Sala de ensayo
Elsinore: un cuaderno de escritura

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Salvador Elizondo

Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente
me veo escribir que escribo y también
puedo verme ver que escribo. Me recuerdo
escribiendo ya y también viéndome que escribía.

Salvador Elizondo

Introducción

Salvador Elizondo Alcalde (ciudad de México; 19 de diciembre de 1932-30 de marzo de 2006), escritor, traductor, crítico literario, y considerado el más original y vanguardista de la Generación de Medio Siglo. Desarrolló un estilo literario cosmopolita, al margen de corrientes realistas y nacionalistas, que imperaban en la época, con importantes influencias de autores como Stéphane Mallarmé, James Joyce, Ezra Pound, George Bataille y Jorge Luis Borges.

Forma parte de la Generación de Medio Siglo o de Ruptura, constituida por Juan García Ponce, Inés Arredondo, Sergio Pitol, José de la Colina, Juan José Gurrola, Jorge Ibargüengoitia y Juan Vicente Melo, entre otros. Estos autores modificaron la expresión de la literatura hispanoamericana —novela, poesía, crítica y teatro. Transformaron el modelo hegemónico literario, vinculado al referente nacionalista, a motivos políticos, históricos y sociales, por su interés renovador en la forma, reivindicación de temas y tonos; realizaron una lectura crítica de la tradición universal y una concepción distinta de la función del arte y del artista. El trabajo del grupo de Elizondo se refirió, parcialmente, a la realidad mexicana. “La cultura mexicana cambió de rumbo y la tradición de esta nueva vanguardia (...) no estuvo en posibilidad de explicar el shock histórico más que por medio de la estética” (Romero, 1998: 432).

En las obras de esta generación se comprende el esmero por la experimentación, y la preocupación por temas poco frecuentados, en ese momento, por la literatura mexicana, como el erotismo, la difusa frontera entre sueño y vigilia, la escritura, el cosmopolitismo, la exploración del mal, la metaficción e intertextualidad, y el arte impulsado por el ejemplo de Octavio Paz y Jaime García Terrés.

Elizondo es autor de Poemas, 1960; Luchino Visconti, 1963; Farabeuf o la crónica de un instante, 1965; Narda o el verano, 1966; Autobiografía, 1966; El hipogeo secreto, 1968; Cuaderno de escritura, 1969; El retrato de Zoe, 1969; El grafógrafo, 1972; Contextos, 1973; Museo poético, 1974; Antología personal, 1974; Miscast, 1981; Camera lucida, 1983; La luz que regresa, 1984; Elsinore: un cuaderno, 1988; Estanquillo, 1992; Teoría del infierno, 1993; Autobiografía precoz, 2000; Pasado anterior, 2007; Mar de iguanas, 2010.

Además de todo, participó en el proyecto editorial Snob, del cual fue director, junto con García Ponce y Emilio García Riera. Esta revista funcionó, a pesar de su corta vida, como una estancia en la que experimentaron con el lenguaje y la escritura de textos heterodoxos. Snob agrupó el pensamiento de la generación, interesada en romper con los límites de lo real y lo ficticio.

 

Estado de la cuestión

Elizondo presenta un mundo poético en su narrativa. De ella pueden mencionarse Farabeuf o la crónica de un instante y El hipogeo secreto. Otras de tal índole, pero cuyo relato es más breve, incluyen Narda o el verano, El retrato de Zoe y otras mentiras, El grafógrafo, Camera lucida y Elsinore: un cuaderno. Me ocuparé, únicamente, de esta última. En general, éstos son los textos de las cuales se ocupan los críticos. En realidad se ha estudiado poco la obra de Elizondo y el relato en cuestión carece de una bibliografía amplia. Lo poco que se encuentra está dedicado a Farabeuf o El hipogeo secreto. Sobre Elsinore: un cuaderno he localizado comentarios y breves análisis en artículos, ensayos y libros. Manuel Durán (1973), en Tríptico mexicano, serie de ensayos dedicados a Elizondo, Juan Rulfo y Carlos Fuentes, analiza los orígenes de Farabeuf. También menciona que la obra de Elizondo ofrece una forma lúcida del mundo irreal e irracional, considerando lecturas implícitas del autor en gran parte de su trabajo creativo. Por ejemplo, los temas del erotismo, amor, sexualidad, suplicio, tiempo y muerte presentes en la obra mencionada son parte fundamental de las lecturas que hizo de George Bataille.

Los ingredientes necesarios para preparar este extraño cocktail que es Farabeuf incluyen, además de los mencionados anteriormente, otros muy variados: la presencia de la actitud científica, o, mejor dicho, la ciencia como recurso de terror, como poder capaz de destruir y hacer padecer a los seres humanos; la fenomenología husserliana; la corriente de conciencia como técnica literaria; el influjo de Rayuela, de Cortázar, y del nouveau roman francés; y la tradición a técnicas literarias de las técnicas y los trucos de la cinematografía. Un último hecho: la presencia de la cultura china, que Elizondo ha estudiado asiduamente, y que proporciona algunos detalles, temas, alusiones y actitudes: ingrediente necesario, quizá, como ácido potente que destruye y corroe la superficie lógica y racionalista de nuestra sociedad occidental (Durán, 1973: 147-148).

