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To the Wonder, de Terrence Malick: tiempo interno/tiempo externo

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“To the Wonder”, de Terrence Malick

Desde su remota opera prima, Badlands, el director norteamericano Terrence Malick ha dejado claro que su principal interés es la interioridad de sus personajes. En aquel filme, como recordaremos, conocíamos la historia de los asesinos Kit (Martin Sheen) y Holly (Sissy Spacek) por medio de la narración en off de esta última. Semejantemente, su obra siguiente, la remarcable y visualmente hermosa cinta Días del cielo, recurría a la focalización de los acontecimientos desde uno de los personajes de la historia. En esa oportunidad, veíamos los eventos desde la perspectiva de la niña que acompañaba al par de estafadores Bill (Richard Gere) y Abby (Brooke Adams). Aquí, me propongo analizar To the Wonder (2012), con el propósito de mostrar cómo operan lo que postulo como el tiempo interno y el tiempo externo de este filme, y, con claros propósitos comparativos, no descarto revisar algunas otras obras dentro de la filmografía de este director.

To the Wonder nos coloca en Francia, donde Neil (Ben Affleck) inicia un romance con Marina (Olga Kurylenko), una joven mujer cuyo divorcio le ha dejado a cargo de su hija. Persuadida por la promesa de estar juntos, Marina se muda a Estados Unidos, pero la relación amorosa con Neil se debilita, mientras que su hija empieza a sufrir por no tener amigos. Pese a que Marina busca ayuda en el padre Quintana (Javier Bardem), hombre que a su vez cuestiona su fe en Dios, la fecha de vencimiento de la visa obliga a Marina a regresar a Francia. Transcurrido un tiempo de estar solo, Neil establece una relación sentimental con una antigua amiga, Jane (Rachel McAdams), pero tan sólo un poco de tiempo después rompen el lazo amoroso. Posteriormente, Marina regresa con Neil, mientras que su hija se queda con el papá. Sin embargo, la relación vuelve a deteriorase y lleva a Marina a acostarse con otro hombre, infidelidad que le confiesa a Neil, quien en un arrebato de ira la saca del auto y la deja abandonada en la carretera, para luego regresar por ella más tarde. El padre Quintana le mostrará a Neil en qué consiste perdonar. Y aunque vemos al protagonista pidiendo perdón arrodillado, el divorcio de la pareja será inevitable. Así, luego de despedirse en el aeropuerto, escucharemos la voz del padre Quintana pronunciando una oración, mientras que nos muestran imágenes de un futuro donde Neil vive con su nueva familia, mientras Marina se encuentra acostada sobre una tierra fangosa y se percata de que una luz proveniente del Monte Sant-Michel le ilumina el rostro.

En To the Wonder, más que en algún otro de sus filmes, sea éste Badlands, Días del cielo, La delgada línea roja, El nuevo mundo o El árbol de la vida, Malick contrasta y radicaliza dos tiempos que articulan la historia: por una parte, un tiempo interno, lírico, un flujo de completa intimidad de los personajes; por el otro, un tiempo externo, el de las acciones y los eventos en el mundo físico. Subrayo el hecho que me he apoyado en la palabra “radicaliza”, porque este filme de Malick sólo viene a ser el epítome de un conjunto de técnicas empleadas por este director norteamericano en su obra.

Así, Malick construye una historia polifónica que cuenta con las voces en off de Marina, Neil, el padre Quintana y Jane. No es difícil percatarse de que los diálogos que intercambian los personajes apenas sirven de una suerte de bisagra para aclarar uno que otro motivo, porque lo que es realmente relevante y sugerente es el mundo interior de estos personajes, sus frustraciones y las observaciones que tienen sobre los otros. En relación con esto, no sólo hay matices de múltiples voces en este filme, sino que ya no se trata de que un personaje que ejerce de punto focal comente sobre la vida de un personaje central, como sucede en Badlands y Días del cielo, antes bien, conocemos acerca de los personajes centrales por su propia voz. Una mención aparte merece el hecho de que hay momentos en que los personajes se muestran interesados en preguntas de índole filosófica, trascendentales, generales. Por ejemplo, notemos que por causa de sus desencuentros con Neil, Marina se pregunta: “¿Dónde estamos?”, “¿Cuál es la verdad?”, o exclama: “Amor que nos amas, gracias”. Queda claro que ese “nosotros” y la “verdad” de su interrogante no se refieren a ella ni a Neil, al mismo tiempo que el sustantivo “amor” se muestra como una categoría general e impersonal, no al amor entre ambos. En cualquier caso, retomaré este elemento para concatenarlo con otro aspecto del filme. Por lo demás, hay varios momentos en los que estas voces se siguen escuchando en el siguiente segmento, ya cuando las acciones de otros personajes se encuentran en marcha.

