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Poemas

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fiskur

Hay un retorno que ahonda
la fragilidad de nombrar,

hago el camino a la inversa
y me pierdo en la ausencia
de pronunciarme sin orilla.

Yo, camino el lento
separando lo que cae
de lo que queda,

cedo apenas un costado
de hueso inerme,
anunciando como mío,
medio labio,
arista
u hombre.

Afuera, la noche no pesa en los párpados,
se pierde en el esplendor mudo
del grito mudo,
seca la piel que se revela como propia
y su saberse silencio como origen.

Nombrar amor sin miedo
no puede cerrar
lo que perdura en lo abierto.

 

hvítur

El principio,

su mano cercana
arrullando el momento exacto
que queda entre el borde
y el después,

encarnarse latido
apenas en el gesto del otro,
retrocediendo en tiempo
como viento plegando el blanco,

blanco,
es el peso del asombro,
la muda de piel cada
vejez en la mañana,

y también horizonte,

lejanía entumecida
que aleja el temblor
de olvidarnos barro
en esta no renuncia de lluvia,

como llorar en mitad del mar
y dolernos de su profundidad.

 

elska

Llegar a ser algo impronunciable
como silencio o abismo,
es el precio de habitar boca
revelando la palabra

el alma el ser,

algo tan fácil como nombrarnos
en repetición,
un eco fracturado hecho de ternura.

La absoluta gratitud es cuerpo,
la respiración contenida
está en tu nombre
y en la revelación de lo abierto:

nosotros siendo.

Lo que vino sin ser llamado
aquello que alguna vez no fue,
es ahora todo hecho pronunciable
como destino o espejo,

o tal vez debería haber dicho amor.

 

Sæll

El ojo a la izquierda
es como un principio,
una tormenta que
sobrevuela párpado,
es un pájaro
que es ventana
y el sonido del agua,

es gesto pausado,

yo anudada a un lento posible
que miro y sucede,

o también es hombre
derramándose hacia afuera,
como llevando
un atardecer paciente
encarnado en el soplo,

en la cercanía,

donde nos alcanza lo sublime
la nimiedad que trasvasa la belleza
una espera sin ausencia
o tal vez la anchura del verbo
que no llegaremos a nombrar.

 

trjábolur

¿Acaso árbol no eres tú?

cuanta baba céntrica de este lado,
del tuyo un saber temblar mojado,

encenderse en lluvia
es dolor de otoño
colgado en la mueca,
es ser tú como árbol enfermo
enraizado a la palma de la mano,

el desarraigo de no encontrarse poema,
la espesura que gime incendio
en el tajo de vida del pecho,

o de cómo llevarse el gesto al labio
sin perder el desierto

o el camino

o la sed.

Árbol:
un instante de piel derramada
como ternura en la carne.

 

no rem

No voy a decir entrega,
quizá un origen intuyendo exceso,
un sé de mí en ti
poema azul o mundo revelado.

No voy a decir:

noche es la fisura de la palabra,
el asombro de llegar respuesta
como un posible inabarcable.

Diré:

me sé desnuda en verbo,

en una entrega,
en una noche
iluminada por la deformidad

de la herida,
del reflejo
y también

la boca.

 

ôris

Un hombre ahogado en agua
no tiene afuera,
es un grito abierto dentro,
un tajo de belleza en el pecho
dejándome surco
en la ahondada de las costillas,

[sí, me hago carne]

una luz sostenida en el momento,
un amor suspendido en la fragilidad
de proclamarse precipicio,

como llamarte en abismo inagotable,
como llegar y abrirme entera en significado:

ante ti soy,

ante ti trasciendo.

 

non simple

Nadie anhela el vacío
sin antes cruzar la angustia
que parte el alma del cuerpo.

Instantes,

fugaces,

eternos,

sobrevuelan la fragilidad
del siamés anudado al labio,

[rojo ventana casi noche]

y mueren ahogados
todos los versos azules
entre tanta lluvia,

tan pronto yo,

reboso el borde de la herida
que anida pico de pájaro,
costado apenas cedido.