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“El Carnicero de Lyon”, de Manuel LassoLa gran novela del escritor Manuel Lasso
El Carnicero de Lyon

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De impecable redacción y de una realidad sorprendente, esta es una historia arrancada del corazón del Maldito, una novela extraordinaria de Manuel Lasso que muestra el alma del asesino de vocación Klaus, El Carnicero de Lyon (Milabar Works, 2012).

Nos pinta a la perfección ese ambiente de terror con las imágenes de Hitler por todos los muros y rincones de los palacios. Ciertamente el Nacionalsocialismo hizo de dos grandes genios sus primeras víctimas. Uno fue Wagner, el gran Richard Wagner. Ningún artista ha levantado tanta pasión de amor y odio, como dice Thomas Mann en su hermoso estudio en francés Les douleurs et la splendeur de Richard Wagner. Este hombre llevó una existencia pobre, empujado por la intensa inquietud, el tormento, poseído de sus personajes, buscando mujeres de buen peculio para poder sobrevivir y desconocido para terminar en la gran gloria de la construcción de su gran teatro en Bayreuth. El otro personaje fue el maestro Nietzsche. Ninguno de ellos es culpable de que el Nacionalsocialismo lo tomara como símbolos de un valor que ellos estaban lejos de practicar y de una libertad que los hizo diferentes a todos.

Esta gran novela de Manuel Lasso, que se habrá de convertir en un hito en la literatura de la defensa de los derechos humanos, se desenvuelve en el periodo de ocupación nazi. Empieza en L’Ecole de Santé Militaire, cerca del Rhône, especifica el narrador en el Hotel Terminus, mientras que el ambiente wagneriano es intenso y propio de un teatro musical, Die Walküre, lamentablemente expropiado por el totalitarismo socialista, en este caso el nazi, que contribuye enormemente a dar inicio a ese espacio wagneriano de la novela. También se exaltaban los mitos germánicos que no tenían nada que ver con el nazismo. Wagner siempre estuvo movido por la lucha del bien y del mal, como lo hiciera Goethe con su gran Fausto. Cualquier obra wagneriana expresa esa lucha, el drama del hombre entre elegir el bien o el mal. Veamos por ejemplo que del Parsifal, donde la filosofía shopenhaueriana de la piedad tomada por Wagner con una mezcla del cristianismo, surge la gran leyenda del Grial, el vaso donde Jesús en Jueves Santo bebió la última gota de su martirio. Le Vaisseau Fantôme o El Barco Fantasma, el barco maldito que jamás puede llegar a puerto alguno, la nave lúgubre pilotada por su capitán, un holandés errante que seguirá así por los mares hasta el juicio final a menos que sea salvado por una mujer. Voilá el eterno femenino que eleva al hombre a Dios y que reivindicó a Goethe en el camino a las alturas celestiales, léase el tormento de su Fausto.

Y así, de la profundidad y del gran contenido del alma humana salen sus dramas musicales. Evidentemente Wagner introduce a la ópera un elemento propio de él, el teatro, ese drama intenso y a veces demasiado largo. Baudelaire, el gran poeta de la llamada civilización francesa, tiene un hermoso trabajo, L’Art et La Revolution, sobre Wagner cuando estuvo en París para presentar su Tannhäuser. En una carta que continúa su escrito dice: “Je veux vous dire que je vou dois la plus grande juissance musicale que j’aie jamais épruvée...”.

Esta novela, El carnicero de Lyon, nos recrea con toda sutileza de realidad la caída de esta ciudad de Lyon. Veo y me parece escuchar las pisadas de los nazis desfilando por sus calles, entonando sus canciones típicas del folklore germánico, como muy bien las describe Manuel Lasso: “Vorwarts, immer vorwarts!” (“¡Adelante, siempre adelante!”). Toda esta dictadura, como lo fue también la bolchevique, lo que buscaba era aterrorizar, imponer el horror y el miedo como los famosos tanques Panzer que avanzaban por las calles para espantar a los curiosos.

