Aquí las tienes, preparadas, expectantes.

La derecha, que ahora escribe.

La izquierda, que muerdo dulcemente mientras pienso, lastimo nerviosamente cuando espero, o destrozo con perversidad cuando sufro.

Aquí están... todavía bellas. Gastadas, sufridas, con manchas de preocupación, de hastío, de asfixia, de larga vida vivida en poco tiempo, pero firmes, fuertes, seguras, resueltas.

Ambas te acariciaron siempre y tan en serio... Tan sin engaño recorrieron el mapa de tu cuerpo. Diez dedos obedientes siguieron mis instrucciones durante años para darte felicidad. Esperando, trabajando, acariciando, perdonando tu traición, disimulando tus olvidos, tus negligencias. Inútil trabajo el de estas dos manos.

Una, la derecha, con M de Muerte, de Misterio, de Mito. La otra, la izquierda, con M de Mentira, de Maldad, de Miedo, y las dos, juntas, decididas esperando el Momento. Primero el soporífero. Después apenas una presión en tu garganta, más tarde, una fuerza inigualable que apretará de a poco hasta robarte la vida.