Sala de ensayo
Rosario FerréLa solidaridad femenina y el rompimiento de los esquemas androcéntricos en el cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, de Rosario Ferré

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“Delante de cada dama de sociedad se oculta una prostituta”.
“Cada prostituta es una dama en potencia”.

Rosario Ferré

El papel de la mujer en la sociedad es sin duda el producto de un sistema económico y político patriarcal que justifica y perpetúa la inferioridad femenina con relación a la supremacía del varón. Los discursos patriarcales a través de la historia han creado diversos estereotipos sexistas en la sociedad. A la mujer se le ha adjudicado ser siempre el rol pasivo y sumiso, el sexo débil, mientras que el varón representa el sexo fuerte, la imagen machista y dominante. Del mismo modo, existen estereotipos sexuales relacionados con la raza. La mujer negra es considerada ardiente, erótica, exótica, buena amante, mientras que la mujer blanca es casta, virgen y frígida. Por otro lado, la raza está íntimamente relacionada con el estatus social; dicho de otro modo, la mujer negra se asocia con la pobreza (clase baja obrera), mientras que a la mujer blanca se la asocia con la riqueza (la burguesía).

En el cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, de Rosario Ferré, se narra el encuentro entre dos mujeres completamente opuestas: Isabel Luberza (esposa, madre, blanca y adinerada) e Isabel la Negra (amante, prostituta, negra y pobre). Ambas mujeres comparten el amor de un mismo hombre, Ambrosio. Antes de la muerte del esposo-amante, éste decide escribir su testamento y dejarle una herencia a ambas, las dos mujeres heredan exactamente la mitad de sus bienes. Muchos años después de la muerte de Ambrosio, ambas mujeres anhelan verse cara a cara y enfrentarse como enemigas. Más adelante, el encuentro esperado se produce. No obstante, durante el encuentro las mujeres no se enfrentan como enemigas, tampoco discuten sobre el reparto de la herencia, ni mucho menos reclaman su derecho como viudas o esposas legítimas. Sorpresivamente, Isabel Luberza e Isabel La Negra se solidarizan y se fusionan en una sola mujer.

En el cuento se plantea la forma en que Ambrosio utiliza y manipula a las figuras femeninas dentro de la narración. Por un lado, tiene a su esposa Isabel Luberza para mostrarla ante la sociedad como un modelo que sigue algunos de los conceptos marianistas. Por otro lado, tiene a su amante Isabel la Negra, quien es prostituta y presenta una conducta liberal completamente opuesta a la esposa de Ambrosio. Las conductas de ambas mujeres se pueden entender a través de la dicotomía mujer-santa versus mujer-prostituta. En el cuento, al mismo tiempo, se presentan estereotipos discriminatorios hacia ambas mujeres ligados a su condición de raza y posición social: Isabel Luberza es blanca y rica mientras que Isabel la Negra es negra y pobre. Sin embargo, al final de la narración se observa la manera en que ambas mujeres, posterior a la muerte de Ambrosio, se liberan de su verdugo y ambos cuerpos se solidifican y se complementan en uno solo. Tanto la viuda como la amante forman una alianza indestructible para romper de este modo con el poder patriarcal dominante del cual eran víctimas.

Por lo general existe un (pre)juicio fuertemente enraizado en toda Latinoamérica, se afirma que hay dos clases de mujeres: las señoras, esposas y madres de familia y las otras, las amantes y prostitutas (Trevizán, 267). El androcentrismo y la visión católica presentan como ideal de mujer a la Virgen María. Diana Vélez define el marianismo como “el código de comportamiento que lleva a la mujer en un pedestal de virgen donde inmovilizada ella no puede participar activamente de su realidad” (11). Los códigos establecidos por la Iglesia Católica son claramente represivos para la mujer y al mismo tiempo la religión reafirma la subordinación de la mujer bajo el yugo patriarcal al sostener que la mujer no es dueña de su mismo cuerpo pero que sí le pertenece al hombre. Asimismo, la mujer tampoco es dueña de su sexualidad, solamente puede explorar esta sexualidad dentro del sagrado matrimonio. Por lo tanto, la Iglesia apoya y perpetúa la dominación androcéntrica en la sociedad latinoamericana.