Interesante el estallido de la bomba que hace volar al soldado nazi que homenajeaba a la estatua de Luis XIV, a quien le cantaba el Horst Wessel. De pronto aparece Klaus, tal cual es, quien antes era un sombra que recorría las habitaciones de tortura para encontrar la verdad, es decir, a los enemigos. Un torturador que se deleita con los pájaros, loros habladores, así quiere parecer que tiene algunos afectos tiernos que lo hacen muy humano. Luego que uno de los loros canta, en uno de los capítulos más brillantes de la novela: “¡Muerte a Hitler!”, intentará cazarlos, pero éstos salen volando.

Seguidamente vienen los grandes episodios por mantenerse en Lyon. El coronel S.D. Fritz Harteck, ofuscado con el ataque de la resistencia francesa que lo vuelve loco, busca la ayuda del general Hans Herbert Auerbach, quien antes de la guerra había sido algo así como un “viviani”, es decir un vividor de la calle que sabía de todo. Como se diría en mi barrio de Lima era un todólogo, desde mago hasta figura de circo, cuya vida se había desarrollado entre elefantes, tigres y pajarracos, y era ampliamente conocido como el Faquir de Berlín. El general le explica que no estaba de acuerdo con enviar una división Panzer a los bosques de Ain, porque esos soldados eran reservistas y esperaban que terminara la guerra para volver a Alemania y descansar en paz, y los nuevos combatientes eran muy jóvenes, inexpertos en las armas que podían caer fácilmente en manos de la resistencia.

La novela cobra más realce donde la magia y la brujería inquietan más a los generales alemanes que a la resistencia. Al no poder capturar a ningún maqui deciden ir tras el alcalde de Oyonnax con resultados negativos, porque este hombre como un brujo se perdió en los bosques.

Los mil años de dominación aria que predijeron los astrólogos del nacionalsocialismo se hicieron pedazos al ritmo de los Nibelungos y se acaba la estadía del asesino Klaus en Berlín.

Luego vemos a este siniestro personaje, pintado magníficamente por Manuel Lasso como un rubio paseando por los portales de la plaza San Martín, feliz de la vida, sin culpa ni noción del mal. Sabemos que le gustaba el café de Chanchamayo, luego se perdía por el Campo de Marte, soñando tal vez en reconstruir una fuerza del crimen. Solía frecuentar el hotel Crillón con sus amigos, pero a diferencia del gran Wagner no sabía nada, no tenía oído musical, prefería ir a un restaurante y comer su plato de ceviche haciendo comentarios sobre mujeres. Siempre le acompañaba su amante Casandra, una morena de origen cubano que solía bailar el mambo de Pérez Prado, era un espectáculo, no sabía de política y creía que su rubio amante era un ángel. Ella era devota de la Virgen de la Caridad del Cobre y solía abandonarse tanto a la música de Pérez Prado y al baile como a las intensas plegarias suplicándole a la Virgen que le diera amor y paz. No sabemos si tuvo abundante amor y paz, pero sí mucha fe y mucha alegría para invocar a su santísima Virgen del Cobre.

El personaje Klaus se desenvuelve tanto en Francia como un experto en la tortura, como en Lima. Es maravilloso cómo Manuel Lasso nos lo presenta en esta hermosa ciudad de los jardines; evidentemente, el carnicero Klaus, que tenía como oficio torturar y deportar judíos a Auschwitz, en Lima se siente feliz, acompañado de su hermosa cubana que baila perfectamente el mambo de don Pérez Prado, desnuda para él como si fuera una virgen salida del mar. No hay duda de que esta mujer se queda con el carnicero Klaus porque es un ángel hermoso del mal, un rubio brillante con bastante glostora en el pelo; podríamos pensar que al fin este personaje en Lima se redimiera lejos del movimiento envolvente del nazismo, pero no, siguió inmerso en las salas de tortura con toda la seguridad que el Estado le ofreciera. Así pasó de prestar servicios a Estados Unidos como luego al Perú. Se dice que se le vio caminando por la vieja Prefectura, de prisa a cumplir con sus obligaciones de coaccionar al detenido con los golpes y las amenazas.

