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Louisa Leveson-Gower. Retrato por Angelika Kauffmann¿Qué quieren las mujeres?
Respuesta de las poetas venezolanas

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La tarea del poeta es poner todo en palabras para dar su versión de las cosas, del mundo, de los sentimientos, de las ideas. El poeta tiene la tarea complicada, porque debe manejar bien el lenguaje, trasmitir una idea, un pensamiento, con una economía de palabras, en un concentrado. La imagen nos ayuda a comunicar en la poesía, de una manera sugestiva, perceptiva, para hacer soñar al lector, para que vea, para darle un consuelo al dolor de lo que se quiere decir, cuando es doloroso.

Señales de humo se llama un libro de la poeta venezolana Reyna Varela (1944); estas señales son una manera muy antigua de comunicarnos. El aislamiento no es sano en el ser humano y la supervivencia nos entrelaza. La poesía ha sobrevivido en el tiempo, a pesar de su mala reputación desde los filósofos griegos, porque el artista “tiene amistad con aquella parte de nosotros que se aparta de la razón” (Platón, La República, libro X).

Se dice que Adán hablaba en verso, Jesús en parábolas. La poesía responde a una experiencia de vida personal y colectiva. Cuando leemos un poema nos contactamos con el sentimiento, si lo hay, y eso nos hace sentir tristes, alegres, reflexivos. Los poetas podemos escribir de lo no vivido, y de lo vivido también.

¿Qué quieren las mujeres? Es la famosa pregunta del doctor Freud. Este psicoanalista genial nos dijo que todos los problemas del individuo provenían de la infancia y estaban relacionados con el sexo. Él creó el psicoanálisis, que es una terapia basada en la palabra, la mayor expresión del hombre que contiene todas las cosas. Para Freud el hombre tenía dos necesidades básicas y todo giraba alrededor de ellas: la número uno, la alimentación; la número dos, el sexo. Para su colega suizo, el doctor Carl Gustav Jung, esta lista es más larga. Acepta las primeras dos de Freud y las amplía. De la amplificación de Jung interesan, en este texto, tres otras necesidades básicas del hombre: el viaje, lo espiritual o religioso, y la necesidad de hacer cosas. Toda la propuesta de Jung es de amplificación.

Se dice que Freud no entendió a las mujeres, por eso se hace la pregunta. Él dijo cosas muy atrevidas de las mujeres. La psiquis femenina es diferente a la del hombre; lo masculino y lo femenino es todo un complicado tratado en Jung. En este ensayo se mostrará a las mujeres con las mismas necesidades que las del hombre, como especie humana. Esta pregunta es un reto para los psiquiatras, en especial los hombres, por el misterio de lo femenino.

Al famoso psiquiatra venezolano Fernando Rísquez le oí preguntarse en una charla, al final de su vida profesional, con más de ochenta años de edad, en un auditorio lleno: “¿Qué quieren las mujeres?”. Y respondió: “Las mujeres quieren hijos, a mí me sacaron cinco”. Con esta respuesta ubica lo que quieren las mujeres a la segunda necesidad de Freud, los hijos son la consecuencia del sexo. No dijo que quieren sexo, quieren hijos, el resultado de la relación sexual. Hay una necesidad de formar familia.

Nadie pone en duda la necesidad número uno de Freud, la alimentación, es algo que compartimos con todos los seres vivos, es supervivencia. Reconocer la necesidad sexual en la mujer es algo de la modernidad o la postmodernidad, y todavía es mal vista en muchas culturas o religiones. La consecuencia del sexo, la reproducción, los hijos, están muy bien aceptados; se tiene una sobrevaloración de la maternidad, en especial en la cultura latina. Una mujer sin hijos siempre llevará el dolor o el estigma de la maternidad no vivida y toda su vida será interrogada por ello. En estos días se publicó una entrevista a una actriz inglesa, que representó a la reina Isabel II; a sus sesenta años de edad, es interrogada, ¿por qué no tuvo hijos? “Por ecología”, respondió, una respuesta nueva y contemporánea, la de un mundo sobrepoblado.

