Artículos y reportajes
“Cadaqués, palacio de viento”, de Ana María Velázquez
Cadaqués, palacio de viento
Ana María Velázquez
Poesía
Fundación de Estudios Literarios Lector Cómplice
Caracas, 2013
ISBN: 978-980-7477-19-2
33 páginas
El camino salvador de Ana María Velázquez

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El poemario Cadaqués, palacio de viento, de Ana María Velázquez, es un libro que va por partida doble en el hecho de que involucra, a manera de presentación bilateral, tanto una crónica de viaje como un poemario. En este sentido, el libro abre con una narración sensible y emotiva acerca del recorrido de la narradora por los caminos y pueblos en vía a la casa del artista Salvador Dalí. Una vez que se lee el texto en prosa, vienen las imágenes que sobresalen para ser presentadas en poesía. Entonces surge la poeta con sus poderosos versos.

En el introito del poemario, justo antes de tomar las estaciones del camino, aparece Alma como el nombre de un personaje de raza negra, como la tierra negra de esos campos, negra fértil, negra que da pan. Junto con ella, la poeta nos revela el otro yo, las oscuridades secretas y las revelaciones a la luz.

Esa alma que acompañó a la poeta no es otra que el alma de la poesía, el alma que predispone a escribir en palabras simbólicas, en ritmo, en imágenes. Y es un acierto que el poemario comience con la enumeración de las preguntas al alma, a la inmortalidad: “¿Recuerdas Alma cuando eras vieja y sabia?”. Y culmina con la repregunta: “¿Recuerdas?”. El recuerdo del alma eterna como la persistencia de la memoria, tal cual el cuadro de los relojes fundidos de Dalí. Y, sobre todo, enfatiza en el alma libre, el tema central de este libro.

Ocho estaciones poetizan este camino. Nótese que son ocho, el número en círculos, el lazo que se une, que representado acostado nos indica el infinito. También es el nudo en ocho, el nudo de los marineros en las barcas como las tantas que vio Ana María Velázquez en las bahías de este viaje. Y este tipo de nudo, que tan bien como anuda se puede aflojar con facilidad cuando lo requiera, es un nudo libre. De ahí la relación con el tema poetizado en este libro: la libertad individual, la libertad creativa.

Tampoco es casual que sea Dalí el impulso para la literatura de viaje, la poesía como pasaporte para contemplar y expresar los claroscuros, conjugarlos con la sombra junguiana y el desplazamiento anímico hacia la luz, para ser libres. Entonces la poeta emprendió el verdadero viaje de la imaginación creadora, lo que se descubre, lo que renace.

Cuando se llega a la primera estación, el poema abre con el verso: “Hay dos partes dentro de mí”. Con ello, la apertura ante el examen del alma. Alma que ha de pasar por la locura para coincidir con la lucidez. Y lo transmuta en Alma como un personaje, su compañera de viaje, una negra que tiene miedo de no ser aceptada, como los inmigrantes africanos que llegan a España, desposeídos.

En esta poesía de los detalles, se sigue a la segunda parada, en Girona. La enumeración de lo que la poeta visualiza desde la ventana del tren: los campos, las casas, lo que pasa rápido, lo que se ve como parpadeo, y la sentencia del verso final: “No es extravío, dice / sólo desorientación al inicio del viaje”. Y bien se sabe que no importa perderse, sino libremente aventurarse a descubrir lo olvidado.

Tercera parada: la poeta nos señala una estación “ínfima”, y desde ese andén, pobrísimo, nos lleva de lo micro a lo macro con una imagen global: un niño geopolítico. Justo en esta tercera estación, “observa el nacimiento del hombre nuevo”, la Trinidad.

Cuarta parada: el campesino arando, el duro trabajo para obtener el pan que le da la tierra. Es un poema sonoro por excelencia, vibra el sonido del azadón.

Quinta parada: esta es la parada del tiempo, la parada del loco viento tramontano. Con el verso: “Locura salvadora”, que la poeta repite tres veces, como el mago Merlín. Repetirlo, tal vez, para invocar a Dalí. La locura salvadora, como lo es la poesía.

Sexta parada: aquí se percibe un poema social a la valoración de la mujer. Con el fondo de una trasnacional, contrasta la imagen de las mujeres árabes tapadas en burkas negras, con la represión de la sangre de sus piernas.

Séptima parada: llegada a Cadaqués, el palacio de viento, las barcas, las casas de cal, la tierra surreal, los artistas surrealistas, los desnudos de Gala, para captar los orígenes de los cuadros de Dalí.

Octava parada: Port Lligat, adonde solamente se llega a pie, como un buen camino. Tras subida y bajada para entrar a “la salvadora casa salvada de Dalí”. Allí donde el alma halla el purificado mar, alma que se muestra en el verso final en la forma de un velero, navegando mar adentro, en libertad.

Este es el poemario de la poeta que fue hacia el norte de España, a la zona limítrofe con Francia, y allí halló su alma poética. Es la que leemos en este libro, el cual contiene el tríptico galardonado con el premio Alejo Moreno, en San Joaquín, estado Carabobo (2009).

Ana María Velázquez, quien cuenta con una trayectoria como narradora, cuentista, novelista, es una poeta ¡poeta! Y mi afirmación ha sido corroborada otra vez más, puesto que obtuvo la Mención especial del premio José Antonio Ramos Sucre 2013, en Cumaná, estado Sucre, con su segundo poemario, Extranjera de por vida, que pronto saldrá en circulación y nos llevará, como Cadaqués, palacio de viento, al alma poética libre.

(Palabras de presentación del poemario Cadaqués, palacio del viento, de Ana María Velázquez, durante el bautizo realizado el viernes 22 de noviembre de 2013 en la librería Alejandría del Centro Comercial Paseo Las Mercedes, en Caracas).