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Nota del editor

“Después de comer perdices o por qué las mujeres son boludas e insisten en enamorarse”, de Rita Gardellini

El año pasado apareció la edición digital de Después de comer perdices o por qué las mujeres son boludas e insisten en enamorarse..., una colección de relatos de la escritora argentina Rita Gardellini. Ahora, con ocasión de su publicación en versión impresa por la editorial de la Universidad Nacional de Rosario, el escritor español asentado en Nueva York, Xavier Fole, hace un repaso por las claves de la narrativa de la autora a través de este libro.

Después de comer perdices o por qué las mujeres son boludas e insisten en enamorarse
Rita Gardellini
Relatos
Amazon Digital Services, Inc.
Estados Unidos, 2011
113 páginas

La inusitada sensación de haberlo vivido

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Existen momentos en Después de comer perdices o por qué las mujeres son boludas... que nos hacen replantear nuestros deseos más ocultos. Despiertan en el lector pasiones dormidas, aparentemente inexistentes, pero que detectamos cuando nos las muestran, como en este libro, desnudas, claras, y ofensivamente descriptivas.

En estos cuentos se puede contemplar la presencia latente de Borges y Cortázar, que acompaña y observa a la escritora a través de los relatos, pero que no molesta ni contamina, dejando a la autora con una voz propia, libre y salvaje, que penetra en la mente del lector con una fuerza literaria implacable.

Y es que Rita Gardellini rebosa literatura. Tiene una capacidad extraordinaria (más bien un don) para jugar con el lenguaje. Hay momentos en los que se disfruta leyendo el cuento por el simple placer del texto. También, algunas historias contienen un grado conmovedoramente amargo, y poseen la virtud de la cercanía, a pesar de que sus personajes hablan con el estilo propio del lugar de donde viven. Podemos reírnos por la reacción alocada de sus protagonistas, o sentir angustia por la desesperación que genera un rechazo, o imaginar el hastío y frustración de una mente marginal, solidarizándonos, no sin cierta complicidad, ante el profundo desasosiego que provoca la incomprensión. El tema de la soledad —un tema ya de por sí fascinante e inquietante— se plasma de una manera brillante y en ocasiones puede resultar muy tortuosa.

Aunque habla de mujeres, el amor, el sexo, y las relaciones de pareja, en realidad transmite, por momentos, las inquietudes de los seres humanos ante la dictadura de la cotidianeidad: las inseguridades, los deseos, las envidias... Los sentimientos más primitivos y auténticos, los más desgarradores. Entre los cuentos hay unas historias que llegan más que otras. Quizás porque la complejidad de algunos personajes llama mucho la atención, y otros pueden interesar menos. Pero en todos los relatos se mantiene algo especial, que pervive en esa prosa asilvestrada que la autora tanto domina.

De este modo, encontramos el pudor y la incomodidad de los defectos físicos resaltados en algunas de las escenas más tragicómicas del libro, y somos capaces de entender los sueños rotos de una noche de verano inducidos —con crueldad— por la respuesta de un amor no correspondido. Todo esto, claro, con un estilo literario jocoso y entretenido. Nunca pedimos que se acabe el tiempo compartido con los personajes, sino que deseamos más horas para pasar con ellos. En la difícil tarea de divertir de una manera inteligente, Después de comer perdices... asombra por su efectividad y calidad, y demuestra a todos aquellos que reniegan de la literatura pura por ser excesivamente elitista que se puede ser sublime literariamente sin olvidarse del atractivo poder del contenido.

Los relatos de Paula y Fiona, por ejemplo, contienen ciertas dosis de humor que generan algunas escenas cómicas, pero es un humor despiadado. Todo lo provoca la honestidad con la que se conversa, porque en el fondo, las pasiones humanas son así, contradictorias, efímeras y absurdas. Y la sinceridad nos asusta porque nos asusta la verdad sobre nosotros mismos. Esa es una de las cosas que más atraen de sus relatos. Pueden parecer juegos. Sin embargo, sorprende “la verdad” que reside en ellos. Lo fácil que se identifican esas emociones en las largas noches de invierno.