La amplificación de Jung nos hace más humanos, menos animales. Freud llamaba a las mujeres “el osado continente” y la verdad es que las poetas venezolanas son osadas, se atreven. En el abanico de poemas que elegí, presentaré una muestra de esas necesidades ya nombradas, de Freud y Jung. En Venezuela, hay problemas sociales graves, uno es que el 20% de la población es hija de una madre adolescente; el aborto es ilegal. Un gran porcentaje de las mujeres levanta a sus hijos sola, crían madres e hijos, no padres. Estos problemas son a consecuencia del número dos: el sexo. Situación que nos hace atrasados en lo social, en lo cultural y en lo productivo también.

Escribir poemas manifiesta la necesidad de hacer cosas en los seres humanos, Jung lo califica como un instinto. En la poesía está el deseo de comunicarnos, de hacer arte y de la posibilidad de trascender, permanecer en el tiempo, si se logra un buen trabajo o reconocimiento. Entonces, todas aquí cumplen con esa necesidad humana, la de hacer cosas.

Mercedes Ascanio (1958) tiene un poema con un tono religioso, para que nos sirva de guía y protección en el camino, en el viaje. Podría ser el viaje de la vida o el traslado. Ante la alta criminalidad en Venezuela, nos hemos vuelto muy religiosos en los simples viajes cotidianos. Cito,

Cuida tus demonios / que la paz es cruel / Cuida el dolor / y la impaciencia / Alimenta lo incierto / como un fuego sagrado.

Este es un poema que nos llama a vigilarnos en la maldad, o en la sombra junguiana, lo que no hacemos consciente y padecemos, la lucha con nuestros demonios. El mal y el bien son los eternos temas de la religión y del ser humano en lo social y lo personal. Lo incierto es la vida, que no sabemos qué deparará, ni cuando culminará. El fuego sagrado no nos pertenece, apenas podemos rozarlo. Lo más cercano a éste es la vida misma, la manifestación de Dios, que es una experiencia mística. El sufrimiento es necesario para la transformación, tiene que haber reflexión en una vida. Éstas son las advertencias que salen en este poema de Ascanio.

Continuamos con el viaje cotidiano, el de tomar un autobús en una plaza. Geraldine Gutiérrez (1966) nos dice:

Desde cualquier punto de la plaza / mil y un mosaico va amaneciendo. / Pronto habrá sombra para descansar / mientras llega el autobús. / Los charcos de la lluvia / se habrán evaporado / y más de una palmera te sorprenderá.

Este poema nos habla de la persona que espera un autobús, que analiza el tiempo, el sol y la lluvia, que busca la sombra, que ve la luz en los mosaicos de un piso en la plaza. Es una experiencia sencilla e importante, que todos hemos vivido o podemos vivir sin mayor esfuerzo. Es alguien que salió de su casa y no sabemos si será un viaje corto, a la escuela o el trabajo, o uno largo, a una ciudad que queda a cinco horas en autobús. Y mientras viajamos miramos alrededor, el tiempo, el agua, el sol, el paisaje, los árboles.

Siguiendo con la naturaleza, a la que todos pertenecemos, Elena Vera (1939-1998) le escribe un poemario a un pescado antiguo, prehistórico, que, a veces, lo han encontrado: el celacanto. La cito:

El Océano Índico / no era para habitarlo / sus aguas amarillas te ciegan / y / allí / quieres aparearte / para no perecer / Tú / espina hueca / horrible pez / oxidada criatura / Te descubrirán / y / te extinguirás / lo sabes / No verás el Apocalipsis / tú

La poeta nos habla sobre un pez que suena muy humano, el hombre también se aparea para no perecer, y, ¿quién verá el apocalipsis? Según muchos, este año 2012 está señalado como el fin. En Venezuela, algunos astrólogos dicen que será por agua, no por fuego, y que ya empezó. Si es así, volveremos al comienzo, el mar, nuestro origen.

El Apocalipsis es el último libro del Nuevo Testamento, que forma parte de la Biblia, el libro más importante de Occidente, porque en religión los judíos le ganaron a los griegos, y la Biblia tiene las historias judeocristianas. El autor del Apocalipsis es el apóstol San Juan. Lo escribió en una cueva en la isla de Patmos, Grecia. En la cueva está la roca partida con la aparición del ángel, quien es mensajero de Dios y Jesucristo. El libro trata del final de la tierra, por fuego. A veces, los noticieros nos recuerdan este libro en los desastres naturales, en los padecimientos de los hombres y los animales. Entonces rezamos.

