Entrevistas

Antonio Pujia

Antonio Francisco Pujia nace el 11 de junio de 1929 en un pueblo del sur de Italia llamado Polia, hijo de Vittorio Pujia y María Vallone. En 1937 emigra a Argentina —donde ya vivía su padre desde 1931— con su madre y su hermana mayor, Carmela. Desde niño demostró sus dotes artísticas. Obtiene el título de profesor nacional de dibujo en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y el de profesor de escultura en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Carcova. En 1956, el entonces director técnico del Teatro Colón, Héctor Basaldua, decide dotar al teatro de un taller de escultura escenográfica, para lo cual organiza un concurso que es ganado por Pujia, quien se desempeña como jefe del mismo hasta 1970. Asiste regularmente a las clases de los bailarines y se dedica a tomar infinidad de apuntes en carbonilla sobre papel. En 1959 gana su primer premio de importancia: el Gran Premio del Salón Municipal Manuel Belgrano. Tras éste vendría una seguidilla de premios crecientes en importancia y ganados a una edad poco usual, puesto que los mismos se daban, por lo general, a artistas de mayor edad y trayectoria. En 1960 gana el Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Artes Plásticas, a la edad de 30 años. En 1961 gana la Bienal Alberto Lagos y en 1964 el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes “Augusto Palanza”, completando de este modo la posesión de los premios más importantes de Argentina. En 1965 realiza su primera muestra individual en la histórica Galería Witcomb, una de las primeras galerías de Buenos Aires, la cual había albergado obras de los más importantes artistas argentinos y del extranjero. La muestra fue íntegramente costeada con sus ahorros. En 1971 inaugura en la Galería Esmeralda otra individual, “Biafra”, en la que traduce el profundo impacto que le producen las imágenes de la prensa sobre la devastación en esta república africana de corta vida. Esta muestra trasciende al exterior. Su prestigio se ha afianzado y crecerá con los años y nuevos éxitos dentro y fuera de su país. En uno de sus últimos trabajos, desarrolló una nueva serie de esculturas en las que versionó fotografías de sus nietos realizadas por Sandro Pujia, su hijo. Esta serie de esculturas fue exhibida en Buenos Aires en 2010.

Antonio Pujia: la imperiosa necesidad de registrar lo hermoso

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—¿Cómo recuerda aquel niño que modelaba arcilla a orillas de un arroyo? ¿Cuáles son las imágenes más nítidas de aquella época?

—Mi recuerdo de aquellas épocas está fresco y vivo, cada vez que huelo la humedad de la arcilla mientras cierro los ojos puedo estar al lado del arroyo de mi pueblo, puedo oírlo... Cuando estudiaba en la Escuela Manuel Belgrano tuve varias clases de dibujo y pintura antes de llegar a las de escultura, cuando me dieron arcilla por primera vez en la escuela la olí e inmediatamente me sentí en la orilla del arroyo de mi pueblo, en ese momento de emoción profunda supe modelar con este material: era mi camino que ya no me separaría jamás de ella.

—El maestro que tuvo en la escuela primaria, ¿fue uno de los guías que le indicaron el camino de las bellas artes?

—El señor Ricardo Furlong fue mi maestro de séptimo grado, él nos reunió antes de terminar el curso y nos fue diciendo lo que pensaba acerca de proseguir nuestros estudios, a mí me recomendó estudiar “bellas artes”; esas dos palabras me sonaron a gloria, no sabía qué era lo que el maestro me estaba recomendando, pero si eran bellas... me atraían irremediablemente.

—¿Cómo transcurrió esa época de estudios hasta recibirse de profesor nacional de dibujo en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y de profesor de escultura en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Carcova?

—Entre los estudios y el trabajo, yo era el segundo hermano varón en una familia de 4 hijos, desde niño tenía muchas responsabilidades, ya desde pequeño cuidaba de mis hermanos menores y de los animales que mis padres tenían, algunos conejos, gallinas... una cabra que llevaba a pastar en los interminables espacios baldíos que abundaban donde vivíamos, cerca del arroyo Maldonado, mucho antes de que lo entubaran... en el barrio de Versailles. Luego, ya de jovencito trabajaba para llevar un sueldo más a mi familia que era muy humilde, de este modo tuve la incalculable fortuna de trabajar como ayudante de los más grandes maestros del arte argentino.

