Sala de ensayo
“La ventana en el rostro”, de Roque DaltonLa influencia de César Vallejo en La ventana en el rostro de Roque Dalton

Comparte este contenido con tus amigos

You are endangered more by your desire for community (nostalgia?), even if it be the apocalyptic community of the revolution, than by the horror of loneliness that speaks from so many of your writings. (Letter from Gershom Scholem to Walter Benjamin; quoted by Robert Alter. Necessary Angles, Cambridge, Massachusetts: Harvard UP, 1991: 8).

I. Planteamiento del argumento

El estudio de la bibliografía crítica sobre la poesía del escritor salvadoreño Roque Dalton García (1935-1975) apunta a la filiación literaria temprana del escritor centroamericano con la escritura de Pablo Neruda (Lara-Martínez, Estudio... 113-115; Melgar Brizuela, 29-40; García Méndez, 158-159) y de César Vallejo. La influencia de Neruda es palpable en los llamados “Poemas tempranos” de Dalton y también en partes de La ventana en el rostro, el primer libro de poesía publicado por el poeta salvadoreño en 1961.1 El propio Dalton ha reconocido, si bien para rechazarla, la influencia de Neruda en su poesía temprana (García Verzi, 16, 21, 42; García Méndez, 159). Las declaraciones del poeta salvadoreño en una entrevista con Benedetti deslindan la relación que Dalton dice tener con la escritura fundacional de Neruda:

Mira, yo quisiera ser uno de los nietos de Vallejo. Con la familia Neruda no tengo nada que ver. Hemos roto nuestras relaciones hace tiempo. De todos aquellos que surgimos impulsados por el clima de Vallejo (aunque a esta altura no sé si quedará algún rastro en nuestra expresión formal), descarnado y humano... (31).

Como ha señalado Lara-Martínez, el rechazo de Dalton a la poesía de Neruda se basa en objetar el “lenguaje libresco” del poeta chileno a favor de “la vivencia bruta” (Estudio, 127) que, según el poeta centroamericano, caracteriza a la poesía de Vallejo. Dalton consigna con claridad en la cita anterior el deseo de que a su poesía se le afilie con la poética escritural de Vallejo basándose en la visión de éste como el paradigma del intelectual “descarnado y humano”. Es importante notar que Dalton admite que es el nivel ético (“clima”/temática) y no el formal lo que lo afilia con Vallejo. Las palabras de Dalton son relevantes para los propósitos de este trabajo porque veremos que en LV la influencia de Vallejo en el poemario no se limita meramente al nivel “climático” o temático (el dolor humano, el compromiso político, la experiencia carcelaria, etcétera), sino que ocurre aun al nivel formal.

En este ensayo quisiera cuestionar y examinar un postulado común en el corpus crítico sobre el poemario LV que tiene una manifestación doble. Por un lado, consiste en afirmar, sin documentarla propiamente, la influencia de Vallejo en LV. Por otro lado, se tiende a minimizar esta influencia o a plantearla como posterior a la publicación de este primer poemario del poeta salvadoreño. Arguyo que una lectura más detenida de ciertos poemas específicos de LV pone en evidencia una clara y significativa influencia temprana de Vallejo en el poemario. Aquí propongo que dicha influencia se encuentra mejor plasmadaen la exploración de la relación dinámica del yo con el nosotros que articula un deseo de comunicación que parte de la conciencia dolorosa de la temporalidad y la existencia humanas.

Antes de examinar en detalle estos aspectos del diálogo entre la poética vallejiana y la daltoniana en LV, valdría apuntar qué han dicho los estudiosos sobre la impronta de Vallejo en la obra poética temprana de Dalton. Comencemos por aquellos que mencionan, pero no documentan, dicha influencia, y luego fijémonos en aquellos que sí la reconocen minimizándola o, en el mejor de los casos, la ven como más importante en la obra posterior de Dalton.

En el “Prólogo” de No pronuncies, una de las aportaciones mayores al estudio de la obra de Dalton en conjunto, Melgar Brizuela afirma que “es innegable la impronta nerudiana en sus primeros escritos, pero luego evoluciona del poema-canto a la poesía lírica-ideológica, ya con la huella de Vallejo...” (29). En el mismo prólogo el estudioso da cuenta de la “influencia de Neruda, Geoffrey Rivas y Vallejo en especial” (37) en el que llama “el primer Dalton”.2 Sin embargo, al comentar sobre LV en específico, Melgar Brizuela parece darle más peso a la influencia del “modelo poético nerudiano” (40) en el poemario y no estar interesado en detallar la mencionada influencia de “Vallejo en especial” en el mismo. Esta impresión se hace más clara si examinamos sus comentarios sobre el que llama “el segundo Roque” (1965-1970?). Sobre esta segunda etapa de la evolución poética de Dalton dice Melgar Brizuela (37) lo siguiente: “Su lector modelo pasa a ser el intelectual socialista latinoamericano con influencias de Vallejo” (ibíd.). La implicación, aunque sutil, enfatiza lo que ya señalé: que la huella de Vallejo es más relevante en el Dalton de la segunda etapa en adelante. El problema no es que dicha afirmación no sea cierta, lo es. Mi dificultad con este juicio crítico radica en que en su afán de establecer esta idea se obvia la manera concreta en que esa huella se manifiesta en un texto ecléctico y fronterizo entre estéticas como es LV.3 Es decir, ya se anuncia aquí la idea de la “conversión” de Dalton al modelo ético-estético representado por el intelectual comprometido que Vallejo encarna como posterior a LV.

