Letras
Dos poemas

Comparte este contenido con tus amigos

Brevísimo escondido

Aun cuando el agua sueña fuego
no se queman los peces del lago.

Así mi ser de exterior discreto
oro oculta en su cuerpo de barro

Y no hay otro grito más certero
que decir el poema como atajo.

O crearte unos oídos nuevos
para que oigas mi reclamo claro.

Es todo que lo sepas, te quiero,
y con todo es nada, sin embargo.

Un amor hundido en alta mar o cariño botao

Te amé como una tumba
a quien nadie visitó por decenios
y que de pronto recibe
un niño santo para rezar en ella.

Ya no es tiempo
de encontrar la rosa negra
temblando de frío
bajo la nieve.

Te he perdido como una batalla antigua, en alta mar,
y mi brújula señala inderogable… a la muerte.

No te duelas del dolor mío.
Que si no te duele, 
guardo como trofeo
saber que nunca me has querido.

 

Herí jugando a Dios

Arrojé una piedra al cielo
con tan buena puntería
que cayó herido en mis brazos
el Dios creador de la vida.

Caminé muy pensativo
con su cuerpo desmayado
apretándolo bien fuerte
sobre mi débil regazo.

En mi secreta memoria
alumbré lo más oscuro
de mis pequeñas historias
y me sonrió, el Dios puro.

Me miró fijo a los ojos,
herido pero contento,
y cumpliendo mis antojos
confesó a cuatro vientos:

“Gracias por jugar conmigo,
que bastante cansa ser Dios,
la piedra que tú arrojaste,
la puse en tus manos yo”.