Artículos y reportajes
“El oro y la oscuridad”, de Alberto Salcedo Ramos (izquierda) y “El corazón del escorpión”, de Joseph Avski

El oro y la oscuridad, de Alberto Salcedo Ramos (izquierda) y El corazón del escorpión, de Joseph Avski. Dos obras en el centro de una polémica.

¿Plagio o intertextualidad?
Pambelé, el oro y el escorpión

Comparte este contenido con tus amigos

Los demoledores puños de Antonio Cervantes, Kid Pambelé, han provocado ahora un escándalo que tiende a crecer, y en el que están involucrados, de manera directa, Alberto Salcedo Ramos, autor del libro El oro y la oscuridad, y Joseph Avski, pseudónimo que responde al nombre de José Manuel Palacios Pérez, físico monteriano que ganó el IX concurso nacional de novela Cámara de Comercio de Medellín con la obra El corazón del escorpión. De manera indirecta, aparece en escena la periodista Marianne Ponsford, una de los jurados del concurso, y quien publicó en el más reciente número de la revista Arcadia, la cual dirige, un artículo laudatorio para Avski, acusado por Salcedo de haberle plagiado —al menos 20 páginas de 102 que contiene la novela— su libro-crónica sobre el ex campeón mundial de boxeo.

En el asunto están implícitos el misterio, la semiótica literaria, el juego de luces intermitentes de los autores e infinitas referencias a ilustres escritores plagiados o plagiarios, y hasta genios de la filosofía como Foucault y Barthes, sin desconocer a la contemporánea Julia Kristeva, psicoanalista y lingüista franco-búlgara, quien, junto a otros reconocidos teóricos, impuso la palabra intertextualidad para designar una práctica de siglos consistente en usar para beneficio propio párrafos de obras ajenas. También podrían ser poemas, fotografías o imágenes en movimiento.

En realidad, la historia de la literatura está llena de esta especie de intercambio de espejos que ha facilitado la aparición de memorables obras en medio de discusiones acerca del plagio, el intertexto, el homenaje y la apropiación. Ni Cervantes está exento, pues muchos de los párrafos que envuelven la locura de don Quijote y sus aventuras en La Mancha son señalados por innumerables semiólogos, seguidores fieles de Kristeva, como intertextos que emergieron de los libros de caballería. Sin embargo, esa aparente línea sutil que separa el intertexto del plagio es más gruesa de lo que parece, lo cual permite escrutar los hechos y establecer conclusiones.

En la literatura colombiana, el caso de mayor notoriedad fue protagonizado por Gabriel García Márquez, cuya novela Cien años de soledad fue calificada por el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias como plagio de La búsqueda de lo absoluto, de Balzac. Muchos críticos recurrieron a la intertextualidad para salvar una obra y a un autor que comenzaba a escalar la gloria. Hace dos lustros, Fernando Vallejo repitió la misma acusación, pero agregando que Gabo también había plagiado a Juan Rulfo mediante el uso del nombre y apellido en sus personajes, lo cual, según él, demostraba falta de originalidad. No obstante, en su monumental obra Historia de un deicidio, Vargas Llosa escribe que, salvo unas referencias a la alquimia en la novela del Nobel colombiano y en la del escritor francés, no había encontrado similitudes ni aproximaciones.

Hace tres años, otro escándalo habría de sacudir la literatura colombiana, esta vez por cuenta de Héctor Abad Faciolince, quien rastreó hasta la saciedad un poema de Borges cuya autoría, junto a cuatro más, reclamaba para sí el poeta Harold Alvarado Tenorio. Aquellos versos estaban escritos en un papel que Abad encontró en el bolsillo de su padre en el momento en que éste fue asesinado en Medellín, tal como lo relata el escritor antioqueño en su novela El olvido que seremos, título extraído de uno de los poemas polémicos. También Vargas Vila, Pombo, Zalamea...

 

Joseph Avski
Avski: no quiero hablar del tema.

Pambelé los junta

Una especie de azar borgeano ha juntado la literatura de Avski y el periodismo de Salcedo. O tal vez fue Pambelé el autor del milagro, porque Milton Olivella, el protagonista de la novela, pareciera ser el pseudónimo de quien se pasea por las páginas de El oro y la oscuridad en medio de la gloria, las drogas y la miseria atroz. En efecto, al leer uno las dos obras, resaltador en mano, observa que 20 de las 102 páginas de la novela ganadora fueron llevadas allí, sin pudicia alguna, por Joseph Avski, el autor que sólo atinó a contestar cuando le formulé varias preguntas: “Espero que no lo tomes como un gesto grosero, pero yo en realidad no quiero hablar del tema. Al respecto no hay un diálogo, en su lugar lo único que hay son exposiciones de odio. Es una dinámica que no me interesa: la del insulto y la ofensa”.

