Artículos y reportajes
Claudio GayClaudio Gay: científico, explorador y viajero romántico

Comparte este contenido con tus amigos

Algunos antecedentes

El siglo XIX es un hito muy novedoso y dinámico en cuanto a sucesos políticos, desarrollo tecnológico e incrementos cognitivos en las distintas disciplinas. Por ello no resulta extraño que este siglo sea el momento de la consolidación de la sociología, de la psicología, de la oceanografía o de la vulcanología, como nuevas ramas del saber. O que en cada disciplina se muestren resultados novedosos, v. gr., el descubrimiento del planeta Neptuno, en el plano de la astronomía; la Teoría de la Evolución, en la biología, o los rayos X, en física. Y en cuanto a los vaivenes sociopolíticos, recuérdese nada más, a manera de ilustración, el ciclo de revoluciones que se inicia en España en 1820, o las oleadas sucesivas de revoluciones que principian en Francia en 1830, o las expresiones revolucionarias que desde 1848 se observan en muchos países de Europa. Por tanto, en este contexto, se comprende que muchos científicos europeos viajen a América y algunos específicamente a Chile; unos debido a los conflictos políticos en sus países, otros simplemente para dar cumplimiento a las exigencias de las comisiones científicas, ordenadas por los gobernantes de algunos países del Viejo Mundo, como es el caso de Alcides D’Orbigny, que recorre América Meridional entre los años 1826 y 1834 por encargo del Museo de Historia Natural de París. Sin embargo, la mayoría de estos científicos decimonónicos lo hacen movidos por el asombro que han ocasionado en sus espíritus las descripciones románticas sobre diversos referentes de la flora y fauna americanas, que han difundido en la comunidad científica internacional sabios como Humboldt, Bonpland y otros. Así, en esta época llegan a Chile autores franceses, polacos, alemanes, austríacos e ingleses, entre otros.

Claudio Gay es uno de ellos. Había nacido el 18 de marzo de 1800 en Draguignan, en la región de Provenza, Francia, y luego de cursar sus estudios básicos empieza a orientar su vida hacia el trabajo científico, hasta que finalmente, a los 28 años, obtiene su título de profesor de química y física y el grado académico de doctor en ciencias. Este año resulta decisivo para Gay, pues además de obtener los logros mencionados es designado corresponsal del Museo de París, y también este mismo año es contactado por el periodista Pedro Chapuis, quien le ofrece trabajo en Chile. Tras algunas negociaciones, Gay firma un contrato con Chapuis para viajar a nuestro país. Su trabajo consistiría en contribuir a la fundación de un colegio en la capital del país, y asumir una cátedra vinculada a las ciencias naturales.

 

Su llegada a Chile

Claudio Gay llega a Chile en diciembre de 1828 contratado específicamente para impartir clases de física e historia natural en el Colegio Santiago, en la capital. Y luego, en septiembre de 1830, es contratado por el gobierno de la época para realizar una exploración del territorio nacional y dar cuenta de los especímenes de la flora y fauna nacionales; el convenio incluía, también, la realización o implementación de un museo de historia natural, confeccionar algunos planos cartográficos y preparar una estadística sobre el estado de la producción nacional. Todo lo anterior servirá de base para su posterior Historia física y política de Chile (26 volúmenes), y sus dos Atlas de Chile.

