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Tankas, de Leonardo Rossiello
Un cocuyo que ilumina el oscuro pastizal del recuerdo

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“Tankas”, de Leonardo Rossiello

Nota del editor
El escritor uruguayo Leonardo Rossiello ha reunido en su libro Tankas, que acaba de publicar la editorial Yaugurú en una cuidada edición, sus incursiones en esta forma poética japonesa que se caracteriza por su estructura de cinco versos en conjuntos de 5-7-5-7-7 sílabas. Hoy ofrecemos a los ojos de la Tierra de Letras el postfacio con el que Gerardo Ciancio cierra este poemario.

“es tiempo lo que vale
y la muerte, detalle”.
L.R.

“Igual: ¿adónde vamos?”.
L.R.

El libro que presentamos configura un acontecimiento nuevo y, por ahora único, en el desarrollo de la poesía nacional: es el primer libro de tankas que se publica en nuestro país escrito por un autor uruguayo. La añejada estrofa japonesa ha tenido sus cultores en nuestra tierra, algunos que permanecen inéditos, otros que han publicado textos bajo esta forma, incluidos en libros misceláneos o de géneros poéticos variados.1

Un experto estudioso de la literatura japonesa atribuía los orígenes del tanka al modo de producir estrofas encadenadas en las antiguas prácticas poéticas, hechas a cuatro manos, o a dos pinceles, en ámbitos urbanos de un Japón distante en el tiempo:

La estrofa encadenada consiste, en su forma más sencilla, en un tanka compuesto entre dos personas, es decir, una que describe los tres primeros versos y la otra los dos últimos, con lo cual queda hecho un poema normal.2

Este género fue diseñado rigurosamente3 (su equivalente sería, en las lenguas occidentales, 31 sílabas prosódicas), aunque en su brevedad, permite infinitas variantes compositivas, y, en su modalidad más canónica, “articula sus cinco versos en dos mitades: los tres primeros y los últimos formando dos unidades semánticas y sintácticas”.4

No obstante, debemos considerar que hasta la fecha, el género de origen nipón más difundido en nuestro campo cultural5 ha sido el haikú, estrofa que tiene en las letras del continente mestizo una tradición secular, baste pensar en Tablada o Borges, a modo de somero ejemplo. Incluso, el propio Rossiello, en este libro que hoy aprecia el lector, se encarga de construir una poética del haikú y el tanka en la grilla prefigurada de esta última forma, en uno de los mejores textos metapoéticos que el poeta plantea en la primera sección del presente volumen:

El haikú es
lo que está sucediendo
ahora. (Y siempre).
El tanka es el futuro
que el presente comenta.6

Agreguemos a ello, además, que el autor de tankas vive hace muchos años en Suecia, hijo de la diáspora política de los años setenta, es un narrador de los más significativos de su generación,7 es investigador y docente universitario, ha practicado el verso libre8 así como las formas breves embretadas en las exigencias de los géneros poéticos japoneses, ha escrito artículos y ensayos de su especialidad, practica la escultura, aunque se confiesa como un plástico aficionado, disfruta de la navegación, cuando puede, valora la amistad como un bien innegociable, y disfruta del amor maduro, de ese que dura más, como un devenir permanente, “una promesa por libar”.

Aunque tiene una particular predilección por los diseños estróficos japoneses, incluso, Tankas es su primer libro de poemas publicado en nuestro país9 —país al que Leonardo Rossiello torna y retorna, como sujeto histórico y como hombre de letras, como amigo, como hijo, como artista—, su extensa y premiada producción narrativa, publicada mayoritariamente en Montevideo, pero también en Suecia, en Colombia, en Australia, en Italia, lo ha instalado en el canon del sistema literario uruguayo como a un escritor ineludible para entender el proceso de la historia reciente de la literatura de esta región del mundo.

Un proyecto más amplio y ambicioso, que aún permanece inédito en el archivo rossielliano, y del que forman parte estas tankas que hoy estamos apreciando, titulado Trescientos veintisiete. Haikús, senryus y tankas, incluye, como queda especificado, textos de los tres géneros poéticos japoneses que han llegado hasta nuestros días con la frescura milenaria, tanto en el país de oriente como en los países occidentales, con mayor énfasis o, por lo menos, con marcado fervor creacional. Más allá de las diferencias formales (en particular, entre el tanka y las otras dos formas breves, ambas de 17 sílabas, en términos de nuestra métrica), de las diversas técnicas orientales de composición empleadas por Rossiello (técnicas rigurosas si las hay, que van al dedillo con un escritor que además de calidad, originalidad y dominio de la escritura literaria, ha demostrado a lo largo de su carrera creativa un rigor, una disciplina escritural, una autoexigencia, poco comunes en estos tiempos de una búsqueda de “logros” a corto y cómodo plazo), encuentro en esta zona de la creación del autor de La mercadera un disfrute, una fruición, un confort expresivo y compositivo particular. Rossiello goza de su escritura, no elude el via crucis de la creación, transpira su agua verbal, disfrutando:

Felicidad:
que suceda la luz
del trazo único.
Cuando relampaguea
es dibujo en la arena.

