Letras
Nota del editor
Diabulus in música (El diablo en la música) obtuvo el primer lugar en el Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía 2013, por decisión unánime de los jueces Lucía Estrada, Francisco Ángel Morena y Robinson Quintero Ossa, quienes anotaron en el veredicto: “Diabulus in musica es una colección de retratos de intérpretes del jazz, del rock y del blues en cuyas biografías es común la noche, la lucidez y el exceso. El libro se acerca a una visión de la poesía y la vida como riesgo y transgresión de los límites, en un tono menor sostenido, con un lenguaje sin excesos retóricos, con cadencias fluidas e imágenes opacas, como corresponde al universo que representa”).
Diabulus in musica (El diablo en la música)
Extractos

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Robert Johnson

Alguien dijo que fue un tañido grave, producido por el aleteo de una polilla moribunda, lo que incendió su amor por la música e impulsó su fuga de gato herrumbroso.

Acompañado sólo por su guitarra de azogue, sobre los caminos dos veces nocturnos, le arrebató su suerte a todo aquello que se desprecia.

Recorrió tabernas y pueblos, suburbios y ciudades.

Los negros se aterraban con el combate de sus bajos y su guitarra mordida por una nube de sombra.

Se tatuó en la piel su propia leyenda —el tiempo no podía malgastarse. Había que quebrarse las botellas directo en la garganta, seducir escorpiones, copular con pañuelos blancos, para después desaparecer en el acto.

A setentaiocho revoluciones por minuto concibió todo lo que debía decirse: veintinueve canciones y dos ligeras fotografías donde vemos a un bluesman tostado por los rudos soles del Delta.

La leyenda agrega siempre que, a sus veintisiete años, mientras bebía la depresión de un vaso de whiskey en el fondo de un bar, lo irrumpió un hombre que portaba una máscara del color de la noche; vestía un extraño levitón y parecía llevar a cuestas un alud de árboles deformes.

Johnson, con un ligero movimiento de manos, le dijo:

“Hola Satán. Sí, lo sé. Es de nuevo la hora de marcharnos”.

 

Johnny Cash

Enterré el puente de mi guitarra en el aire, sacudí las polillas de mi sombra y cultivé el vapor de la música sobre el heno de los días, a un lado de la carretera, donde los mundos se fecundan.

A Hellman Pardo

 

Jim Morrison

Desde lo alto de una duna dejo caer un cuenco que rasga un aire extraño que acecha mi presencia. Ancianos ángeles amasan mi saliva con arena. ¿Quién acompañará mis huellas para descifrar el verdadero rostro de la luz?

Romper el cristal. No hay noche más fría. El nombre del desierto me persigue. Las puertas se derrumban.

Con el hueso roto del coyote buscaré mis años perdidos junto a un demonio que trepa por el antiguo imperio del cielo.

 

John Bonham

En el grito del árbol encontrarás la semilla. Mi escritura viaja al galope del viento entre los cascos del caballo. Esta tierra se adelgaza ante el trueno del agua en el pecho de un pájaro.

He dejado al granizo sin aliento.

 

Jon Lord

Recogí de la neblina en la mañana cada uno de los hilos que expanden las yemas mis dedos. Hilar es mi destreza, la certidumbre de dormir en una cavidad de sonidos que arden como diluvio perpetuo.

Un flameo inmutable me sigue a todas partes: una tela de música que hoy es mi mortaja, una sonata que ordena a un tiempo la dinastía secreta de un centenar de relámpagos.

Mi corazón es la rueca, la bruma el ovillo, mi música una calina de fuego que lo ha envuelto todo.

A Edwin Mora

 

Bon Scott

He levantado mi hogar sobre el dulce quejido del oro. He convertido sus muros en agua de la orilla, en un ruido caliente de campanas rotas.

Esta casa es cuerpo en llamas azotado por las barbas del diablo; carne como adobes vencidos por el canto, lavados por el sueño infame del sol.

Soy un museo de moscas abanicando la música.

Por ventura, he soñado ángeles atando cuerdas al aldabón de la puerta; del otro extremo pende siempre la soledad del mundo.

A Alejandro Cortés

 

Pappo Napolitano

Me reconozco en el polvo del adiós, en las piedras errantes: con un hilo de viento me hice un collar de caminos.

Dejo el diapasón de mi guitarra bañado por un rumor de flores vestidas por la lluvia. Dejo mi amada Harley Davidson con la que probé el peso de la fe y la pulsación de la muerte. Hay una canción de espejos y lumbres al final de la autopista.

Nada vale más que un viejo blues cortejando las voces aromáticas del sueño.

A John Fredy Gil

 

Stevie Ray Vaughan

Este es mi evangelio:

La soledad del universo se reduce a seis élitros de acero; pesan como el calibre de la araña en el corazón de una rosa, zumban como un crujir de huesos de pájaros salvajes.

Mi voz es clavicordio de agua, pentagrama de fuego, el gesto de todo y de nadie.

La lluvia en el tejado afina el blues-rock de mi guitarra: tormenta de hierro, piedra pluvial que inunda el refugio donde el tiempo pliega sus doce alas.

Mi credo es la ausencia de Dios, el bostezo del cielo.

A Félix Zamora

 

Ian Curtis

Hoy tengo la mirada hecha de tierra para arrojar un puñado al vacio, el espíritu de papel para prenderle fuego y hacer con las cenizas música para sujetar mi destino.

Vengo de abrir una hendidura donde la luz se reconcilia con la muerte, de atar mi cuerpo hueso por hueso a la llama de mi voz, como la danza de Caín en la sonrisa oscura del miedo.

Hoy tengo la boca en la mitad del pecho con una paloma agrietada en la garganta.

El aire está roto en pedazos.

A Yenny León

 

Euronymous (Øystein Aarseth)

Es la profundidad del bosque lo que retengo entre mis manos. El aullido de una aureola negra que me alcanza.

Una luna secreta escarba los misterios del Señor oscuro. Satán es quien lanza cada vocal de mi nombre al fuego para profanar la lluvia sonámbula.

Sortilegio del espanto. La otredad de la sangre. Una leche sorda que invade la espesura.

Afilaré mis pupilas blancas a un ataúd de piedra: también la oscuridad es la luz más brillante.