Otra de las constantes de Elizondo, apuntadas por Durán, son el tema del espejo y el desdoblamiento de la conciencia y del personaje en la novela. Ello provoca una irrupción en la diégesis, que hace que el tiempo de la novela no corresponda al del calendario ni al de los hombres que fechan los sucesos. Cierta falta de identidad, ilusión y recuerdo de sí mismo ocasionan una vacilante seguridad del tiempo y, por tanto, de nosotros mismos.

Norma Angélica Cuevas Velasco (2006) vincula los aportes del espacio literario de Maurice Blanchot como teoría en la literatura en tanto que espacio poético, cuya herramienta crítica aplica al estudio de la novela El hipogeo secreto. Primero lleva a cabo un examen teórico sobre la literatura como espacio, después sobre los objetivos de la nouveau roman y la descripción como generador de espacios en los textos narrativos. Incluso, estudia en torno al espacio literario y al espacio poético en el nivel metatextual. Finalmente, mediante la teoría deconstruccionista analiza el espacio poético en El hipogeo secreto.

Javier García-Galiano (2006) expresa que “el título es ya una invocación, procede de un recuerdo que, sin embargo, no se evoca ni deviene en [sic] una iniciación, sino que se convierte en un relato admirable en el que la obsesión que siempre animó la obra de Elizondo —la escritura misma—adquiere formas aparentemente más tradicionales, lo cual puede facilitar su lectura” (las cursivas son mías. 2006: 18-19).

Dermot F. Curley (2008) se propone investigar la narrativa tomando en cuenta, exclusivamente, los cinco títulos arriba mencionados. En este libro se presenta un estudio sobre la presencia del sueño, el tiempo, el lenguaje, la escritura y los recursos de técnicas de otras disciplinas, como la fotografía y la pintura, en la narrativa de Elizondo. A diferencia de los libros anteriores, éste contiene un breve comentario dedicado a Elsinore, en el que dice que “representa (...) uno de los pocos escritos biográficos del autor, el cual rompe (...) con una escritura solipsista” (2008: 313). Esclarecer qué significa romper con la escritura solipsista es uno de los propósitos de este trabajo. Curley menciona que tal libro es resultado de varios cuadernos y representa la transcripción a la literatura del relato (2008: 321-322).

Daniel Sada (2009) dice que Elsinore, en opinión de especialistas, “se convirtió en un clásico de la literatura mexicana (...) acaso porque el autor abre su prosa a coloquialismos en consonancia con sus constantes de antaño”. El autor da cuenta de que la narrativa de Elizondo, gracias a la importancia del sueño y la imaginación en la escritura, es una manera de ver la realidad y de narrarla, como es el caso del sueño en Elsinore. Su escritura es sueño, memoria, cuaderno que se agota.

Los propósitos de este trabajo consisten en registrar si Elsinore: un cuaderno tiene caracteres de formación y explicar cómo suceden, así como explicar sus alcances; revisar y analizar los contenidos temáticos en la narración, los cuales son la escritura, la teoría de espejos y el concepto de montaje, como partes integrales de la estética de Elizondo.

 

La escritura: evocación y memoria

Elsinore: un cuaderno es el relato de un sueño que contiene una serie de sucesos reales ficcionalizados, cuando Elizondo estudió tres años en una escuela militar de California. Este doble carácter es lo que Paul Ricoeur llama ficcionalización de la historia e historicización de la ficción. La obra en cuestión presenta tal entrecruzamiento. Está dividida en cinco secciones. Es la historia de Sal y de su amigo Fred, internados en Elsinore Naval and Military School de California, mejor conocida en la memoria de Sal por sus siglas ENMS. Son hechos que ocurren meses después de terminada la II Guerra Mundial, con trasfondos de propaganda de la guerra, películas del momento —The Outlaw (1943) y Gilda (1946)— y la situación marginal de inmigrantes mexicanos. Sal y Fred escapan de la base militar —acto jamás acontecido y nunca visto— y el relato narra los años de adolescencia de Elizondo y, en parte, los sucesos acaecidos de esa aventura. Ellos escapan en el bote “Jenny” una noche antes del Día de Acción de Gracias, y esa misma noche, después que Sal le regaló una botella de whisky a Yuca y a Diosdado, éstos riñen con armas blancas, lo que provoca el asesinato del primero a manos del segundo. El protagonista tiene encuentros con su tía, se enamora de Mrs. Simpson, lo ascienden dos veces en la escuela militar. Al regresar a la escuela, sin que la base militar se haya dado cuenta de la ausencia de los dos amigos, descubren el asesinato de Yuca, se celebra el cumpleaños 15 de Sal. Por otra parte, la amistad de ambos, Sal y Fred, se deteriora.

