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A propósito de “Asesinato en Pekín”, de Wilfredo Carrizales

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Wilfredo Carrizales
Wilfredo Carrizales en Pekín. Fotografía: Jorge Gómez Jiménez.

Se trata de un cuento policíaco con escenario en Pekín, una metrópoli llena de posibilidades y aventuras. A pesar de la sola mención de la capital como escena de la occisión en el título, una gran parte de la narración tiene lugar en la casa de la víctima, situada en Shangqiu. Se emplean muchos elementos típicos del género detectivesco, de modo que la coartada diseñada con esmero, el sospechoso inocente, la hipótesis, el razonamiento y la singularidad artificial del asesinato entran en juego conformando una gala exquisita del escrito criminal. A comienzos del texto el asesinato ya queda perpetrado dejando numerosos misterios, que conforme avanzan la necropsia y el parte levantado en el sitio del crimen se van nublando de más incógnitas. Las atrocidades inauditas y las anormalidades criminales juntas van tejiendo una curiosidad que invita a seguir con la lectura. Debido a la brevedad espacial del texto, al final, a modo de confesión, el asesino se desahoga aclarando todos los detalles del asesinato resolviendo así todas las dudas anteriormente acumuladas. Leído el cuento, la trama tiene sumo parecido con el juego de tetris, en que se van acumulando los tetraminos dificultando el manejo del jugador y una vez que encaja el último bloque se eliminan todas las filas. Si la aglomeración de misterios sirve para intrigar a los lectores, estas confesiones al final del cuento se llevan de una vez por todas las incertidumbres como una descarga esclarecedora y los motivos de la occisión.

En lo que se refiere a la estructura, se puede dividir el cuento en tres partes narrativas. La primera retrata el sitio del crimen provocando una brutalidad sangrienta, con un sospechoso fijado atolondradamente por el subinspector Liu. La segunda trata del proceso de la investigación en Pekín, que contiene la autopsia y otros informes criminales que no sólo desconciertan al protagonista, sino también declaran inocente al bedel imputado. En la tercera, el policía emprende su viaje a Shangqiu, lugar natal de la víctima, a fin de proseguir con la investigación. Por el malentendido del asesino y la listeza y serenidad del subinspector, el delincuente casi de manera voluntaria confiesa su crimen sin rebeldía alguna, ahorrando los esfuerzos policiales por sacarle la verdad. Finalizada la trama, inyectarán novedad la relación incestuosa entre hermanos gemelos, la ferocidad de las puñaladas en igual número que la edad de la hermana embarazada, matando al mismo tiempo a madre e hijo, el camuflaje femenino debido al parecido fisonómico para producir coartada y el suicidio final vestido de mujer. Estas creaciones, dispersadas en el contexto típico de relatos policíacos y ambientados tanto en la abyección de una metrópoli como en la sobriedad de una ciudad millonaria estructuran este cuento lleno de informaciones.

Con respecto al lenguaje, debido al tema detectivesco, se engloba como una serie del vocabulario criminal. Sin embargo, en la narración tampoco falta la descripción de belleza estilística que invita a admirar la grandeza de las murallas antiguas. A estas características específicas se suma un escenario lingüístico de extrema asequibilidad, que a la vez de guiarnos por el laberinto del crimen se presume de una plena claridad.

Hablando de la focalización, se desarrolla la narración en tercera persona, siendo el narrador omnisciente el que lo ve todo y penetra casi exclusivamente en el pensamiento del subinspector Liu. Debido al estilo policíaco, el narrador, con intención, oculta ciertos detalles, sobre todo los relacionados con el crimen para revelarlos en el último momento. De modo que la cámara se instala casi siempre a las espaldas del subinspector, llevándonos paso a paso al esclarecimiento total y el fuero interior de los personajes involucrados. El caso queda sin excepción omiso con el propósito de mantener el misterio hasta el final como si fuéramos el mismo inspector.

En lo que concierne a la temporalización. En rasgos generales el cuento sigue una ruta narrativa lineal, desde la aparición del asesinato, pasando por la investigación hasta la resolución del crimen con el suicidio del delincuente. Sin embargo, casi como regla general de los cuentos detectivescos, en la confesión del asesino entra en escena la reproducción de la muerte que se coloca al final del cuento a modo de analepsis. Por este salto temporal salen a la luz el motivo y el proceso del asesinato. De ahí que se trate de una técnica narrativa condicionada por el tema criminal. El tiempo verbal hace uso del pretérito, con subclases formales de este tiempo narrativo. El pretérito indefinido, imperfecto y pluscuamperfecto, junto con otras formas verbales, sitúa el suceso en el pasado como una historia de cierta credibilidad.

Como mencionamos arriba, por la limitación espacial de los cuentos cortos, la investigación intrincada tiene que dar con la salida en poco tiempo. Sin embargo, este texto ostenta una estructuración que alarga el proceso investigativo gracias a una disposición impensada del desenlace. Siguiendo el itinerario estereotipado de cuentos criminales, el subinspector debería interrogar al asesino de antemano y tras una serie de razonamientos lo declara culpable. Empero en este texto nada más ver al asesino, éste procede a la confesión al pie de la letra. Este desahogo, en mi opinión, se debe a un malentendido por parte del delincuente, quien toma la venida del subinspector por una acción de arresto. Por otra parte, el subinspector, ante la pregunta insinuante del asesino, permanece inalterado a pesar de su absoluta ignorancia. Se podría afirmar que merced a las zozobras del delincuente y la inteligencia del subinspector, éste, sin ni siquiera mover la boca, consigue sacar la verdad y acelerar el esclarecimiento del caso. Esta disposición argumental, a la vez que se enmarca en el ámbito de escritos criminales, ofrece una nueva posibilidad a la creación de desenlaces imprevistos, que no sólo ostenten un diseño magistral del crimen, sino también hagan gala de una manera inaudita en que se consigue la confesión.

(“Asesinato en Pekín”, de Wilfredo Carrizales, forma parte del volumen antológico El extraño caso de los escritos criminales publicado por Editorial Letralia en su décimo séptimo aniversario).