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“Andrea y la piedra brillante y otros cuentos”, de Christian Urrutia LópezPrólogo al libro Andrea y la piedra brillante y otros cuentos, de Christian Urrutia López

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María Elena Walsh, en una entrevista concedida a Mempo Giardinelli, menciona estos cinco elementos ineludibles que todo cuento para chicos debe poseer: “Acción, mucho humor, gracia, juego con el lenguaje, sentido del disparate...” (la autora advierte que existen más, pero que no puede enumerarlos a todos exhaustivamente); luego, respondiendo a otra pregunta —tan aguda como académica— del notable escritor argentino, esta vez respecto a la fama, afirma: “La única complacencia que me importa es la de los chicos, pues escribo para ellos” (tomado de Así se escribe un cuento. Mempo Giardinelli. Editorial Punto de Lectura). Ahora bien, los relatos que conforman Andrea y la piedra brillante y otros cuentos, del joven escritor Christian Urrutia López, se acomodan muy bien a estos alcances, con la acción bien dosificada, manteniendo el interés del lector a lo largo de todas las historias, ensayando una saludable hilaridad, a su vez envuelta en un nimbo de inocencia. Obsérvese, en “Andrea y la piedra brillante”, la escena donde los compadres Leonardo y Juan se revuelcan histéricos en el borde de la carretera; o a la tortuga Pochita atravesando aquella especie de odisea urbana, con estadías tanto en las manos de un mototaxista, un balde con agua, una camioneta frutera y, finalmente, puesta a la venta por un chiquillo cerca a las galerías del Mercado Central. Ambos cuentos, pues, se hallan sometidos al más fresco humor. La gracia, los juegos con el lenguaje y el sentido del disparate son también elementos con los cuales cuenta el libro y dejo a la agudeza del lector descubrirlos.

Respecto a la segunda respuesta de la autora argentina, referida al público al cual van dirigidos sus escritos, apuntaré que Urrutia en esta entrega no sólo escribe para los pequeños, sino también para el resto, conformado por los de más edad, ávido por encontrar historias frescas, bien escritas. En suma, que buscan sorprenderse (como me ha sucedido) con algo nuevo en la joven literatura peruana, apuntando al blanco con tramas sencillas pero nada triviales, no descuidando el aspecto humano, pues sus personajes, como cualquiera de nosotros, persiguen esa felicidad que en cierto momento les resulta esquiva (aquella fatal ambición humana de la que hablaba Schopenhauer) funcionando esta especie de miedo ante la adversidad como disparador para la concretización de dicho propósito.

Entre muchos de los logros cabe apuntar que los textos presentan un corpus o estructura bien definida (es decir: comienzo, nudo y desenlace) superando a la anécdota, tan manoseada entre los noveles escritores peruanos. Además, se emplean las palabras necesarias, como bien señalaba Andrés Maurois: “Guárdese de lo rebuscado y pedante. Nada echa a perder más un estilo que la vanidad. Diga simplemente lo que tenga que decir. Valéry ha dado este consejo: ‘De dos palabras, hay que escoger la menor’. Es decir, la menos ambiciosa, la menos ruidosa, la más modesta. Prefiera siempre la palabra concreta que designa los objetos, los seres, a la palabra abstracta” (tomado del libro A la caza del cuento. Selección y prólogo de Roberto Reyes Tarazona. Editorial Universitaria). En cuanto a la descripción de los personajes, que el autor no lleva a cabo con minuciosidad, puede pasarse este bache por alto ya que en las tres historias de Andrea y la piedra brillante y otros cuentos impera la acción, es decir no importa tanto cómo son los personajes sino lo que hacen, representando esta nueva publicación un acierto dentro de las letras peruanas. Felicitaciones, Christian, y adelante con los proyectos narrativos.