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Poemas

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Campesina

Tan chiquita
que la camisa es un prendedor a solas con el viento
sobre el costal de maíz

largas pestañas y una mano
recóndita
anémica

Es labor de siembra
que adjudica a la vida
la sombra
de las moscas azules.

 

Las caras al sol

No sabes por qué el viento
chispea como una estrellita aterida sobre el estanque
y unos redondeles naranjas te ofrecen callar desde el vestido
a cambio de hadas de azúcar y hebillas refulgentes

y el viento chispea y socorre
a tus lloros burlones
que el calorcito de la tarde pobre
vuelve a estamparte en el repaso

y todo, te dicen, porque aquí
la malagana
no se castiga
y a lo sumo, se prohíbe el ingreso al estanque
de las desobedientes.

 

II

Clarísima
porque despunta con la mañana
y porque, además, trabaja con una huellita
que abrillanta
y ajusta sobre las raíces frescas como aleros solos, piensa,
corrigiendo hacia abajo las piernas trémulas
de regreso a la jornada.

Raja horas y horas en los pastizales;
y recoge hebras
yuyitos morados que asolaron los insectos

y los pica en la punta nuevamente
y de repaso en repaso
sobre la flojera de las mejillas
lagrimea y mariconea con el tal recuerdo ese
de la plaza

y el tobogán infinito.

 

Carnaval

porque ella había estimado la radiación, el beso de las noches pintas,
temió y entonces
cayó en la trifulca

los jóvenes rebeldes no ignoraron su rostro diáfano sobre las piedras
del entorno
—no cualquier mujer salía desde las montañas con temor hacia las calles
y enfrentaba a la guardia—: Ella sabía que jamás llovería como en el carnaval
y, por otro lado, las ropas soleadas
las caras del diablo y el pueblo
no eran
allí
los condenados a estar tendidos de despacho
con los pelos suaves, como se dice,
sino
          los malditos que ha venido a arrancarlo todo.

 

Episodio acerca de la implosión de la mariposa tremenda temblando en una esfera de microbio

¿Qué significa el esfuerzo en la gran llanura, comparado con la lucha en la mar traidora o en la montaña empinadísima?
Roberto Arlt

Sufrimos por el deseo inacabable de ser acariciados.
Armando Discépolo.

A veces te quiero cerrada a veces te quiero
abierta a vos.
(Decir impulsivo)

, entonces se levantó un buen día, miró furiosa una mesa cualquiera
y allanó los caminos
regresándose mariposa; multiverso

tomó un espantapájaros hecho con la escoba de los robles
y disparó una,
otra vez
contra la guardia terrateniente —era de temer que ella es la mujer muerta— dijeron en la plaza pública y el almacén
                                           Y quizás porque el viento
es padre
y los zapatitos no se han hecho añicos aún —aunque estén depuestos en el magma diabólico y rodeados de bichos solemnes que cobijan la luz para los muertos—
                                           Y quizás porque ella ha sido siempre, desde niña, muy laboriosa con las herramientas del aserradero
es que se rajó
ruda
hacia la guardia
de
enfrente;
y no mugió cuando todavía el escopetazo alentaba un circuito profano
y ni una queja cuando le llamaron ¡malavida! y malavida que ¡ahí tenés!
y malavida llore llore.

La morera alzó para el universo el fruto poderoso, además.

los robles coronaron el homenaje de los paisanos con sus melenas diversas
y enaltecidas —la lluvia estalló contra la penosísima lumbrera de la casa— Y estos hombres  junto a un hacha joven conquistarán la tierra algún día.
Lo prometo
Lo prometo