Sala de ensayo
William BlakeY los proverbios del infierno flameando muestran su dicho...

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En su breve texto Bodas del cielo y el infierno, el visionario William Blake presenta unos proverbios supuestamente procedentes del mundo de abajo, ese orbe hundido en el castigo eterno, afirmando que ahí él ha encontrado la sabiduría, una especial sapiencia. Establece continuidad con las ideas de quienes interpretan a ese espacio como el de Lucifer, demonio que etimológicamente es el portador de luz (como Prometeo del fuego). Las flamas del infierno también son brillantes, candela que ilumina una perfección. Lo siguiente propone una libre especulación sobre un texto críptico, pero con una luz interior, la llamarada de Blake.

 

La medida del exceso

“El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría”.1 Como premisa mayor, discretamente oculta en su significado preciso, por ser tan general, pero contiene una línea directa con el pensamiento del marqués de Sade, quien intentó convertir el libertinaje en una fuente de filosofía, un desafío ante la naturaleza que por vía del exceso conduce hasta la plena conciencia: esa resultará la interpretación burda sobre Blake, una aceptación de exceso hedonista como la fuente de un peculiar saber, identificado concretamente con la experiencia psicodélica, y en efecto este autor ha sido rescatado del olvido y revalorizado desde la psicodelia y sus interpretaciones.2 Me parece inviable pretender interpretar a Blake mediante Sade, entonces podemos concretar el primer proverbio por la premisa menor de este siguiente: “Nunca sabrás lo que es suficiente, a menos que sepas lo que es demasiado”. El lazo entre estas dos afirmaciones muestra una reflexión sobre la medida del saber humano.3 Recordemos el lema del humanismo renacentista de que el hombre es la medida de todas las cosas, superando la creencia dogmático-religiosa de que una divinidad exterior hizo la medida sobre la cual se comparaba todo. Sin rechazar completamente la visión renacentista, Blake ofrece un desafío, indicando que sobre los extremos emerge una medida para la medida (lo desmedido como oferta de medición para la medida), así como sobre los linderos de la inhumanidad (enfermedad, muerte, locura, sin razón) se descubre la naturaleza humana en su sentido completo, tal como lo asumiría la creación de la psicología fraguada sobre la sicopatología como su primer tema. El desafío ofrece crítica, mediante el planteamiento extremo de la frontera imaginable. El saber (denominado positivismo) cuando ignora sus límites tiene la confianza de la ingenuidad y no resulta un conocimiento completo; por eso la autocrítica ofrece la primera figura completa del saber de la filosofía.4 Cuando el saber se desborde alcanzando las fronteras de su ignorancia ofrecerá el círculo completo, más aun sobre las premisas sociales de un exceso, porque la historia de la sociedad moderna encierra un exceso múltiple de contradicciones, de capacidades, de poderes, de maravillas, de destrucción, de peligros, de barbarie, de sensaciones, de locuras... La contradicción del exceso social capitalista ha exigido y posibilitado un perfeccionamiento de conocimiento, incluido el frío conocimiento científico, aunque nunca se cumpla con el ideal de la sabiduría.

La sabiduría como idea indica la captación instantánea de todo lo conocible, la realidad sabida de un golpe, por lo cual queda como una característica de la divinidad.5 ¿Pero ya en un ámbito humano existe un símil de tal sabiduría o simplemente queda como el ideal inaccesible para el conocer? Bajo tal figura imponente de conocimiento supremo, instantáneo y completo aparece como un palacio la morada suprema de la perfección. Ese palacio de perfección intelectual ha variado con la evolución de la humanidad, y conforme se progresa parece un conocimiento más complejo y con las pretensiones de la cientificidad, reveladas hace algunos siglos, quizá perfiladas luego del Renacimiento. Bacon, en su Nueva Atlántida, también la convierte en un sistema social regido por un Colegio de Salomón, un cónclave de sabios dominando el entero espectro del saber. De hecho, desde las intuiciones literarias hasta nuestra sociedad, hemos entrado en un periodo de credo en la institucionalización del saber, mediante su concreción en grandes instituciones educativas, y de hecho la educación ha alcanzado el nivel de aspiración universal, incluso como un derecho social. El sistema educativo moderno aspira a integrar el conjunto social, convirtiéndose en la institución clave para garantizar un ascenso permanente a estándares de cultura y generando una elite masiva de profesionistas y científicos, dominadores de sus materias particulares. Esa es la concreción moderna de un palacio de la sabiduría: la universidad moderna. Ahora bien, en vida de Blake ya existía el modelo de la universidad; sin embargo, el sistema educativo no había adquirido la importancia estructural para la sociedad. La imagen concreta de estudiantes “hippies” (como el emblemático Jim Morrison) subiendo las escalinatas de la Universidad de California u otras durante 1968 directamente nos evoca otro sentido de la frase de ese camino del exceso conduciendo hacia el palacio de la sabiduría; con esto podríamos inventar una profecía. Por el momento, interesa juntar esta evocación doble, entre un polo del saber y la actitud del exceso personal, dos polos de una contradicción: estudiantes rebeldes y psicodélicos tocando las puertas del recinto palaciego del saber.