Todo ese relato es soñado en un presente por el autor; sin embargo, no sólo se trata del sueño de ahora, sino que, también, en la escritura ocurren sueños mientras se manifiesta a sí misma. La idea de escritura puede comprenderse como el proceso creativo de composición, tal y como ocurre con El libro vacío de Josefina Vicens, cuyo protagonista planea escribir un libro, pero que para ello realiza la corrección, acomodo y reescritura en un borrador para transcribir lo acabado en otro libro que sigue vacío. Otro concepto de escritura es sugerido por Roland Barthes (2009), quien explica que el grado cero de la escritura es un no-estilo o modo oral de la escritura. Su modo indicativo se libera de la contención con respecto al orden marcado por el lenguaje. Aspira a una neutralidad en la cual se eliminan los caracteres sociales del lenguaje, la forma neutral de la escritura es su grado cero, su ausencia de los vínculos con aspectos sociales, políticos y económicos. Jacques Derrida (1989) también sugiere un concepto de escritura definida por ser significante del significante y por ser el movimiento del lenguaje, aunque es falsificable porque no supone nuestra presencia, sino nuestra ausencia. La escritura no requiere de la voz, phoné, para develar su verdad. Derrida sostiene que la tradición le ha dado a la escritura el lugar para designar la palabra.

Todas estas ideas de la escritura son conocidas por Elizondo, no obstante él tiene y desarrolla en algunos libros su examen e ideas sobre la escritura. Por ejemplo, “El grafógrafo”, título del texto que es homónimo del libro, plantea un desorden, simula una múltiple funcionalidad de la escritura que va desde la metatextual hasta ser recuerdo, mirada, sueño en distintos planos. La escritura es la posibilidad de la imaginación que rompe con los horizontes temporales y espaciales. El caso de Elsinore me sorprende porque su estructura y división de los apartados me insinúan ser cinco grandes oraciones, lo que las hace acercarse a la palabra hablada, la voz, la conversación de alguien que cuenta una historia. Pese a ello, el narrador dice que se trata de un sueño en tiempo presente. Está soñando que escribe, y esta actividad necesita de un espacio en el cual manifestarse: un cuaderno. El lugar más inmediato se encuentra en el cuaderno, pero si se trata del soñar que se escribe, entonces su espacio lo exige la memoria, o bien el sueño mismo. En el desarrollo de la escritura misma se manifiestan sueños. Elsinore es escritura, sueño, memoria, cuaderno que se agotarán. La distinción entre ellos se hará más adelante, baste decir, por ahora, que otro rasgo sobresaliente consiste en la diferencia entre la temporalidad de la historia y la temporalidad de la ficción.

Una leyenda paradisiaca penetraría la imaginación y el sueño, se prolongaría a lo largo de los meses y los años en otro sueño y éste a su vez se mezclaría con otros y así sucesivamente hasta que la vida entera quedaba rodeada de sueños, aprisionando en su centro un sueño único que ahora que lo estoy soñando otra vez por escrito los abarca a todos y en el que todos se confunden en una sola imagen: la del Deseo (Elizondo, 2001: 16).

La escritura acontece en el libro y tales hechos pueden ser observados por el lector, narrados y descritos por el autor. El protagonista del relato es el propio Elizondo siendo otro, Sal, debido a que pertenece a un tiempo que ya no le corresponde. Se sueña a sí mismo. El que sueña y el soñado son la misma persona, pero diferentes, son ajenos, distantes, otros, irreconocibles si se miran mutuamente. Esa distinción se marca por el desarrollo del personaje. Entre los puntos extremos de ambas personas ocurre el proceso de formación del cual me ocuparé más adelante.

La escritura va desocultando el sueño a medida que avanza el tiempo ficcional. La autoobservación se manifiesta a través de la mirada de sí por la evocación y la invocación. Son dos recursos necesarios para traer a la memoria el pasado que, quizá, se había olvidado, y de hacer presente por la palabra el vacío que ocupa la ausencia de un objeto, sentimiento o recuerdo. Elizondo, en “Invocación y evocación de la infancia”, de Cuaderno de escritura, analiza ambos elementos en la obra de dos autores, Proust y Joyce, que han hecho de la infancia el punto de partida. A diferencia de ellos, Elsinore es la manifestación de tales efectos a partir de la adolescencia, cuando Elizondo tenía 15 años.

Para Elizondo la evocación es un tipo de memoria que reconstruye momentos, recrea a través de vivencias y recuerdo de sensaciones vividas durante cierto periodo. Tal lapso de tiempo corresponde a los tres años en los que estuvo recluido en la escuela militar, los cuales están registrados en su biografía. Es la yuxtaposición de pasado y presente en la re-experiencia de sensaciones precisas. Esa rememoración es imperfecta e incompleta, pues su deficiencia consiste en la falta de totalidad por recobrar la vivencia en su plenitud; esa inconsistencia no es espacial, sino temporal, ya que supone olvidar y creer que lo que fue vivido en un pasado hipotético corresponde a lo que se recuerda de esa vida. Por otra parte, “la invocación, ya que ésta consiste, en cierto modo, en hacer presente algo que, como el futuro, de hecho está desprovisto de referencias sensoriales” (Elizondo, 2000: 21).