Gisela Romero (1960) nos habla de la oración y del rezo en algunos de sus poemas:

LAUDES / Anhelo volar / Señor / dame alas para danzar a orillas de las hojas / y esparcirme / HORA INTERMEDIA / Deseo escapar / Señor / dame el salto de las aves para fraguar vigor / y divulgarlo / VÍSPERAS / Ansío evadir / Señor / dame la celeridad de las plumas para ir / retornar / y persistir

Es una hermosa oración este poema. Ante el deseo humano, se eleva una plegaria en la que pedimos. En este poema no hay ningún deseo material, de cosas, sólo de estados de la mente o del cuerpo: Anhelo volar, Deseo escapar, Ansío evadir, y la poesía está en las peticiones: dame alas para danzar, dame el salto de las aves, dame la celeridad de las plumas. Lo que pide no es humano, es la metáfora, lo que quiere hacer el espíritu que inspira al cuerpo.

Otro poema de Gisela, esta vez sobre lo femenino y religioso:

Una impuesta hendidura / Sacrosanta raja que va / desde mi cabeza / hasta mis pies

Aquí tenemos la marca de lo femenino y de cómo se vive lo femenino, adentro y afuera. Muy sagrada y santa raja, parece ser usada, la palabra, de forma irónica. La herida femineidad se manifiesta.

En estos días el noticiero de CNN, Notimujer, informaba que hicieron un estudio de mujeres menopáusicas de 50 a 79 años de edad y concluyeron que estas mujeres querían sexo, lo deseaban. Este tipo de noticias asombra, las mujeres siguen siendo sujeto de interés en el aspecto sexual. Lo notable es que se toma en cuenta la opinión de las mujeres mayores.

Yolanda Pantin (1954) tiene un poema, “Conversación en un baño”:

Por costumbre / se acuesta en la cama / a esperar a su marido / que llega siempre tarde / da las buenas noches / bosteza / Ella se va al baño / aplaca la furia / con su mano maestra / recostada en la toalla / cuando él entra y pregunta: / “¿qué haces aquí?” / “nada”, responde

Hay bastante poesía erótica femenina, escrita por mujeres, en Venezuela y en el mundo entero, no tiene que ver con este poema. El erotismo tiene mucho de fantasía, de lo imaginario, el territorio de lo posible, la sensibilidad a lo masculino, el disfrute de lo masculino. Este poema no, es de una situación objetiva, real, no tiene nada de ensoñación. En pocas líneas describe un problema que es la segunda causa de divorcios. La primera causa de divorcio es económica, la segunda sexual. Sigue por completo el planteamiento freudiano, y en el mismo orden, de las necesidades básicas.

La mujer en este poema no está erotizada, pero quiere sexo, tampoco se comunica con lo masculino, oculta. Como poema es perfecto, es delicado en el vocabulario para la situación; es un poema que sorprende, único en su estilo. La expresión “aplaca la furia” da diferentes significados, uno es, la rabia de la mujer, su frustración sexual y la otra, la de satisfacer esa necesidad sexual. Para los freudianos, amor sin sexo es narcisismo y sexo sin amor es perversión.

Continuamos con el producto del sexo, el hijo. Le hacemos honor al doctor Rísquez, las mujeres quieren hijos. Sonia Chocrón (1961) sigue en este poema la tradición española popular de otra época, de trovadores. El poema se llama “De leche y miel”:

Venga mi marido / derroche su alma / en mi vientre presto / almohada de calma / Duerma sus afanes / en el sueño triste / hagamos un niño / madúrese el cisne (...) Ame mi marido / muy largo y extenso / al cuerpo que abraza / y le colma el aliento

Y así sigue hasta que llega la criatura, el hijo de leche y miel. A los hombres de confianza les he preguntado: ¿qué quieren las mujeres? Y me responden como el doctor Rísquez, quieren hijos.