Pero, más importante aun, ha logrado captar la esencia profunda de las tres formas clásicas de la lírica japonesa, sin descuidar que nuestro autor no proviene de esa zona del mundo, es como si entrara de puntillas al templo para apreciar el ritual, padecer la ceremonia (un pathos asumido con profesional armonía), y salir renovado del sitio sagrado de la escritura. De ahí que auguro una próxima publicación del libro inédito arriba referido, del cual dejamos aquí una muestra de dos senryus10 en los que Rossiello se descontractura, acude al espíritu de esta estrofa que se permite el humor, el giro inesperado, el borramiento de la pátina del haikú y el desencorsetamiento de sus rigideces temáticas, de sus formalidades estructurales. El locutor lírico se contiene para no lanzar una conjetural carcajada:

Escalofrío
en la cripta: don Drácula
entra en calor.

O bien:

El lobizón
se agranda en las tinieblas,
desamparado.

Como se aprecia en una recorrida somera por este libro que el lector sostiene en sus manos, existe una estructura compositiva intencional: la obra fluye por cinco cauces, cinco canales temáticos, cinco sitios del interés sensible de la voz lírica, cinco espacios que interactúan, que se complementan más allá de la organización interna que se le brindó al trabajo. Más que “partes”, son pujos compositivos que se aglutinan en torno a cinco tópicas: “Escritura del sueño”, “Es tiempo lo que vale”, “La funda de la gente”, “La tierra a sotavento” y, al cierre, “Dura el amor maduro”. Cada uno de estos sintagmas que titulan las diferentes secciones del libro, son, al mismo tiempo, versos de algunos de los poemas que integran cada una de las zonas demarcadas.

La primera sección, la más rica en trabajo de reflexión compositiva, de inmersión en el laboreo de la palabra que experimenta a diario el poeta cuando se enfrenta (es decir, se pone frente a) al papel o a la pantalla en blanco, recorre la tópica ancestral del artista que se asoma sobre o desde su objeto y su materia prima, las palabras11 “que engalanan / el pobre pensamiento”:

Son las palabras
insuficientes puertas
imprescindibles.
Entrar contorsionándose
para semientender

Toda escritura es un devenir, un ejercicio proliferante, una marca de la huella que se borra pero deja su residuo en el eco, un tiempo-espacio cuasi onírico, de transe,12 de viaje en un lugar que podríamos llamar conciencia, provisoriamente: “Escritura del sueño; / huella en lo que no está”. El locutor poético, la voz que se asume enunciante desde el cuerpo del discurso, asume que la poesía es, además, “el logos de la otra / transrealidad”.

En “Es tiempo lo que vale”, el segundo sector del libro, Leonardo Rossiello se zambulle en la dilatada tradición poética de los vates que han tematizado nuestra esencia, el tiempo, como escribiera Borges, “somos la parábola de Heráclito el oscuro”. En el uruguayo, la criatura humana se asume como “rodaja del pasado, / recuerdo del futuro”. O bien, en el poema espléndido, de aroma quevediano, leemos:

Rodeados vamos
por dos nadas enormes:
Después y Antes.
La vida, llamarada
que ilumina dos noches.

Asimismo, el autor, no elude los entornos de una cierta japonería que pareciera requerir, por momentos, este género poético, y escribe:

El tiempo deja
fenecer lo que es pleno.
Flor de cerezo:
en su caída tensa
el arco de la vida.

En la tercera serie de poemas, “La funda de la gente”, salta al centro de la discursividad lírica la figura humana, la gente enfundada en sus múltiples epidermis que la contiene y la disipa, que la construye y la envuelve hasta su muerte. El sesgo se torna, por momentos, en una compleja elegía, en un grito político y de indignación del hombre ético:

Vuelve el soldado
a la tierra natal
en su ataúd.
Otro usador usado,
¡ay matador matado!

O se constituye en una elegía sin más, por el amigo desaparecido, por la ausencia del otro que es también parte del uno propio. Este poema se resuelve así con un lejano eco falquiano, o cunhano, o vallejiano:

Amigo muerto,
haz que oiga tu voz
en la intemperie,
en el mundo sin vos
de las cosas en serie.