Una vez definido nuestro sistema de saber representado institucionalmente por la universidad, ¿cuál es su exceso y cuál su medida? Su medida ordinaria es el acuerdo entre los mismos académicos, un acuerdo general, que establece la pauta del conocimiento aceptable, y elevado a ciencia. Ahora bien, en esa medida ordinaria y evidente (“ciencia es lo aceptado por los científicos como ciencia”) existe un complejo trasfondo de obras intelectuales, de pruebas y hasta de materializaciones; por lo mismo, no resulta suficiente esa definición por consenso.6 Colocándonos encima de los portadores de esa definición nos queda esto: “La medida del saber es el saber”. Y en este breve espacio quedamos sujetos a una paradoja, porque el saber para existir define un referente exterior (la cosa misma7 y su tema favorito es la verdad). El tema del exceso recuerda que la meta del saber es alcanzar su no saber, incluso en ese sitio empieza Sócrates y su premisa paradójica de que “yo sólo sé que nada sé”, mostrando la frontera del conocimiento, esa brújula trascendiendo hasta los límites. Contra la medida del conocimiento satisfecho de sí mismo, se levanta su desmedida, cuna de la filosofía, una frontera más allá de sí.

 

La imaginación como guía

“Lo que hoy es evidencia, ayer fue sólo imaginación”. Como segunda premisa menor de la interpretación de la medida del saber obtenemos la relación con la imaginación. Buscando las fronteras, la imaginación resulta más poderosa que la ciencia, porque la objetividad de la ciencia, la verdad conocida, siempre permanece en esta orilla (incluso como consenso de los académicos, por tanto como academicismo). La imaginación y su fantasía se escapan alejándose de lo conocido y se remontan hacia cualquier dirección, una de las cuales resulta el futuro real, lo que todavía no sucede, la tierra del porvenir que será. En ese sentido la mente imaginativa es más poderosa y la ciencia sin imaginación no encuentra ningún territorio en el cual aventurarse, no alcanza tierras incógnitas por las cuales luchar y morir.8 Resulta que la imaginación gravita en el lado del deseo, y está en el movimiento, por lo cual puede guiar para convertirse en verdad y hasta en evidencia.

Resulta una evidencia casi inevitable, el artista defiende la imaginación y los demás profesionistas la evitan. Ahora bien, la imaginación posee múltiples funciones, y una de ellas también contiene el engaño, cada quien se imagina demasiado o se percibe una alteración del entorno. Un estudio de Lowenfeld sobre la escultura y moldeado de los ciegos indica tendencias de distorsión típicas entre ciegos de nacimiento. Revela en los ciegos una desproporción de las manos: unas manos más grandes que los antebrazos, y éstos mayores que los brazos.9 Estas distorsiones expresan formas vividas desde adentro, evocan espacios modelados por la emoción, donde agiganta unos aspectos y desprecia otros. Entonces las manos son entidades emocionales. Debo anotar que este descubrimiento lo repite, en la eterna repetición del brote genial, el pintor Raúl López, escasamente conocido por la muerte prematura, pues su pintura recrea la figura humana con tendencia a las manos enormes; sin embargo, él no fue ciego, sino revelador de una dinámica mística en cada trazado del cuerpo humano mediante sus colores. Manos enormes y pies abombados son el estilo de su pintura, en una obra que pocos tuvimos el privilegio de apreciar. En este caso particular, la enormidad de manos resulta un sello emocional preciso, acorde a una percepción de la imaginación interior. En base a tales alteraciones, ¿siempre la imaginación resulta una guía? El arte mismo no se embarcaría en una aceptación incondicional, casi la respuesta unánime señalará esto: únicamente la imaginación inspirada resulta profética, exclusivamente un estilo de imaginación impetuoso y vidente sirve para desbrozar el campo del futuro. La imaginación inspirada se acepta, pero ¿cómo se alcanza tal estado de inspiración? La fórmula pareciera perdida, se extraviaron tales secretos. Unos pocos afortunados alcanzan tal trance y el mismo Blake pretendió lograrlo, pero no dejaron discípulos y cada artista debe empezar el difícil camino por sí mismo. En los sistemas escolarizados se educa en conocimientos precisos, en habilidades cognoscitivas, pero no se promueve la habilidad imaginativa sino en mínimas dosis, el lado izquierdo del cerebro no se alimenta demasiado.