En el cuento se presentan dos arquetipos de mujeres. Isabel Luberza representa a la mujer sumisa, ama de casa, obediente, y sólo tiene sexo para procrear. En cambio, Isabel la Negra es la mujer independiente y fuerte que utiliza su sexualidad para dar placer a los hombres a cambio de dinero. De igual manera, dentro del relato existen diferentes adjetivos polarizados atribuidos a ambas mujeres en base a sus diferencias de raza. A Isabel la Negra se le asignan características netamente sexuales: “...contoneando su carne de guingambó... sus tetas de toronja rebanadas sobre el pecho... girando su vientre de giroscopio... su crica multitudinaria y su culo monumental...” (29). Mientras que Isabel Luberza adquiere calificativos de castidad y pureza: “...sus nalgas blancas... sus blancos pechos... esa virginidad de madre respetable, de esposa respetable que jamás había pisado un prostíbulo” (31).

En este cuento se representa a la mujer negra como objeto sexual doblegada a satisfacer los caprichos del hombre blanco. Históricamente se tiene conocimiento de que la mujer ha sido considerada un ser inferior en relación a los hombres, al margen de su condición racial. Sin embargo, esta diferenciación de inferioridad se acentúa doblemente en la mujer negra. Debido al color de la piel, la mujer negra ocupa un estrato mucho más bajo en la sociedad en comparación a la mujer de piel blanca. Al respecto Patricia Morton apunta que:

The bipolar conceptualization of Black and White womanhood assigned Black women all the negative traits of disgrace whereas White women were attributed all the idealized aspects of “true womanhood”, such as piety, deference, domesticity, passionlessness, chastity, cleanness and fragility. Conversely, Black women were conceived and pictured as primitive, lustful, seductive, physically strong, domineering, unwomanly and dirty. Therewas a breadth of stereotypical perceptions of Black women, which placed them outside the enclave of delicacy, femininity, respectability and virtue (36).

Sin duda, dichos estereotipos han sido arrastrados desde la época de la esclavitud, donde el hombre blanco y amo utilizaba a la mujer negra a su antojo para satisfacer sus bajos instintos, abusándola constantemente, procreando hijos que ya desde el vientre de su madre eran considerados esclavos y por ende propiedad del amo. Mientras tanto, sus mujeres blancas eran consideradas señoras respetables, virginales y virtuosas que pertenecían a su sacrosanto hogar. Igualmente, la discriminación hacia la mujer negra se establece históricamente a través de construcciones jerárquicas y raciales dentro del sistema patriarcal. De acuerdo a Morales, la mujer negra ha sido valorada de acuerdo a su “predisposición sexual”, y definida como una mujer sin escrúpulos en el campo sexual. En su ensayo Mujer negra, mirar del otro y resistencias, sostiene que:

Se la ve ante todo como objeto apropiado a la apetencia y los deseos físicos del hombre, sea blanco, negro o mestizo. En fin, ella es la amante por excelencia. En cambio pocos presentan a la mujer de color como amada, digna de ser esposa del hombre y la señora de su hogar. Hay que concluir, entonces, que este papel está reservado para la mujer blanca, a quien se la identifica con la castidad, la pureza y la virginidad intocable. Como reza un dicho popular, la blanca para esposa y la negra para moza (Morales, 57)

Es evidente que el personaje masculino del cuento, Ambrosio, ha institucionalizado su unión con el matrimonio al casarse con la mujer blanca Isabel Luberza. Ambrosio se acoge a los preceptos de la fe católica al conformar un matrimonio cristiano. El personaje masculino del cuento tiene a su esposa ante la sociedad para mostrarla, es el ícono o ideal de mujer, esposa bella, blanca, rubia, educada y pura. Sin embargo, la esposa está confinada al espacio de la casa para cumplir con los roles tradicionales de esposa, ama de casa y madre. La esposa se comporta de acuerdo a los preceptos del marianismo y de acuerdo a lo que la “sociedad machista” espera de ella. De este modo, Isabel Luberza se mantiene encerrada en una “cárcel” donde no goza de libertades.

