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De Incombustible

Del verano de dios

1

El amor es redondo, tiene forma de aro:
por eso los novios se regalan anillos.
Y ponerse el anillo es penetrarse un poco.

Cuando a los 18 años me casé
la mañana de un viernes 25 de enero
embarazada de seis meses
yo llevaba un anillo y él también.

*

Eran anillos de oro.

Mi mamá fundió mi pulsera de bautismo
para hacerlos. Lloré toda la mañana
y fue eso.

Con la pulsera de oro fundió mi tiempo de nena.
Le puso una lápida a mi candidez,
me entregó. Para ella
ya no era su chiquita.

La pulsera de oro que me dio mi madrina
hecha agua de lava
lavó mi pecado.

*

Mi primer marido y padre de mi hijo
perdió su anillo de oro esa semana
en una pelea callejera.

Era un huérfano de apenas veinte años
muerto de miedo
que no sabía mentir.

 

2

El amor es redondo, tiene forma de útero.
Por eso los hombres nos regalan anillos.

El anillo se puede erigir en una prenda
del sexo por amor
y desamor.

La madrugada del martes 25 de enero
del verano de dios del año dos mil once
encontré un anillo igual al mío
en aquel puestito de artesanos.

Era enorme y le quedaba exacto
en el dedo anular de la siniestra
a mi segundo marido
y casi padre
de los dos hijos que perdimos.

En su mano de gringo
se veía bonito.

Le pregunté si lo usaría y asintió.

Lo mirábamos y estábamos seguros:
de ese año lo nuestro no pasaba.

Los sauces que caían sobre el río.
Los insectos. Los chicos que corrían.
¿Las estrellas? ¿El viento?
No lo sé. De todas formas
yo le tomé la mano
y lo besé.

Caminamos por la tierra
hasta la casa.

 

3

El amor es redondo, tiene forma de ojo.
Las mujeres nos ponemos anillos para vernos.
O para dejarnos ver por dentro.

Mi tercer marido suele apresurarse.
Me abrazó bajo los pinos de la casa vieja
en vísperas del pasado 25 de enero.

Dice creer en la inocencia de los signos
pero en verdad cree en los golpes secos.

Quiso tirar al río nuestro anillo.
Dice que no lo honro de verdad.
Que no creo en él ni en sus diamantes.

Pero el amor es redondo.

*

Ponerse un anillo es penetrarse un poco.
El anillo se puede erigir en una prenda
del sexo por amor
y desamor.
Las mujeres nos ponemos anillos para vernos.
O para dejarnos ver por dentro.

*

Crujían las agujas de los pinos.
El pasto crecía. Los gatos esperaban.
¿El sol caía? ¿El calor
insoportable?
No lo sé.

Es que el amor es un aro,
es un útero y un ojo.

 


 

Cuando yo tenía doce años no comía.

Mi mamá me decía que me iba a morir.

Pero yo acariciaba mis pómulos,
mis costillas, los huesos de mi pelvis.

No hay nada, mamá, como el sabor de la muerte.

 


 

Escribir es mi única osadía:

bien vale dorar una cebolla,
un pedacito de cebolla morada,
desteñirlo en la manteca
para olerlo.

La soledad es mi única osadía:

bien vale estirar el mantel
sobre la mesa
preparar el plato azul
y los cubiertos

y masticar mirando la ventana.

Incombustible fue editado en 2013 por Alción Editora de Córdoba, Argentina, y reeditado en Buenos Aires y en España, con traducción parcial al mallorquí.

 

De Escribió Dickinson

La naranja de hoy estaba seca.

La turgencia no garantiza nada.

Ni el color rabioso, ni el botón saliente
que acaricié en la góndola del súper.

La naranja de ayer no era perfecta
pero sus gajos estallaban.

Eran bastante buenas las naranjas
que me tocaron durante la semana.

Hoy el recuerdo de otro jugo no me alcanza.

Y el amor que tuve
no me moja la boca.

 


 

Aquel verano, cerca de Navidad,
te di la mano una noche, en la casita.

El universo
se reconstruyó, como Pessoa diría
—sin esperanza,
por instinto divino—

y mi corazón giró como una bola
de esas transparentes que se vuelcan

para que caiga nieve sobre otra casita
donde la Navidad es en invierno.

 


 

Hoy disolví un amor.

Algunos signos se vieron desplazados.

Algunos otros
quedaron en el aire.

Podría pensarse que es un día distinto.

Lo único cierto es que empezó el invierno.

 


 

Esas castañas se llaman anacardos.

Y los árboles que estaban junto al mar
no eran castaños.

Merecían un nombre más bonito.

Nuestras fotos de turistas se parecen
a todas las fotos de turistas.

Nuestros destinos de turistas se parecen
a los destinos de todos los turistas.

Y la vida que pasa después de nosotros
se parece
a la vida que alguna vez tuvimos.

Es injusto.

Esas castañas se llaman anacardos
porque parecen corazones.

El libro inédito Escribió Dickinson aparecerá en abril de 2014 en la Colección Fénix de Poesía, dirigida por Pablo Anadón (Editorial Brujas, Córdoba, Argentina).