Letras
Nota del editor

“Perros de caza”, de Eduardo Curbelo

Perros de caza, del poeta uruguayo Eduardo Curbelo, obtuvo en 2011 el Premio Anual de Literatura MEC, y fue publicado este año, junto con otro poemario de su autor titulado Aplomo, por Estuario Editora. Hoy ofrecemos aquí una selección de textos del libro, así como las Palabras liminares con que el crítico Gerardo Ciancio lo presenta a sus lectores.

Perros de caza
Extractos

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Yo tomé al depredador por la espalda
Lo hice mío en su cogote yugular
Urticaria en carne viva
Pobre depredador / me dijo que era: La Poesía
Su voracidad intolerante / mediante
Sus dulces versos dedicados a La Novia
                       (Manojo como en la escotilla
                       Estricta dulzura de su cadena)
La ternura hecha un aullido / pulido
                        (Pobre depredador)

Soñando sus nostálgicos abandonos
Hecho bebé entre mis brazos / mis lazos
Hecho carozo / un cielo / otro espacio vacío
Otro más / otra nada / depredador

Las musas ya no existen
Fallecieron en tu hemorragia
Belleza dolorosa La Belleza / perro
Llora / no lo mereces / escribe siempre

                       Los días de lluvia de una mujer
                       Se parecen a un domingo en los hospitales

 


 

No es difícil encontrar las palabras adecuadas para este poema
Y al mismo tiempo, imposible
Encontrar el poema adecuado a estas palabras:
Como adecuar el sentimiento a una osamenta
Los genitales al amor
El anillo al dedo
Los pensamientos al hueso frontal

El discurso necesita del poema
El poema, del vocablo
En cambio
El poema precede a toda palabra y antecede
A su intento

 


 

Pelamen, no llueven niñeras del cielo
Quedamos sin clandestina cita / regurgita
El abrazo lazo hacia tu caballo
Largo cuello de nuez juego a ser tu crin
En la clara morochez chamán de tu falda
El lugar indicado caos fondo de las cosas
Caos que refulge / urge
La ingeniería falaz del amor y el pene
La suma deseo sauna varios animales
La pata encima de las huellas barro
Que me desliza y tapiza epidermis
Que me disloca coyunturas y su frémito
Pelamen, no llueven niñeras (en celo) del cielo

 


 

Con decoro digo no hay silencio
Condecoro palabra grave o llana / no mana
Madre que me desdiga
Al menos hoy
A las cuatro de la tarde no lo hay / silencio no
Tiento el sol peripecia de luna diaria
La hora de la mujer (arcos iris paralelos)
La ceniza pataleando en el cuerpo del ave
La brasa roja / pulpa y merodeo / me rodeo
(Yo hablo y las mariposas mueren)
Hundo el cuchillo y la bestia sangra
Aún cruda sin rostro de cadáver
Ni rictus antes del machete
Degüelle
Separado de su cabeza todo cuerpo cae
Trincho las horas como membranas de sebo
Haber de sentencia extinto a mis espaldas
(Yo hablo y las mariposas mueren)

 


 

Apiádate cimarrón: el árbol adquiere la estatura del orín
                       (Instrucción para dejar / ser niña
                       Educación para dejar: ser palabra)
Polución para empezar a ser tres
Tres o cuatro (hablamos del instrumento) las cuerdas
Para mutilar el arrope y hacerlo raíz / larva palabra
(Hambre contra hombre ante mirada de mujer)

La médula metiendo ruido / la métrica del hoyo
Huye lejos tu bruxar mordido maleficio
Dormita la perrada en medio de un poema
Elegido por rabia o por amor / apiádate cimarrón:
El indicio del peligro es un bucólico aprendizaje

 


 

Corrígeme la pátina, lástima verbal y oprobio
La posteridad de unos postigos entornados
Enjamaicados
En duramadre postrera

 


 

Amanecí borracho / lapa de chillido cortante
Me peleé toda la noche con la palabra amor
Y todas sus variables demográficas
Después del tercer whisky todos son el tercero
Después del primer amor todos son el primero

El cielo desespera sorpresa / despereza la resaca
Arrope y ladre / a cara de perro / tumores impacientes
(Me peleé toda la noche con la palabra amor)
Hila la luna mi ladrido / mi olvido / hacen nido
Me acuchan
Me aperrean
(Tumores impacientes)

 


 

Los perros de la poesía no lloran
Nunca mueren en la casucha sueñan
Hartos de lamerse la ovejera ojeriza
Carcomen versos amor de la olla
Encharcados en el hueso
Encendidas hembras de magreo
Perras burdas dentelladas

Atragantarse de ladridos / palabras aullando a la luz
(Los perros de la poesía no duermen)
Cachorros / chorros / chinchorros / canes
Domésticos de profuso masticar y acullá
(Tu rezo desmalezo como a una mujer)
Galgueando las orejas con los dientes
Ojeras empellones magullones a destajo

 

Palabras liminares

Gerardo Ciancio

Sin lugar a dudas, luego de la publicación de La rosa del manicomio (y otros servicios de salud mental) (2010), la escritura de Eduardo Curbelo se ha desplazado hacia el centro de la cartografía poética dentro de sus cogeneracionales. Sin descuidar sus títulos anteriores, no obstante, es a partir del trabajo del 2010 que la poesía de Curbelo se lanzó al abismo del riesgo que sólo acoge a los grandes creadores. Con Perros de caza, el autor (¿mester de perrería?) dibuja otra finta retórica, temática y escritural. Es más, asume el ejercicio poético como un todo, como un destino que abrasa casi demoníacamente (y esto dicho sin ánimo de una malditez trasnochada): “los perros de la poesía no duermen”. Porque lejos del decadentismo y el abandono del discurso poético como una indecibilidad, un imposible gesto de enunciarse en tanto género, su arte verbal se refugia en la erotización del lenguaje y de la carne sin más: “En verso reverso lamo en tu cogote / Mi emporrar amor apeado a tus ancas”. Las fuerzas que muerden, que bruxan y desgarran los restos de la realidad y de la poesía, entablan en este libro una batalla dialéctica sin vencidos ni vencedores. El poeta sabe que avanza por el páramo de la vida (no exenta de sexo, festín e infierno) blandiendo su “parva palabra”, sacudiéndose de encima (inútilmente) el “bull dog a horcajadas” que todos los artistas genuinos llevan a cuestas, “perrabundos”, ya sin la clara compañía de las musas: “en poesía te ladro y digo no”.

Aplomo, si bien recorre otros meandros de la lengua, explora otras zonas posibles de la creación del arte verbal, avanza en la tópica de la dificultad del decir poético frente a la pantalla en blanco: el poeta que pretende enunciar el mundo y la cultura, confiesa, casi en tono de derrota, “pero sólo me sale, / se me sale/ dolor de arena”. Una derrota que, metonímicamente, se transfiere a las batallas de amor, “Gusto a poco. /Los ojos del amor”.

Estamos frente a la obra de un poeta que se desmarca de los lugares comunes, de los discursos ya visitados, de las poéticas de sus propios colegas; un poeta que trasciende el mapa literario de nuestra región.