Sala de ensayo
Delimitación del discurso ensayístico

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Fotografía: knobcreekmetalarts.com

Con la intención de excluir al ensayo del campo de la literatura, se lo ha considerado un género “impuro”. Sin embargo, y a pesar de su hibridez, el ensayo es una manifestación literaria; el conflicto que mantiene con otros géneros o especies literarias aún no ha sido planteado con claridad, y así se suele llamar “ensayo” a lo que en rigor no lo es: discurso, estudio crítico, tratado, monografía. Theodor Adorno, Jacques Leenhardt y Gyorgy Lukács coinciden en que si bien no es un género bien delimitado, no comparten la idea de considerarlo un género “menor”, alegando, entre otras cosas, su proximidad a la retórica o los llamados “géneros de persuasión”.

Además de escapar a las normas rígidas, el ensayo admite infiltraciones desde fuera y asimila elementos de otros discursos como la política, filosofía, ciencia, historia, arte, del mismo modo que teorías, conceptos y hasta experiencias individuales o comunitarias. Constantemente el ensayo incursiona en terrenos ignorados, cruzando los límites de lo literario, de modo que la noción de género —siempre discutida— resulta otra vez de escasa utilidad para designar una realidad en apariencia “anárquica” como la del discurso ensayístico.

La mayoría de los autores coinciden en caracterizarlo como aproximación, tanteo, acercamiento; nada presupuesto, sino tentativas al azar.

Históricamente, el ensayo está emparentado con la retórica y, desde el siglo XVIII, con la “literatura”, al entrar en el campo de la estética. Caracterizado por sus modalidades fluctuantes, el discurso ensayístico se entrecruza permanentemente con otros discursos y/o disciplinas.

Ensayo y filosofía se interceptan toda vez que el ensayo literario roza temas filosóficos, pero los separa el grado de profundización del discurso filosófico, la coherencia y el rigor sistemático observados por éste, así como la precisión, propios de una disciplina científica. En el ensayo, por el contrario, incursionan las presencias de la espontaneidad y de la improvisación.

Suelen convivir también el ensayo, el tratado y la monografía, debido a que el ensayista suele exponer nociones para comunicar sus opiniones acerca de un determinado tema. Se distinguen por la “libertad” que caracteriza el discurso del ensayo, que lo aleja del desarrollo riguroso y ordenado del tratado o la monografía. Tienen como rasgo común las afirmaciones, juicios y objeciones a doctrinas o aseveraciones ajenas. Los separa el lenguaje utilizado: unívoco, denotativo y lo más preciso posible en el tratado y la monografía, plurívoco y connotativo en el ensayo.

Vitier diferencia al ensayo del estudio crítico y destaca que “el estudio crítico es trabajo de examen frío, de indispensable erudición y de método severo”, mientras que el ensayo prescinde, la mayoría de las veces, de citas y notas bibliográficas, que forman parte del bagaje erudito propio de todo estudio crítico.

Se hace difícil distinguir el artículo periodístico del ensayo breve por la estrecha relación que existe entre periodismo y ensayo. La diferencia en la extensión no es, en principio, relevante; son características esenciales del artículo, el tratamiento de temas de actualidad y de interés para el público lector, cierto carácter circunstancial y la utilización de un estilo particular y propio del discurso periodístico.

En algunos casos, el ensayo se entrecruza con la memoria y la autobiografía; la memoria íntima, como la autobiografía, incluyen la justificación de la propia personalidad o su explicación al menos: en ambas el yo es el único protagonista, mientras que en el ensayo no ocurre así, sino que admite gran variedad de temas.

Del mismo modo es difícil a veces distinguir el ensayo de la literatura de viajes, especialmente cuando ésta excede el simple apunte de viaje, hasta llegar a incluir ingredientes propios del discurso ensayístico.

Este breve recorrido por las zonas de intersección del discurso ensayístico con algunos de los discursos, géneros y/o disciplinas con los que suele entrecruzarse, nos permite —sin pretender ser concluyentes— desnudar con claridad la flexibilidad intrínseca de su estructura, razón de su problemática identificación.