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Remembranzas de un astorgano

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Capricho de los dioses que me encontrase aquí, en medio de este sitio jamás pensado por alguien, viendo el milagro del mundo que ni los ojos de Alejandro pudieron ver. Esta es la tierra de los gallardos, ¡venid, Hidalgo caballero ilustre, que ni vuestro ímpetu domará al Lozano que aquí habita! Esta es la tierra de los misterios que ni Salomón con toda su sabiduría pudiera revelar; ¿habrá Imperio capaz de apaciguar este reino de lo indómito?

Hubo para la Hispania, que en el principio habitaban en ella los iberos, de sangre pura y esencia apacible, pero luego llegaron los bárbaros, hijos de los celtas cuyos raciocinios no veían luz de sociedad, y mezcláronse con estos primeros creando una raza impía. Luego llegaron los romanos y trajeron cultura, lengua nueva y fuerza para apaciguar la anarquía que allí reinaba. Y creáronse ciudades donde antes sólo había selva, y creáronse caminos donde antes sólo había barro, y así se hizo la nueva tierra no sin antes mancharla de sangre en sus cuatro puntos cardinales. ¡Cayó Roma! Y cae también la ponzoña sobre esta Hispania de Adriano que no vio tregua en los suevos, alanos y vándalos que acabaron en un día lo que a los ítalos les costó tres siglos levantar. Luego llegaron los visigodos que con el escudo de Roma y la espada del Cristianismo puso orden y expulsó la jauría. ¡Oh, Hispania, una vez más resuenan los sables en tus entrañas!, que viendo en los nuevos gendarmes vuestro firme protectorado, no hubo alcance posible ante el poder del imperio de los moros que apagó desde Granada hasta Toledo cualquier foco de oposición para su empresa. Y llegaron entonces los días de la penumbra, donde el trigo no daba abasto para la plaga invasora, donde el agua se tiñó de rojo a expensas de inocentes, donde la luz del Sol no tocaba el pastizal por tocar primero el lomo del foráneo que marchaba por millares en los campos y montañas. Se cansaron los dioses entonces de ver tanto sufrimiento y mandaron luces sobre esa tierra desdichada y salió de ella la raza precursora de nuestra estirpe, levantando el reino de Asturias y después de años de guerra, hicieron tambalear los cimientos del imperio usurpador. Se levantaron los nuevos días y se escuchó el grito de Victoria en las cuatro esquinas de la península, y se levantaron los signos de: León, Castilla, Aragón y Navarra, y luego de unificarse y lanzar definitivamente al moro, retoñó la metrópoli y con ella el hombre nuevo.

Ese es el génesis de nuestra raza y de nuestro señorío. De ahí venimos, somos hijos de mil años de pesares y de cortos esplendores. De ahí vengo, de ahí viene mi ser y mi esencia, sin embargo en mis haberes me pregunto: ¿qué soy de verdad? ¿Soy ibero, soy romano, soy godo o español? ¿Soy la semilla o el árbol que nació de ella? Pues si en mi sangre está la hidalguía de una legión romana; ¿por qué no puede estar asimismo el despotismo de una manada de vándalos? Y ahora aquí, en el Nuevo Mundo aún sin conquistar, el escudo que pretende regir esta tierra indomable muestra la cara del buen orgullo pero no el reverso del maligno pasado. ¡Escuchad, oh Rey! Mirad quién está en la cima de la tierra donde queréis colocar vuestras sienes; un simple gitano, de esos que buscas a sol y sombra para ajusticiarlos tildándolos de toda injuria posible, haciéndolos responsables de los males que brotan en vuestras narices. Aquí está este simple gitano que aunque no digno de serlo por nacimiento pero sí por crianza, hace alarde de una gallardía tal que ni el más grande de vuestros caballeros posee. ¡Ahora sí sé quién soy!, soy el único que hasta ahora ha mirado con recelo lo que encierra este reino sin trono. He mirado la esencia de los suyos y me he persuadido de su verdadera natura. Si el crimen de estas gentes ha sido defender lo que por derecho les corresponde y su sentencia es la horca, ¿no sería la misma sentencia entonces para los héroes de la iberia, aquellos que tanto alarde hacen sus reyes de su descendencia? El preludio manifiesta que lo que ocurrió en España está por ocurrir acá, quizás no sean mil años los que pasen pero más de una centuria necesitará el conquistador para domar la fiera que aquí yace. Este es el mundo al revés que legan para la posteridad.