Del mismo modo, Ambrosio mantiene una relación extramarital con su amante Isabel la Negra; con ella puede dar rienda suelta a sus deseos carnales y la explota sexualmente al obligarla a prostituirse con los hijos de sus amigos. “Isabel la Negra, preparando su cuerpo para recibir el semen de los niños ricos, de los hijos de los patrones amigos tuyos que entraban todas las noches en mi casucha...” (28).

En el artículo “Whose Story Is It, Anyway? Feminist and Antiracist Appropriations of Anita Hill”, Kimberle Crenshaw sostiene que:

Black women experience sexual aggression in a form that represents simultaneously their subordinate racial status. While the fallen-women imagery that White feminists identify does not represent much of black women’s experience of gender domination, given their race, black women have in a sense always been within the fallen-women category (414).

Crenshaw, asimismo, remarca los diferentes estereotipos asignados tanto a la mujer blanca como a la mujer negra dentro de una sociedad patriarcal racista. “White women could be pure, madonna-like figures needing vigilant protection, but black women can take care of themselves” (430). En definitiva esta teoría se puede aplicar a los personajes femeninos del cuento. Por ejemplo, Isabel la Negra, en base a sus atributos físicos y su experiencia en el arte del sexo, busca la manera de arribar a un estatus social superior por medio de la prostitución como arma mercantil. De esta manera, el personaje de la amante negra tiene acceso libre a la calle, donde se desenvuelve libremente, ejerce su oficio de meretriz, no está sometida a un solo hombre y goza de cierta independencia. Al mismo tiempo, al ser considerada una mujer de estrato social inferior, de raza negra y prostituta, la sociedad patriarcal la ha degradado y denigrado como mujer etiquetándola como un ser inservible que no vale la pena y por ende es segregada de su entorno social. Mientras tanto, el personaje de Isabel Luberza sigue siendo una dama de sociedad antes e incluso después de la muerte de su esposo. Al ser una mujer de clase acomodada, de raza blanca, educada y viuda, la sociedad patriarcal la acoge en sus brazos para cuidar de ella y salvaguardar su honra. El ojo vigilante de la sociedad siempre va a estar pendiente de ella para asegurarse de que siga las normas marianistas y tenga una conducta intachable. Sin embargo, si esta gran señora rompe las normas establecidas, su mismo entorno social será el primero en señalarla con el dedo rechazándola y excluyéndola del grupo.

Es interesante señalar que la figura de la amante, Isabel la Negra, sin duda goza de algunas libertades en comparación con la mujer blanca. Aunque ella es explotada sexualmente, utiliza su oficio de prostituta como arma mercantil para obtener bienes monetarios a cambio de sus servicios. Pero al mismo tiempo, Isabel la Negra se aprovecha de este medio para dominar a los hombres y tener el control/poder:

Para enseñarles que las verdaderas mujeres no son sacos que se dejan impalar contra la cama, que el hombre más macho no es el que enloquece a la mujer sino el que tiene valor de dejarse enloquecer, enseñándolos a enloquecer conmigo... donde nadie sabrá que ellos también se han dejado hacer, que ellos han sido masilla entre mis manos... (36)

Cabe señalar que ambas mujeres son muy opuestas debido a sus diferencias de raza, clase social y sexualidad. Sin embargo, estas mujeres a la vez presentan algunas semejanzas. Por ejemplo, comparten el amor de un solo hombre y una interdependencia. Tanto Isabel Luberza como Isabel la Negra añoran ser el reflejo de la otra. Las mujeres han creado una imagen de ellas mismas a través del personaje masculino Ambrosio. “En su alienación se han considerado como fragmentos incompletos de un todo que sólo existía en Ambrosio y a través de él” (Castilla del Pino, 17).

Isabel Luberza quiere competir sexualmente con su rival y trata de parecerse más a ella. Sin embargo, tiene sentimientos encontrados. Por un lado siente ira hacia su contrincante, pero por otro lado siente envidia y quiere competir con Isabel la Negra. “Yo, Isabel Luberza tu mujer, que tenía el gusto tan refinado, me gustara aquel color tan chillón, berrendo como esos colores que le gustan a los negros” (30). Isabel Luberza imita a Isabel la Negra al usar su mismo color de esmalte de uñas mientras que la amante copia el peinado de la esposa. Además, Isabel Luberza quiere “oscurecer” su piel para asemejarse a su contrincante. “Comencé a mortificar mi carne... empecé... a cerrar la sombrilla cuando salía a pasear por la calle para que la piel se me abrasara al sol” (42).