Me parece que, en buena medida, la multiplicación de mundos paralelos es efecto de la evocación y la invocación en la obra de Elizondo.1 En el caso particular de Elsinore, no es la manifestación de mundos paralelos, sino la confusión provocada por la manera de narrar, lo que sugiere la evocación y la invocación; todo el relato es una evocación de un tiempo anterior que no corresponde al presente, y es una invocación de la vida en la escuela militar. El libro en cuestión es una escritura que relee sus hechos, sus acontecimientos ficcionales, otro tiempo en una lectura del pasado desde el presente. Las descripciones y oraciones en Elsinore anhelan hacer presentes las sensaciones, y reconstruirlas.

Escribir un libro es, en cierta forma, releerlo. El texto se va construyendo de su propia lectura reiterada. La verdad de una novela es siempre la lucha que el escritor entabla consigo mismo; con ese y eso que está creando. La composición es simplemente la confusión de las palabras y los hechos; la confusión de estas cosas en el tiempo y en el espacio; la confusión que es su propia identidad (...). Es preciso, entonces, conocer la identidad de esa confusión que persiste aun más allá de la certidumbre que la anima, y conocer, también, el orden en que, en el sueño de otro —del personaje que en su libro me está escribiendo que yo lo escribo a él—, estamos inscritos o nos contiene correlativamente descritos por el otro, él o yo. Si de pronto una súbita revelación me hiciera saberme como el personaje del otro, y que ese otro pudiera ser real, el verdadero Salvador Elizondo de quien yo no soy sino el pseudo-Salvador-Elizondo y que siendo eso pretendiera escribir un libro en el que concibo a otro, al otro que puede ser el personaje de la novela cósmica que un dios está escribiendo (Elizondo, 1994: 37).

Tal confusión es Elsinore. Dibuja una geografía del infinito en intersección con el instante, es decir, con una eternidad del tiempo. Rompe con una escritura solipsista en la medida en que no todo lo que surge y se da en la escritura son hechos de la mente del narrador, ya que ocurren otros hechos y anécdotas que son propias de la experiencia con otras personas y el mundo. La dimensión textual es la vida de un pasado hecho presente, manifestado por un sueño escrito, de tal índole que “la composición de la trama se enraíza en la pre-comprensión del mundo de la acción: de sus estructuras inteligibles, de sus recursos simbólicos y de su carácter temporal” (Ricoeur, 1983: 116). Por ello, la falta de solipsismo en la escritura rompe con el “yo” del relato. En el mencionado espacio existe el lugar del discurso y el de la historia. El del discurso, como se verá, implica la formación y desarrollo de Sal; el espacio de la historia lleva en sí el aspecto simbólico de las tres dagas, como parte elemental del proceso de formación del protagonista.

 

“Elsinore: un cuaderno”, de Salvador ElizondoElementos de formación

Bildung2 designa la formación corporal y espiritual. Implica, por otra parte, el proceso de desarrollo del individuo con relación a su entorno y con el resto de personas con las cuales se desenvuelve en los ámbitos de la sociedad, la cultura y el mundo. Cabe preguntarse: ¿cómo es el proceso de desarrollo de Sal en el relato? Sí, sin duda existe el proceso de formación en diversos planos. Ello se da en doble sentido, simbólico y cultural. Sin embargo, me parece que Fred presenta, de igual manera, el desarrollo de formación e, incluso, entre ambos el fenómeno es recíproco. Expresión de esto es la búsqueda y hallazgo cuando Sal y Fred escapan de la escuela militar, y, también, mediante la evocación del autor-narrador desde la escritura como expresión de la memoria.

Cuevas explica que el espacio narrativo tiende a crear una ilusión de realidad y, desde el contenido de Greimas, menciona que el texto narrativo genera tres fenómenos de puesta en discurso del texto: actorialización, temporalización y especialización. Interesa, aquí, el segundo elemento, porque “la temporalización da cuenta de la cantidad y calidad de la sucesión de los estados y transformaciones que los sujetos de la narración sufren” (Cuevas, 2006: 41). Tales cambios ocurren en relación con el mundo, en el fuero interno, expresan la individualidad e interioridad del protagonista en la formación de identidad. Ahora bien, la novela de formación está constituida por la imagen del personaje en desarrollo. Bajtín señala que:

Algunas de estas novelas tienen un carácter esencialmente biográfico o autobiográfico, y otras no lo tienen; en unas, el principio organizador es la idea puramente pedagógica acerca de la formación de un hombre, y otras no la contienen en absoluto; unas se estructuran por el orden cronológico del desarrollo y educación del protagonista y carecen casi de argumento y otras, por el contrario, poseen un complicado argumento lleno de aventuras; las diferencias que tienen que ver con la relación que existe entre estas novelas y el realismo y, particularmente, con el tiempo histórico real, son aun más considerables (Bajtín: 2003, 211. Las cursivas son mías).

El caso Elsinore es complejo debido a su estructura argumentativa, porque no existe un hombre preestablecido que se desarrollará en la narración. Sal ya está formado cuando inicia el relato, ello se descubre al momento de leer la historia; el sueño se revela con la escritura de tal suerte que el tiempo de ésta no corresponde, simultáneamente, con el tiempo de la imagen del hombre en proceso de formación. Aunque Sal y Salvador son el mismo hombre, su distinción radica en el aspecto alcanzado por uno, Salvador, autor de Elsinore, a saber, el cambio interno con relación al mundo y la identidad que ello implica. A continuación presento los elementos de formación considerados para diagnosticar el proceso de formación.