 

Andar sobre huesos

“Conduce tu carreta y tu arado sobre los huesos de los muertos”. La religión se levanta sobre un horror antiguo y bien justificado ante la muerte, pero la vida se alimenta de su contrario. Por desgracia, en la existencia social la muerte cobra cuerpo y adquiere una vida prestada en el inmovilismo, en las cadenas de la tradición, en lo mismo que nos muestra la palabra institución para indicar la continuidad de lo inerte, la conversión de la vitalidad en su contrario. Los huesos de los muertos están presentes a diario, pavimentan el camino sobre el cual transitamos, no hay otro camino ya andado sino la senda inerte del pasado, sobre la que se prenden los incendios del día presente.10 Es una paradoja, la subsistencia se levanta sobre el mundo inorgánico y el presente erigiéndose sobre el pasado permanece de pie, la conciencia lo olvida y genera el culto de los muertos, porque todos sentimos la pesada carga de nuestros progenitores, el espejo inconsciente del pasado gravitando en cada conciencia venera un ayer, un origen. El pasado resulta tan importante, se practica la reverencia y hasta la religión del pasado, como el culto a los antepasados de Confucio o la pleitesía sacra hacia la tradición, donde cada costumbre establece una ley (el derecho consuetudinario).

En cuanto aparecen las sociedades modernas la relación con el pasado se altera, pues desde ese cambio de época la conciencia, cuando intenta fijarse en el pasado, fracasa, incluso, rotundamente fracasa y no logra zafarse del cordón atándola al presente, incluso cuando pretende hundirse en la nostalgia, porque en la nostalgia la conciencia queda intentando evocar la ausencia del pasado, aferrando el humo con las manos. Sobre la pérdida del pasado convertido en huesos se puede levantar la culpa y el visionario Blake invita a evitar tal culpa porque no existe otro camino, sino el obligado de transitar sobre los huesos. Este proverbio no plantea una elegía de la muerte, sino el reconocimiento de su presencia y el testimonio de que el movimiento simple (la carreta) y la conmoción transformadora (arar) parten de premisas concretas (huesos). El horror por los huesos puede ser superado mediante una clara conciencia cuando los restos del pasado están integrados en la vida misma, en la continuidad de las transformaciones.

Sin embargo, una fracción del modernismo y de pisar sin fijarse corresponde con un utopismo revolucionario burgués. En su momento, los revolucionarios franceses, contemporáneos de Blake, creyeron estar reinventando la existencia social a partir de cero, pretendiendo que el antiguo régimen desaparecía entre estertores sangrientos y se levantaba un nuevo mundo carente de pretensiones. A esa actitud revolucionaria se le ha designado como hacer tabla rasa del pasado, tirar al basurero cualquier antecedente, para reinventar la existencia; si bien desde un punto de vista individual parecería valedero, colocados en el acontecer social resulta inviable porque las premisas conducen a resultados, y el presente siempre transcurre sobre una enorme premisa, la entera historia previa. Esto significa que hasta las revoluciones solamente obran sobre las premisas recibidas, y en general los procesos de cambio adquieren el perfil de reformas (cambios de forma, conservación de contenidos, o bien integración de contenidos nuevos junto con los anteriores), por tanto, la carreta no avanza en la plena ignorancia de los huesos dejados atrás; incluso la ignorancia de lo abandonado hace que algunas carretas sigan la ruta de la noria, en simples círculos concéntricos.