La condición humana también es la vida, o mejor, es allí donde persiste. A pesar de sus miserias físicas y espirituales, la criatura humana se perpetúa, aunque su destino sea ignoto en el caso de este niño, la víctima más inocente y vulnerable el tardocapitalismo, y en el de la humanidad en general:

Un niño hurga;
busca cartón y pan.
Miga de gente,
mueca del desamparo,
¿cómo será de grande?

“La tierra a sotavento” avisa del navegante, del hombre que goza el viento del vinoso ponto en el rostro (que siente fruición en la enumeración de lo que “ve”: “balanos, peces, algas, / verde estructura. / Buque hundido en la mar”), del escanciador del agua salobre. Pero además, resignifica el estrecho vínculo con la madre naturaleza, con su “caos aparencial” y con su “cosmos saludable”. Hay en esta zona del libro una mirada al cosmos, un asombro que genera esa mirada: la significativa insignificancia de los humanos navegando en una suerte de globo en franco proceso de deterioro:

Espléndido Orión,
numinoso guerrero:
la alta bóveda
y nosotros, mortales,
respiramos contigo.

Por último, se abre el espacio del amor, del duradero y consolidado “amor maduro”. El poeta reconoce la vulnerabilidad de este tránsito llamado vida, y su efecto ineludible de rebote en la relación amorosa, en esa construcción de dos que se vuelve en el discurso círculo paronomásico de un “aroma a amor”, en donde los roles de los amantes tiernos se establecen en un consenso tácito: “Tú velas mi vigilia; / yo velo por tu sueño”. Rossiello recoge una extensa tradición de la poesía erótica (muchos tankas de temática amorosa eran escritos en papeles perfumados, seleccionados para la ocasión y con la caligrafía más cuidada posible) que informa de nuestro efímero y vulnerable tránsito por esta vida, más aun en la urgencia amatoria, y la encuadra en la rigurosa estrofa japonesa con ductilidad, sin mostrar el trabajo de la transpiración con las palabras:

Por favor, quítate
la espera que te cubre.
Solo hay ahoras.
Desnúdate de ayer;
sé sin mañana: plena.

 