La estudiosa Monique Lamaître se ocupa de comentar sobre el incipiente discurso poético de Dalton en LV. El ensayo tiene la virtud de dar algunos ejemplos específicos de la influencia de Vallejo en el poemario. Lamaître llega a identificar como uno de los recursos poéticos más sobresalientes de LV el uso de “las contradicciones de Vallejo” (54), y añade más adelante que “la dimensión ética es precisamente alcanzada en la poesía de Dalton por medio de la tensión entre lo cotidiano o testimonial y el esplendor y la frescura de una lengua soñada, como diría Barthes. En esto Dalton es un discípulo directo de Vallejo” (59). El ensayo de Lamaître, a pesar de sus logros, se concentra mayormente en los aspectos éticos de la impronta vallejiana en el joven poeta Dalton. Para la autora, la influencia de Vallejo en LV se manifiesta, más que en ningún otro aspecto, en la asunción del rol del poeta vidente, “avergonzado de su respiración” (57), y que se identifica con los oprimidos. Aun cuando el artículo afirma esa presencia en un nivel más allá de lo temático al referirse a “las contradicciones de Vallejo”, el mismo no alcanza a detallar la complejidad y profundidad estético-formales que el modelo poético vallejiano adquiere ya en el poemario temprano de Dalton.

Judith Weiss se propone ofrecernos unos “puntos de partida” que nos ayuden a entender el proceso evolutivo de la poética-política de Dalton. Lo relevante del estudio de Weiss es que, tras postular los “puntos de partida” para el estudio de la obra de Dalton, señala vías nuevas de investigación de la misma arguyendo que “entre los aspectos de la obra de Dalton que más se destacan, merecen estudiarse: la presencia de Vallejo en su poesía...” (209). Curiosamente, Weiss no incluye a LV en el corpus de su trabajo analítico; dándonos otra vez la impresión de que “la presencia” de Vallejo en la poesía de Dalton debe buscarse, acaso, en obras posteriores al primer poemario publicado por el poeta centroamericano. Otros estudiosos siguen semejantes argumentos y, con contadas excepciones, son realmente específicos cuando hablan sobre la influencia de Vallejo en la obra temprana de Dalton; especialmente cuando analizan el poemario LV.4

Lara-Martínez es quizá el estudioso más autorizado y que más ha aportado al estudio y catalogación definitiva de la obra de Dalton. Por ello sorprende la siguiente aseveración que hace cuando discute la influencia de Vallejo en Dalton.

En 1963, se convierte al credo poético del peruano César Vallejo. Reniega de su pasado nerudiano. En el cholo, lo libresco del chileno da lugar a la razón de la vivencia bruta. Vallejo es el paradigma del “nuevo tipo social” latinoamericano. En él descubre atributos con los cuales renovar su propia poesía. Ambienta el mestizaje del continente. Utiliza el poder de la blasfemia, ese “acto de fe desesperado” que le es tan caro a Dalton. [...] Dalton encuentra en espíritu al peruano César Vallejo (Estudio, 127; énfasis mío).

La sorpresa de este juicio crítico no radica en detallar, como bien lo hace, la evolución poética de Dalton desde sus orígenes miméticos “librescos” (nerudianos) hasta adoptar la poética “de la vivencia bruta” vallejiana. También son acertados los argumentos que emparentan las experiencias vitales de Dalton con las de Vallejo (educación religiosa, crisis ideológica-religiosa, experiencia carcelaria, abrazo de la militancia política y de la causa de los oprimidos) a partir de las cuales se funda un modelo de intelectual que pretende “humanizar la literatura” (127). Es claro que Dalton descarta el modelo poético “adjetival” nerudiano para adoptar al padre poético modélico que reconoce en Vallejo. Lo que sorprende es que se hable de la “conversión” de Dalton al credo poético de Vallejo, como si fuera algo que ocurrió de repente en 1963, ignorando que esa “conversión” ya había comenzado antes. ¿No lleva acaso un epígrafe de Vallejo el poema “Poems in Love to Lisa”, en un poemario donde confluyen poéticas múltiples como es LV? Es claro que Dalton conocía, había leído de cerca y con interés genuino toda la obra del poeta peruano y que la misma lo había influenciado profundamente ya en su primer poemario.5

Tal vez lo que el juicio crítico de Lara-Martínez desea destacar es que dicha “conversión” de Dalton al modelo escritural e intelectual que le ofrece Vallejo puede documentarse fehacientemente en la poesía posterior a LV y mediante las propias palabras del poeta centroamericano; particularmente por medio del examen del ensayo César Vallejo publicado por Dalton en 1963. La versión del ensayo que se publica en Cuba es una ampliación de la ponencia que presentara Dalton con motivo de la conferencia para celebrar los veinticinco años de la muerte de Vallejo en 1938. Las declaraciones de Dalton en este ensayo son relevantes para discernir la naturaleza de la relación entre los dos escritores, pero no deben tomarse como punto de partida original que marca dicha relación.

La lectura que hace Dalton en su ensayo sobre la evolución poética y política de Vallejo es una interesada y selectiva en más de un aspecto. El ensayo de Dalton parece tener varios propósitos relacionados: a) rescatar la figura y obra del Vallejo revolucionario en el contexto de la lucha por la liberación política de América Latina; del Vallejo como “el trágico ofendido” (12); b) cuestionar lecturas o interpretaciones de la obra y vida de Vallejo que lo alejen del modelo revolucionario latinoamericano universal. De ahí la preocupación de Dalton por que no esté claro el significado de “su vida [de Vallejo] dolorosa y de su creación” y “su función dentro de la problemática cultural americana de la actualidad y, muy particularmente, dentro del conjunto de lo que podemos llamar la cultura revolucionaria americana” (9, 10).

