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Lira transfigurada
Extractos

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1. Lira transfigurada

A sus sesenta cumplidos,
el alegre ministril
de la lira transfigurada,
lleno de bríos en su oficio
de Lázaro innumerable
levantándose de sus muertes,
rasgueando las cuerdas dormidas.

Hábil malabarista órfico,
a tu edad los años expiatorios,
y entre las hojas color amnesia
de tus derrames vesperales,
también la progenitura
de ásperas notas tremolantes.

En la Constelación del Toro
hallarás las pomas doradas
de las vírgenes del perdón,
y llenarás tu cesta
de licor estupefaciente,
antes de enfilar el rumbo
a los cuarteles de invierno.

Llegarás tarde a tu destino
con tu prontuario borroso
de órfico nigromante,
y en la lectura a ciegas
de las vírgenes amorosas,
las piruetas, las travesías,
los malabares del nauta,
la lira transfigurada.

 

2. Crecida

Mucha agua corra bajo los puentes,
mucho polvo caiga a la edad
y en ella se destituya,
o muramos todos de vértigo
y de cómputo juliano,
mirándonos precipitarnos
al torbellino del humo,
en nuestros mejores años,
alcanzada la madurez del seso.

Dios te bendiga, juglar,
en la nomenclatura espuria
del léxico de los bastardos,
y te preserve un lugar
de honor en el camposanto,
cuando el fuego de tu creación
sólo infructuosa ceniza,
y penetren en el olvido
tus huérfanas criaturas.

Antes de abandonar, empero,
esta región de tránsito
hacia la nada originaria,
un último fogonazo
de tu lámpara prometeica,
un último, último rubor
de tus mejillas clarividentes.

Mientras tanto los torrentes
en crecida por todos los campos,
el polvo destituyéndose,
y el seso apagando su ardor,
Dios te bendiga, juglar,
el torbellino del humo.

 

3. Asignatura nocturna

Númenes de mi asignatura
nocturna los que a través del sueño,
con su abrupta carga semántica
interfiriendo las conexiones,
enturbeciendo el cristal diáfano
de mis ventanales hacia el alba.

A la hora que lleguéis, heraldos
de mi profundo yo sumergido
debajo de todas las fechas,
y debajo de todas mis vidas
vividas en la intemporalidad
de mis pasajeros en tránsito
hacia nunca llegar, hacia nunca
encontrarnos en el desenlace,

a cualquier hora que llaméis
desde mí mismo o desde mis otros,
o desde ninguno ni nadie
en el desorden de los rostros,

yo ya no estaré ni habré muerto,
yo ya no seré ni habré sido,
ni escucharé vuestras pisadas
crujir encima de mi corteza,
ni oiré vuestra voz llamarme
por un nombre borroso en el olvido.

Númenes de mi asignatura
nocturna los que estas palabras
cayendo en el sopor del otoño.

 

7. Acrobacia

Acrobacia semántica
en el trapecio verbal
del gran circo del habla.

Cuánta pirueta, joven juglar,
cuánto prodigio lingüístico,
malabarismo verbal,
y audacia de locución
en el locutorio,

cuán fonética tu virtud
de trapecista lingual
en contorsiones de voz,
lanzando desde el palatal
el juego de consonantes
apareándose a la vocal,

y cuán original tu don
de arrancarle al ejercicio
de la gimnasia verbal,
voces del todo inéditas,
fonemas cuya contorsión
malabarismo del habla,
semántica de la ilusión.

 

9. Casa final

La casa final esperándonos
en algún lugar del planeta,
con mar y peces y gaviotas,
con lluvia y viento y tempestades,
erguida sobre su emplazamiento
de roca viril del terciario,
imperturbable frente al castigo
de la furia de los elementos.

Llevarás el nombre de mi mujer,
y se abrirán tus ventanales
hacia la aurora marina llenando
de luz astral tus habitaciones
talladas a cincel en el espacio.

Por ellos iré con una humareda
de mirra bíblica e incienso,
expulsando demonios y esperpentos,
purificando cada rincón
del nuevo hogar recuperado.

En el amplio patio bajo el cielo
plantaremos, amor, un membrillo,
una higuera, un olivo, un manzano,
y una parra de pezones rubios
que extienda sus copiosos vástagos
sobre nuestras cabezas con nieve.

Y cada mañana despertaremos
nuevamente desde el pasado,
y abriremos puertas y ventanas
para que el sol entre a raudales,
e ilumine de luz cósmica
la casa que nos esperaba
en algún lugar del planeta,
con mar y peces y gaviotas,
erguida sobre un alto cerro.

 

11. Cuchillas grises

Oleadas migratorias
de hojas desamparadas
tocaron a mi corazón,
y era el otoño mudando
en rituales defunciones
su volátil indumentaria.

Y era una muchedumbre
de secas criaturas
vegetales huyendo,
persiguiendo en el viento
su cíclico destino
de hojas de la mutación
terrestre, de víctimas
inocentes degolladas
en el cruce de los astros.

Devastadora, otoño,
tu guadaña decretal
asesinando vidas
inermes por su sino
vegetal marcadas,

terribles y piadosas
tus cuchillas grises,
devolviendo a la tierra
su alimento ritual,
su sustento terrestre.

¿Pero por qué tus despojos,
por qué tus oleadas
de láminas migratorias,
por qué tu población
de hojas exterminadas,
tocan a mi corazón
y piden allí amparo?


13. Destino final

Tal vez así será la muerte:
como lentas multitudes
de hojas secas derramándose,
girando sobre sí, volteando,
intentando aferrarse del aire,
tardando largos decenios
en llegar a destino final,
en las entrañas de la tierra.

En ella dormirá tu cuerpo
un sueño extensamente lento,
en tránsito interminable
hacia las rojas amapolas,
y tus huesos persistirán,
mudos por toda una eternidad,
anónimos en el osario.

Pero aquello que has sido, hijo,
lo que realmente te ha hecho hombre,
no se extinguirá en la tumba,
paralelo a tus despojos:
pues tierra, polvo u hojas secas
la vida mortal que ha cumplido
su tránsito por este planeta.

Mas tú eras el que gobernaba
esa nave en la cual cruzaste
este océano hacia la muerte.

De ti quedarán tus vástagos,
lo que haya creado tu ser
hijo del soplo originario.

Continúame, entonces, poema,
cógete con tu pecíolo
de las páginas del tiempo,
y no caigas como esas hojas
con las que caen nuestras vidas.

 

14. Y si la muerte

¿Y si la muerte viniera, Claire,
y si la muerte llamara
no a mi puerta, no a los cristales,
sino a mi corazón con su voz
de anciana menesterosa?

Y me dijera, entrecortada:
Mortal hijo de vecino,
suelta amarras que vengo a por ti,
suelta amarras que tu navío
ha de iniciar su viaje final,
su travesía definitiva
hacia el país de nunca volver.

¿Y si la muerte viniera, Claire,
y si la anciana andrajosa
tirara de mis vestiduras,
y me conminara a seguirla
a su reino de obscuridad,
a la mudez de todos los labios,
ahora que caen las hojas?