Notas

  1. A modo de ejemplo, consigno ahora las tankas de Iris Sclavo que se incluyen en el libro misceláneo Sobre fugas y permanencias (Montevideo, Vintén Editor, 1997). El autor, con una fuerte formación tanguera y murguera, y un especial cultivo de la lunfardía, apuesta a la mixtura, al mestizaje de los discursos y las culturas, al humor. Vayan estos textos a modo de ejemplo: “Tanka de Malena”: “Como ninguna / Malena canta el tango. / Su voz perfuma / a yuyos del suburbio / cuando se pone triste”, op. cit., p. 81; o bien, “La tanka se pone lunfarda”: “Junó en la lleca / a una grela con fiaca / medio merzuna / que ensaya una llanto en do / por su fiolo en la naca”; op. cit, p. 82.
  2. D. Keene, La literatura japonesa (1953) México, Fondo de Cultura Económica, 1969, p. 46.
  3. El propio Rossiello asume este riesgo, esta poética del rigor, y lo enuncia en una de sus composiciones de la primera sección del libro, de la siguiente manera: “Cazar la idea / y después formularla / en esta fórmula. / Es hija esta poética / del rigor, y fecunda”
  4. Kokinshuu. Colección de poemas japoneses antiguos y modernos (El canon del clasicismo), selección, traducción, introducción y notas de Carlos Rubio, Madrid, Hiperion, 2005, p. 10. Es curioso observar que en un total de 1.111 textos que contiene este antiguo florilegio de poemas ordenados por el emperador Daigo en el siglo X, “todos sus poemas, excepto 9, están escritos en la forma llamada tanka, o poemas cortos, es decir, poemas de 31 sílabas distribuidas en verso de 5/7/5/7/7 sílabas cada uno”, ídem, p. 10.
  5. Conocidas son las dos colecciones de haikús que publicara Mario Benedetti, a saber, Rincón de haikús en 1999 y Nuevo rincón de haikús en 2006. Incluso, en el primer libro se prodiga en un estudio introductorio sobre este género poético japonés. Allí releva la historia del haikú tanto en el ámbito oriental como en la lengua española, y describe las características del mismo. En cuanto a su postura estética inscripta en la latinoamericanidad, escribe, “ya considero al haikú como un envase propio, aunque mi contenido sea inocultablemente latinoamericano” (Rincón de haikús, Montevideo, Cal y Canto, 1999, p. 13). En este libro, Benedetti nos dejó un breve esbozo de su trabajo reflexivo, metapoético, generado a partir de su propio discurso lírico. Valga como ejemplo este haikú: “la poesía / dice honduras que a veces / la prosa calla” (ídem, p. 172). Menos difundidos son los haikús que escribiera Juan Cunha, bajo el título Paseo en triciclo (Señal de Vida, III, Academia Nacional de Letras en coedición con las editoriales Cal y Canto y Banda Oriental, y la Feria Nacional de Libros y Grabados Montevideo, 2002, pp. 5-30). En cuanto a otras colecciones de haikús uruguayos que podría ahora señalar, se encuentran Haikumanía (Montevideo, Ediciones La Gotera, 2001) de Ruben D’Alba, motivado, según confiesa en el prólogo de su libro, y según me contó en una nostálgica noche montevideana con vino y amistad, por el trabajo ya referido de Mario Benedetti; Haikú, de Alberto Villanueva (Montevideo, Ediciones del Mirador, Cuadernos de Nueva Poesía, Nº 13, 1989); Oriental, de Alejandro Tuana (Montevideo, Yaugurú, 2009, con un interesante epílogo de Luis Bravo). Asimismo, Rossana Malaneschi ha incursionado en el género, pero con una intencionalidad estético-clínica, de encomiable originalidad (estos trabajos pueden leerse en la revista Pulso/Diseño, Montevideo, Universidad Ort, Marzo 2004, y en Doblett/Taller Tipografía, Montevideo, Yaugurú-Universidad ORT, Julio 2007). En 2012, el último libro de Horacio Cavalho incluye, en su primera sección, una colección de haikús.
  6. “El tanka llegó a ser la forma de poesía típicamente japonesa, tanto que hoy día se la conoce también con el nombre de waka (canción japonesa)” Fernando Rodríguez Izquierdo, El haikú japonés. Historia y traducción, Madrid, Hiperión, 2010, p. 48.
  7. En el Prólogo a la edición uruguaya de la nouvelle Aimarte. El globo de Garibaldi (Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2009), me he explayado, dentro de los límites que el género prologal permite, en señalar las características de las estrategias narrativas, la tópica y la técnica rossellianas. Allí, se encuentran, más en detalle, referencias a sus cuentos y novelas (existe una publicación en línea de este estudio, en la revista Letralia). Luego de esa edición de Aimarte, precedida por una publicada en Colombia, la nouvelle fue traducida al italiano y publicada recientemente en una bellísima edición que en nuestro país, desgraciadamente por razones obvias, casi no ha circulado.
  8. Señalo, en especial, entre otros, los textos que aparecieron en el libro 8 antologías personales. Poesía uruguaya en Suecia, Montevideo, Vintén Editor, 1992. En este volumen, cuya presentación está a cargo del poeta sueco Lasse Söderberg, y el estudio introductorio firmado por el chileno Juan Cameron, en Malmö, Suecia, septiembre de 1991, se reúnen poemas del propio Leonardo Rossiello, pero también de Hebert Abimorad, Sergio Altesor, José da Cruz, Carlos Liscano, Roberto Mascaró, Juan Carlos Piñeyro, y Ana Luisa Valdés.
  9. Rossiello publicó una colección de haikús y textos afines llamada X-2000 (Lund, Litterae Tertii Milenii, Serie Prosa y Poesía, Heterogénesis Ediciones, 2001). De ese volumen recojo aquí dos de sus textos, a mi entender, más significativos: “La soledad, / una hidra amorosa / en el baldío” (op. cit., p. 10); “Virtual, repleta, / Insatisfechísima / la papelera” (ídem, p. 28).
  10. Alfredo Fressia, un refinado poeta uruguayo que vive hace años en San Pablo, ha publicado un libro que tematiza este género poético japonés: Senryu o el árbol de las sílabas, Montevideo, Linardi y Risso, 2007.
  11. Más que el soporte material de la escritura, las palabras estrecharon con el sujeto lírico una relación fraterna, de cercanías, “Crecen palabras, / oh, amigas ocultas, / detrás del aire”.
  12. Ese transe, ese viaje interior en un espacio tiempo no determinado, pero que, contradictoriamente, constituyen un aquí y un ahora en el momento en que se materializa la escritura, le permite al poeta transitar entre la estrofa de cuño y sabor japonés, a la forma musical y poética occidental, que en Latinoamérica, pusiera “de moda” el bogotano José Asunción Silva: “Sabor acre que escribe / las notas del nocturno”.