Entrevistas
Lila ZemborainTrabajar la incertidumbre
Una entrevista a Lila Zemborain

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La poesía es uno de los pocos escenarios libertarios que le quedan al ser humano. Al margen de los circuitos comerciales artísticos de nuestro tiempo, la poesía inventa un territorio donde todavía se recupera lo irrecuperable, se dice lo indecible, y el mundo cobra sentidos inesperados. Wislawa Szymborska nos dice, “no sabemos nada, y eso es lo fascinante”. En ese universo de cosas la poesía de Lila Zemborain siempre será una buena noticia. Hay catadura de intemporalidad en su obra, gracias a la callada exploración de su palabra, que desde su libertad formal reconoce, descifra y convoca nuevos significados, para trascender las palabras, sacarlas de su rotación habitual, y así trascender lo que pretenden nombrar.

Su sistema de señales plantea nuevas direcciones, se vislumbran nuevas realidades en virtud a una muy personal asociación de signos, geometrías expresivas inesperadas y desconfiguraciones semánticas que conciben epifanías. Una poesía que sucede, aparece plena en nuestra conciencia, cobrando vida por obra y gracia de las presencias y ausencias conjuradas.

Estamos aquí ante una poeta de acento duradero, hija de ayunos y vigilias, guiada por intuiciones, hecha a golpes de estremecimientos que dejan al lector en un umbral donde reconocemos la profundidad de su búsqueda.

Lila Zemborain nació en Buenos Aires y vive en Nueva York desde 1985. Ha publicado los libros de poesía El rumor de los bordes (Sevilla: Sibila, 2011), Rasgado (2006), Malvas orquídeas del mar (2004) / Mauve Sea-Orchids (2007), Guardianes del secreto (2002) / Guardians of the Secret (2008), Usted (1998), Ábrete sésamo debajo del agua (1993). Ha colaborado con Marín Reyna en el libro de artista La couleur de l’eau (París: Virginia Boissiere, 2008), y en los catálogos de arte Heidi McFall (New York: Aninna Nosei Gallery, 1995) y Alessandro Twombly (Bruselas, Alain Noirhomme Gallery, 2007). En el 2002 publicó ensayo Gabriela Mistral. Una mujer sin rostro. Desde 2000 hasta 2007 fue directora y editora de la serie de poesía Rebel Road, y desde 2003 dirige la serie de poesía KJCC, en el King Juan Carlos I Center, de New York University, donde es directora de la Maestría de Escritura Creativa en Español. En 2007 recibió la beca John Simon Guggenheim y en 2010 una beca de residencia en la Millay Colony.

Un detalle vital curioso, Lila Zemborain es sobrina de Esther Zemborain, a quien Borges dedicó Ficciones, su memorable libro de cuentos, y quien lo acompañó en la escritura de Introducción a la literatura norteamericana (1967). Compartimos con ustedes una breve entrevista con Lila Zemborain.

—Para quienes llegan a usted por primera vez, ¿qué podemos decir sobre Lila Zemborain? En su caso, ¿cuáles son esas señas personales cuando se pregunta por su identidad?

—Puedo aquí simplemente dar ciertos datos que aparecen en mi currículum y un poquito más. Nací en Buenos Aires, donde viví casi la mitad de mi vida. En 1985 vine a New York junto con el artista plástico Rafael Bueno, y aproveché para hacer una maestría en literatura hispanoamericana en New York University, que derivó posteriormente en el doctorado. Desde ese momento me quedé en USA, salvo por una pausa a principios de los noventa, en la que nos volvimos a Buenos Aires para tener a Lorenzo. El nacimiento de mi hijo dio lugar también a mi primer libro publicado de poemas, escrito entre los dos países. Siendo netamente argentina me considero una escritora de New York. Todo mi desarrollo a nivel de la escritura lo he realizado aquí.

—¿Qué visión tiene de su estilo literario? A la hora de escribir, y con esa experiencia vital a sus espaldas, ¿cómo hace para determinar qué tema va a convertirse en un poema o una narración?

—Yo no escribo narración. No tengo capacidad para armar una historia y desarrollarla. Más bien me interesa la poesía porque me permite explayarme en ciertos momentos de intensidad que intento describir con la mayor precisión posible y que son producto de la entrada en un ritmo de escritura determinado. Ese ritmo va desencadenando un texto que me lleva a una cierta comprensión intelectual que también pasa por lo físico, y que a su vez se encadena a otros textos. De esta manera se van armando conjuntos, es decir libros de poemas amalgamados de manera bastante arbitraria, pero con una cierta lógica interna generalmente descubierta al final del proceso a través del título, que es el que define de manera lateral el tema del libro.

—¿Existe algún instante en que piensa en un lector ideal, imaginario, a quien desea persuadir, seducir, o atrapar mediante sus palabras?

—No quiero persuadir a nadie cuando escribo. A lo que más aspiro es a lograr un descubrimiento, algo que me sorprenda. Si a mí me sorprende, intuyo que también le va a sorprender al lector. La sorpresa se logra cuando el ritmo libera la mente y aparece esa imagen inusitada que sintetiza de alguna manera la búsqueda, es decir, aquello que se está intentando comprender a través del poema. Para mí, todo poema es una respuesta provisoria a cierta pregunta. Si el lector entra en consonancia con esa pregunta no dicha, le resonará la respuesta.