La idea o identidad de familia siempre se asocia con el acto de comer juntos. Miriam Kasen (1950) nos dice:

(...) una mesa grande cubierta de hule / que se desdibujaba bajo el paño / de la limpieza / las horas en ese comedor / aún guardan el olor a sopa / a carne en salsa y arroz blanco / el padre a la cabeza, / con una oración en lengua / que siempre nos fue extraña / pero amada / la madre cerca / y los hermanos y las hermanas / que hacíamos turno para recoger los platos / ordenar la cocina / y llenar las botellas con agua / después de la comida

En este poema está todo, la familia, la oración, la comida, el trabajo doméstico.

Y el poema termina así:

Y los hijos se nos repiten en los suyos / y nos buscamos o los buscamos en ellos / para apartar la soledad / que trae el tiempo.

Las mujeres en Venezuela dicen que después de que tienes un hijo nunca estarás sola, y es así con esas madres que siguen con la tarea de ayudar en la crianza de los nietos. Las mujeres solteras tienden a tener un hijo tarde “para no quedarse solas”, así dice la gente, muchas veces de padres inadecuados, o no le comunican al hombre de su intención de embarazarse. Otro drama social. Un psiquiatra de niños y adolescentes decía que esas mujeres solas con un hijo son un cuadro psicológico de lo peor.

Sigo con Reyna Varela y el número uno: la alimentación:

Desayunábamos con el sol / salado sobre un plato / Caminábamos a largos trancos / como los campesinos

Aquí el sol salado pareciera una referencia a la arepa venezolana, hecha de harina de maíz, de forma redonda, propia del desayuno; y los últimos versos, al viaje, que empieza caminando. En alguna época todos fuimos campesinos. Ahora en Venezuela es muy difícil, y el campo está abandonado por una economía de puertos.

Otro de Reyna Varela:

Abrazada a mi nevera / sin recordar si era feliz o no / el final de / Esplendor en la Hierba / Inconclusa / Cada día distante / es / otro día

En este poema la única relación real, afectiva, es con la nevera, una máquina, lo demás es vago. La verdad es que la nevera es un aparato importante en la casa, lo novedoso es el abrazo que se le da. Esta mujer no recuerda la película, vive con distancia, de sí misma y de lo demás. No dice que la distante es ella, sino el día. Es la vida vacía, impersonal, con problemas para entender y relacionarse.

Este poema parece una caja china, porque Esplendor en la hierba (1961) fue una película exitosa dirigida por Elia Kazan que cuenta un amor frustrado, en lo sexual, por las costumbres de la época, él quería sexo y ella no se atrevía, o no quería; y en lo emocional, porque el joven deja a la novia por presión familiar. Ella entra en depresión, termina en una clínica psiquiátrica y, cuando sale curada, el hombre está casado. Final feliz no es, pero ambos han superado sus problemas. A su vez, el título de la película procede de un poema de William Wordsworth (1770-1850), poeta romántico inglés, exitoso en vida, innovador, escribe de los humildes, de la vida cotidiana, con un lenguaje sencillo, como los contemporáneos. El poema de él:

Nada nos devolverá los días del esplendor sobre la hierba, pero nos recordaremos y fortaleza hallaremos en lo que nos queda

La película cita este poema de Wordsworth. El poema de Reyna nos lleva a otra historia y a otro poema, y podemos relacionar todo. Aunque la mujer en el poema de Varela es evasiva, no recuerda, o no quiere recordar, las claves de la película no lo son. El poema de Wordsworth es de fortaleza, la fuerza de lo vivido, el sentimiento que queda. Es el mensaje de aliento ante un presente o realidad que no podemos cambiar.

Las mujeres queremos comer sin engordar. Marilena Vivas (1948) nos dice en su poema “Utopía”:

1er día / Me pesé / diez kilos de más / La báscula no miente / un kilo por semana / a punta de proteína / Una línea cada día / a punta de creatividad / ¿Quién ganará? / ¿La báscula o la página en blanco? / 2do día / Al menos escribo estas líneas / la dieta, me la salté / Comí un suculento aguacate

En este poema el apetito y las ganas de hacer, en este caso escribir, van a la par. Es un tema femenino preocuparse por el peso y la dieta.