Pero el gobierno no es el único referente para el cual trabaja el sabio galo. También lo contrata más tarde la Sociedad Chilena de Agricultura y Beneficencia, creada en 1838 (actual Sociedad Nacional de Agricultura), y dedicada a abarcar nuevos negocios agrícolas, a establecer compañías productivas y al fomento de la ganadería en general en el país. Así, muy pronto el sabio galo está prestando asesorías para esta entidad, e incluso más tarde llega a ser integrante de la directiva y asume la responsabilidad de seleccionar proyectos agrícolas y ganaderos. Entre el universo de trabajos que realiza para la entidad, recordemos un ensayo sobre la “Rubia” (Rubia chilensis, Mol.), planta tintórea muy común en Chile, que se encuentra desde Aconcagua hasta Chiloé y que, según Gay, podía ser de enorme utilidad a la industria nacional. Por encargo de la misma sociedad, dibuja el plano para el futuro Jardín de Aclimatación de Plantas para Santiago, y elabora el trazado de los jardines de la Quinta Normal de Agricultura. Los socios de la Sociedad de Agricultura comprenden rápidamente los beneficios económicos y la proyección de crecimiento social que se generaría con la explotación de algunos recursos de la flora y fauna nacional que está dando a conocer el sabio galo. En rigor, luego de la exhaustiva descripción de las especies autóctonas, que realiza Gay, la variedad de recursos naturales comienza a hacerse visible a los intereses empresariales; tanto que principian a buscar nuevas formas organizativas para explotarlos y distribuirlos.

 

Su recorrido por el país

A su vez, la labor propiamente naturalista de este investigador queda asociada tanto a su empeño por recolectar plantas, animales, fósiles y objetos indígenas, que va ordenando en el Museo de Historia Natural, ubicado en sus orígenes en un edificio de la calle Catedral, como por su extensa trayectoria científica y de exploración del territorio, que lo conduce a lo que será la pasión de toda su vida: realizar la taxonomía del cuerpo físico de Chile. Para ello recorre gran parte del territorio nacional entre los años 1830 y 1842; así, viaja por el despoblado de Atacama, La Serena, los valles de la zona central, la precordillera, los bosques húmedos de Valdivia, Valparaíso, Colchagua, Aconcagua, la isla de Chiloé y tantas otras regiones; hasta cubrir, solo o acompañado de sus colaboradores y de algún baquiano conocedor de los más aislados resquicios del territorio nacional, casi todo el país. De esta manera va recolectando miles de especímenes de la flora y fauna regionales, los cuales clasifica más     tarde; luego, en la soledad de su escritorio y con la ayuda de la bibliografía de la época, principalmente siguiendo el modelo taxonómico de Linneo, pero con algunas innovaciones que recibe de la influencia de los años de su formación en el Muséum d’Histoire Naturelle, en París.

En este largo proceso, a menudo quedan de manifiesto las vinculaciones recíprocas entre las especies zoológicas y botánicas y el hábitat de las mismas y la interacción de los lugareños con las mismas. Por ejemplo, para dar cuenta de un exponente de la flora, señala:

Typha angustifolia

T. Angustifolia Linn. –Endl., Bot., t. 1456, etc.

Vulgarmente Paja de estera y Cortadera macho y en España Enea.

Planta que alcanza cinco y más pies de alto, con tallo muy recto y tieso. Hojas lineares-angostas, convexas en la parte superior, algo cóncavas en la inferior, erguidas, coriáceas, y más largas que el tallo. Espiga masculina algo apartada de la femenina, y ambas cilíndricas. Filamentos de las flores machos una vez y media más largos que las anteras... Planta muy cosmopolita y algo común en los lugares pantanosos de Santiago, etc. Las hojas se emplean para cubrir chozas ó barracas, hacer asientos de silla y sobre todo las esteras tan generalmente empleadas en la república.

Y, para aludir a las propiedades de un mamífero marino, señala:

Otaria Porcina.

O. Porcina Desmar., mam., p. 252, -O. Flavenscens? Poepp. Fror. Not. 1829, Nº 529 —O. Molinae, Dic...

Vulgarmente llamado Lobo de Mar ó Toruno, y Lame ó Uriñe entre los indios.