La escritura pone de relieve la subjetividad de la vida interior mediante la descripción, cuya finalidad es reconstruir la memoria y el tiempo porosos, inestables e imperceptibles; permite descubrir, paulatinamente, el rostro de los demás, el mundo caduco y la propia personalidad del pasado. Quien escribe, Elizondo, entra en proceso de iniciación cuando su escritura evoca un pasado perdido y se descubre a sí mismo de otra manera. Antes se mencionó la importancia de la evocación y resulta oportuno recordar su concepto e importancia para resolver el rito de iniciación, así como comprender las relaciones manifiestas con Fred y Mrs. Simpson.

La fragmentariedad de la escritura consiste en su atemporalidad, pues la diégesis deviene pasado, presente y futuro. Dicha ambigüedad en parte se debe a que los hechos de los tres tiempos aparecen combinados; la confrontación entre el pretérito y lo que será, compone la reflexión de esa confusión. En principio, estos elementos integran, poco a poco, la imagen de Sal. Otros componentes son las aventuras ocurridas después de escapar de la escuela. Sin embargo, existe una más que me parece es la más importante, si acaso necesario y la base del proceso: el aprendizaje de la lengua inglesa. Puede notarse que la cualidad del relato se encuentra en su estilo bilingüe. La manera de combinar dos lenguas en los diálogos refleja que así es como hablan sus personajes y los habitantes de donde ocurre la historia. La yuxtaposición de dos idiomas implica, me parece, la relación de dos modos de pensamiento, costumbres, estilos de vida; además de todo, el aprendizaje individual y personal, aunque no sea pedagógico, es la característica de la novela de formación. Sal conoce y se expresa en inglés a las seis semanas de estar en Elsinore. “Seguí el precepto de Gracián. Hablé primero con los vivos y, durante las primeras seis semanas de mi estancia allí, aprendí el idioma y hasta ahora el inglés ha sido mi segunda lengua” (Elizondo, 2001: 25).

En efecto, a partir del segundo apartado impera más el inglés, y para quien desconoce la lengua, es imposible la comprensión de la trama y los temas desenvueltos dentro y fuera de la escuela. Parte importante del proceso de formación es la función simbólica de las tres dagas que aparecen en la narración. Son de la misma hechura, porque son de la SS, pero distintas, porque son parte de una semántica ajena y pertenecen a personas diferentes. Esas también son fundamentales para el tratamiento de la imagen del protagonista. La primera de ellas, en el apartado I, está en la casa de su tía. “Junto a la ventana había un escritorio; sobre una cubierta de terciopelo azul había un portarretratos con la fotografía de mi primo en uniforme, sus medallas y trofeos, insignias alemanas, una daga de los SS” (Elizondo, 2001: 14). Esta primera daga significa nostalgia, perdida, ausencia del ser querido, muerto en la guerra.

La segunda de ellas aparece en el apartado II. “A ver, compita, le dijo Diosdado al Yuca tendiéndole una daga SS con el mango de cabeza de águila, como la que estaba en la mesa de mi primo, ráscale [la etiqueta de la botella de whisky] tantito para ver si es cierto. El Yuca la rechazó y sacando (...) una faca mexicana, curvada y afilada (...). Aquí traigo la mía, dijo, y empezó a escarbar” (Elizondo, 2001: 41). Esta daga simboliza la muerte, pues con ella Diosdado mata al Yuca, después de una borrachera, con el whisky que Sal les había obsequiado el Día de Gracias.

Finalmente, la tercera daga está en los apartados IV y V, y es aquella que Sal adquiere. “En un empeño compré una daga del SS con mango en forma de águila como la que estaba en el escritorio de mi primo” (Elizondo, 2001: 69). Ella significa, en el contexto y semántica de la historia, autorreconocimiento de Sal, el protagonista, por parte de Salvador, el autor. Al final, y como parte del remate de Elsinore, se realiza un sorteo para dar regalos sorpresa y la papeleta que toma Sal es la de su nombre; de esa manera se regala a sí la daga. Considero que representa la identidad del protagonista.

Puede notarse que la escritura sirve para pensarse a sí, es la prueba de que Elizondo fue otro y ahora es alguien distinto. Sin la escritura todo podría ser ilusorio, una mentira. Pese a ello, como todo relato tiene su final, la historia de soñar escribir también se agota. El campo semántico de la escritura es la memoria, la inspiración, la tinta, el cuaderno, el propio sueño que es el móvil de la escritura. Sus matices a continuación las explico, aunque debe saberse que en el trabajo estético de Elizondo entre ellas no existen grandes diferencias.

