Letras
Seis poemas

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El patio de la escuela

En el recreo
el patio se dibuja en nuestro mundo,
los gritos sofocan el silencio de las aulas
y los maestros,
incautos invasores,
en vano intentan
penetrar en las hazañas
de aquel invulnerable reino extraño.

 

Oscuridad

Cuando no haya hasta mañana
ni luego ni después
ni nunca ni más tarde
ni tan siquiera un segundo y voy.
Cuando todo sea ahora,
ya y casi fue,
la muerte y la vida
serán sólo un instante.
No habrá espera ni tardanza
ni pausa ni viaje ni estación.
Y el café ahogará su pena en la cuchara.

 

La partida

La ciudad
abandona al barco con el paso trémulo de los padres heridos.
Aleja a los hombres y los muelles,
congela el llanto,
desvanece edificios testigos de vírgenes amores,
silencia sus calles
hasta que el árbol se confunde con la nube
y todo queda a merced de la memoria.
Entonces se vislumbra
el exilio en nuestras manos,
comienza el recuerdo
y nos volvemos habitantes del destierro.

 

Realidad

Con la crueldad que ostenta
el despertar de los sueños bellos
padre vuelve
a dejar mi vida.
Nunca valió la pena
la quimérica alegría del momento onírico.
Irrumpo a la vigilia
y a la tristeza de abismo
que comparece cada vez que padre muere.

 

Porque extraño

Hay un jilguero
que canta en la ventana,
alguien silba
un tango en los zaguanes
y suena la flauta
del viejo afilador.
Sin embargo
vuelvo porque extraño.

Hablé de años pasados
con la gente que más quiero
mientras los vinos
calentaban las palabras,
las dichas, las calladas.
Pero vuelvo,
vuelvo porque extraño.

Pasó una piba joven
parecida a vos cuando eras joven;
y yo,
que te extraño,
vuelvo porque vos estás allá.

Oí hablar de este país
como si fuera el mío
y así y todo
vuelvo porque extraño.

Sentado en el bar
frente a un café que llegó frío
miro pasar
por la ventana mis recuerdos
y sin embargo
vuelvo porque extraño.

En la casa de mis padres
hay fotos, cartas
y memorias estampadas.
Me llevo algunas
al lejano lugar
que siempre extraño.

Y ustedes,
perdón,
vosotros
estáis allá
esperando a que yo vuelva.
Y yo vuelvo simplemente
porque nunca he dejado de extrañar.

 

El testigo

Ayer
la muerte visitó al testigo.
Con tres golpes de plumero
le recordó
que hace tiempo había partido.
Ayer
se acabó la vigilia estéril
y el fin dio comienzo al fin.
El testigo
no presenció su trance.
Hace tiempo había partido
y, ciego,
no veía el sacrificio.
Ayer
murió el nacimiento,
el niño se hizo viejo,
calló el saber
y no pudimos atrapar la idea.