Por otro lado, la lectura algo reduccionista de Dalton sobre el desarrollo poético-ideológico de Vallejo es, sin duda, especular. Lo es en la medida en que su descripción de la obra poética de Vallejo en gran parte refleja la evolución poética-ideológica del propio Dalton, desde el burgués individualista culpable y enajenado en su yo hasta el poeta-profeta revolucionario solidario con la causa del pueblo (el otro) y de la revolución.6

Roque DaltonDalton va aun más lejos en establecer subrepticiamente el paralelismo entre su propia evolución ideológico-poética y la de Vallejo cuando comenta que existe en Vallejo desde el principio “un profundo sentimiento de solidaridad con los demás”, pero aún está opacado por el individualismo y la bohemia hasta que llega “al descubrimiento y servicio a organizaciones que le ofrecen la esperanza de poseer una solución a las causas del dolor común”. Dalton también destaca en Vallejo “el amor a los demás como forma de quebrantar la hebra fatídica del destino, la ley de la existencia (sufrir)...” (21). Esta estética-poética y ética-política que Dalton le asigna a Vallejo bien que se refleja en sus propios poemarios iniciales, donde, a pesar de mostrar gestos de rebelión, todavía el escritor no se ha desprendido de ciertas taras ideológicas y estéticas. Como libro, LV escenifica los mismos dilemas y contradicciones que Dalton le asigna al Vallejo dubitativo de Los heraldos negros. Lo que Dalton ya intuye es la necesidad de dar el paso de la expresión del dolor individual a la solidaridad con el otro como modo de escapar a la antinomia de la unidad de lo uno aislado en su propia conciencia de la temporalidad y la historia. Este es, como examino más tarde, uno de los principios poéticos de LV que Dalton hereda de Vallejo y que le llevara a articular su famoso “turno del ofendido” en libros posteriores.

La lectura interesada que hace Dalton se hace más obvia en el momento en que analiza un libro tan único como es Trilce. Dalton tiene problemas en lidiar con la radicalidad del proyecto poético que Vallejo articula en Trilce. Por ello, destaca que debemos ver el libro como una manifestación pasajera de la obra de Vallejo; es decir, una etapa de experimentación de “preparación para responder a necesidades ulteriores” y un programa poético que “no es un fin en sí mismo” sino “una constancia vivida y evidente del fenómeno que se agota en sí mismo como etapa fructíferamente cumplida” (29).

Lo que vengo diciendo queda confirmado cuando vemos la manera de feliz aprobación con que Dalton se acerca a uno de los libros más “obviamente políticos” de Vallejo como es Poemas humanos (1937). Aun cuando Dalton asevera que estos poemas “técnicamente no son una ruptura con Trilce” (29), es obvio que su ojo crítico interesado ve en los poemas de Vallejo publicados póstumamente la culminación estética y política del desarrollo de la obra del poeta peruano. Para Dalton Poemas humanos es “el ejemplo más alto de la poesía en función del hombre” y “el resultado de una labor poética iniciada con Los heraldos negros” (37). Según Dalton esta es en Vallejo “su etapa decisiva” (38). Por la importancia que tiene para establecer el proceso de la búsqueda de ese doble/padre espiritual paradigmático citemos a Dalton:

Pero será el completo y definitivo encuentro con el verdadero camino del hombre —la militancia revolucionaria contraponiéndose o interponiéndose frente al trágico sufrimiento de los hombres— lo que hará de Poemas humanos el libro único e incomparable, ante el cual siempre nos sentimos impedidos de buscar antecedentes y relaciones. Es el caso de calidades de tipo formal deformadas en su real esencia —y no en sentido peyorativo— por calidades de contenido (29).

Como una prueba más de la lectura interesada de Dalton nótese su insistencia en destacar en Poemas humanos la naturaleza política y solidaria con el dolor humano usando un lenguaje mesiánico y religioso. Tampoco es gratuita la intención de Dalton de localizar las contribuciones del poemario de Vallejo en el terreno de la ética (“las calidades de contenido”) más que en el aspecto estético-formal (“calidades de tipo formal deformadas en su real esencia”). Es claro que las dificultades que enfrentaba Dalton con la radicalidad formal y el carácter experimental “transitorio” de Trilce (su desvío del imperativo puramente de contenido o ético) se resuelven para él en Poemas humanos.

La huella de Vallejo en LV es múltiple y más profunda de lo que hasta ahora ha señalado la bibliografía crítica sobre el poemario. La misma se manifiesta a diversos niveles de forma y contenido que van desde el epígrafe, la temática (la crisis religiosa, la experiencia amorosa fallida, la figura de la madre, el tiempo, la experiencia carcelaria), ciertos giros o guiños estilísticos y lingüísticos típicamente vallejianos, e inclusive la paráfrasis de poemas de distintos libros de Vallejo. Como se verá a continuación, la huella de Vallejo en LV se caracteriza por la integración discontinua que hace Dalton de los diferentes libros de poesía del poeta peruano.