 

Cuaderno

Su aspecto mayor es la relación de significado existente entre el título de la obra y la forma de trabajar de Elizondo. Quizá una respuesta dada a una entrevista aclara más el tema. Adolfo Castañón indaga sobre uno de los personajes principales de la obra de Elizondo, el escritorio, “¿qué es ese lugar de trabajo?”, pregunta. El autor responde:

Yo me lo pregunto mucho (...) y no tengo un lugar preciso para escribir (...). Yo escribo a mano. Siempre escribo en cuadernos, nunca en hojas sueltas, porque me gusta tener a la vista y a la mano absolutamente todo lo que he escrito, porque me pasa muchas veces que me cuesta muchísimo trabajo escribir una cosa y la desecho donde va, y luego, dos o tres semanas después, la veo por necesidad al hojear el cuaderno y encuentro que no está mal y que puede mejorarse y entonces la vuelvo a coger, ese es el sistema (Castañón, 2006: 65).

Por tanto, trabajo e inquietud estética se reflejan en la síntesis de Elsinore: un cuaderno. La relación cuaderno, escritura, memoria y sueño se condensa en una idea total en la mayoría de las obras de Elizondo; sin embargo, en el caso particular, existe un elemento adicional, a saber, la evocación, pues se mezcla con la escritura, memoria y sueño. Si es así, ¿cuál es su diferencia con respecto a la memoria? La destrucción fenomenológica del tiempo hace de la memoria escritura. La memoria, además de ser una facultad, se vuelve un recurso literario indispensable para el manejo del tiempo. La memoria es un elemento mediante el cual el narrador logra la evocación. La evocación es la recuperación de esa ausencia. El sueño es la presencia que, finalmente, terminará por agotarse. La cosa que se reflexiona se vuelve real, y en ese proceso algo se pierde. No son personajes lo que se narra, son evocaciones de una memoria —en la escritura— que trata una ficción, en parte, real, que identifica situaciones, hechos, personas, sentimientos, confundiéndose entre sí, y, por tanto, indistinguibles. La realidad no se borra, apenas se distingue.

Estoy soñando que escribo este relato. Las imágenes se suceden y giran a mi alrededor en un torbellino vertiginoso. Me veo escribiendo en el cuaderno como si estuviera encerrado en un paréntesis dentro del sueño, en el centro inmóvil de un vórtice de figuras que me son a la vez familiares y desconocidas, que emergen de la niebla, se manifiestan un instante, circulan, hablan, gesticulan, luego se quedan quietas como fotografías, antes de perderse en el abismo de la noche, abrumadas por la avalancha del olvido y sumirse en la quietud inquietante de las aguas del lago. Las palabras que escucho mientras sueño que escribo parecen venir de un más allá, desde una vigilia remota en el tiempo y en el espacio, y aunque las oigo con claridad no las entiendo, como si estuvieran dichas en una lengua vestigial o ya olvidada. Todo está inscrito en la brumosa lejanía del olvido y los seres y las cosas aparecen envueltos en esa lentitud de lo que apenas empieza a ser recordado, de lo que acaba de despertar a la vida renovada de la memoria. Sobre la página del cuaderno en que escribo el sueño proyecta, difusas e imprecisas, las imágenes que guardan todavía el sopor y la laxitud de su propio sueño de olvido (Elizondo, 2001: 9-10. Las cursivas son mías).

La escritura estimula la memoria y el recuerdo. Sus diferencias son cualitativas. El cuaderno es el espacio de trabajo, un método y sistema estéticos donde se práctica la escritura; sirve, igualmente, como el lugar de la historia. Sólo en el libro, el sueño y la escritura son lo mismo, son recíprocos cuando uno alude al otro en el proceso de evocación. Por otra parte, la memoria al surgir se vuelve escritura, el recuerdo se refleja en las palabras.

 

Teoría de espejos

El espacio de Elsinore: un cuaderno es la memoria que también es la escritura, lo cual produce un reflejo, a lo que denomino “teoría de espejos”, pues el cuaderno de trabajo donde escribe, corrige, borra y vuelve a escribir es, al mismo tiempo, la memoria y el sueño; simultáneamente, la escritura es el contenido de la realidad interior sobre la cual trabaja el autor: el desdoblamiento del personaje como narrador y éste como personaje. Ello se confirma en el apartado III del relato, cuando el sueño del protagonista, Sal, está dentro del sueño del narrador, Salvador Elizondo. Los mundos paralelos del sueño son los mismos que los de la escritura.

Esa confusión con respecto a su propia identidad radica en la narración real o ficcional de su vida que cuenta Elizondo. Paul Ricoeur denomina a esto refiguración. El concepto identidad narrativa,3 sugerido por este autor, esclarece este aspecto de identidad, importante para buscar la respuesta a la pregunta ¿quién es el autor de la acción en la narración? Ricoeur sugiere que su respuesta, al conocer el nombre propio del autor, es narrativa. “La historia narrada dice el quién de la acción” (2009: 997). La persona que sea quien hace la acción, encuentra su identidad en sí mismo y en la narración. La identidad de Elizondo deja de ser dilema cuando su análisis descansa sobre el tercer tiempo, refiguración, a saber, la identidad narrativa, que hace posible el cambio, la mutabilidad de sí mismo siendo otro; la historia y la ficción sobre sí registran el proceso de formación del personaje. Elizondo cuenta una historia a sí mismo sobre sí, misma que es soñada; sin embargo, ese sueño es la escritura que se manifiesta mediante la memoria. El tiempo fenomenológico nos da cuenta de las diferencias entre el Elizondo de la escuela militar Elsinore y el Elizondo de la novela Elsinore. Los cambios, además de los temporales y espaciales, ocurren, también, en el desarrollo de formación del narrador-personaje, mismos que ya fueron tratados.