La relación de la mujer con lo masculino es algo misterioso. Lo masculino y lo femenino son fuerzas diferentes. Hay muchas formas de ser hombre. Cuando una mujer se relaciona con lo masculino parte desde lo incierto, no sabe con qué tipo de masculino se va a relacionar, aquí seguimos la recomendación de la poeta Ascanio: “alimenta lo incierto”. Este encuentro es en sí un viaje interior, lo cuenta Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1963). De ella dice el poeta y antólogo venezolano Harry Almela, “poseedora de un catálogo personal de la amargura, la soledad y la vida en sus bordes, canta y sabe cantar con palabras cinceladas y exactas”. El poema se llama “Llegas”:

Llegas / tus ojos vienen firmes. / Gallardos, con las armas de los internos fuegos. / Yo quiero ser sencilla como el hilo sin perlas, / ágil como en la copa es la gota del borde.

Yo quiero ser sencilla, pero tú me complicas / alzándome a una estrella trémula e invisible. / Yo quiero ser sencilla. Y me colmo de quiebras, / y soy un laberinto y mi clave se pierde. / Quiero el ritmo sereno y mi inquietud florece / Y la flor indecisa, con hojas asustadas, / desploma tu firmeza.

Y descanso en la fuga de tus ojos vencidos / y soy ligera y simple, como el hilo sin perlas; / ágil como la gota del borde.

Éste es un hermoso poema sobre el encuentro sin palabras de lo femenino y lo masculino: cómo quiero ser con él, cómo está él, cómo me hace sentir él, cómo lo hago sentir yo. Este encuentro es muy íntimo y personal en cada ser humano. Nadie lo cuenta como Enriqueta. El eterno femenino está marcado por la espera. Hay una rivalidad antipática con el hombre en este poema. En el amor no hay vencidos, todos ganamos. El desamor y la traición tienen un lugar importante, preferimos pasarle la página para abrirnos a las posibilidades, a lo incierto. Tenemos que aceptar nuestras heridas y aflicciones. Hay que abandonar el gusto por la amargura y la queja, el gusto por la sal y la sangre. Las relaciones de poder no son relaciones de amor.

La soledad, la falta de lo masculino, la carencia del amor, la espera por el hombre, todos estos temas los trabaja Antonia Palacios (1910-2001) en este poema:

Acaba por fin de entrar. He dejado la puerta abierta. Por ella penetra la noche, la contienda del viento. Por ella penetra todo menos tú. Creí que ya estabas aquí, que me habías precedido. Te busqué a mis espaldas y no te hallé. Me vigilo a mí misma, en mi forma visible, en la sombra secreta. Ahora sé que aún no has llegado. He dejado la puerta abierta para que entres.

En este poema se manifiesta una conciencia de sí, una exploración del deseo, del contenido inconsciente, de la sombra secreta. En el poema ella “cuida sus demonios”, del verso de Ascanio.

Para terminar con el amor, el sexo y la relación con lo masculino, además del acercamiento al contenido espiritual que puede implicar una relación amorosa, citamos a Elizabeth Schön (1921-2007):

Estamos solos, sin filtros, pero siempre donde hay orillas para los ríos... el río es la piel del árbol y del hombre... el hombre es el amante mayor... aguardando lo que huye... donde el goce y la herida saltan. Qué bueno es el hombre capaz de amar a la mujer... uno está en el otro y se enloquecen y convierten el espacio en eso necesario para que se constituya la libertad... por eso siento que soy una tonta, la que es llevada por la corriente, la maga justa de la casa... sólo el amor perdona y el amor se salva...

Schön respeta y reconoce lo masculino y se rinde ante lo débiles que somos en el amor.

De la necesidad de hacer cosas nos dice Emira Rodríguez (1929) en “La casa de alto”:

En la desembocadura del río / que llamaron del Espíritu Santo / fundaron el pueblo de la mar / alguien vino hasta la orilla y levantó los horcones / de la primera casa / amasamos con barro las piedras / traídas de lejos / no había canteras en varias leguas hacia el norte / —al sur el mar— / hasta llegar al valle donde se desprende / el hilo de agua que alimentó al poblado / veníamos en las carretas / por el camino largo de las alfarerías / calle en medio y soleada / costeando los fuegos de chamizas que cocían / los adobes / y las tinajas panzudas con que las mujeres / iban por agua a los arroyos...