—¿Podría hacer una lista de algunas palabras que nunca usaría en un poema, y por qué?

—No hay palabra que no use en un poema. Todo depende del encadenamiento. Hay veces que aparece una palabra que no quiero usar, pero el poema me obliga a usarla y yo cedo. A veces, justamente, ése es un hallazgo porque la palabra cambia de calibre de acuerdo a su posición. El tono es también fundamental en mi poesía. El tono puede hacer que la palabra desechada sea el hallazgo. Pero es cierto. Hay ciertas palabras que no uso y son más bien las que tienen que ver con el discurso político. Prefiero el lenguaje científico atravesado por una suerte de fluir de la conciencia, sumamente limado para evitar la aspereza. Más que la palabra en sí, me molesta la aspereza, lo que comúnmente en los talleres se define como “esa palabra me hace ruido”.

—¿Qué contribuye a su fe como escritora?, esas cosas que no dejan que el fuego creador se extinga en medio del trajinar de la vida y su incertidumbre.

—Trabajar la incertidumbre es el objetivo de mi poesía. No olvidar que básicamente todo es incierto. Cuando uno se olvida de que la incertidumbre es lo que subyace, aparecen los problemas.

—¿Cómo desearía ser recordada?

—Como una buena persona que además escribe.

 

De El rumor de los bordes (Sevilla: Biblioteca Sibila-Fundación BBVA, 2011)

Hay membranas en las CÉLULAS que separan el afuera del adentro y hay membranas que permiten el paso, la comunicación con el exterior, y además está la sustancia del AGUA más sólida, azul profundo o verde, que se ve desde el barco en alta mar, una enorme gelatina marmolada donde se pudiera rebotar de tan compacta que parece y a la vez una superficie penetrable que descompone la luna en microscópicas grafías plateadas.

¿Qué secuencia nos acerca a ese líquido abismal?

                                                                                                                     Es un enredo, una similitud vertiginosa con todo lo que bulle, con todo lo que roe o es roído y decae y degenera y se asocia a lo perverso, a lo inerme y es comido así como es bebido. Así el esfuerzo da al origen una forma, un nombre, una cualidad, un espacio en que vivir, una membrana transparente que asegura las funciones e impresiones de esta abrumadora versatilidad.

***

Todo se tritura hasta su constitución molecular y allí en esa increíble CONVULSIÓN algo queda, algo se junta, se arrebata, se subsume, se apelmaza, se adhiere o se derrite, se compone o desintegra, y en ese intercambio microscópico la vida se sumerge y se reflota en niveles tan lejanos que las ansias en otoño se pudren para asegurar que el rumor circule en la tierra en estado latente.

Sangre derramada a su vez entre las dalias, dolor ajeno a un dios concluyente, o es tal vez que se ha llamado dios a esta continuidad exigua de la vida al ver un más allá de lo uno, el universo en su extenderse hacia los límites, como un enorme cuerpo viviente, un cuerpo humano gigantesco formado por protones y neutrones que Paracelso veía como la ABISMAL reflexión de lo micro y de lo macro.

***

Sabiendo que en nuestra propia constitución está el origen ¿no sentimos después de miles y miles de años una pulverización?¿está allí acaso la falla?¿se avecina una transformación de la ESPECIE que requiere el exterminio? ¿habrán entonces mutaciones que aseguren la preservación en otra forma? ¿un estallido acaso, no está siendo creado en este preciso momento? ¿vendrá de la turbulencia enconada de los ánimos terrestres, de esta CONVULSIÓN polarizada, de esta suerte de saneamiento epidérmico del horror?

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Hay una pesadez, una ingerencia, una densidad extrema que requiere ser desmenuzada de alguna manera, como si un abra en el monte dejara ver el amarillo, para que en los sonidos algo se ablande. Ablándase, ablándase, ablándase la LAVA que agarrota las células, ablándase el corrido de nostalgias y de plasmas, plásmase en las superficies y en las córneas la ASONANCIA que todo lo diluye, como en cámara lenta se arrodillan las gaviotas en el mar de tu lenguaje biológico creando en las arenas de tus sales una marca que dará el sentido encadenado a tus enzimas, azúcares se beben en la sangre para que todo se disuelva y adquiera una nueva consistencia, sal y azúcar, lo dulce y lo salado, la proporción es lo que importa y no el exceso, la proporción que ablanda en el sonido de los pájaros tu alelado corazón.

***

Y la retórica biológica es este ritmo acompañado de pájaros y magnolias, cada flor un perfume, cada perfume un peristilo, los fosforitos desprendiéndose al caer de los pétalos, o los pimpollos aguerridos imposibles de pelar, estrellas formidables en los cuartos, una sola flor hace el florero, una sola flor de textura jabonosa.

Y se desea que no sea la muerte hoy, que el año pase sin la muerte, pero el azar todo lo determina y una sincronía es lo que cuenta cuando corre el aire o la gente duerme, o se mueve en su cuna el recién nacido, o ladra un perro, o cantan los chimangos, o la vida se reparte en los insectos que se comen las hojas generosas de la hortensia, LAVA que se despeña de un volcán en la otra punta del planeta, el tronar desde los cielos, VIENTO de agua dicen o cielo cargado.