El epígrafe que usa Elizondo al inicio del relato corresponde a Ernst Jünger y plantea cierta solución. Esa cita propone la melancolía provocada por el recuerdo de días gratos, sus efectos y el dolor de ser, ahora, inasibles. Los seres humanos tienen en común ese sentimiento. El reflejo de tales memorias son las palabras, orales o escritas, cuando se cuenta la historia de esos días pasados. Hasta ahora esa ha sido una constante en el argumento. Se piensa en el pasado mientras se piensa la escritura, lo cual hace auténtico al sujeto de la narración. Sal es pensado por Salvador.

Todos vosotros conocéis la profunda melancolía que nos sobrecoge al recordar los tiempos felices. Esos tiempos que se han alejado para no volver más y de los cuales estamos más implacablemente separados que por cualquier distancia. Y las imágenes de la vida son más seductoras todavía vistas en el reflejo que nos dejan, y pensamos en ellas como en el cuerpo de una amada difunta que reposara bajo tierra y que de pronto se nos apareciera, como un luminoso espejismo (Ernst Jung citado en Elizondo, 2001. Las cursivas son mías).

Esta cita, sumado al inicio del libro, indica un tiempo inasible que el recuerdo recupera mediante la conciencia y lo hace vivo otra vez, cuando la evocación se desdobla en el espacio, es decir, en el cuaderno. La memoria y el recuerdo dan orden a la discontinuidad de la experiencia hallada en el pasado. El proceso de escritura se vuelve vital, porque salva lo que ya no pertenece al tiempo, lo que es indeterminado. De la misma manera, escribir recrea el tiempo. Elsinore: un cuaderno es sueño y búsqueda, pero también deseo por recuperar ese olvido y encontrarlo. El sueño lo revela, también la escritura. La escritura es un deseo del autor-protagonista por realizar los hechos olvidados. Las palabras reducen las distancias entre el pasado y el presente, suprimen lo temporal de los recuerdos, haciéndoles, quizá, reales, más próximos, menos lejanos y lentos. Esa es la confusión. El sueño es la escritura.

Otro factor que aporta lo vacilante de la diferencia entre lo soñado y lo escrito oscila en que las dos vidas, Sal y Elizondo, se inscriben, coinciden en algún momento. Los dos personajes se hacen a sí mismos y mutuamente se realizan. En otra entrevista, Margarita García Flores le pide a Elizondo aclarar por qué la creación literaria es la aspiración irrefrenable de sueño. “Entiendo por escritura [explica Elizondo] la totalidad de las posibilidades que esa técnica propone para concretar los hechos lingüísticos; todos los hechos concretables o cuya realidad es representable mediante la escritura” (1974: 289).

La propuesta llega hasta la coincidencia del autor con el ser imaginado o recordado. “Coincidir con el ser imaginado, configurarlo mediante la escritura en el horizonte para alzarse hasta él y estabilizarse estabilizándolo, implica una victoria sobre el tiempo” (López, 2010: 325). Por tanto, la escritura, el cuaderno, la memoria funcionan como el espejo que refleja la imagen del protagonista en proceso de formación; la palabra escrita multiplica las diversas imágenes que va adquiriendo el autor a lo largo del tiempo, desde el año 1947 hasta 1987, año que indica el final del libro. De ahí la necesidad de escribir, porque de lo contrario se disocia y desaparece el autor-personaje, el ambiente en el cual Sal vivió, las sensaciones con las demás personas y, lo más importante de todo, su propia imagen de esos años.

 

Montaje

El concepto de montaje proviene del cine, aunque Elizondo aclara su significado y procedencia; no obstante, me parece oportuno anotar las descripciones del arte cinematográfico y después citar la definición dada por el autor. Posteriormente, expongo ciertos rasgos que me hacen suponer por qué Elsinore tiene las bases, en su estructura, del montaje.

Eduardo A. Russo (1998) explica que el montaje es una selección de elemento y material que definen qué imágenes emplear para armar la película; sirve para combinar planos; marca el tiempo de duración de las escenas y de objetos mostrados. En el diccionario de este autor también se definen y diferencian el montaje acelerado, montaje americano, montaje de choque, montaje en el plano, montaje narrativo, montaje paralelo y montaje rítmico.

Para Elizondo el “montaje es el sistema en el que se fundan los ideogramas chinos, es la conjunción de dos ideas concretas que forman una tercera idea abstracta en la mente, o de dos elementos concretos, o dos imágenes, o dos situaciones, digamos, que chocan” (Berenzon, 1996: 24).

