Entrevistas
Humberto MataHumberto Mata
Soy un escritor de la soledad

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El escritor y viajero inglés Bruce Chatwin señalaba la existencia de por lo menos dos tipos de escritores. Uno que necesitaba de la experiencia de la travesía, de la aventura constante para obtener el material con el cual elaborar sus textos; y, por otro lado, ubicaba al que necesitaba de la tranquilidad de las cuatro paredes y del sitio seguro, acompañado de libros y memoria. Con Humberto Mata (Tucupita, 1949) pareciera haber una variante sobre estos dos modelos, ya que este narrador nunca ha querido alejarse de sus orígenes que le dan sustento a su escritura: el Delta Amacuro, lugar que abandonaría a los doce años.

Mata tiene cinco colecciones de relatos —la cuales le han hecho merecedor de importantes premios, entre ellos el Conac de narrativa y el de cuentos de El Nacional—, que para cualquiera que desee acercarse a la literatura del país son vitales, porque en éstos la noción del cuento mismo se vería incompleta sin su presencia.

Sin embargo, este autor deltano ha querido incursionar en otros formatos narrativos. Pie de página es su última publicación que, en apariencia, sería una novela corta, lo que Mata aclara en la conversación que sostuvimos.

—Tu último libro, Pie de página, es diferente a los anteriores, ya que está más cercano en extensión a la novela corta.

—En principio, yo diría que Pie de página no es una novela, más bien son cuentos entrelazados por muchas historias. Y si algo le da validez a este libro es cierta libertad que quise tomarme para experimentar con la posibilidad de decir más de lo que podría decir simplemente narrando un cuento, o haciendo, quizás, una novela, cuestión que no sé hacer.

En ese sentido, tomé este formato que resultó ser Pie de página para darme la libertad de poder anotar al pie, precisamente de la página, cosas que tienen que ver con el texto que se está desarrollando arriba. Creo que de alguna manera ese pie de página lo contradice. Aunque tal vez lo apoye, siendo una circunvalación en torno al texto escrito inmediatamente más arriba.

—En todo caso, comparándolo con tus libros anteriores, habría un intento formal diferente.

—Sin duda hay experimentación, pero no del todo porque Pie de página tiene la convención narrativa de un inicio, un desarrollo y un final. Todas las historias que están allí son encauzadas hacia eso. Y con relación al final del libro, es un final adecuado, ya que no puede tener otro sino el de obra abierta. Es un libro que no puede acabarse y queda abierto para siempre.

 

El oficio de la soledad

—Dentro de la temática que utilizas en tus cuentos es relevante la importancia del Delta Amacuro. ¿Por qué esa reiteración?

—El Delta Amacuro es el centro de mi vida. No sé si para todo el que nace en un sitio ese es el centro de su vida. Para mí todo lo que me pasa me pasa alrededor del Delta, o más bien desde allí. Aunque esté en Caracas, Nueva York, México, o en cualquier otra ciudad, todo me pasa en esas tierras. No obstante, esto no tiene nada que ver con algún tipo de regionalismo. Más bien, hablo de un lugar esencial. Es decir, un Delta universal, que es un todo. Bueno, para quien lo conoce, o sabe de él, son todos los caños habidos y por haber, y quizás allí está mi posibilidad como narrador para meterme en cada uno de esos laberintos.

—En ese sentido, Constantino Cavafis señala cierta añoranza por la ciudad abandonada, sobre la infancia perdida. ¿Estás cercano a ese sentimiento?

—No hay añoranza por el lugar. Eso no. Creo que todos mis cuentos, o todo lo que yo he escrito, provienen de mi infancia, de la experiencia exacta de ella. Incluso los relatos que, en apariencia, no pertenecen a ese mundo. Eso es el agua, es el Delta, es el río. Es más, para el que escribe la literatura es la vida y la gran satisfacción es esta, cuando hago literatura de alguna manera me estoy haciendo la vida. Aunque, claro, no llego al extremo borgeano de pensar que toda la vida es la literatura. Fuera de la literatura hay muchísima vida. Pero el que es escritor hace de eso un material para componer lo que realiza.

—Y en cuanto a la producción del texto, a su revisión, a su pulimento, ¿cómo lo trabajas?

—Hay varias maneras de llegar a un texto. Una de las más usuales en mí es que todo aparezca de pronto, ya que se va elaborando completo en mi memoria, o casi completo. Vendrán variaciones que luego se reelaborarán, pero en esa modalidad llega casi todo de una vez. Por otra parte, aparece el texto que va de duda en duda, y quizás son estos los menos sólidos en cuanto a logros narrativos. En todo caso, es una forma de llegar a la escritura, donde no sé lo que va a pasar. Generalmente sucede que es el escrito el que da la pauta, éste se ensimisma y se escribe con cierta independencia. En cuanto a la carpintería: escribo y voy revisando cada párrafo, cada fragmento. Y a veces no avanzo por revisar. Esa es mi manera de escribir.

—Con “Boquerón”, cuento ganador de El Nacional, se puede apreciar una indagación en el género negro.

—Me ha interesado ese género que mencionas. Y creo haber hecho algún cuento así. Pero no es que yo me vaya a dedicar a un género en especial, ni a lo epistolar o a algo por el estilo. Yo soy más disperso. Creo que siempre he sido un autor de la soledad. Que en el fondo escribe sobre la soledad. En toda mi literatura lo que hay es una indagación sobre ella. A veces se da hacia el género negro, o hacia otros temas. Pero todo en mí, como escritor, va encauzado en esa dirección. El Delta es mi soledad absoluta.