Artículos y reportajes
“De los gozos del cuerpo”, de Harold Alvarado Tenorio
De los gozos del cuerpo
Harold Alvarado Tenorio
Editorial Universidad de Caldas
2012
En espera del gran día

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“Los tiempos han dispuesto / buenas y malas tardes”, dice Alvarado; sin duda. Así es la vida. Vida y tiempo parece que fueran para el poeta una misma cosa o, al menos, que el tiempo fuera el rastro de la vida como si se tratara de los vestigios que deja el caracol cuando se desplaza pero a la vez se deshace. “La vida es implacable / El tiempo inexorable”: de nuevo. No son dos, son uno, o lo mismo. Sin marcha atrás, dolorosos e insensibles, al final, vida y tiempo sólo nos dejan soledad.1 Y el rastro, que no es otra cosa que el pasado, es decir un tiempo muerto, a pesar de desprenderse de nosotros: vale nada.2 Para el poeta ni siquiera el destino, aquel tiempo futuro, puede salvarse del duro escrutinio del que ha vivido: “...Dándome la espalda borraste lo poco /  que había en mi escrito la fortuna, / esa otra mentira del destino. / El destino, otra mentira de la suerte...”.3

El hombre no tiene escapatoria, sugiere Alvarado. Gira en el centro de un círculo que integran de manera confusa pasado, presente y destino, o vida y tiempo. Un círculo que sin descanso viaja de tal forma que ni aun la ilusión del olvido es posible: “El tiempo nada cura. / Menos la sal de estos ojos / que alegraron la belleza de tu juventud / y esta lengua que bebió de tu carne. / Jamás, nada sanó el tiempo. / La vida no descansa”.4

Quisiera el poeta un hombre que pudiera abstraerse, excluirse y gozar siendo feliz al margen de aquel círculo que gira eternamente, pero no hay manera. Sabe que la condena consiste en esa especie de infierno del que sólo lo librará la muerte —tal vez por eso la cercanía del “día definitivo” permita al menos la ilusión de “mayores goces” para la carne—5 y por supuesto, la imaginación de “otros mundos” en los que quizá “haya color, luz, agua y descanso...”.6

No creo que el cuerpo sea, como sugieren los críticos, el territorio de la poesía de Harold Alvarado Tenorio. Su ámbito es el tiempo inexorable y brutal. El tiempo que los dioses convirtieron en el único espacio en el que es dado vivir a los hombres y que los subyuga advirtiéndoles que siempre carecerán de inmortalidad.

En el entretanto, antes de la muerte y en los descansos de la imaginación, más vale aceptar el estoicismo que según Alvarado exhibía María Jónsdóttir o aceptar el proverbio: “No hables / mira cómo las cosas a tu alrededor se pudren”.

Debe decirse que estos poemas son la bitácora de un minucioso viajero del tiempo, es lo que esperamos de un verdadero poeta. Sin duda Alvarado Tenorio sí encontró, como los grandes, cierta manera de burlar, por momentos, aquel círculo eterno.

(Publicado en la revista Libélula, Nº 61; Manizales, diciembre de 2012).

 

Notas

  1. “A Marina Gálvez en Madrid”: “Nada nos deja el tiempo (...) todo es la soledad”.
  2. “Desperdicio”: “Que el pasado caiga desde nosotros (...) Nuestro pasado vale tres cuartos. / Vale nada”, y El tiempo pasa en vano: “...debes estar seguro: el tiempo pasa en vano”.
  3. “Un siglo”.
  4. “Del olvido”.
  5. “Una barba de Camden”.
  6. “Loma castellana”.