Letras
Cinco poemas

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El idioma de Cáncer

Eres el lenguaje mismo desnudándose;
Y yo mirándote en secreto por el agujero de una hipérbole.
Me vigila una metáfora. Calladita.
Me sorprende por la espalda con su vestido rosado.

Nadie como tú sabe ser como tú;
Un plagio desmesurado al pecado original.
Qué bien te quedan las palabras;
Y los gritos y los llantos y las pausas
Y toda esa revolución de fin de semana.

Del bolsillo se me cae un verbo revelador
Suficiente para mirar por la ventana al pasado
Inútil para tocar lo que no sabemos callar
Me miro, y hay una justicia pueril
Que rodea toda mi incapaz parsimonia
Pero que alcanzó a llegar a tiempo a Valparaíso.

Nadie como tú sabe ser como tú;
Una guerra fría contra toda posibilidad de error.
No hay tregua en esta mal llamada inspiración.
Tienes la boca llena de estímulos
Yo escribo porque es mi forma de alcanzarte
Desde este lado de calle
Donde la poesía pesa más que el hambre.

No me mires tan afanosa que se te ven los adjetivos
Y no estoy calificado para tanta propaganda
Una tras una se me caen las creencias
Hay un mar lípido en tu mirada de cambio
Cierra los párpados. Nos pueden ver las niñas.
Me niegas la existencia en cada pestañeo.

Eres el lenguaje mismo desnudándose;
Y yo tengo el verso sonrojado de tanta esperanza.
Supieras cómo escribo cuando no te pienso
Ingrato de éxtasis, táctica y gramática.
Totalmente invisible a la forma en que te mueves.

Del bolsillo se me cae un verbo revelador
Lo azoto contra mi ego hasta que sangre
Yo te miro por el agujero de una hipérbole;
Esperando la impaciencia de un orgasmo
Que se desata en el algoritmo de tus causas
De tus causas perdidas. De mis causas podridas.
Yo vivo sin saber decir una palabra inteligente
Que levante tus ciudades. Porque eres
el lenguaje mismo desnudándome.

 

Me vivo

Hay océanos en mis vacíos
Una golondrina canta a la orilla
De mi rincón menos vernáculo.
Abro las páginas de mis párpados
Y crecen frondosos haikús.
Pusilánime la nostalgia vuela en silencio
Se evidencia de vez en cuando
Como para sacar al verso a pasear.
Mi verdad gesticula una sonrisa sincera
Muestra hasta las encías
Y tamaña carcajada descontamina
Las porosidades de una llamarada azul.
Hay en el abismo de la vida típica
Una certeza indeleble llamada felicidad.
Algo invisible. Algo olvidada. Algo ridícula.
Mas nos atañe con puntualidad sombría
¡Arriba, René! Las nubes auguran un brindis
Y tú, remángate las mangas de tu entereza
Y salta por la ventana a vaciarte de arrebato.
Pon agua a calentar y sírvete un café.
Hay en el balcón una nueva forma de desayunar.

 

Inspiración

Oiga, señora, Ud. está sobrevalorada,
Además de producirme insomnio,
Me hace mal escritor.
Dudo de su distinción y de su importancia,
Incluso de su existencia.
Cuando pienso en Ud., no se aparece,
Y cuando me alejo, me acoge, arrepentida y fugaz.
Ayuda suya no he recibido,
Ni siquiera me dio una mano cuando era niño.
Aprendí a escribir en base a aislamiento y reflexión,
Y no a base de magia e incógnita.
La frase “no estoy inspirado”
Debería considerarse insolencia e infidelidad,
Y todo artista que la pronuncie,
Debería ser juzgado como simple e ingenuo,
Además de traidor y poco hombre.
Disculpe mi atrevimiento y mi irritación,
Pero Ud., señora, está sobrevalorada.
Yo no necesito de su socorro para escribir,
No necesito del soplo de los dioses
Para decirle a mi amada que su belleza me enmudece,
Ni siquiera necesito de las palabras.
Disculpe mi inoportuna insistencia, señora,
Pero Ud. está sobrevalorada.

 

El último verso

El último verso que escriba
Será el peor de todos
Una diatriba sin ningún designio
El más infantil nunca antes escrito.

Llegará el día
Y me pillará con las manos vacías
Pensando en casi nada
(Una polilla huevea en mi hemisferio derecho).

Poco importa la palabra
Cuando te has vuelto elegía
Y ni la inspiración más carnal
Te saca una letra sensata

Será un verso político
Porque no tendré nada que decir
Flamante en su forma
Haraposamente fiel en su concepto.

Nadie debería escribir nada
Si no es para llevarse la contraria
Y pelear por un espacio en la felicidad
Oh, qué bien lo dijo Borges algún día.

El último verso que escriba
—Si es que me lo permite esta batería—
Será una hoja en blanco llena de silencios
Acaso el verso más fiel de mi existencia.

Llegará el día
Y no tendré nada que decir
Porque nunca elegí escribir
Porque nunca supe qué pensar
Porque los poetas se ven mejor callados.

 

Plagio

No conozco otra rutina
Que pensar siempre lo mismo
La lacónica odisea
Del que se enamora fácilmente
No hay palabra muerta
En el asombro de los cuervos
Ni ego malherido
En el hogar de los poetas
Niño huérfano es el arte
Sobrado en parsimonia
Adueñarse es pretensión
Él vuela alto como el verbo
El poeta cabalga
Entre verdades y bellezas
Posee algo de muerte
Fiel a la costumbre del vacío
Ninguna palabra es nuestra
Apenas el hálito sensato
Lo demás es nuez y almendra
La fibra y la voz del oprimido
Es la conciencia universal
La gestora del halago
Lo demás es hallazgo y trofeo.