 

César VallejoII. La concepción dolorosa de la temporalidad y la existencia humanas: articulación del deseo de comunicación dinámica entre el yo y el nosotros

Entre las huellas de Vallejo que resultan más fáciles de rastrear en LV hallamos la idea de la concepción particular del tiempo y la existencia humanas como dolor. Al mismo tiempo, esta concepción de lo temporal-existencial como dolor plantea la necesidad de superar el aislamiento del yo en un intento de comunicación con un nosotros también sufrido. Sin adoptar la radicalidad que este proceso cobra en un libro como Trilce, donde, de acuerdo con Julio Ortega se plantea “la insuficiencia de la razón y las leyes de la física para explicar la condición defectible y dolorosa de lo humano” (169), en LV Dalton aun así se identifica con este principio filosófico-ético de la poética vallejiana. Veamos cómo ocurre este proceso en el poemario.

Si “el encuentro de la persona con el mundo es también un cuestionamiento mutuo”, como plantea Ortega en su lectura de Trilce (165), este proceso ético-identitario encarna en LV un movimiento dialéctico y paradójico donde por un lado se afirma el nacimiento y supervivencia del yo, y al unísono ocurre una suerte de asesinato simbólico del mismo. Este yo dolido y culposo de LV aspira a superar su dolor individual procurando hacer de éste uno colectivo que luego será conquistado por la vía de la solidaridad revolucionaria. La medida de ese yo de existencia dolorosa en la realidad es la temporalidad en tanto que ella nos hace conscientes de la simultaneidad de la existencia humana. Es decir, existimos en un tiempo-espacio autónomo que, al mismo tiempo que nos individualiza e identifica (confirma al yo aislado), paradójicamente nos hace conscientes del carácter múltiple de la experiencia y el dolor humanos.7

Tanto en Dalton como en Vallejo la conciencia del dolor y la nueva concepción de la temporalidad humana como orfandad no son una afirmación del yo como tal, sino que, como asevera correctamente Ortega:

El poeta debate su propia orfandad, carente de una libertad que no pudo hallar; sin embargo, o por ello mismo, es una orfandad acuciada por un desafío íntimo que exige persistir en el tiempo y en su infortunio, junto a los demás. La libertad que busca no está en sí mismo como una posibilidad individual, sino que está en el debate profundo que impone la misma condición humana, en el signo de la realidad común (173-174).

Lara-Martínez, por su parte, ha observado con acierto que en Dalton la superación de la antinomia en que existe el ser individual por medio de la conciencia de la existencia especular del otro y la militancia política, conlleva el salto a un plano más trascendente que el de lo político. Este es el plano lingüístico y de la comunicación humana. El crítico salvadoreño así lo explicita:

Si hablar es decir “Yo”, en ese mismo instante reconozco a un “Tú”, quien de esa manera me entrega íntegra mi propia identidad. Sólo en la medida en que se reconozca a ese “Tú”, en cuanto a persona, habrá de concederme a mí mismo esa calidad humana también. En consecuencia, el compromiso político como lo entendía la generación ha quedado rebasado por una nueva moral [...] de carácter puramente ético de reconocimiento del Otro, del interlocutor (Roque Dalton: Seis tesis, 4-5; el énfasis aparece en el original).

Esta “nueva moral” de raíz claramente vallejiana, que nace de la conciencia de la existencia y la temporalidad del dolor y sufrimiento humanos, se manifiesta en LV en el drama de un yo que progresivamente busca liberarse de sus lastres existenciales para hallar su realización en la experiencia transformadora que es el reconocimiento del otro. Si lo consideramos en conjunto, el poemario escenifica esta nueva moral en tres núcleos temáticos interrelacionados. Éstos son: 1) la presencia de un yo agónico culposo de su existencia egoísta al margen de la historia y los demás seres humanos; 2) el intento de resolución de esa antinomia en la relación con la amada-refugio —resolución no siempre lograda—;8 3) la declaración creciente de la intención de ese yo de asumir la existencia y experiencias del otro como destino propio al abrir esa “ventana en el rostro” que le da acceso al espacio público y la comunicación fraternal al final del poemario.

Muchos de los poemas claves organizados alrededor de estos tres núcleos temáticos interrelacionados en función del yo nos presentan los dilemas y contradicciones de este yo en busca de justificar su nuevo lugar ético en el mundo. Nos pocos de los poemas del libro articulan la nueva estética y conducta moral siguiendo de cerca el modelo escritural-ético que le provee Vallejo. Junto a éstos, examino al final de esta sección aquellos que, si bien exhiben la influencia temático-ética de Vallejo, su elaboración poética en manos de Dalton va más allá de este nivel estrictamente temático.

La colocación del poema “Estudio con algo de tedio” como el primero del libro no es accidental. Si nos fijamos bien, el poema se refiere a la adolescencia del yo de quince años que “llora por las noches” y se queja de su soledad porque “Pensar a solas duele” (15). Cuando llegamos al final del libro —habiendo ya pasado por el crisol moral de la experiencia carcelaria aleccionadora—, este yo adolescente ha alcanzado “la mayoría de edad del hombre” en el compromiso con el otro y la militancia política.9

