Letras
Poemas

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A la poesía

Tengo tanta poesía
que no quiere salir
de mis pupilas.

Que egoístamente
Se quiere morir allí
y apenas a veces
sale rodando,
cual lágrima,
por entre las manos
delgadas y finas que así quedaron,
que tan sólo escriben
una décima de lo que podrían escribir,
que tan sólo se inspiran
cuando las arrugas
(Heridas. Verdaderos
tajos de tiempo)
del rostro de los padres
van floreciendo a nuestra
vista y paciencia.

Un segundo de día
Una eternidad de noche
Por favor. Es lo único que tenemos.

 

Nosotros, los dueños de la luna

Sola, enorme, perdida, transformada
Venenosa, desdichada, solitaria,
Ni muy cerca, ni muy lejos.

Nosotros los dueños de la luna
caminamos hacia ella, como si fuera
nuestro único norte.
Nosotros, los dueños de la luna,
la observamos desde nuestros ventanales
y sentados en nuestras duras sillas
de roble, escribimos su reflejo.
Nosotros, los dueños de la luna,
que ya ciegos estamos, la seguimos
describiendo, mientras que su portentosa
mirada engañosa nos señala versos
de parajes nocturnos.
Nosotros, los dueños de la luna,
aún nos alegramos de su decidor
silencio.
Nosotros, los dueños de la luna,
que vemos cómo su soplo
quema al cristal que nos baña
enfurece a la costa y borra las huellas,
nos ahogamos, quizás, en el soplo y la espuma
de las noches que no nos pertenecen.
Nosotros, los dueños de la luna,
un día ya no cantaremos
y nuestro eco ya no bajará
desde el portento de tu ciclo
y cuando esa noche llegue y sólo
silencio y respiro se escuche,
la desnudez de tu imagen
se limpiará de palabras.

 

Gracias a la noche

Gracias a la noche
Silenciosa
Ya no tengo ni el crepúsculo
Gracias a su infinito
Reflejo
Sin murallas, las pupilas
Se me ahondan.
Las estaciones se extraviaron.
De las visiones, sólo queda
un puñado de luces
un puñado de sombras
más oscuras que el propio silencio.
De noche
De oscura noche
De profunda luna
Se ahogan las costas
El granito de arena se humedece
Y el estruendo quejumbroso
De las olas galopantes
Grita roncamente
Por las hendiduras de las rocas.
Las piedras, solas en su quietud
vibran y resuenan
como campanas contra la espuma.
Se oponen
Persisten, solas en su quietud
Perduran, infranqueables
Por los límites marinos.
Gracias a la noche
Silenciosa
Vivo en el desvío
Gracias a su infinito
Reflejo
Los versos caen en el papel
Sin destino, ni ordenanza.