El comportamiento que presentan las dos mujeres está asociado con las estructuras patriarcales de la época. Por un lado, Isabel Luberza quiere dejar de ser el prototipo de mujer que solamente es mostrada ante la sociedad como una especie de trofeo. A consecuencia de ello, la esposa debe cumplir con los parámetros que le son asignados de acuerdo a su estatus social y de acuerdo a su género. Por otro lado, Isabel la Negra añora tener el estatus social que posee Isabel Luberza, ya que por su condición de raza nunca podría escalar la pirámide social. Este comportamiento se ve a través del siguiente segmento: “Su perfume de Fleur de Rocaille que me unté esta mañana... su polvo de Chant D’Aromes con que blanqueé mis pechos” (32). Isabel la Negra también desea poseer la casa de Isabel Luberza y de este modo escalar de estatus social. “Pero el ansia de poseer aquella casa, de sentarse detrás de aquel balcón de balaustres plateados, debajo de aquella fachada recargada de canastas de frutas y guirnaldas de flores” (33).

Es interesante ver que ambas mujeres quieren ser el reflejo de la otra, ninguna de ellas está completamente satisfecha ni con el rol de madre y esposa sumisa ni con el rol de amante explotada. Estas mujeres no han llegado a ir más allá de la visión que tienen la una de la otra. Ninguna de ellas ha logrado realizarse como una mujer completa. Ambas mujeres por el contrario presentan una imagen fragmentada y están subordinadas por la estructura patriarcal machista de Puerto Rico.

Mervin Román Capeles, en El cuento fantástico en Puerto Rico y Cuba, sostiene que:

A través de sus cuentos, Ferré busca, primero, llevar a cabo la denuncia literaria de las injusticias cometidas contra la mujer en una sociedad machista para que la mujer se libere de sus temores y asuma una posición digna en dicha sociedad. Segundo, la autora denuncia aspectos de marginación social de la mujer, o problemas sociales (71).

Paradójicamente, Isabel Luberza, la esposa, sabe perfectamente que su marido tiene una relación fuera del matrimonio y lo acepta. Esto se muestra en la reflexión que Isabel Luberza realiza: “A través de los años, ella se fue convirtiendo en un mal necesario, un tumor que llevamos en el seno y que vamos recubriendo de nuestra carne más blanda para que no nos moleste” (40). Ante este hecho, Isabel Luberza intenta ganarse a su marido y arrebatárselo a la amante siendo una esposa más atenta, abnegada y complaciente con Ambrosio:

Más cuidado tenía que tener con mis refajos de raso, y mi ropa interior de encaje francés... Yo entonces me tendía en la cama y me dejaba hacer... Comencé a colocar diariamente la servilleta dentro del aro de plata, a echarle gotas de limón al agua de su copa, a asolear yo misma tu ropa sobre planchas ardientes de zinc... (39-40).

Sin embargo, más adelante en el cuento Isabel Luberza comprende que ella no puede competir con Isabel la Negra y opta por aceptarla e inclusive siente su presencia en su propia casa. “Era cuando nos sentábamos a la mesa que a veces más cerca sentía su presencia” (40). Al mismo tiempo la imagina tornándose como parte importante y complementaria en la vida de Isabel Luberza y su esposo Ambrosio. “Me ponía entonces a pensar en ella empecinadamente. Deseaba edificar sus facciones en mi imaginación para sentarla a mi lado en la mesa, como si de alguna manera ella hiciese posible aquella felicidad que nos unía” (41).