La presencia de una poética del dolor como inherente a lo humano tan propia de Vallejo la confirma el revelador epígrafe que acompaña al poema inicial del libro. Es en la paradoja del epígrafe de Beckett donde debemos buscar la clave interpretativa del poema. En el diálogo entre Clov y Hammn, el primero afirma que alguien “llora”, a lo que el segundo responde: “Luego vive”. La implicación es que la existencia dolorosa es lo que confirma el hecho de existir del ser humano. Dalton establece aquí con claridad la equivalencia existencia-dolor como norma filosófico-existencial. También su poema “Poems in Love to Lisa”, que lleva el epígrafe “¡Vámonos! ¡Vámonos! Estoy herido”, tomado del poema del libro Poemas humanos titulado “Intensidad y altura” (Vallejo, Obra poética, 400). Dalton glosa al final de la primera y la segunda parte del poema los versos de Vallejo para presentarnos humorísticamente la relación amorosa y las experiencias vitales del hablante. El sujeto del poema de Dalton (“pobre galeote de este siglo”) no asume el tono dramático y desgarrado que evoca el hablante lírico del poema de Vallejo (“carne de llanto, fruta de gemido”) y prefiere la autoburla. Lo que vemos es la apropiación poética que hace el poeta salvadoreño de uno de los rasgos distintivos de la poética vallejiana. Temáticamente el poema de Dalton y el de Vallejo son similares (hablan del dolor humano), pero la reelaboración del tema por el primero nos muestra cómo éste se apropia de los materiales y contenidos de su maestro para elaborar su propia estética.

Como he venido consignando, la escritura poética de LV dramatiza, paradójicamente, la afirmación y el asesinato simbólico de un yo agónico culposo por su sufrir individual y por su egoísmo narcisista al vivir al margen de la historia y los demás seres humanos. Esto es claro en poemas como “Muertos” (19-20), donde se nos presenta de manera críptica la deuda del hablante lírico con los muertos. Este yo egoísta y suicida se autoflagela verbalmente por su falta de conciencia histórica/comunitaria, por su odio irresponsable de la vida. Este es un yo confesional y acechado por las voces y exigencias éticas de los muertos.10 En similar dirección apunta un poema como “El cínico”, donde surge la idea de superar el egoísmo y narcisismo de los suicidas, quienes “siempre tuvieron una mortal pereza de sufrir” (25).

Las referencias constantes a “la hora de la ceniza” como pasado simbólico del yo sufrido superado y la decisión de abrazar la causa común de los hombres mediante el acto de sufrir colectivamente, aparece en los poemas “Hora de la ceniza”, “Mi dolor” (“amo a mi dolor / como a un hijo malo”), “Y sin embargo, amor...” y otros muchos. El siguiente fragmento del poema “Las gentes” resume explícitamente esta temática central al poemario.

(...)
Al ver pasar las gentes como un río que ama
comprendo que es alguien como Robinson Crusoe
                                                                        (y no yo)
el hombre más desgraciado y peligroso de esta época,
porque amo a las gentes sin pedir permiso
y odio al suicida que yo quería ser... (39).

El poema final del libro, de acertado título “Me voy”, resume con acierto los núcleos temáticos centrales del poemario y, sobre todo, refleja el compromiso político y la madurez del yo que ha superado su adolescencia narcisista (“mi existencia de ciego”) incorporándose al otro/interlocutor como hermandad y comunicación. El tono casi evangélico del poema atestigua la transformación de ese yo antes culposo y ahora Mesías iluminado en la esperanza de la lucha por la justicia.

Me voy.
Me acuden las palabras
y las piedras
y el aire.
(...)
que soportaron mi existencia de ciego,
me pregunto por ti, recuerdo tu hambre,
te robo un mínimo puñado de dolor,
camino después de hoy, os amo a todos,
os amo a todos, caminad conmigo... (126).

La huella de Vallejo en LV no es una que se limite meramente a una actitud vital-ética que explora temas en los que coinciden ambos poetas. La impronta de Vallejo en el libro puede rastrearse, si bien en función de la temática general del yo y sus contradicciones, a otros niveles que varían en cuanto a su manifestación literaria. Veamos el caso de los poemas “Los locos” (17-18), “Hora de la ceniza” (23-24), “La ducha” (34-35), “Domingo” (64) y “Recuerdos” (122).

El poema “Los locos” es un eco referencial temático-formal del poema “Altura y pelos” que forma parte de Poemas humanos (Vallejo, Obra poética, 328). El paralelismo entre los dos poemas radica en que ambos plantean un yo excepcional en su sufrimiento (y por lo tanto aislado) contrastado con un “otro normal” que no sufre de esta manera. En el poema de Vallejo el hablante lírico se hace las siguientes preguntas:

¿Quién no tiene su vestido azul?
¿Quién no almuerza y no toma el tranvía?
¿Quién no escribe una carta?
¿Quién no habla de un asunto importante?
¿Quién no se llama Carlos o cualquier cosa?

La contestación a cada una de estas interrogantes es el lamento repetido dos veces, ya sea diciendo “¡Yo que sólo he nacido!”, o el aun más desgarrado “¡Ay, yo que sólo he nacido solamente!”. El nacer aquí equivale a la orfandad de ser víctima del acto involuntario de existir. El poema de Dalton utiliza la máscara retórica que le provee el uso del sujeto plural “los locos” como hablante lírico. Como en el poema de Vallejo, estos locos a los que se le niega el nombre, la identidad plena que la nominación representa, sufren por la excepcionalidad de su dolor. Estos locos a los que no les “quedan bien los nombres” contrastan su situación con “los demás seres” quienes sí tienen nombres; son “los Alfredos, los Antonios, / los pobres Juanes” de Dalton, y los mismos a quienes Vallejo interpela al decir “¿Quién no se llama Carlos o cualquier cosa?”. La aspiración del yo/los locos (“a quienes la alegría se nos llena de lágrimas”) de llegar a ser como ese “otro” idealizado conecta temáticamente a los dos poemas, pero el poema de Dalton se diferencia del de Vallejo al construirle un alter ego al yo que hace plural al hablante lírico.

