Artículos y reportajes
El Roto: A cada uno lo suyo
El Roto: A cada uno lo suyo
Mondadori
Barcelona (España), 2013
El Roto: A cada uno lo suyo

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No siempre ha de ser el texto como tal, desnudo y significativo, quien ha de hacernos la mejor compañía, la de la lectura y el entendimiento. Muchas veces (¡tantas veces!) es, por el contrario, el “santo”, la imagen, quien más y mejor nos lleva de viaje por la imaginación, por la inteligencia, por el camino de la postura de una capacidad crítica que nos ayude a entender la realidad que nos circunda y afecta, la que nos ayuda a ser más libres.

Andrés Rábago García, que tiene como nombre de autor “El Roto”, es ese dibujante casi oscuro (casi, pues al fondo de sus dibujos siempre hay una claridad, una clarificación) que nos aporta ahora, de nuevo, en este volumen, algunas premisas de sociología trascendente, algunos ejemplos de realidad semioculta en la que conviene reparar; algún paradigma de rica imaginación que invita (e incita) a deliberar a la vista de los escombros dejados, sobre todo, por la actividad político-económica de los gobiernos...

“Como alternativa al túnel nos ofrecen vivir a la intemperie”, dice uno de esos personajes anónimos, llenos de sentido común por causa de la realidad a la que se les condena, a su pareja. O bien, leemos en uno de sus “bocadillos” epigramáticos: “La postura de la iglesia siempre ha sido la misma” y se ve la imagen de una iglesia invertida.

Cada página, así, se convierte, tal como diría el poeta, en un “redoble de conciencia”. Cada viñeta es una ventana abierta para observar más allá, más intensa y extensamente una realidad aciaga y perversa construida por unos supuestos vencedores que siguen sonriendo mientras nadan en las inmundicias supuestamente útiles y racionales que han generado: “Todo es coherente —dice para sí el camarero contratado por horas en la compañía multinacional—, el contrato basura, el trabajo de mierda y la porquería que sirvo”.

Ahora bien, cada breve texto, cada imagen, semeja que no han nacido como una invitación al lamento, sino para la consciencia, para reparar en una situación injusta, de ahí que nos conduzca a esa actitud con la que el libro concluye: “Si no podemos cambiar de horizonte, cambiemos de perspectiva”.

Procuremos, al menos, desde nosotros mismos, mantener viva la osadía de la libertad de conciencia, la libertad de ser.