Ahora bien, si se piensa en las dos lenguas con las que la estructura y diálogos del relato están constituidos, entonces los idiomas inglés y español son grandes imágenes o ideas que se yuxtaponen, construyendo otra distinta. Elsinore es un signo, cuyos caracteres particulares y compuestos muestran, por una parte, su significado mental que corresponde al pasado que se evoca y, por otra, designan el presente de la escritura. Ese signo es un ideograma que pone en escena la presencia de un pasado reconstruido.

La novela funciona como un ideograma chino, collage integrado por ambas lenguas; el sueño total que es Elsinore se va descifrando y construyendo, a medida que cada carácter se va incorporando por tales ideas para organizar y terminar su estructura. Ésta se ve incluida cuando la escritura está agotada por sus propias dimensiones. Ese efecto no se nota, porque el montaje es necesario, porque los personajes americanos requieren el inglés para expresarse.

La yuxtaposición de dos idiomas no es el único montaje presente, también existe el montaje paralelo, el cual está organizado por dos acciones simultáneas desarrolladas en el relato y que ocurren en espacios diferentes, unidas de modo dramático. En el momento preciso que Sal y Fred escapan en el bote “Jenny”, Yuca es asesinado por Diosdado con la navaja de la SS.

 

Conclusiones

Elsinore es el relato que tiene por historia el acto de narrar, se noveliza la escritura, “se trata precisamente de la función de lo imaginario en la perspectiva del pasado tal como ha sido” (Ricoeur, 2009: 902). Lo imaginario es incorporado a lo que fue, al pasado, sin quitarle su perspectiva realista. El tiempo es en la narración algo recuperado, se vive en ella porque su manifestación es la escritura misma que presenta los bellos días, los felices momentos. Está concluida la imagen del hombre que fue Elizondo, su proceso de formación se efectuó por la escritura. “El tiempo narrado es como un puente tendido sobre el abismo que la especulación abre continuamente entre el tiempo fenomenológico y el tiempo cosmológico” (Ricoeur, 2009: 994). El tiempo fenomenológico es el de una conciencia individual, personal, encontrado en el cuaderno de trabajo; el tiempo cosmológico es el tiempo de los días y las noches, el que rige a las sociedades con su calendario y fechas marcadas, es el tiempo de la ciencia y la cultura. En ambos tiempos la figura de Sal y Salvador se realizan. “La invención del mundo que el artista hace es sólo de lenguaje” (Cuevas, 2006: 69); sin embargo, ese mundo sí existió, pero no se ha olvidado en su totalidad, aspectos de ese mundo descubierto surgen del sueño a la escritura.

El personaje y su autor están ante la reflexión de su pasado y una realidad que le correspondía. No hay una reflexión sobre la propia escritura, pero sí es un discurso autorreferencial, metadiscurso, metatextual.

Dado lo anterior, la composición de Elsinore me parece todavía extraña, porque la posición del autor nunca es la del personaje principal, aunque sé que son la misma persona; también reconozco que ambos se complementan y pertenecen a tiempos diferentes y que uno le ayuda a formarse al otro. Sin embargo, aunque ello sea así, la escritura me aclara ciertos aspectos, como por ejemplo, ser ésta quien redacta el sueño y la memoria. La escritura habla y narra un pasado desde la posición del autor, pero también desde la postura del protagonista. La historia se observa por la escritura, por la mirada de Elizondo, autor. “El papel mediador de lo imaginario se acrecienta, en efecto, cuando pasamos del tema de la reinscripción del tiempo vivido en el tiempo cósmico al de la dimensión pasada del pasado” (Ricoeur, 2009: 907). La narración de un pasado adquiere sus dimensiones cuando la escritura designa el sueño. Para la voz narrativa del relato el sueño es un presente, un instante, aunque los hechos que se marcan y acontecen ya son pasado.

Lo importante en este trabajo, además de mostrar el desarrollo de formación, consiste en notar algunos contenidos temáticos que la justifican y ver cómo ocurre tal proceso; independiente de ello, me permití mostrar, si acaso lo logré, cómo técnicas de otras áreas, como por ejemplo el montaje en el cine, son incorporadas al relato. No me parece simple el bilingüismo, aunque el país donde se desarrolla el evento de la historia lo exigiría, no era necesario llevarlo a cabo.

 

Notas

  1. Sobre la manera en que la evocación y la invocación adquieren diversas formas en la obra de Elizondo, véase García-Galiano (2006: 11-20).
  2. Para un conocimiento más profundo y amplio, consúltese Salmerón (2002: 15-62).
  3. Es la unión de la historia y de la ficción que surge, la cual ocurre por el proceso cruzado de la ficcionalización de la historia y de la historicización de la ficción. Ricoeur atribuye a esta dialéctica el tercer tiempo que no puede ser asignada ni a la historia ni al relato de ficción. Ello se asigna al individuo “o a una comunidad de una identidad específica que podemos llamar su identidad narrativa” (2009: 997). El primer contraste para llegar a este concepto ha sido entre un tiempo histórico y un tiempo de la ficción; en segunda instancia, el paralelismo “del pasado histórico y los efectos de sentido producidos por la confrontación entre el mundo del texto y el mundo del lector” (997).

 

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