A veces la manera en que Dalton incorpora “el clima Vallejo” estriba en la captura de una ambientación, tono poético, forma o estilo poéticos que el lector informado identifica inmediatamente con particularidades de la poesía de Vallejo. El poema “Heces” de Los heraldos negros (Vallejo, Obra poética, 46), y el poema “Hora de la ceniza” de Dalton son buenos ejemplos de este tipo de influencia. En el poema del peruano se dice que “Esta tarde llueve como nunca / y no tengo ganas de vivir, corazón”. El poema de Dalton, casi un calco verbal del poema de Vallejo, plantea la misma situación o ambiente al decir:

Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.

Siento unas ganas locas de reír
o de matarme.

El motivo de la lluvia es común a los dos poemas y sirve en ambos como marca temporal por medio del uso de los adverbios “tarde” y “nunca”. La lluvia también ambienta el sentido de tristeza y aislamiento del hablante poético. La referencia al poema de Vallejo en el poema de Dalton no es simplemente imitativa. Por eso, donde el tono de Vallejo se torna trágico, Dalton introduce el humor y así reduce en la autoburla la experiencia trágica del no querer vivir, en el último verso del poema. Si el sujeto poético del poema de Vallejo no tiene ganas de vivir, el del poema de Dalton enfrenta el dilema tragicómico entre reír o matarse.

El poema “Domingo” de Dalton es uno de los poemas que más claramente muestran la huella de Vallejo en LV, ya que no sólo trata sobre uno de los temas caros a la poética del peruano: el dolor humano, sino que Dalton inclusive adopta el tono y las funciones nuevas que Vallejo le asigna al lenguaje poético. El propio Dalton señala que en Vallejo “las palabras, provistas de nuevos papeles en el drama de la construcción poética...”, llevan una “aplicación dialéctica del lenguaje” (César Vallejo, 29). O, como ha apuntado Ortega en su estudio sobre Trilce, la búsqueda de un lenguaje nuevo; de “un lenguaje que figura más que denomina o connota” (175-78). Por su valor excepcional para mi argumento cito el poema de Dalton en su totalidad.

¡Vaya que uno amanece, en ocasiones, trunco!

Una mañana dura
quiso llorar mi interna
población de temores.
—Callad ante la vida —me decía mi brazo
—Apuñalad la risa desde su altiva esperma —
me gritaba mi pulmón (¿o fue mi anillo?)
—Hundámonos conmigo sin las uñas —
solicitaba un sexo tan impersonal como mi casa.

¡Vaya y quise llorar, besarme el alma!
                                             Pasaron:
un pescador, cantando; un encalado
obrero constructor, cantando;
una mujer preñada y sindical,
cantando;
un niño culirroto y una flor, cantando.

A pesar de estar trunco se amanece:
¡Cómo no va uno a llorar
acompañando en su fracaso al codo! (64).

En este poema Dalton elabora muy de cerca un aspecto muy común en el “ars poético” de Vallejo: la instancia en que el lenguaje pierde sus funciones lógicas racionales para adoptar nuevas funciones cognoscitivas/figurativas en la construcción del significado. Por ejemplo, fijémonos la trasmutación de las funciones de las distintas partes del cuerpo (brazo, pulmón, sexo, codo) en el poema de Dalton y la adquisición de funciones significativas nuevas de las mismas. De hecho, la última estrofa del poema podría tomarse fácilmente como versos y estrofas típicas en la poesía de Vallejo.

En el poema “Recuerdos” Dalton imita la técnica de las yuntas poéticas del poema “Yuntas” (Vallejo, Obra poética, 424) del libro Poemas humanos. Pero la imitación de Dalton, como en otras ocasiones he señalado, no es pasiva. O sólo lo es en cuanto a que los conceptos mencionados en cada yunta de versos son oposiciones binarias. En el poema de Vallejo son: vida/muerte; todo/nada; mundo/polvo; Dios/nadie; nunca/siempre, etc. En el poema de amor de Dalton las oposiciones entre lo que significa la celda carcelaria: “oscura y silenciosa”, “húmeda y fría”, “dura, hiriente”, “maloliente”, “solitaria” y la presencia de la amada, que se recuerda por su ausencia como “luz”, “voz”, “calor de tu cuerpo entre las sábanas”, “pájaro y caricia”, “el olor de tu paso en las mañanas” y “tu abrazo”. Debe señalarse que, en esta ocasión, por su carácter derivativo, las oposiciones binarias del poema de Dalton no alcanzan el nivel complejidad de significación que se construye en el poema de Vallejo.

Uno de los poemas más conocidos de Vallejo es “Piedra negra sobre piedra blanca”, del poemario Los heraldos negros (Vallejo, Obra poética, 339) ya que es el poema donde el poeta anuncia que “me moriré en París con aguacero”. Esta premonición de Vallejo y el recuento de agravios sufridos que recoge el poema lo incorpora Dalton a una anécdota casi trivial de su niñez que recuerda desde la celda en su poema “La ducha”. Aunque Vallejo habla del futuro y Dalton parece trazar retrospectivamente su crianza, los dos poemas coinciden en destacar el presente como sufrimiento. Dice Vallejo: “César Vallejo ha muerto, le pegaban / todos sin que él les haga nada; / le daban duro con un palo y duro”. Por otra parte, la reelaboración poética de Dalton del poema de Vallejo se encuentra principalmente en el verso que afirma: “al niño flaco al que pegaron / todos los gordos ásperos” (35). Este poema, como muchos otros de LV, deja claro que, en su diálogo con la poesía de Vallejo, Dalton sigue un proceso en el que se seleccionan, a veces arbitrariamente, otras con más conciencia, versos, tonos poéticos, temas y símbolos que le parecen modélicos al nivel estético y ético. Este es un diálogo poético en el que Dalton entra y sale del corpus poético de Vallejo a su antojo, tomando prestado, parafraseando y reelaborando seria o humorísticamente distintos aspectos del mismo.