Joseph Avski o José Palacios había alcanzado cierta notoriedad en 2011, cuando apareció como uno de los 25 finalistas del concurso nacional de cuento que convocó la fundación La Cueva. Pero algo de extrañeza causó la nota de un nuevo comunicado de La Cueva en el que sólo aparecían 24 finalistas escogidos por los jurados Darío Jaramillo, Diego León y Roberto Rubiano: “Inicialmente se seleccionaron 25 finalistas, pero el cuento ‘Los infinitos rostros de Dios’, del seudónimo Joseph Avski, fue descalificado por incumplimiento al reglamento del concurso”.

A pesar de que Avski ganó el concurso de novela en 2009 su nombre continuó en una especie de penumbra o de zona gris a la que sólo tienen acceso los que viven en santa comunión con la literatura durante largas horas del día. La primera edición de El corazón del escorpión, de escasa trascendencia, apareció en diciembre de 2009 bajo la responsabilidad de la Cámara de Comercio de Medellín. Hace unos meses, la editorial Alfaguara se disponía a realizar una nueva edición de la novela, pero apareció el cronista Salcedo con el señalamiento de plagio. La editorial, que es la misma del cronista, prefirió parar el proyecto de la obra de Avski y decidió publicar una edición ampliada de El oro y la oscuridad que se sumó a la primera que se hizo en diciembre de 2005.

Aparte de las declaraciones que el autor de la polémica novela entregó a la revista Arcadia, es poco lo que se conoce de él. Y es poquísimo lo que se sabe respecto de su posición ante el incendio literario que ha provocado su decisión de entrar a un mal entendido juego de la intertextualidad cuyo resultado fue el saqueo de El oro y la oscuridad. En su muro de Facebook apareció hace unos días lo siguiente: “Soy un mal salvaje: no me someto, robo, copio, me transculturizo, me transvalorizo; critico la historia y las jerarquías”.

Alberto Salcedo Ramos
Salcedo Ramos: al margen.

Por su parte, Salcedo Ramos tampoco ha querido entregar declaraciones públicas. Al solicitarle respuestas a cinco interrogantes que le formulé, sólo dijo: “Bueno, ese debate es legítimo, pero me mantengo al margen. Sólo te diré que si alguien toma lo que yo escribo para incluirlo como si fuera suyo, yo no me apunto. Es legítimo que discutan sobre plagio e intertextualidad, pero sin apropiarse indebidamente de lo que yo escribo. Que primero dejen donde estaban las páginas que yo escribí, y después discutan todo lo que quieran”.

Según sus trinos en Twitter y mensajes que aparecen en su perfil de Facebook, el enojo de Salcedo se fundamenta en el hecho de que Avski incurrió en el delito de plagio al hurtar parcialmente su obra con el propósito de completar la novela. Y aclara que no hay nada personal contra el escritor monteriano. La versión en inglés de la editorial Zoom Books, con el título de Heart of Scorpio, traducida por Mark David McGraw, tiene en su portada el rostro de Kid Pambelé, pese a que, en torno a la edición en español, Avski ha dicho que el personaje de Milton Olivella no encarna al ex campeón mundial del peso welter.

Asimismo, la periodista Marianne Ponsford forma parte de esta historia, pues su artículo, en el fondo, avala la acción de Avski; pero Ponsford va más allá, pues una de sus tesis centrales está planteada en el sumario de la nota, así: “Más allá del cuchicheo, el tema plantea preguntas pertinentes sobre la propiedad intelectual y la figura del autor en la literatura”. Más adelante, y luego de razonamientos filosóficos, la directora de Arcadia se inclina por la desaparición del autor, es decir, el anonimato absoluto.

Con Ponsford hice contacto telefónico y me solicitó que le enviara por escrito las preguntas. Uno de los interrogantes planteados fue: “¿Cómo explicas que en muchas de tus crónicas, perfiles y reportajes aparezca, al final, lo siguiente: ‘Protegido por los Derechos de Autor’?”. Hasta el envío de este artículo para su publicación, no había llegado su respuesta.