Es importante señalar, que el esposo-amante Ambrosio muere, y antes de morir escribe su testamento dejando exactamente la mitad de todos sus bienes a su esposa y la otra mitad a su amante. Es a partir de este momento que empieza una confrontación entre la esposa y la amante. Ambas mujeres al mismo tiempo reclaman al difunto su disconformidad en el trato que habían recibido:

Fue cuando tú te moriste, Ambrosio, y nos dejaste a cada una la mitad de tu herencia, que empezó todo este desbarajuste, este escándalo girando por todas partes como un aro de hierro, restrellando tu buen nombre contra las paredes del pueblo, esta confusión afueteada y abollada que tú bamboleabas por gusto, empujándonos a las dos cuesta abajo a la vez (26).

Es evidente que, con la muerte de Ambrosio, ambas mujeres sufren las consecuencias del comportamiento de éste. Esto se acentúa aun más con las estipulaciones que él deja en el testamento. Al hacerse público este documento, tanto la esposa como la amante, al recibir exactamente la mitad de los bienes materiales, son humilladas ante el ojo crítico de la sociedad en la que viven. Es así que el honor y la honra de ambas mujeres quedan pisoteados al haberse descubierto a los cuatro vientos la infidelidad de Ambrosio.

Vania Barraza, en su libro (In) subordinadas: raza, clase y filiación en la narrativa de mujeres, afirma que Isabel la Negra, después de heredar la mitad del patrimonio de Ambrosio, sube de esfera social a manera de arribismo económico pero al mismo tiempo, detrás del negocio mercantil, existe un deseo étnico de blanqueamiento social (95). En definitiva, Isabel la Negra quiere subir de estrato social y parcialmente lo logra con la adquisición de bienes materiales. La amante construye un negocio con la herencia recibida de Ambrosio: “Isabel la Negra mandó a tumbar el rancho donde tú la ibas a visitar y con tu dinero edificó su Dancing Hall” (38). Al mismo tiempo, ella comienza a imitar comportamientos de la esposa de Ambrosio, se viste como Isabel Luberza, usa el mismo perfume que ella, se peina como ella. Igualmente, ella traslada su negocio “prostíbulo” a una zona más exclusiva. En otras palabras, ella adopta “conductas de mujer blanca burguesa” para lograr finalmente ser aceptada como una dama decente y como empresaria. Sin duda, Isabel la Negra en el fondo intenta escalar algunos peldaños en la escala social al intentar “blanquearse” para parecerse cada vez más a la esposa de su amante y ser aceptada dentro de la sociedad. El dinero que recibe como parte de su herencia no es suficiente para entrar dentro del hermético círculo social de la clase alta; por eso debe también comportarse y tener actitudes de mujer blanca, para facilitar su inserción dentro de este círculo cerrado y discriminatorio: “Porque mientras el Dancing Hall esté en el arrabal, por más maravilloso que sea, nadie me va a pagar más de diez pesos la noche. Pero aquí en esta casa y en este vecindario cambiará la cosa” (38).

Paralelamente a la vida de la concubina, la viuda Isabel Luberza, después de la muerte de su marido, permanece encerrada en su casa, no sale a la calle, está confinada a su viudez y a llorar la muerte del esposo. Sin lugar a duda, la viuda legítima opta por seguir respetando la memoria de su difunto marido confinada al espacio de su casa. Siguiendo los preceptos del marianismo, la sociedad espera que una digna señora viuda guarde el luto correspondiente por la pérdida de un marido: “Había oído decir que Isabel Luberza estaba loca, que desde la muerte de Ambrosio se había encerrado en su casa y no había vuelto a salir jamás” (33).

A partir de la muerte de la figura masculina del cuento, Isabel Luberza e Isabel la Negra continúan sus vidas de un modo diferente y permanecen alejadas la una de la otra por varios años. Sin embargo, al final del cuento, se produce el ansiado encuentro entre la viuda y la amante. De este modo, sucede algo inesperado, en lugar de enfrentarse como dos enemigas, por el contrario Isabel Luberza e Isabel la Negra se fusionan en una alianza simbólica iniciándose una metamorfosis en ambas mujeres. Isabel Luberza se sumerge en el cuerpo de la Negra:

Ahora me le acerco porque deseo verla cara a cara, verla como de verdad ella es, el pelo ya no una nube de humo rebelde encrespado alrededor de su cabeza, sino delgado y dúctil, envuelto como una cadena antigua alrededor de su cuello, la piel ya no negra, sino blanca... (44).

