilo. Poesía exteriorista, calificada por el mismo, emparentada con el coloquialismo. Hace un tiempo, cuando me parecía una enorme injusticia no darle el Cervantes a Parra y Cardenal, dos de los poetas vivos en idioma español más importantes del siglo pasado y del actual, cité a este sacerdote de la teoría de la liberación y regañado públicamente por Juan Pablo II.

“La poesía de Parra siempre me ha gustado, y tiene mucha coincidencia con la mía, pero su poesía es nihilista, de un descreído, y la mía es de uno con fe, y sobre todo de uno con esperanza. Sus cuestionamientos a la Iglesia no los conozco, pero no serán tan fuertes como los míos, y yo tengo más derecho a hacerlos porque es mi Iglesia, y es mi Madre, y debo echarle en cara cuando se prostituye”. De Parra, dijo, sólo conozco aquel que dice: “Cuba sí - Yanquis también”, que en realidad no es ataque a Cuba, sino que siempre tratan de conseguir la solidaridad gringa y la consiguen mucho. En todo caso su poesía me gusta y su persona me divierte. Vea si no esta cita de él que yo hago en mi último libro:

Y yo iba con Nicanor Parra en bus en la India
al Taj Mahal, y me habló del físico que calculó
el número exacto de
átomos del universo
y dijo: el que no crea que los cuente.

 

Dos en uno y uno en dos

Cardenal sostiene recientemente que ha reivindicado lo social, revolucionario, político y también el amor juvenil. Después, él mismo descubre sus sentimientos, vino el amor a Dios. Uno de sus grandes maestros es Thomas Merton, a quien no he visto citado en ninguna nota periodística. Y desde luego Ezra Pound, a quien cita quizás sin darse cuenta: “¿Qué es la poesía?”, repite en voz baja para luego decir: “¡Es el lenguaje! El lenguaje comienza con la poesía, después hubo la prosa”. Pero en su obra de mayor aliento, Canto cósmico, 581 páginas, indaga desde la creación, el big bang, la evolución del mundo y del hombre, a lo divino, lo político, el amor, la especie, la ecología, el cosmos, las bestias, hasta aquellas cosas más concretas como es el exteriorismo, Wall Street, y en un telón de fondo donde está su pasión por Nicaragua, América Latina, la vida en comunidad, la palabra, la historia, la luz, las estrellas, el hombre y la mujer carnal “La mujer abriéndose y entrando el hombre / es el simbolismo natural / de una comunicación más misteriosa / dos en uno / y uno en dos”. El polvo, el polvo de estrella que somos.

Y me sigo citando de un artículo sobre este autor, país también de poetas: “Cántico cósmico es una especie de Canto general del cosmos y la Tierra, su evolución. En alrededor de 600 páginas, Cardenal sopla el mundo como si fuera un polvo de estrellas errantes y se adentra en el hombre, vida y muerte. Es más, mucho más. Somos palabra / en un mundo nacido de la palabra / y que existe sólo como hablado / Un secreto de dos amantes en la noche / El firmamento lo anuncia como con letras de neón / Cada noche secreteándose con otra noche / Las personas son palabras / Y así uno no es si no es diálogo / Y así pues todo uno es dos / o no es / Toda persona es para otra persona / ¡Yo no soy yo sino tú eres yo! / Uno es el yo de un tú / o no es nada. / ¡Yo no soy sino tú o si no no soy! / Soy sí. Soy sí a un tú, a un tú para mí / a un tú para mí.

Cardenal hace referencia en su Cántico cósmico a Huidobro, Borges y en especial a Neruda. Y referencias a poetas como Bécquer, Homero, Roque Dalton. “Pío XII fue para mí lo que Stalin para Neruda”, dice en Cantiga 15, bajo el título: Nostalgia del paraíso. Es un libro mucho más complejo, rico, variado, con hallazgos.

Amor, muerte, sexo, vida, todos los pasados en el futuro y el presente como un pez en un río, hacia la mar, la mar, todo lo que es vida es muerte. Un libro de géneros, poesía, crónica, documental, narrativa, historia, exteriorista, un largo coloquio con el hombre y sus circunstancias y el cosmos. Poesía que indaga y sigue el curso de la evolución de la especie.

 

Cantigas del pasado y futuro, de un presente amorosamente feroz

Hay épica en estas cantigas: palabra, historia, poema. ¿Cardenal recurre a su no estilo, como dijo cuando le anunciaron el premio Reina Sofía? Echa mano al pasado de sus antepasados, a la historia que vivió, conoció, la que circula aún ante sus ojos, denuncia el poder de todas las monedas y las falsas que resisten como cucarachas en las bóvedas. Cada poeta tiene sus recursos, y éstos vienen de la mano de sus lecturas, vivencias, visión de vida, obsesiones, intereses, pasiones, un modo, una manera de entender, ver, auscultar y digerir la vida. Hay muros y paredes, soldados, muertos, materia, partículas, noches de desaparecidos en la oscura noche de Managua que oscureció América Latina, y son cantigas, cantos de pasado medieval, donde el poeta arrastra el polvo de las estrellas. Cantigas de la vida y la muerte, de la naturaleza humana, animal y del reino de la palabra. Cantos de amor, en uno y otro sentido, un canto por las especies, la humana y animal. Cardenal cubre no solo la superficie de la tierra y las cosas, la atmósfera del nacimiento y muerte, la resurrección de aquello que siempre es vida. Oh viejas estrellas / con sus simples ecuaciones, / agua y polvo, humedad / los muertos de la vida / y los vivos de la muerte, / ascienden descalzos, volando, / las manadas animales, / órganos sin luz, / se vuelve oscuro el día / amanecer del hombre y la mujer / algo permanecerá intacto / como en un principio / en el fin de los tiempos / el comienzo de la nada / La mosca a revolotear sobre la ventana.