Finalmente, de acuerdo con el ejercicio realizado por Mario Jursich, director de la revista El Malpensante, “la novela de Avski tiene un poco más de 23.500 palabras; de ellas casi 4.000 son citas textuales de El oro y la oscuridad o citas en las cuales apenas se hace un ligero, casi imperceptible cambio respecto al original (por ejemplo poner ‘mierda’ donde Salcedo decía ‘marica’). Y luego están unas 1.700 en las cuales la apropiación, aunque más difusa, es igualmente nítida”.

 

¿Plagio o intertextualidad?

  • En la página 20 de El oro y la oscuridad, primera edición, 2005, aparece el siguiente párrafo: “Andrés Pastrana, aspirante conservador a la Presidencia de la República, lo había llamado por la mañana para decirle que quería ver a Pambelé. Ayola le respondió que no se oponía, siempre y cuando la visita fuera secreta y no un acto público con intenciones políticas. El candidato presidencial volvió a la carga, con el argumento de que a los amigos no se les esconde”.
    En la página 42 de El corazón del escorpión se encuentra un párrafo así: “Andrés Pastrana, aspirante conservador a la Presidencia de la República, lo había llamado por la mañana para decirle que quería ver a Olivella. Ayola le respondió que no se oponía, siempre y cuando la visita fuera secreta y no un acto público con intenciones políticas. El candidato presidencial volvió a la carga, con el argumento de que a los amigos no se les esconde”.
  • En la página 26 de El oro y la oscuridad el tercer párrafo comienza de la siguiente manera: “Pambelé se tiró al desastre. De repente, parecía haber adquirido el don de la ubicuidad. Un día lo expulsaban de un bar de Manizales por bailar desnudo sobre la barra y, cuando todavía no nos habíamos repuesto de la sorpresa, aparecía en Pasto con el rostro ensangrentado por negarse a pagarle a un taxista...” (Nota: El anterior pasaje termina con un punto y aparte después de 17 líneas más).
    En El corazón del escorpión, primera edición, 2009, página 12, después de dos líneas, el párrafo se desarrolla así: “Milton Olivella parecía haber adquirido el don de la ubicuidad. Un día lo expulsaban de un bar de Manizales por bailar desnudo sobre la barra y, cuando todavía no nos habíamos repuesto de la sorpresa, aparecía en Pasto con el rostro ensangrentado por negarse a pagarle a un taxista...” (Nota: Las otras diecisiete líneas de las que se hace referencia arriba también fueron copiadas textualmente por Joseph Avski).
  • En las páginas 30 y 31 de El oro y la oscuridad, un extenso párrafo de 24 líneas, y cuatro diálogos, comienza así: “Algunos dicen que está en Barranquilla, donde una amante llamada Cecilia. Otros juran que amaneció descalzo en el mercado de Galapa, Atlántico, jugando dominó. Los de más allá aseguran que, como en Cartagena hay temporada taurina, es imposible que haya salido de la ciudad...”.
    En la página 13 de El corazón del escorpión se lee lo siguiente: “Algunos dicen que está en Barranquilla, donde una amante llamada Cecilia. Otros juran que amaneció descalzo en el mercado de Galapa, Atlántico, jugando dominó. Los de más allá aseguran que, como en Cartagena hay temporada taurina, es imposible que haya salido de la ciudad...” (Nota: el párrafo de 24 líneas y cuatro diálogos de la crónica de Salcedo es el mismo que ocupa toda la página 13 y las dos primeras líneas de la página 14 de la novela de Avski).

En realidad, el 25% de la novela de Avski pertenece, textualmente, al libro de Salcedo Ramos. En la novela no hay entrecomillados ni nada que indique qué párrafos pertenecen a quién. El 75% restante mantiene un ritmo narrativo, un estilo y un soplo interior característicos de la prosa de El oro y la oscuridad.

 

Lo que dice Óscar Collazos

El escritor y periodista Óscar Collazos, autor de una veintena de novelas, opinó de la siguiente manera: “La intertextualidad termina donde empieza la reproducción sistemática y extensa de un texto ajeno. Yo sí creo que lo de Avski fue plagio. La señora Ponsford minimiza el hecho para convertirse en una sutil defensora del plagiario. Podría al menos haber reconocido que fue engañada en su buena fe de jurado. El caso más reciente, en circunstancias parecidas, fue protagonizado por el mexicano Sealtiel Alatriste. No conozco su texto pero sí lo que se escribió sobre el caso”.