Artículos y reportajes
Dos escritores y el haschich

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Horacio QuirogaHoracio Quiroga

1900. A su regreso de Europa, en julio de 1900, Horacio Quiroga funda, con otros amigos, el Consistorio del Gay Saber, primer cenáculo modernista en Uruguay. El grupo: Quiroga, Pontífice; Federico Ferrando, inspirador del nombre de la agrupación y, más tarde, en 1902, envuelto en un trágico accidente mortal que dejó profunda huella en el autor de “Anaconda”, Arcediácono; Julio J. Jaureche, Sacristano; Alberto J. Brignole, Campanero; Asdrúbal E. Delgado y José María Fernández Saldaña, Monagos menores. Para que las peripecias del grupo no se perdieran, resuelven registrar por escrito cada acontecimiento, por más pueril que fuese; así, remedos de misas, aventuras amorosas, reuniones para tomar mate o té, concursos literarios internos, son anotados con sumo detalle y cuidado, resultando un archivo que Quiroga resguarda toda su vida, detalle no menor teniendo en cuenta su vida nómada. Emir Rodríguez Monegal, de cuyo libro sobre Quiroga extraigo estas noticias,1 afirma que “Consistorio era un laboratorio poético, el primero y más importante del Modernismo uruguayo, anticipo de la Torre de los Panoramas de Julio Herrera y Reissig”. En la casa de pensión donde funcionaba, situada en 25 de Mayo 118, segundo piso, en Montevideo, prefiguran la escritura automática y juegan con rimas, con aliteraciones, con la semántica; sobre todo dos de ellos, Quiroga y Ferrando, quienes al no tener ocupación fija ni escuela a la que asistir, llevan la cosa lo más lejos posible, a zonas inexploradas del lenguaje, a lo que hay que sumar la elaboración de paraísos artificiales con alcohol y haschich, droga a la que el siempre audaz Quiroga recurre bajo la vigilancia de Brignole, estudiante de medicina. En un cuento titulado “El haschich”,2 Quiroga relata la experiencia no sin exageraciones, como la de aumentar tres veces la dosis (de 0,40 a 1,20 gramos).3 Extraigo párrafos de tal cuento:

...De golpe los dedos de la mano izquierda se abalanzaron hacia mis ojos, convertidos en dos monstruosas arañas verdes. Eran de una forma falaz, mitad arañas, mitad víboras, qué sé yo; pero terribles. Di un salto ante el ataque y me volví vivamente hacia Brignole, lleno de terror. Fui a hablarle, y su cara se transformó instantáneamente en un monstruo que saltó sobre mí: no una sustitución, sino los rasgos de la cara desvirtuados, la boca agrandada, la cara ensanchada, los ojos, así, la nariz, así, una desmesuración atroz...

...Un calentador encendido, sobre todo, fue el atacante más decidido que tuve toda la noche. A ratos me escapaba al medio del cuarto, desdoblándome, me veía en la cama, acostado y muriéndome a las 11 de la noche, a la luz de la lámpara bien triste...

Quiroga llega a pensar que la dosis tomada es mortal. Cuando Brignole se ausenta del cuarto, se dirige solo y desesperado hacia el balcón. La dueña de la pensión le acerca una taza de café —por idea de Brignole, quien para ese menester abandonó su vigilia por un momento—, gesto ante el cual Quiroga duda por un minuto, sumamente confundido (no entiende para quién es el café); luego, otro minuto para agarrar la taza (Monegal sostiene que la tardanza es con la intención de querer hacerse de la taza). Finalmente, bebe el café hirviendo de un solo trago. Incluso, tiene fiebre alta y un médico, que lo atiende a las siete de la tarde, afirma: “No hay nada que hacer”. Durante horas, las cosas lo acechan y lo atacan, desde todas partes, con etapas de sosiego y recrudecimiento —Brignole llega a parecerle un leopardo verde. Por último, las alucinaciones cesan.

 

Ricardo GüiraldesRicardo Güiraldes

1910. Ricardo Güiraldes no fue una excepción, como tantos jóvenes —y no tan jóvenes— de su clase y generación no resistió el magnetismo de París, por entonces centro cultural de la modernidad. Justo en el año del Centenario, mientras su padre, intendente municipal de Buenos Aires, acompaña a bajar la planchada a la Infanta Isabel de Borbón, embajadora de su sobrino el rey de España, él ya está en pleno viaje. Primero Granada, luego París donde, entre otras peripecias, introdujo el tango en los salones de la burguesía. A los pocos meses, en compañía de Adán Diehl, un amigo con semejantes inquietudes, parte hacia otros países de Europa y de Oriente, lugar que ejercía desde siempre sobre él una fascinación profunda. Cuenta Giovanni Previtali:4 “Una noche en Ceilán, en la fabulosa ciudad de Kandy, Güiraldes tuvo una extraña experiencia. En carta escrita después a un amigo, contó que había entrado con Adán Diehl a un fumadero de haschich”. Al cabo de varias pipas, una visión muy nítida:

La Argentina era un gran país en el mapa-mundi, que vino así de pronto. Conjuntamente vi su territorio, su historia y sus hombres. Maravilloso el territorio que iba desde la nieve al trópico en los dos sentidos de latitud y altura.

Unos pocos hombres bravos y duros peleaban en pequeños vértices sanguinolentos, perdidos en aquel mundo, y había en el ambiente fuertes gritos de rebeldía y de fe en la propia capacidad. Yo veía muy bien todo esto desde mi conocimiento de civilizaciones completas y ya en retroceso y cuando en la calma de los momentos actuales el país se me presentó liso y aparentemente hecho, vi que todo en él era imitación y aprendizaje y sometimiento, y que carecía de personalidad, salvo en el gaucho que, ya bien de pie, decía una palabra nueva.

No era cuestión para mí, en ese momento, argüir nada.

El hecho tenía carices de axioma y yo comprendía, no como quien razona, sino como quien constata una “evidencia”.5

 

Notas

  1. Rodríguez Monegal, Emir. Genio y figura de Horacio Quiroga, Eudeba, 1967.
  2. Publicado originalmente en El gladiador, Buenos Aires. Asimismo, según el propio Quiroga, la práctica incluía opio, éter y cloroformo.
  3. También el grupo indagó en el erotismo, a partir de lecturas como Oda a la desnudez, de Lugones.
  4. Previtali, Giovanni. Ricardo Güiraldes. Biografía y crítica. México, Ediciones de Andrea, 1965.
  5. Güiraldes, Ricardo. “Carta a Valery Larbaud, en la Isla de Elba”.En: Sur, 233, marzo-abril, 1955, 110-117.