Éste es un extenso poema a la fundación de un pueblo y al trabajo de sus habitantes. Los que fundan pueblos deciden quedarse.

Cuando un poeta decide escribir, sabe que muchos lo han hecho antes que él y mejor que él, o ella, y aun así continúa en la tarea. Eleonora Requena (1968) revisa esta idea y escribe:

Te preguntas para qué has de escribir / si ante el libro de poema predilecto / todas las palabras nombran lo que / tus sueños dibujaron / y estás pleno de imágenes ajenas / te conmueves con un mínimo sonido / el soplo de las cosas persistiendo / mientras entras en la tarde / y ya es imperativa tu renuncia / entonces entiendes que callar / es el poema

Es curioso cómo la poeta nos cuenta del poema que decide hacer silencio, del que no escribió. La necesidad de hacer fue más fuerte y nos describe, en un poema, por qué no escribió uno.

Y para terminar, los viajes. Están los que viajan y los que no. Gladys Ramos (1941) nos dice:

Yo no sé de viajes / Mis amigas me hablan del atardecer en Barquisimeto / Del bronce con escarcha cayendo / sobre el mar de Juan Griego / De la frialdad monástica del Himalaya / De aventuras a las orillas del Sena / o simplemente de un arriesgado paseo nocturno por las calles de Sabana Grande / Yo las escucho en profundo silencio: / Me conformo a jugar con las distancias / golpeando con los pies un mapamundi

Gladys aquí escribe desde la que no viaja, construye un poema hermoso y juguetón de los cuentos de viajes y no sólo de los viajes a otros continentes, sino también a los del mismo país, a pocas horas en autobús. Al final, los viajes quedan como recuerdos, como un sueño.

Existen los que viajan por placer, por curiosidad; los que viajan por necesidad, los que viajan por trabajo. El que viaja se reconoce o se diferencia del otro. Escuché a un venezolano que viajó por trabajo a Japón, un país que detesta a los extranjeros, y contaba cómo, en los trenes repletos de gente, nadie se sentaba a su lado.

Para los griegos lo más terrible era ser extranjero, abandonar la patria, de esa experiencia nos escribe Laura Cracco (1959) en un poema de largo aliento que se llama “Extranjera”:

Extranjera / susurraba el mar a mis oídos / extranjera... Extranjera dejó atrás su ciudad / y como la mujer de Lot juró no ver la arena... Extranjera en su propio cuerpo / extranjera en la vida y en la muerte / extranjera siempre siempre siempre

En su poema lo extranjero es fatídico, eres castigada por la curiosidad, como el texto bíblico de la mujer de Lot, que quedó petrificada por voltear a ver una ciudad, su ciudad, cuando la abandonaba. El castigo era de Yahveh, el terrible Dios del Viejo Testamento, que salva a sus seguidores y castiga a los que no obedecen.

Hay toda una carga de dolor en el poema, sigue Cracco:

Extranjera entró al Café y todos miraron / el diamante prendido a su nariz / otros, la pesada carga de los días

Hay países, como Turquía, que es el más civilizado de los países islámicos, donde hay pena de muerte, y donde no se ve una mujer en un café.

Venezuela es un país abierto al extranjero y a los extranjeros. Tenemos grandes grupos migratorios de europeos, latinos, árabes, chinos.

Miriam Kasen, hija de padre extranjero, un palestino musulmán, y madre venezolana, escribe a una extranjera:

Una mujer vino a nuestra casa / cubría su cabeza con un velo / y un traje largo recorría su cuerpo / la mujer del velo era tan distinta a mi madre / en la mesa había carne molida / hierba buena / cebolla y trigo / la pimienta y especias / y el aceite de oliva / la mujer del velo / sin palabras / nos llevó de la mano / y esa tarde las hermanas / aprendimos a cocinar / un plato de la tierra de mi padre... hoy digo que los dioses alguna vez / deben haber probado la comida / que la mujer del velo preparó... todavía en secreto espero a la mujer del velo / y guardo especias para ella en mi cocina.

La mujer del velo enriquece la vida, la cocina y la imaginación.

Y Graciela Bonnet (1958) nos ofrece un verso que sirve de despedida:

Me voy. Pero no importa. Siempre nos estamos yendo.