Letras
Poemas para El viejo y el mar

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a la memoria de Ernest Hemingway

Soledad

Tal vez seas la llama sobre el muro del aire
que me libra de aljibes poderosos
y cristales de sombra
pero no,
mi soledad no es esa.

Una impresión de rojas desnudeces
que se abrazan por dentro y se construyen
sobre labios de olas
pero no,
mi soledad no es esa.

Como un solo plumaje de simétricas alas
o una tropa de filósofos tristes
señalando a los vivos
pero no,
mi soledad no es esa.

Quizás feliz anecdotario de los soles y pálpitos
o su raudo oleaje construyendo
la ocasión de la estrofa
pero no,
mi soledad no es esa, esa, esa.

 

Barcarola

No sé yo si sabría cómo abrir los ojos
y nombrar cada uno
de tus anchos sabáticos.
Posiblemente nacería entonces
redondo, pasajero
pero no me abriría a los ecos del lodo
ni sería la limpia sepultura
de un afán de gaviotas.

No sé si sabes, mar, mar engendrada
de mi poema lleno de desiertos,
de por qué tantos son, tus versos tan dispares
que incluso los silencios me bastaran.

Puerto mío y tacto
de los dedos ingentes.
Como un viejo platero
con el pecho sembrado de naufragios tristes
cada quimera malva reconozco
de tu amor descalzo.

Porque te fuiste ahondando
con tus olas indígenas
me has robado la sombra y las raíces.
Me obligaste a visitar los puentes,
a seguir sepultado como un sueño cualquiera
en mitad de los ríos.
Por tu atuendo de ráfagas
aprendí a divagar en tus laderas
peregrinas de fango.

Y ahora sueño enormes, diligentes brazos.
Ya no espero nada.
Sólo amar, tenderme.
Porque soy azul.
Del inmenso azul.
Tu diván azul.

 

Final

La mar de cal. Mirarla es despedirse
de su alborada fiel. Acaso sigue.

Tal vez no salga nunca del umbral
o tal vez sí, se extinga nada más.

Que blanco su portal, blanco distante.
Lo sabe ya, seguro que lo sabe.

Sabe el ayer que el mar de sus silencios
no dura más de lo que dura un verso.

La mar de cal, al fondo veo
las suaves ataduras de un velero

virando en soledad. Sólo las barcas
arden al sol de la pared descalza.