Artículos y reportajes
Juan GelmanDesde acá, Juan Gelman

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Así que por fin callaste, Juan Gelman, Juan-corazón, Juan-coraje, Juan negado al escarceo y a la simulación.

El 14 de enero arribó de puntillas y te arrebató para siempre. En 1930 llegaste a leer este mundo donde nunca calzaste del todo. Y sería Buenos Aires en la Argentina de Borges y Gardel quien te atraparía en el aire. Venías andando por un furioso camino de judíos y ucranianos remotos. En su equipaje de sudores y melancolías blanqueabas como semilla en agraz para luego desdoblarte en lo que fuiste: un árbol surcado por cicatrices y relámpagos.

Entre tanta voz sincopada o sin rienda que martilla la poesía del mundo, la tuya se me queda. No puedo sacármela del entrecejo. Y es que a más de poeta verdadero, fuiste un hombre cabal. Ahí respiras como un fuelle de seda desde lo inescrutable de esas corrientes subterráneas que nos dan persistencia.

Ahora puedo decirte que voy a echar de menos tu puño siempre en alto y tu tesón en la denuncia y el sentido. A diferencia de tanta palabrería sin cintura que pringa el decir poético del mundo, vas seguro de tu conocimiento y de la fórmula que te permitió fraguar una de las obras literarias más estremecedoras del continente.

Sé que fuiste un contradictor implacable de la dictadura militar que entre 1976 y 1983 oscureció tu país con sordideces innombrables. Tiempo de terrorismo de Estado, tortura y desapariciones forzadas que saboreaste en tierra propia ya que Nora y Marcelo, tus dos hijos y María Claudia, tu nuera sumida en siete meses de embarazo, fueron secuestrados el 24 de agosto de 1976 por la horda uniformada. ¡Qué dolor encontrar el cadáver del hijo en un barril lleno de cemento como ejemplo de la putrefacción que enrarecía el aire! ¡Llorar para adentro la desaparición definitiva de la hija y celebrar, después de un rastreo de más de 25 años, la recuperación de María Macarena, la nieta nacida en cautiverio, flor de esperanza, confirmación del derecho inalienable del corazón!

¿Cuántos fueron tus libros publicados? ¿Diez, veinte, treinta? Conozco algunos de sus nombres de pila: Violín y otras cuestiones (1956), En el juego que andamos (1959), Gotán (1962), Los poemas de Sidney West (1969), Fábulas (1970), Salarios del impío (1993), Sombra de vuelta y de ida (1997), Salarios del impío y otros poemas (1998). El oportunismo político y la hipocresía social no pudieron contigo. A más de tres o cuatro galardones de primera línea, te llevaste prendidos en el ojal como claveles desafiantes el Premio Cervantes y los premios Nacional de Poesía de Argentina y Reina Sofía de Poesía.

Quisiera hablar hasta secarme de tu brillo y tu hombría. No tengo espacio. Me despido entonces quemándome poco a poco en la hoguera de tus palabras simples y complejas como la humanidad: “¿Quién dijo alguna vez / hasta aquí la sed, hasta aquí el agua? / ¿Quién dijo alguna vez / hasta aquí el aire, hasta aquí el fuego? / ¿Quién dijo alguna vez / hasta aquí el amor, hasta aquí el odio? / ¿Quién dijo alguna vez / hasta aquí el hombre, hasta aquí no? / solo la esperanza de las rodillas nítidas / sangra”.