Esta alianza simboliza la unión entre ambas mujeres, una es el complemento de la otra, ya no son más mujeres fragmentadas sino que ahora conforman una sólida y única identidad como mujeres. Después de la muerte de su verdugo, ambas mujeres logran ser independientes, han restituido su autoestima, gozan de libertad y pueden comportarse ante la sociedad como mujeres auténticas sin prejuicios y sin tapujos. La unión de ambas mujeres sugiere la solidaridad de todas las mujeres en general, es decir, mujeres de todas la razas existentes y de todos los estatus sociales. La solidaridad del sexo femenino en el cuento se entiende como la solidificación de todas sus fuerzas en conjunto para contrarrestar el dominio y la supremacía del varón en la sociedad.

Fernández Olmos sostiene que, al final del cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, es difícil identificar quién es quién; de este modo, se crea una fusión entre las mujeres debido a que ambas comparten una misma experiencia al ser seres dominados dentro de la cultural masculina dominante (43).

Por su parte, Marie Ramos Rosado, en su obra La mujer negra en la literatura puertorriqueña, resalta que:

La metamorfosis de estas mujeres podría tener una explicación desde el punto de vista feminista. Si se utiliza para romper con la visión del mundo sectaria que existe entre las mujeres en las sociedades patriarcales, estas sociedades imponen al hombre como representante del poder económico. El hombre será el explotador y el machista. Al fomentar la posibilidad de la solidaridad y el amor entre mujeres la imagen podría resultar positiva pues constituye una amenaza a la sociedad patriarcal (244).

Tanto Isabel Luberza como Isabel la Negra comparten como género la misma condición histórica de opresión. Ambas son explotadas y sometidas por el hombre blanco Ambrosio. Al morir Ambrosio, símbolo del sistema patriarcal dominante, ambas mujeres explotadas rompen con el silencio, sus voces sumergidas en una sola pasan a ser la voz dominante mientras que la figura masculina, al ser desautorizada por la muerte, pierde su poder. Por lo tanto, ahora la mujer logra saltar las barreras de la opresión y es simbólicamente liberada de su prisión.

Igualmente, el relato de este cuento, así como los personajes de Isabel Luberza e Isabel la Negra, puede entenderse como una representación de la identidad cultural de Puerto Rico. Para esto es necesario remontarse a la historia de este país. González, en su famoso ensayo El país de cuatro pisos, señala la presencia de cuatro pisos históricos ligados a la tutela de España y Estados Unidos. El primer piso conformado por la mezcla de indios taínos, africanos y españoles. El segundo piso corresponde al flujo inmigratorio proveniente de España que conformó la clase de élite de Puerto Rico o la clase hacendada de las industrias azucarera y cafetalera. El tercer piso está relacionado con la invasión norteamericana, es aquí cuando la clase de élite pierde su poder económico generando un rechazo a los Estados Unidos. Finalmente, el cuarto piso asociado con la creación del estado libre asociado de Puerto Rico. González, de este modo, establece que la puertorriqueñidad radica en el surgimiento y desarrollo de múltiples culturas.

En base a los planteamientos de González, es posible establecer una relación directa entre la identidad puertorriqueña y los personajes arquetipos de Isabel Luberza e Isabel la Negra. De acuerdo a lo explicado anteriormente, se entiende que la identidad de Puerto Rico no es homogénea, tampoco es única; por el contrario, presenta una identidad fragmentada así como la familia, pues no se puede hablar de un modelo de familia puertorriqueña porque la pluralidad racial y sociocultural lo impiden. El Puerto, entonces, supone el encuentro entre varias culturas, siempre está abierta hacia el exterior. Jorge Duany, en su ensayo Nación, migración, identidad, sostiene que “Puerto Rico es cada vez más una nación en vaivén: un país cuyos bordes son cruzados incesantemente por migrantes que van y vienen” (57).

