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Rufino Blanco FombonaRufino Blanco Fombona o la imagen de un país enfermo

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“No debemos erigir murallas de China contra nada ni nadie.
Las ideas vuelan por encima de las murallas”.

Camino de imperfección.

A Rufino Blanco Fombona (1874-1944), todos aquellos que lo conocieron o juzgaron lo califican como un ser polifacético, de avasallante personalidad, atrevido, un hombre que, en la vida y en la literatura, respondía a un carácter fuerte, atrabiliario, obcecado, tenaz, apasionado por la divulgación de nuestra literatura en el mundo de habla hispana.

Hizo movilizar crueldades, pero fue en defensa de su ideal o de su obra, ya que fue permanente en su alma el entusiasmo y la pasión; de ahí que busque el combate, la admiración o el odio irrestricto, imponiéndose sobre la calumnia, la injusticia y la persecución.

Son muchos también los que coinciden en señalar su obra como la de un hombre que acomete con criterio crítico, rigorista y apasionado, el enjuiciamiento de un momento crucial de nuestras letras, o bien, que su obra está saturada de pasión política e intención satírica, viniendo a ser en conjunto una visión apasionada, pero a ratos objetiva de las luchas ideológicas en la Venezuela de fin y principio de siglo.

Su producción literaria destaca por su extensión y variedad: libros de crítica histórica, poesías, novelas, cuentos, ensayos, artículos periodísticos, etc., y aunque en su país, Venezuela, fuese prácticamente un desconocido, era considerado el hispanoamericano más leído y conocido en Europa en las primeras décadas del siglo XX.

La afirmación anterior se confirma cuando, en 1927, la Real Academia Española de la Lengua y el Ateneo de Madrid postulan a Blanco Fombona para el Premio Nobel de Literatura, siendo apoyada tal postulación por algunos países latinoamericanos; pero... hasta Estocolmo llegan las presiones del gobierno venezolano y por supuesto del general Gómez para impedir tal designación, y aunque no haya obtenido el premio, la sola inclusión de su nombre y la calidad de los proponentes constituyen, sin duda, un aval para su obra.

La vida y las letras de Blanco Fombona tienen su base en la reacción antibárbara de las postrimerías del siglo XIX comienzos del XX; es la versión existencial y estética de la inconformidad individualista que preconiza la soledad, del odio a las formas dictatoriales, de la defensa del continente iberoamericano ante el creciente avance de las técnicas político-económicas del imperialismo europeo, pero fundamentalmente del yanqui, que comenzaba ya a vislumbrarse en toda su rapacidad.

Una vez sentada esa línea política antimperialista, nunca se apartará de ella, defendiendo la nacionalidad contra cualquier potencia extranjera. Con respecto a lo anterior, es impresionante lo que señala Blanco Fombona sobre un artículo publicado por el periodista inglés Stead en un diario francés, referente a la supuesta deuda de Venezuela con algunos países europeos.

En su diario Camino de imperfección, el 20 de septiembre de 1906, el autor presenta un cuadro donde se comprueba que Venezuela, a quien se tachó de mala pagadora, lo único que hizo fue defenderse y no dejarse robar. Véase lo que fueron a reclamar a cañonazos, en 1902, Alemania, Inglaterra e Italia; y lo que los árbitros europeos reconocieron, a pesar de su largueza, como debido en justicia.

País

Suma total de reclamaciones (Bs.)

Suma reconocida (Bs.)

Alemania

7.376.685

2.091.908

Inglaterra

14.743.572

9.401.267

Italia

39.844.256

2.975.906

Estados Unidos

81.410.952

2.182.253

Holanda

5.242.519

44.301

España

5.307.626

1.974.718

Suecia y Noruega

1.017.701

174.359

Total

147.573.311

19.344.712


 

Esto sucedió hace más de cien años, y no es sino hasta hace poco más de diez que sentimos y atendemos a la defensa de nuestra soberanía y derechos, porque por muchos años nuestros dirigentes nos mantuvieron ante un neocolonialismo abusivo y grosero.

Siguiendo con Blanco Fombona, acotaremos que este escritor pagó con veintiséis años de exilio fuera de Venezuela, y la total extinción de su nombre dentro de la patria, el hecho de defender la nacionalidad y los valores éticos. Perseguido continuamente por los agentes del dictador Juan Vicente Gómez, no se detuvo en su escritura contra un hombre al que despectivamente llamó “Gomecillo de Pasamonte”, “Juan Visonte Gómez”, “el gobernador de Gomezuela”, etc., y contra un régimen que satíricamente definió como “barbarocracia”, extrajo sus fuerzas del sentimiento del que encarna lo mejor de la nacionalidad, mientras los demás intelectuales (por lo menos muchos de ellos), comían apaciblemente de la mano del dictador.

La Venezuela de su tormentoso tiempo se agita, se desgreña y padece. El escritor, mezclándose a la angustia común, ha recogido el patetismo, el rencor, y la desesperanza de los peores días de la Patria. Y digo los peores porque aún están por escribirse los que vivimos en este comienzo del siglo XXI.