—Al despertarse esa fascinación por la danza allá en el Teatro Colón y forjar amistad con Norma Fontela, José Neglia y los bailarines del cuerpo estable, ¿cómo nace su captación del movimiento en una escultura de algo tan fugaz como la danza?

—Nace de la imperiosa necesidad de registrar lo hermoso, de la maravillosa posibilidad que tenía de dibujar esos hermosísimos cuerpos que hacían los más bellos movimientos que yo jamás había visto.

—¿Cómo reaccionó aquel artista tan joven al recibir merecidamente los premios más importantes del país?

—Con muchísima sorpresa; nunca imaginé que mi trabajo pudiese ser premiado; es más, los trabajos que envié a los primeros salones de los que participé los envié debido a la insistencia de mis maestros, sin ese empujón nunca lo hubiese hecho.

—Cuando decide realizar la primera muestra de su trabajo en la histórica galería Witcomb en el año 1965, ¿fue difícil la decisión de costearse la exposición con sus ahorros?

—No fue tan difícil en lo económico, yo venía de ganar varios premios y además trabajaba en el Teatro Colón y en las escuelas dando clases, además, venía de ganar el Premio Palanza; este premio se exhibía en la Galería Witcomb; entonces el señor Lires (uno de los dueños) me conocía y me hizo un muy buen precio y además no me cobró comisión por ventas a modo de bienvenida. La mayor dificultad que tuve en ese momento fue psicológica, tenía bastante miedo de que mi trabajo no le gustase al público. Por suerte mis temores eran infundados.

—¿Es el salto que debe dar todo artista que cree en su obra más allá de lo que pueda ocurrir en la presentación de sus trabajos?

—Yo creo que sí, que los artistas deben mostrar su trabajo.

Antonio Pujia con su obra “El amor de Amadeo con uvas”
Pujia con su obra “El amor de Amadeo con uvas”.

—¿Podría mostrarnos las sensaciones o cualidades que siente cuando trabaja con los diferentes materiales? ¿Qué le transmiten el oro, la plata, el bronce, el mármol u otro material? ¿Tiene alguno preferido?

—A mí me gusta sobremanera modelar con arcilla, también con cera. La talla también me atrae mucho. En este momento estoy terminando una obra que combina mármol con bronce... Mis materiales preferidos son los materiales nobles de la escultura, el bronce, la piedra...

—Usted es un artista comprometido socialmente que ve y absorbe las imágenes de nuestra sociedad. En su momento fue el impacto generado por la exposición de aquella muestra donde nos enseñó la desolación del continente africano destrozado por la miseria, luego la muestra “Sin pan y sin trabajo”, entre otras tantas exposiciones realizadas en su vasta trayectoria. ¿Cuál sería el tema central de una muestra que Antonio Pujia nos presentaría en nuestros días?

—Lamentablemente podría volver a presentar “Biafra” y “Sin pan y sin trabajo”... El año pasado presenté una muestra sumamente curiosa ya que era integrada por una selección de obras de pequeñísimo formato, mas allá de lo formal el contenido de la misma estaba atravesado por el amor. Estoy pensando sobre la posibilidad de hacer una muestra en 2014 sobre el mismo tema, el amor...

—¿Qué espacio ocupa en su vida el tema de la docencia?

—Un lugar muy grande, piense en que di clases durante más de 30 años en la Belgrano, la Pueyrredón y la Carcova, además di clases en mi propia escuela taller y aún hoy a mis más de 80 años sigo dando clases en mi taller y también clases y charlas gratuitas en diferentes escuelas, incluso en otros espacios también. En el marco de “Metamorfosis”, la exposición que presenté en 2011, di dos clases de dibujo en la Asociación Estímulo de Bellas Artes y también en el jardín del Museo E. Sivori.

—¿Cuáles son los proyectos más cercanos?

—Los mismos de siempre, trabajar en el taller de lunes a viernes, de 9:00 a 12:00 y de 14:30 a 19:00 horas.

—Y por último, ¿le gustaría dejarnos un mensaje a nivel artístico, humano? ¿Qué nos diría Antonio Pujia a nosotros como sociedad?

—No es una frase de mi autoría... pero creo que es un buen consejo, ayer y siempre: ¡amaos los unos a los otros!

“Pareja de bañistas”, de Antonio Pujia
“Pareja de bañistas”, de Antonio Pujia.