 

Las propias alas del individuo

“Ningún pájaro vuela demasiado alto si vuela con sus propias alas”. El pájaro nos invita a pensar en el individuo solitario como símbolo del nuevo tipo de humanidad floreciendo en los tiempos de Blake: el individualismo burgués de la revolución industrial.11 En especial el artista incomprendido, y todavía más extraño a su sociedad el artista visionario (alucinatorio), corresponde a la imagen del ave en el cielo, desafiando a las leyes gravitacionales y cambiando el concepto de “demasiado” y de “exceso”. La existencia misma del artista se puede convertir en un desafío sin proponérselo, las visiones alucinatorias de Blake lo ponían a gran distancia de lo establecido socialmente, especialmente contrapuesto a las poderosas iglesias. Para el entorno, para los otros, siempre el artista resulta demasiado individualista, pero para sí mismo propone su propia medida: sus alas. La mención a las capacidades de vuelo abre el espacio para un territorio poético, el territorio del aire y sus sutilezas. El pájaro invita a volar y antes de la aviación el único medio residía en la imaginación poética; entonces la inspiración artística señala una dirección, justamente arriba de cualquier cabeza, para sentir en la mente la perspectiva de un vuelo, signo máximo de una metáfora de elevación, ilimitación y libertad. Ahora bien, desde el antagónico espacio, desde el infierno, se propone un proverbio aéreo recurriendo a la aspiración imposibilitada; recordemos la caída que convirtió a ángeles en demonios, entonces la señal del ave elevándose trae la evocación del “ángel que pretendió volar demasiado alto”. El artista nos dice que no cree en un vuelo excesivo mientras se haga con propias fuerzas, así invita a levantar la altura máxima de nuestra propia imaginación. ¿Ya descubrimos cuán alto se levanta nuestro propio vuelo individual?

En ese mismo sentido individualista podemos interpretar otro aforismo: “Una misma ley para el león y el buey es opresión”. Como artista, Blake siente agudamente el tamaño de las diferencias, las distancias heréticas, las variaciones de valores o las concreciones innombrables. Durante su vida, el nuevo aliento de la modernidad, impulsado por la revolución industrial y las ideas políticas igualitarias, ofrecía las nuevas luces de la homogeneidad, bajo la cual los matices pueden mellarse hasta pintar el deslucido gris parejo de la producción en masa. Este sentido de la diferencia entre el león y el buey no se debe interpretar bajo las antiguas pretensiones aristocráticas de la jerarquía, desde la cual vienen las fábulas sobre leones y bueyes, porque los reyes europeos se consideraban leones (con sus propias leyes de privilegio) y a sus súbditos como bueyes (sometidos a otras leyes discriminatorias). Este sentido de la diferencia podemos tomarlo en un sentido concreto, de las leyes interiores de la vida, por lo que debemos emparentar más este pensamiento con el existencialismo inaugurado cinco décadas después por Kierkegaard, para quien brilla la singularidad del individuo. El artista modernista resulta un león pacificado, con fuerza para interpretar pero sin dientes para arrebatar su trofeo; socialmente colocado más cerca del buey, incluso incapaz de resolverse en cuál de tales especies zoológicas se coloca.

 

El infinito de la percepción

Hablando desde su visita al Infierno, Blake relata el postrero Apocalipsis, pero dice que ese extraño evento también abrirá el camino hacia el infinito, cuando “la creación entera será consumida y todo aquello que parece finito y corrompido aparecerá infinito y sagrado”.12 El artista vestido de profeta está tratando de mostrar un camino presente y persistente, el camino de la infinitud a partir del momento. De nuevo nos podemos adentrar hacia la concepción de la medida, donde el extremo trascendente radica en la infinitud, el extremo hacia el cual han tendido las religiones. Sin aquí discutir el significado preciso del infinito, podemos expresar que en la trascendencia humana se presenta siempre ese horizonte infinito,13 y en especial el gran artista resulta sensible ante el problema humano de respuesta ante las limitaciones del tiempo y la finitud para ofrecer respuestas estéticas ante ese tema. Por eso otro proverbio dice que “la eternidad está enamorada de las obras del tiempo”, como jugando con las conocidas ideas platónicas de la superioridad de la eternidad adivinada sobre la realidad cotidiana, que entonces el modelo ideal y eterno debería amar al tiempo, por alguna extraña razón, para concretarse entre las imágenes evanescentes, en la realidad que nosotros conocemos.

