Letras
Sonetos bíblicos

Comparte este contenido con tus amigos

Adán

Al sexto día, cuando todo estaba
a punto para que él lo poseyera,
en el Edén de eterna primavera,
el Paraíso todo lo aguardaba.

Suyas las bestias, suya la pradera
suyo también el huerto del Edén.
mas solo está y, ponderando bien,
Dios decide formarle compañera.

Y le da a Eva para que a su lado
su ayuda sea y pueda la pareja
siempre junta gozar de lo creado.

Despierto, Adán la mira fascinado
Piensa: “Es bella, en mucho me asemeja.
¡Bien valía donarle mi costado!”.

 

Eva

Atraída hacia el árbol que es prohibido
cuyos frutos contienen mal y bien,
no la hechizan las fuentes del Edén,
ni los cantos del pájaro en su nido.

Pecaba ya, y no es determinante
del ofidio la oferta sibilina
infringiendo, se muestra femenina
al implicar a Adán en ese instante

A poco sirve el lamentar tardío
del acto que los deja tras la puerta
del Paraíso, nunca más abierta

Cae en la espalda un fardo de albedrío
y entre los brazos la esperanza muerta.
Sólo llanto y dolor son cosa cierta.

 

Caín y Abel

Por obra de su hermano ha muerto un hombre
de escarlata se tiñe la pastura
¡Caín! ¡Caín! retumba en la llanura
Y no hay respuesta al eco de su nombre.

Un soplo abrasador aumenta tanto,
que el bosque se estremece, ruge el viento,
un trueno estalla como tigre hambriento.
La tierra se disloca con espanto.

Llama el airado dios desde la altura
“Han muerto a un hombre”, dice con voz dura
“¿Dónde se encuentra Abel? ¡A ver tu mano!”.

Cae en el suelo el arma ensangrentada
y responde Caín con voz airada
“¿Acaso soy el guarda de mi hermano?”.