Cuerpo algo anguloso en los costados, de un bruno canela, mas pálido por bajo, y de seis á siete pulgadas de largo. Cabeza redonda; ojos grandes; orejas pequeñas y cónicas: boca rodeada de bigotes de un blanco sucio, muy derechos y espesos. Pies negruzcos, glabros y arrugados. Cola muy corta... Estos animales son sumamente útiles, puesto que los machos dan hasta cuatro galones de aceite y las hembras cerca de dos, con el cual se alumbran en las tiendas, particularmente en Chiloé, y casi todos los habitantes del campo no tienen otro de que servirse, llenando una candileja, en la que ponen una mecha, y colocándola enseguida en uno de los rincones de su habitación.

Así, durante doce años, desde 1830 hasta 1842, sistemáticamente, recorre el país y va incorporando los representantes endógenos del mundo orgánico chileno a la ciencia europea, a la ciencia universal. Es una labor tediosa tal vez, si se mira con ojos contemporáneos, pero grandiosa si se la sitúa en el período histórico de una joven república que se está construyendo y consolidando jurídica y científicamente. Por ello Gay, al igual que los científicos románticos europeos, sabe que está realizando un gran esfuerzo y se siente privilegiado por esa oportunidad, que lo hace sentirse plenamente consciente de estar haciendo una contribución no sólo a Chile, sino a la comunidad científica internacional y en suma a toda la humanidad. En esta labor se gasta su vida, su vida entera pasa a ser el estudio de la flora y fauna de Chile: ora concentrado en buscar los instrumentos apropiados para la observación, ora en encontrar los colaboradores más idóneos, luego en levantar algunos planos del territorio nacional y así sucesivamente.

Y luego del período exploratorio en terreno, vienen muchos años más de trabajo, en París; ya sea revisando la taxonomía imperante que lo obliga a leer nuevamente las obras de Linneo y Molina, o las de Darwin, de Humboldt y Philippi; estas últimas, según van apareciendo en la medida que va sacando a la luz pública los tomos de su Historia física y política de Chile; cuidando la redacción y la presentación y preocupándose de cada detalle de la iconografía de sus dos volúmenes de su Atlas de Chile. La preocupación por las imágenes de los referentes taxonómicos es una característica de la ciencia de la época; esto se comprende mejor si se tiene presente que Humboldt por su recorrido en América Meridional también se ayudaba mucho con las imágenes; era una característica de la ciencia romántica. Justamente, Humboldt y Gay contaron con la cooperación del pintor Mauricio Rugendas para ilustrar algunos especímenes y situaciones sociales. En el caso de Gay, esto es observable en el Atlas de Chile. Los tomos de la Historia física y política de Chile, de Gay, aparecen entre 1844 y 1871, y como él fallece en 1873, prácticamente la mayor parte de su vida tiene los ojos puestos en la naturaleza y en la sociedad chilenas.

Gay es un científico con formación académica ilustrada, pero romántico en su forma de vida y en su trabajo científico. En él, en su psiquis, se entrecruzan el rigor científico y el profundo dolor en su vida personal, tal como se comprende cuando se estudia su biografía y se siente el impacto de la muerte de su única hija, y si se pone uno al tanto de las desavenencias conyugales y de su ruptura matrimonial. Sin embargo, a pesar de todas sus carencias afectivas y de su faceta de hombre tímido, logra situar a Chile en el concierto de las naciones civilizadas del mundo occidental y da a conocer los especímenes vernáculos existentes en el país. Su romanticismo está presente en su forma de vida y en el fuerte énfasis por la ilustración de los observables, como complemento de la sistematización. Así, la presencia de íconos es una constante en su trabajo descriptivo, que manifiesta a su vez un cierto correlato con el esfuerzo de Humboldt, al ilustrar éste último los referentes orgánicos de América, destacando sus aspectos estéticos. No es casual, por lo tanto, que Humboldt y Gay hayan pensado en Rugendas para sus ilustraciones.

