Letras
Cuentos breves

Comparte este contenido con tus amigos

Apocalipsis

Era el armagedón: acababa de nacer.

 

Premonición

A medianoche la soñó. Cuando amaneció había muerto.

 

Deserción

La esperó desde que supo que existía. Cuando llegó no quiso acompañarla.

 

Aserto

En cuanto les afirmó que el poder envilece, le negaron su apoyo. Cuando los tiranizó, olvidaron a la oposición.

 

Hombre de Dios

Como ateo compartía sus bienes con el más necesitado. Como seglar, su pan con el hambriento. Como beato, no visitaba iglesia alguna para no dar contribución.

 

Sacrificio

Despertó con la erección más grande que había tenido en su vida; se volvió hacia el altar para exculpar sus pecados; y se santiguó despacio. Aunque, a decir verdad, no había problema. Dentro de poco llegaría el monaguillo que preparaba el altar para la misa de seis.

 

Premio

Año a año, mes a mes, y semana tras semana, hurgaba en los periódicos en busca del listado de premios de la lotería. Quería, según dijo, conocer la frecuencia del número ganador para el día en que pudiera comprarse un boleto.

 

Hombre de bien

Cuando pequeño su madre le inculcó que para ser hombre de bien había de trabajar duro. Cuando adolescente, sus maestros le enseñaron cómo hacerlo. Cuando adulto, sacrificó todo por ello. Y un día, la gloria llegó. Pero entonces apareció la muerte y se lo llevó sin nada.

 

Sueño americano

Partió hacia el norte a tentar a la suerte para que a su mujer y a sus hijos nunca les faltara nada. Cuando regresó tenían todo. Ella combatía las horas de hastío con amantes furtivos. Y sus hijos, a falta de noray alguno donde atracar, navegaban perdidos en la ciénaga del vicio.

 

Honor

Una madrugada, en la cima de la gloria, su mujer lo llamó con otro nombre. Tres días después, en la sima del infierno, supo de quién se trataba. Y una noche lo encontró. Pero entonces, en tanto el hombre clamaba su inocencia, se arrodilló frente a él, le entregó su pistola y le suplicó en nombre de Dios que lo matara.

 

Ocupación

Llegó a la delegación, a las tres de la mañana de una noche de tormentas, a suplicar que la ayudaran. —Me robaron el carro —dijo. Fue el día en que pasó a recogerlo, tres meses después, cuando contó de qué se ocupaba. Desde niña, mediante una bola de cristal y un mazo de cartas, adivinaba el futuro.

 

Sangre azul

Cuando pequeña, abrazada a sus muñecas y a las pesadillas de la noche, soñó para sí con un príncipe de historia. Cuando adolescente, excitada con los insaciables cambios en su cuerpo, se enamoró de él. Cuando adulta, al par que rechazaba amores persistentes  y se derretía en la fría soledad de sus urgencias, lo esperó incontables madrugadas. Y un día llegó. Pero entonces, mientras le abría la puerta, se enteró de que la espera le robó lo que tenía de princesa.

 

Indulto

Condenado a pagar con su vida por un delito que nunca cometió, echó mano de sus pingües recursos y pregonó a los cuatro vientos su inocencia. Y un día lo logró. Pero entonces, para sorpresa del tirano que lo condenó y de los guardias que lo escoltaban hacia el cadalso, suplicó en Nombre de Dios que lo mataran. No quería, según dijo, vivir con la aprensión de que por su culpa, el día de su ejecución, el verdugo se había acicalado sin motivo.