Semejante a la mayoría de los poetas místicos, para Blake la eternidad implica revelación, pero como artista el camino del infinito está definido entre lo sensible: “Si las puertas de la percepción14 fuesen limpiadas, cada cosa aparecería al hombre tal como es, infinita. Pero el hombre se ha recluido hasta el punto de que sólo ve las cosas a través de las grietas de su caverna”.15 En efecto, la conexión total de las cosas, la forzosa complejidad de cada acontecimiento, nos transporta directamente hacia una infinitud de la realidad. Pero aquí no nos relata un evento real, sino la posibilidad de percibir concretamente, como si el acto sensible mismo se volviera sabiduría por la magia de la revelación o por el fulgor de la inspiración. ¡Ah, eso sí sería una maravilla que ahorraría a la humanidad los siglos de investigaciones para alcanzar un trozo de ciencia! Dejemos esa perspectiva como utópica, pero efectivamente, interpretaciones posteriores han tenido cierto acuerdo con la perspectiva de Blake al estimar las posibilidades de ampliar la percepción. Cotidianamente se estima que solamente se alcanzan a captar más o menos seis cuantos de información en un momento, y luego de tal proceso se crea un proceso de eliminación tremendo, reduciendo enormemente la captación, reduciendo la misma percepción para ajustarla a estrechos mapas mentales, reduciendo la percepción del mundo para ajustarla a estrechos moldes preconcebidos. Las interpretaciones y propuestas de la programación neurolingüística se sustentan en tal enfoque, y por tanto dedican sus esfuerzos para ampliar la percepción de las personas, lo cual abre mucho el horizonte de pensamiento y acción de las gentes.16 Abrir la percepción, flexibilizarla, ampliarla... tales son premisas para ampliar el poder de las personas, herramientas de liberación y de acceso a la felicidad. ¿Limpiar las puertas de la percepción? Antaño tarea de místicos y artistas, ahora propuesta de psicólogos y pedagogos.

 

Notas

  1. Este y todos los aforismos provienen del mismo texto. Blake, William, Primeros libros proféticos, Ed. Unam, p. 65-68.
  2. Así lo muestra la interpretación de Aldous Huxley y otros autores.
  3. Existe una interesantísima disquisición sobre la medida en el filósofo Hegel, que la interpreta como la unidad concreta de la cantidad con la calidad, porque las gradaciones permiten establecer la continuidad cuantitativa, contar, pero sobre la base de establecer el rango de las cualidades implicadas. Además que se debe considerar dentro de la misma los saltos de la calidad, como lo “desmedido”.
  4. Los sistemas filosóficos deben fundamentarse a sí mismos por medio de la crítica de sus propias premisas, la indagación sobre sus pliegues, lo cual es un descubrimiento de la filosofía clásica alemana, cuando descubre la importancia de la crítica.
  5. Cf. Sartre, Jean Paul, El ser y la nada.
  6. Lyotard, Jean-Francois, La condición postmoderna. Este autor reduce el tema al consenso y eleva este tema a un rango de definición social general, sirviéndole el modo presente de consenso del saber como redefinición de la sociedad postmoderna.
  7. Kosik, Karel, Dialéctica de lo concreto, en su definición más simple y directa, revela que el tema es “la cosa misma”; para descubrirla se genera el rodeo del pensamiento.
  8. La historia particular de los descubrimientos es pródiga en pensadores febriles, que persiguen sueños que resultan ser verdades científicas. Cf. De Kruiff, Paul, Los cazadores de microbios.
  9. Citado en Bachelard, Gaston, La tierra y los ensueños de la voluntad, FCE, p. 119.
  10. Todo trabajo, en el más amplio sentido, es dialéctica de la relación entre vida y muerte entendida como relación entre las premisas y el proceso sin fin. Cf. Marx, Karl, El capital, tomo I, cap. V.
  11. Aunque en lo personal fuera conmovido en su juventud por la Revolución Francesa, luego se aparta de toda actividad pública y se retira hacia una actividad artesanal como grabador y a sus visiones privadas. El sentido de la individualidad rebelde queda muy claro en su obra.
  12. Blake, William, Primeros libros proféticos, Ed. Unam, p. 71.
  13. El sentido del infinito es una de las resultantes propias del horizonte de la libertad. Cf. Veraza, Jorge, Marx: desde la perspectiva de la vida.
  14. Este pasaje en esta traducción indica “ventanas de la percepción”, pero la versión más aceptada es como “puertas”. Este pasaje da nombre al libro de Aldous Huxley sobre el sentido místico de la experiencia de la mezcalina: Las puertas de la percepción, y también al grupo de rock The Doors.
  15. Blake, William, Primeros libros proféticos, Ed. Unam, p. 71. La frase nos recuerda la muy famosa caverna de Platón que describe el proceso del conocimiento.
  16. O’Connor, Joseph, y Seymour, John, Introducción a la PNL, Ed. Urano.