La sicología nos ha señalado los horrores del hombre levantado en su soberbia de la Torre de Babel, así Hitler y su movimiento socialista, nacionalsocialista, se propuso construir el hombre nuevo; Lenin y Stalin se identificaban en que no necesitaron un hombre libre y en los horrores que desarrollaron, en su deseo y ansia de crear algo nuevo para el hombre mediante el crimen y la mentira.

¿A dónde conduce un régimen a base de mentira? A través de este personaje, magistralmente desarrollado en la novela El Carnicero de Lyon, el tal Klaus, el autor nos lleva por los episodios de un régimen en picada, el nacionalsocialismo. No es casual que todos estos proyectos de mejorar al hombre de raíz, desde sus genes, tienen un común denominador: el socialismo ha irrumpido como dictadura del mal, porque primero acaba con la libertad que tanto decían defender, luego todo lo someten al poder único de un partido que es a la vez el Estado.

En sus inicios fue Lenin, el cabeza de gato, su cabeza era pequeña, más que inteligencia en su corteza gris había astucia y obsesión, lo mismo se podría decir de los demás paranoicos sociales, los monjes del terror, de costumbres raras para el común normal de la gente, nula vida afectiva, sensual, ese amor al prójimo que podría encajar en todos los socialismos que veremos se convirtió en totus crimen sine lege, contrario al derecho que dice nullus crimen sine lege.

Félix Dzerzhinsky, un socialista obsesivo por exprimir la verdad, creador de las famosas checas para fines sociales de tortura y muerte, para detener al sospechoso, estas famosas checas las introduce en España la república del crimen y del terror, Laurencic, arquitecto de la muerte, recogido por Indalecio Prieto para hacer más efectivo el terror de la república contra católicos y disidentes.

Los socialistas alemanes también perfeccionaron la tortura con los judíos, polacos, ¿por qué?, ¿qué pasaba en el alma de este colectivo socialista de Alemania conocidos como nazis? Ciertamente no hay lógica para el crimen como ese anhelo, mejor dicho obsesión, para hacer sufrir al otro y matarlo, solamente es el ansia de cortarle la libertad al otro y que todos sean iguales en el pensar y actuar.

Este criminal, más conocido como el Carnicero de Lyon, uno más dentro del organigrama del crimen social, pueden agregarse todas las razones partidistas que pretendan justificarlo, a uno y otro, como etnia diferente, raza superior, que es lo mismo, espacio vital, predominio de una lengua, que ya la sociología en sus inicios con Gobinau y Chamberlain habían desarrollado al hablar de la raza superior, de la cual otro mediocre español de nombre Sabino Arana toma los arquetipos para especificar a los vascos con su ansia de espacio vital y su diferencia lingüística, así se justifica el intenso terrorismo en Vasconia que cuenta con el apoyo de sus autoridades y hasta del gobierno de turno en España, de tal modo que ese terror se ha convertido en una necesidad del Estado, dentro de las apariencias de libertad y democracia, con más de trescientos mil vascos en el exilio, en tiempos actuales.

Veamos a Klaus, el alma del mal, y en esta frase horrorosamente hermosa entran todos estos socialistas del siglo XIX que inundaron Europa de dictaduras, lo que Nietzsche, mi gran Nietzsche, llamó “la bestia rubia” llamada a sembrar la barbarie en el mundo. Independientemente de las etnias, el crimen político cada vez se genera más en el ansia de conservar y extender el poder para perpetuarlo.

Después de leer este libro, me quedé con una sensación de gran felicidad y con la percepción de que había sido encantado por una gran novela en la que el lector se ríe y se ríe y se sigue riendo, con un humor que fluye libremente, como propulsado por un genio cómico, dejando en la página escenas hermosas como si fuesen perlas en un inmenso desierto y con la sensación de estar presenciando el surgimiento de un nuevo maestro de las letras.