 

La visión romántica de su legado científico

Gracias a la sistematización de Gay, la comunidad científica incorpora nuevos ejemplares a su ordenación del mundo, y los empresarios saben con qué exponentes de la flora y fauna pueden contar para insertarlos efectivamente en la naciente industria chilena. Su obra es una especie de radiografía oficial de la flora y fauna chilensis, lo que, sumado a los aportes cognitivos de los otros sabios que están llegando al país, se inserta en el proceso de industrialización y en la entrada de la modernidad al país. Este es uno de los aspectos que de ordinario olvidamos cuando se aborda a Gay sólo como historiador: que su tarea científica queda subsumida en la propia construcción de la República, en el ámbito fundacional, y que, por tanto, si podemos reconstruir el marco epistémico en que se desenvolvió Gay en Chile, estaríamos contactándonos con nuestra propia historia como chilenos, y podríamos percibir la visión peculiar de la naturaleza que nos ha legado.

La contribución del sabio galo a la ciencia decimonónica en Chile, por tanto, sirve de base para el asentamiento de la ciencia nacional. Contribuye al levantamiento de algunos planos de ciudades, recorre el país para la clasificación de los exponentes de la flora y fauna nacionales, realiza algunos cuadros estadísticos sobre el comercio y la agricultura nacional, funda el Museo Nacional de Historia Natural, publica su Historia física y política de Chile y los dos Atlas de Chile, entre otros. Así, por ejemplo, si consideramos el punto referente a la sistematización de los exponentes orgánicos existentes en el país, que ya ilustramos con antelación, se observa que este autor clasifica a millares de mamíferos de nuestro territorio, tales como el puma (felis concolor), el pequeño pudú (cervus pudú), el murciélago orejudo (stenoderma chilensis), la nutria (lutra felina), el chingue (Conepatus Chinga); a insectos como la termita chilena (termis chilensis), el caballo del diablo (Bacteria spatulata) o un tipo de coleóptero como por ejemplo el Cantharis Marginicollis. Y en el plano ornitológico, nos ha legado la sistematización de cientos de aves, tales como la tortolita cordillerana (columbia auriculata), o el pato de la cordillera (Raphipterus chilensis). En el ámbito de la flora, millares de variedades de especímenes han quedado consignados en el universo científico, entre árboles, arbustos, plantas y flores. Entre las plantas traigamos a presencia la tuna (Opuntia vulgaris); entre los árboles recuérdese la sistematización de la palma chilena (jubea spectabilis) y el quillay (quillaja saponaria), entre tantos y tantos otros.

Empero, se comprende que lo precedente es lo visible, es el ámbito cuantitativo de su acopio y de su praxis, pero detrás hay una mirada romántica de todo el territorio nacional que hace señales por ejemplo a través de sus dos Atlas de la historia física y política de Chile, donde está de manifiesto el romanticismo pictórico en la adecuada selección de los colores y escenas costumbristas, muchas de ellas pintadas por Mauricio Rugendas, quien cumple además un rol de apoyo para la investigación científica, en tanto se desempeña como ilustrador de diversas escenas de la vida, la naturaleza y la sociedad chilenas, tal como se puede apreciar en los dos Atlas de Gay, cuya aparición acontece en París en 1866 como colofón de su magna obra de 26 volúmenes: Historia física y política de Chile. Lo propio había hecho antes el naturalista Alexander von Humboldt, por su recorrido en la América Meridional, al ilustrar, luego de sus viajes, las escenas de lugareños y de especímenes autóctonos de estos parajes americanos. Volviendo a Gay, entonces, queda claro que es un científico romántico porque su descripción sobre el universo biótico del país rescata, además de lo utilitario —que es lo que se espera de la ciencia universal desde el siglo XVIII, por ejemplo—, toda la riqueza de una interacción no expoliadora de los nativos y lugareños para con los observables orgánicos e inorgánicos del período. Ello ya no será así a partir del período finisecular decimonónico, en que se observa una orientación científica más proclive a la utilización masiva de los recursos. Mayor razón, por tanto, para comprender el énfasis descriptivo romántico de Claudio Gay y su obra sobre la visión de Chile.