A veces la referencia dialógica a la poesía de Vallejo ocurre de manera oblicua en LV. Un buen ejemplo de esto es la relación que existe entre el poema “Los nueve monstruos”, de Vallejo (Obra poética, 411), y el poema “Elegía vulgar a Francisco Soto”, de Dalton. La conexión más obvia entre los dos poemas es que ambos tratan del sufrimiento humano. Para Vallejo se trata del dolor de la humanidad en su totalidad: “I, desgraciadamente, / el dolor crece en el mundo a cada rato”. Dalton parece estar más interesado en el símbolo de los nueve monstruos como fuerzas representativas del mal mencionados en el poema del peruano.11 Con este propósito Dalton transfiere el símbolo al número nueve, ya que coincide con el número de años que lleva preso Francisco Soto. La imaginería religiosa judeocristiana de la víctima sacrificial también conecta a los dos poemas, pero mientras que Vallejo insiste en la humanidad general como víctima del dolor provocado por el sufrimiento humano y sus monstruos torturadores, Dalton recurre a personalizar el sufrimiento por medio del personaje de Soto. El lenguaje que Dalton usa para adjetivar los nueve años/monstruos del encarcelamiento de Soto remeda muy de cerca el lenguaje del poema de Vallejo. Los dos poemas difieren en que Vallejo insiste en la tragedia de la monstruosidad cósmica-religiosa del dolor humano, pero Dalton termina celebrando la capacidad de Soto para enfrentar el dolor y “para que todavía no se te olvide cantar” (115).

Los ejemplos citados con anterioridad establecen que la influencia de Vallejo en la poética de LV es una más profunda de lo consignado por los estudios sobre este poemario. También es claro que la misma no se limita sólo al nivel temático sino que se refleja inclusive en un nivel más significante, el formal. De este modo, el diálogo de Dalton con la poesía de Vallejo en LV cobra un carácter múltiple. Puede entonces concluirse que la poesía del poeta centroamericano en LV es a veces derivativa o mimética, en otras instancias reformula o intertextualiza parcialmente, y en ocasiones construye variaciones que muestran originalidad respecto del modelo poético que le ofrecen la figura y la poesía de Cesar Vallejo.

 

Obras citadas

  • Benedetti, Mario. “Una ahora con Roque Dalton”. Los poetas comunicantes. México: Marcha Editores. 2ª edición, 1981. 19-35. Impreso.
  • Dalton, Roque. No pronuncies mi nombre: poesía completa de Roque Dalton I. Prólogo de Luis Melgar Brizuela. Estudio introductorio, Índice y notas en anexo de Rafael Lara-Martínez. San Salvador, El Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 2005. Impreso.
    —. En la humedad del secreto (antología poética de Roque Dalton). Introducción, selección y bibliografía crítica de Rafael Lara-Martínez. San Salvador, El Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, Concultura, 1994. Impreso.
    —. César Vallejo. Editorial Nacional de Cuba: La Habana, Cuba, 1963. Impreso.
    —. La ventana en el rostro. Ediciones Andrea: México, 1961. Impreso.
  • García Méndez, Javier. “Itinerario poético de Roque Dalton”. Recopilación de textos sobre Roque Dalton. Selección y prólogo de Hugo García Verzi. Ediciones Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1986. 156-171. Impreso.
  • García Verzi, Hugo. Recopilación de textos sobre Roque Dalton. Selección y prólogo de Hugo García Verzi. Ediciones Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1986. 7-34. Impreso.
  • Lamaître, Monique. “La ventana en el rostro de Roque Dalton: itinerario de un poeta”. Otros Roques. La poética múltiple de Roque Dalton. Rafael Lara-Martínez y Dennis L. Seager, editores, 1ª edición. New Orleans: University of the South, Inc. (1999): 53-61. Impreso.
  • Lara-Martínez, Rafael. “Roque Dalton: seis tesis polémicas”. Literatura.us. Web.
  • Ortega, Julio. “Lectura de Trilce”. Revista Iberoamericana, Vol. XXIV, Nº 71 (abril-junio 1970): 165-189. Impreso.
  • Vallejo, César. Obra poética. Edición crítica. Américo Ferrari (coordinador). Madrid, México, Buenos Aires, Sao Paulo, Lima, 2ª edición, 1986. Impreso.
  • Weiss, Judith. “Roque Dalton: puntos de partida para el estudio de su obra poética”. Cuadernos Americanos, 214(sept.-oct. 1977): 199-210. Impreso.

