Letras
Tres poemas

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Nocturno de Chopin sobre fondo rosa

a José H. Cáez

Nunca escribí poemas de amor,
por eso de los nombres desechables
o de los mapas con múltiples destinos.

En Necrópolis, se trata del camino
de lloverse allegro ma non tropo
como de la propia voz de los secretos.

Mis páginas se alimentan de la esperanza
desde la otra sangre
            desde ese cuerpo del delito
erotizado desde la confidencia
hasta los abismos de la piel enamorada

y si fuese un poema de amor en cien días
compraré papel color de rosa
mientras escucho un nocturno de Chopin
borraré todos esos pasados innecesarios

y quemaré cada apellido
cada mapa para eternizar
            este poema
                       y mi amor o mi muerte.

 

Sonata en dos cuerpos y una noche

a  Juan Gelman
y a ti que me pueblas de sueños

Me he acostumbrado a beber la noche lentamente,
porque sé que la habitas, no importa dónde,
poblándola de sueños.

Juan Gelman

Sed tu sangre como mi sangre
sed de amor en lluvia de fuego
habitada de ti,
habitado de mí,
absenta
            alas
                        pétalos de mar

árdeme de sueños y piel
scherzo para los dedos
penétrame de colores
poblados de sueños
como las cosquillas de la muerte
risas
            labios
                        la séptima llave

puéblame de noches y temblores
y te poblaré desnuda  y delirante
tu cuerpo sobre el mío y giro sobre ti
pintamos estrellas para la noche
y peces de plata para encontrarnos
en tu historia como en la mía
sombras de hambre devoradas lentamente
abrazos
            vértigo
                        cerramos los ojos

muriéndome de ti, muriéndote de mí.

 

Serenata de muerte

Aquí sabemos a qué sabe la muerte
Aquí sabemos lo que sabe la muerte.

José Emilio Pacheco

La mañana me muere de palabras
una caricia desmembrada,
una mirada sin luz
un beso agoniza en espirales:
todo muere en ruta de voces.

El espejo de los ecos pare espinas
desangran una serenata a los muertos
dulce polvo de sangre añeja,
cada sorbo de muerte un acorde
cada acorde un duelo de versos.

Llegamos a la última estación
a la memoria olvidada
la puerta entreabierta
la vida que pensamos
el deseo de cantar a los enamorados
dulce sangre de polvo añejo,
somos el final del camino
el entierro de los espejos.

Aquí conocemos el secreto de la muerte
mas la vida ya enterró el silencio.
y todo sigue muerto.