Artículos y reportajes
“Angst”, de Irán Infante
Angst
Irán Infante
Poesía
Negro sobre Blanco, 2013
ISBN: 978-980-7609-25-8
112 páginas
Prólogo a Angst, de Irán Infante

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Comencé a leer al poeta Irán Infante en una conocida red social, y me sentí invitada a su palabra por el destello de su verbo. Meses después nos conocimos personalmente. El vínculo creado desde entonces, nuestro Hilo rojo, es el de la poesía. La poesía puso el primer poemario de Infante en mis manos: Delirios nocturnales, al que le siguieron Epitafio nocturno, Ad Noctum y Resquicio fórmico; antes de entrar en la lectura de Angst recordé una cita de Octavio Paz: “La mucha luz es como la mucha sombra: no deja ver”. La luz de Infante, el estallido inicial que me prendó de un verso, y luego me invitó a detenerme en su obra poética, es también una sombra, una densa tiniebla, como lo son las palabras mismas para los habitantes de los corredores del miedo.

Angst significa ansiedad, temor. Este poemario está dividido en dos partes: “Lebensgefahr”, que podría traducirse como “Peligro de muerte”, y “Cadáver prematuro”, que es el título de la segunda parte. Es claro, desde el principio de la lectura, que en el poemario de Irán Infante no vamos a encontrar ningún verso dispuesto sin voluntad. Ningún descuido. Este poemario transita las sombras, las duras sombras de la voluntad de un sobreviviente de sí mismo. El duro espacio que encierra el insomnio, el limbo inducido por la Setralina, la ansiedad y toda la crueldad que ella trae consigo, y que deposita en las páginas blancas del poeta.

El poeta que respira en los poemas está acelerado, pero decanta su verbo con ferocidad, sutura sus angustias hilando una tras otra sus huellas, para poder seguirlo. El manejo del lenguaje, todos los símbolos encarados y dispuestos en Angst, son reveladores de un mundo, de una vida, de una batalla campal, de la cíclica nostalgia que lo envuelve.

En el primer poema Infante dice: “El hacha astilla el día”; avanzamos y anuncia: “Enterrar a dios con la noche”. Me detengo, respiro, bebo un café, recuerdo al poeta francés Alphonse de Lamartine: “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd”. Siento, sentir es bueno, la poesía de Irán me convoca, como debe hacerlo todo poema invocado desde las profundidades del ser, desde la violencia de la soledad de no encontrar respuestas, o no encontrar la forma de traducirlas, desde la honestidad. Todo poema que te mueva, que te entregue el regalo dulce, amargo, agridulce del estremecimiento, bien vale la pena el movimiento. Nada es para bien, nada es para mal, es lo que es, es la palabra hilando el desamparo, las noches interminables, la locura. El poema “Zoloft” es demoledor. La brevedad es demoledora, la muerte prematura es demoledora, toda sospecha es demoledora, la vida es demoledora.

El poeta maneja la brevedad con lucidez. En cada página la lección es la misma: “Las ruinas nunca nos perdonarán / el tiempo en que fuimos viaje sin retorno”. El poeta se canta ruina y se canta viaje sin retorno; como el viaje de la palabra misma, una vez arrancada de los adentros. En este punto, no sé si el poeta ha ascendido o se detuvo en su memoria para echar al fuego cualquier esperanza.

Acá no se juega, este poemario no es un patio de juegos ni un patio de locos. Hay gritos, hay dolor, hay restos del poeta y ajenos, los restos de la derrota.

Angst pulsa la muerte:

¿Por qué esta necesidad de cortarme la garganta?
¿Por qué las ansias de arrancarme el tercer ojo?
¿Por qué ese desespero de volar?
               ¡Abre mi pecho!
                            quiero salir...

Por tanto, Thanatos se hace presente como una foto, con saña y suavidad; también lo hace Eros, otorgándole al poeta la voluntad, el minuto siguiente, la vida que sigue, breves fulgores de pasión. Aquí yace la lucha, la contradicción, toda la tensión entre los deseos de vida y muerte, la cuerda floja, todos los puntos finales. “Ella me visita cada mañana / Siempre triste / Siempre árbol”, ¿sentencia?, ¿epitafio? en Angst no existe Dios, tampoco Lucifer, acá ninguno es amenaza ni salvación, acá el vacío es el amo.

El poeta nos confesará que, para él, Dios es la Sertralina (“Zoloft”), que Lucifer son las voces que le dictan las noches, que la lepra es el insomnio, y que su voz es un grito mudo. Revela que, si le quitan el dolor, se irá también la poesía. No hay victoria posible.

En la segunda parte del libro,  “Cadáver prematuro”, la contradicción se intensifica, el poeta ilumina los corredores, quizás, por un estallido de amor o deseo, y luego se oscurecen con la muerte, la muerte en vida, con el mismo ritmo en que avanzamos en la lectura: “Le canto a la muerte / con los segundos agujerados en el corazón”. En este poemario nada se asume ni se traga fácilmente, es un cuerpo, un corazón, un campo minado. Un bombillo a punto de estallar. El verbo de Irán Infante es fuerte y voluntarioso. Es su plegaria.

En Angst, el poeta colocó tantos espejos como poemas y no está prohibido mirar(se).

 

Algunos poemas de Angst

Le canto a la muerte
                 con los segundos agujerados en el corazón

 


 

¿De dónde me cuelgo
para guardarme de mí mismo?

 


 

¿Para qué hilar las noches en tu cuello
si el sol se apaga en tus ojos?

 


 

Lastrar tristeza es
llevar mil perros mordiendo la garganta   
la noche astillada en el cuerpo

 


 

Deshojo la flor entre tus piernas 
                 con el lamento de mis costillas
Una y dos veces empuñaste la luna en mi pecho

 


 

Me arranco el grito
                 para desmantelar soledades