“To the Wonder”, de Terrence MalickPor lo que respecta al tiempo externo, podríamos subdividirlo en el par estático/móvil. Por tiempo externo estático no me refiero a movimientos detenidos de los personajes y las cosas, como pareciera entenderse, sino a un plano, o un conjunto de ellos, que captura distintos elementos, pero, sobre todo, a una naturaleza descollante (lagos, árboles, represas, la arena, entre otros elementos). Una revisión a la obra de Malick nos permite reconocer la importancia del entorno físico natural en cada uno de sus filmes, no en vano el prominente crítico cinematográfico Roger Ebert consideraba a Malick como uno de los cineastas más románticos y espirituales del cine. Basta pasearse por las imágenes de Días del cielo para convencerse de que este cineasta norteamericano ha aprovechado mejor que nadie la llamada “Golden hour”, esa parte del día cuando cae el sol y se generan sombras tenues y un panorama idílico, ni que decir de El árbol de la vida, que ofrece una luz natural que penetra e inunda todo el campo visual, cual cuadro impresionista. Me recuerda que existía una expresión durante la Inglaterra de la reina Victoria que cifraba la vastedad de su imperio: “El sol nunca se oculta en el imperio británico”. Si observamos meticulosamente, salvando las distancias, claro está, encontraremos que esto aplica a este filme, donde el sol ocupa un lugar en el cuadro en numerosas ocasiones. Lo cierto es que, en la medida que ha desarrollado su obra, los personajes de Malick se encuentran rodeados de una naturaleza que tratan de descifrar, de la cual parecen esperar una revelación, una respuesta trascendental, una explicación sobre un orden mayor. En esta línea de reflexión, recordemos que El árbol de la vida abarcaba la vida cósmica y de épocas arcaicas para finalizar en la de una familia de un pequeño pueblo norteamericano. To the Wonder podría ceñirse a estos versos de Percy Bysshe Shelley: “The fountains mingle with the rivers and the rivers with the ocean”, puesto que de un plano de un pozo pasamos a uno de un lago hasta terminar en el lugar desde donde se inicia la cadena de relaciones.

El otro procedimiento que Malick ha perfeccionado desde La delgada línea roja hasta nuestros días es lo que he denominado tiempo externo móvil. Debo aclarar que en nuestro objeto de estudio esto se presenta con la suficiente frecuencia como para formular una generalización. Como el tiempo externo estático, el tiempo externo móvil depende de otro código propio del arte cinematográfico; concretamente, de uno de sus movimientos: el travelling hacia adelante. La forma cómo procede Malick es hacer una toma con un travelling que avanza, para cortar e iniciar la siguiente toma con otro travelling de este tipo, y así repetidamente. Su efecto es devastador, pues de su contraste con el tiempo interior de los personajes sentimos que el tiempo del reloj que rige el mundo físico avanza con velocidad inexorable, mientras los personajes se encuentran descolocados en situaciones y paisajes que los sobrecogen, que son insoportablemente abrumadores e ininterpretables. Arriba señalé que los personajes de Malick se plantean interrogantes que no se limitan a sus situaciones inmediatas. En cuanto a esto, se pone en relieve el hecho de que el travelling hacia adelante puede apuntar al cielo en el instante en que los personajes meditan y los escuchamos expresarse. En otras palabras, la cámara se mueve hacia adelante en contrapicado, mirando hacia la infinitud del cielo la mayor parte del tiempo, como si desde esa zona etérea fuesen a proceder las aclaratorias que carcomen a los protagonistas, y, en cambio, cuando lo hace encuadrando un objeto, éste parece venírsele encima a un personaje y a un espectador que se reconocen diminutos. El que estos planos no sean subjetivos viene a confirmar la tesis de que es un tiempo externo.

Repasando sus filmes anteriores, salta a la vista que, en mayor o menor grado, el tiempo constituye un eje central en cada uno de ellos: Badlands se estructuraba desde la consigna muy norteamericana que exhorta a vivir rápido e intensamente para morir joven, la cual ha creado leyendas como Marilyn Monroe, Jim Morrison, Kurt Cobain (cabe recordar que Kit le confiesa a los policías que la gente le dice que se parece a James Dean); Días del cielo se consagraba al tiempo de la cosecha y al de la vida; La delgada línea roja se enfocaba en el tiempo perdido durante la guerra; El nuevo mundo confrontaba al tiempo lineal de los conquistadores con el tiempo cíclico latente de los aborígenes americanos, tiempo del mito, del retorno; y, por último, El árbol de la vida nos desplazaba hasta las diferentes etapas de la evolución del mundo. De manera que To the Wonder viene a sintetizar la obra que Malick con una visión personalísima ha coronado al cabo de cinco décadas.