 

Notas

  1. Lara-Martínez (Estudio, 157-253) llama “Poemas tempranos” a la serie de poemas que Dalton publicó en revistas y periódicos entre los años 1956-1959. En estos poemas es clara la influencia de Neruda. Ejemplos de la influencia nerudiana en La ventana en el rostro es la serie de poemas titulados “Cantos a Anastasio Aquino” que se incluyeron en la edición príncipe del libro, pero que son eliminados en las dos versiones posteriores del manuscrito. Lara-Martínez (Estudio, 226-344) ha documentado meticulosamente los cambios que Dalton introdujo en las dos versiones posteriores a la edición príncipe. Entre los cambios más notables que documenta Lara-Martínez está la inclusión de los poemarios Poemas en la URSS (1957) y Para elevar la ira (1960-61) en el manuscrito revisado de La ventana en el rostro incluido en la Poesía completa (PCI/RD) del poeta. De acuerdo al crítico salvadoreño, Dalton eliminó cuatro poemas que figuraban en la edición príncipe en las revisiones del libro. Dado que los cambios de manuscrito a manuscrito de La ventana en el rostro no afectan sustancialmente el corpus básico de los poemas que examino, utilizo la edición mexicana de 1961 y abrevio el título a LV, incluyendo el número de página o páginas entre paréntesis.
  2. De acuerdo a Melgar Brizuela, este “primer Dalton” es el que escribe y publica los textos La ventana en el rostro, El turno del ofendido y Los testimonios.
  3. Lara-Martínez comenta que “La ventana en el rostro no es aún un libro revolucionario en cuanto a su escritura y las experimentaciones que hay en libros posteriores, pero es un anticipo de ellos y una promesa que el poeta seguirá caminando hasta lograr su ideal de vida y de poética, de ética y de cambio social” (Estudio, 43).
  4. Al respecto consúltense: Ileana Rodríguez, “El texto literario como expresión mestizo-creole: in Memoriam”. Casa de las Américas, 21 (mayo-junio), 1981: 56-62.
  5. Otra marca de esta presencia temprana de Vallejo en la esfera literaria de Dalton es el poema-homenaje de título “César Vallejo”, hasta ahora publicado únicamente en la antología poética de título Poemas (El Salvador: Editorial Universitaria de El Salvador, 1967). Para Lara-Martínez este poema fue escrito alrededor de 1961 o 1962, ya que forma parte del libro El turno del ofendido, publicado en Cuba en 1962. Sin embargo, es muy probable que su escritura sea aun más temprana si consideramos las diversas referencias a Vallejo en el corpus de LV, cuyos poemas datan de finales de los años 50 y principios de los 60.
  6. El uso de la figura modélica de Vallejo sirve para fundar las credenciales intelectuales y políticas de Dalton mediante el establecimiento de un linaje y una historia similares. Con este propósito Dalton le concede un valor transformativo en la vida y posturas políticas de Vallejo tanto a su encarcelamiento en el Perú, como a su visita a la URSS y a la Guerra Civil Española (César Vallejo, 33-36). En su búsqueda de un padre intelectual estas experiencias transformadoras en Vallejo se equiparan, sin decirlo abiertamente, al encarcelamiento de Dalton en El Salvador, su viaje a Checoslovaquia y su experiencia de militante político en El Salvador y en la Revolución Cubana.
  7. Ortega ha descrito este fenómeno en Trilce al señalar: “El tiempo es, por ello, una paradoja: supone una unidad agobiante, fijada, y una multiplicidad fragmentada, desligada. La unidad es tan frustradora como la fragmentación” (179).
  8. El amor erótico y el compromiso político, la ecuación Patria-Mujer es un tropo común en la literatura latinoamericana. La poesía amatoria-erótica en LV es fiel a esta tradición, aunque el tratamiento, por momentos irreverente y humorístico de Dalton, le imprimen un carácter especial al mismo. La amada-refugio del yo y compañera de lucha aparece en los poemas “Odiar el amor” (26), “Y sin embargo, amor” (29-30); “Tres días en ti” (94-96); “Mía junto a los pájaros” (97-99); “Poems in Love to Lisa” (102-104) y “Recuerdos” (122), entre otros.
  9. No sin humor, y a veces haciendo uso de la técnica del poema de personajes y múltiples voces que será luego uno de los rasgos definitorios de la escritura de Dalton, la serie de poemas “Poemas de la cárcel” (108-125) dan cuenta de este proceso de transformación mediante la experiencia límite casi-religiosa a la que el yo es sometido para surgir transformado.
  10. Otros poemas que trabajan este tema de las preguntas, contradicciones y deuda del yo egoísta sufrido y culposo frente a la tradición, la historia y los muertos como reveladores de una nueva conciencia comunitaria son “Preguntas para vivir” (46), “Días” (52-53) “Ayer” (54), “Palabras ya dichas” (63), “Perennidad pipil” (70-71), “Cantos a Anastasio Aquino” (75-87) y “Sueño lejos del tiempo”. Este último poema revela con claridad el proceso de culpa-deuda-compromiso del yo que vengo describiendo. Al principio del poema se dice que “La vida era / aprender a morir” (105); por contraste, al final del mismo se afirma que los muertos “nos dejaron la vida por construir” (106). El nuevo credo del yo, producto de sus experiencias vitales, y ya transformado en función del otro, aparece en textos como “Mientras tanto” (65-67), “Por qué escribimos” (72-73), “Para la paz” (88-89) y “Severa canción de cuna” (92-93), entre muchos otros.
  11. James Higgins ha sugerido que, aunque no se los menciona en el poema, los nueve monstruos “parece que son dioses misteriosos y malévolos que rigen el universo y difunden el mal” (“Los nueve monstruos”. Aproximaciones a César Vallejo, Tomo II. Ángel Flores (Editor). Long Island, NY: L.A. Publishing, 1971. 310).