En el cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, Isabel Luberza e Isabel la Negra representan la identidad de Puerto Rico. Ambas mujeres son completamente distintas pero las dos son puertorriqueñas y comparten una identidad fragmentada. Estas mujeres no se identifican como un todo, sino como mujeres incompletas y parcialmente auténticas: “Conocemos solo en parte y profetizamos en parte, pero cuando llegue lo perfecto desaparecerá lo parcial. Ahora vemos por un espejo y oscuramente, mas entonces veremos cara a cara” (26).

Para resumir, se puede decir entonces que tanto Isabel Luberza como Isabel la Negra hacen referencia a la historia cultural de Puerto Rico. Por un lado la raza blanca española de los hacendados (la clase de élite), representada por Isabel esposa, y por otro lado la raza africana que conforma el primer piso de la historia de Puerto Rico, representada por Isabel la amante. Al unirse ambas mujeres en una sola se combinan el pasado histórico y cultural de Puerto Rico así como sus mezclas de raza y jerarquías sociales. La unificación de ambas mujeres simboliza la identidad cultural puertorriqueña, un país que en su conjunto encierra la heterogeneidad de Puerto Rico.

Para concluir, en el cuento de la puertorriqueña Rosario Ferré las protagonistas Isabel Luberza e Isabel la Negra presentan diferencias muy marcadas de raza, condición social y sexualidad. Muchas de estas diferencias étnico-raciales son estereotipos atribuidos cultural e históricamente a las mujeres. Ambas mujeres al mismo tiempo son explotadas y subordinadas por el sistema androcéntrico dominante, representado por el personaje masculino Ambrosio. A pesar de que ambas mujeres manifiestan conductas y características muy diferentes, comparten el mismo género femenino y a la vez son producto de la explotación y dominación machista. Tanto Isabel Luberza como Isabel la Negra encuentran su verdadero “yo” y su ansiada libertad en el momento en que se produce el esperado encuentro entre ambas después de la muerte de su verdugo. Es precisamente aquí cuando las mujeres se fusionan en un solo cuerpo para adquirir autonomía y poder. De este modo, siendo finalmente un todo completo y teniendo ahora una identidad sólida, se rompe con las barreras patriarcales existentes en la sociedad y la mujer queda liberada.

 

Obras citadas

  • Barraza, Vania. (In)subordinadas: raza, clase y filiación en la narrativa de mujeres latinoamericanas. 2010. Print.
  • Capeles, Mervin Román. El cuento fantástico en Puerto Rico y Cuba: estudio teórico y su aplicación a varios cuentos contemporáneos. [Atlanta]: Clark Atlanta University, 1995. Print.
  • Castilla del Pino, Carlos. Cuatro ensayos sobre la mujer. Madrid: Alianza Editorial, 1985. Print.
  • Cronshaw, Kimberle. “Whose Story Is It Anyway? Feminist and Antiracist Appropriations of Anita Hill”. Morrison, 402-41.
  • Duany, Jorge. The Puerto Rican Nation on the Move: Identities on the Island & in the United States. Chapel Hill: University of North Carolina, 2002. Print.
  • Ferré, Rosario. “Cuando las mujeres quieren a los hombres”. En: Papeles de Pandora. Mexico City: Joaquín Mortiz, 1976. 26-44.
  • González, José Luis. El país de cuatro pisos y otros ensayos. Río Piedras, Puerto Rico: Ediciones Huracán, 1980. Print.
  • Morales Villegas, Inírida. 2003. Mujer negra, mirar del otro y resistencias. Nueva Granada Siglo XVIII. En: Rafael Antonio Díaz (ed), Memoria y sociedad. Diásporas afroamericanas. Escenarios históricos, diálogo atlánticos, balances y perspectivas. Número 15. Volumen 7, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, pp. 53-68.
  • Morton, Patricia. Disfigured Images: The Historical Assaulton Afro-American Women, Westport, CT: Praeger, 1991.
  • Ramos Rosado, María Esther. La mujer negra en la literatura puertorriqueña: cuentística del 70. Puerto Rico: S.n., 1991. Print.
  • Revista Chilena de Literatura. Número 42, 1993. Print.
  • Vélez, Diana Lourdes. Reclaiming Medusa: Short Stories by Contemporary Puerto Rican Women. San Francisco: Spinsters/AuntLute, 1988. Print.