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José SaramagoJosé Saramago, el escritor de nuestro tiempo

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La primera y última vez que lo vi fue cuando tuvo la amabilidad de visitar el Perú.

El motivo no era otro que presentar su libro La caverna en la Universidad de Lima, donde no cabía un alfiler.

Recuerdo que en ese momento estaba en clases con miras al examen de admisión a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y tuve que decir que mi abuela se estaba muriendo para poder salir de la academia. Pocas veces he sentido una conmoción tan grande como ese día. Siempre me ha gustado leer pero no siempre he tenido dinero para comprar libros originales y en ese momento sólo me quedaba dinero para regresar a casa, pero algo en mí me decía que esa noche sería inolvidable.

Fue en ese instante cuando sentí, una vez más, cómo el espíritu demoníaco se apoderaba de mí, y cómo, presa de una reacción mecánica, me acerqué a un stand donde se exhibían los libros del querido José Saramago y, en un descuido providencial, el libro se hizo humo entre mis manos. Traté de caminar con tranquilidad y cuando ya estuve en medio de toda esa multitud recién ahí saqué el libro nuevo y lo hice relucir con orgullo como si se tratara de un trofeo muy bien ganado.

Ese día, durante su presentación, Saramago una vez más se mostró indignado con lo que estaba pasando en el Perú y en el mundo, hasta el punto de que si él hubiese podido cambiar con la literatura esa realidad estoy seguro de que lo hubiera hecho.

He olvidado muchas cosas, pero en mi mente se quedó grabado el instante en que José Saramago pidió que prendieran todas las luces porque, si bien era cierto que nosotros lo veíamos, él no alcanzaba a vernos, y en ese momento todo el mundo aplaudió ese gesto y en ese instante comprendí que estaba frente no sólo a un gran novelista sino también frente a una gran persona.

No sólo se mostró cordial sino también me autografió el libro robado que conservo como si fuera el tesoro perdido de los incas; por eso, la tarde en que me enteré de su muerte sentí una gran tristeza, y como dijo Borges, cuando muere alguien, en este caso José Saramago, el mundo se hace más pobre. Sin embargo, el maestro que siempre vivió indignado de esta sociedad ya pasó a la inmortalidad. No sé si la literatura tenga el poder de cambiar o no, pero a mí, libros como el de José Saramago me han ayudado a vivir y ser otra persona.

Después de El evangelio según Jesucristo, José Saramago volvió al ataque con un nuevo libro, Caín, texto que ha despertado la cólera más furibunda tanto de creyentes como de no creyentes.

El autor confiesa que, como nunca, el libro lo escribió en tan solo cuatro meses, como si estuviera en un estado de trance total. No cabe duda de que José Saramago nos ha dejado, durante su estadía en estos parajes, una obra maravillosa de reflexión y crítica que traspasa generaciones.

El mito de Caín tiene referencias literarias anteriores; ha sido visto por autores como Byron, Steinbeck, Unamuno, etc. La peculiaridad de Saramago es hacer un personaje que recorre el tiempo y cuestiona directamente a Dios.

José Saramago nos relata el primer asesinato de la historia de la humanidad y se sirve de este fratricidio para atacar abiertamente a la Iglesia. A través de los ejemplos demuestra la crueldad divina y argumenta que Dios se convirtió en asesino de niños con la destrucción de Sodoma y Gomorra.

Caín, el personaje principal, viaja en el tiempo convirtiéndose de esa manera en el testigo presencial de la humanidad.

Uno de los argumentos centrales del libro es que esta muerte se hubiera evitado si el Todopoderoso hubiera recibido sin quejas ni menosprecios la ofrenda de Caín.

El personaje principal de Saramago sufre destierro, acepta el destino trágico que Dios ha elegido para él. Caín rueda por el mundo, sabe que él no fue el culpable, se pregunta sobre su destino, su visión desesperanzada del mundo le hace dar cuenta de su individualidad como ser humano víctima del poder divino.

Le atribuye a Dios la responsabilidad directa, sería en nuestro tiempo el autor intelectual del crimen; Caín, en ese sentido, pasaría a ser simplemente una marioneta; es así como, partiendo de estas premisas, se cuestiona el papel de Dios.

Durante este retorno a las fuentes bíblicas se muestran y evidencian sus contradicciones. Es una novela en que se cuestiona y reprocha el poder celestial.

Es un Caín indignado con su Dios. Al no ser Caín el culpable de la muerte de Abel, Dios es quien asume toda la responsabilidad. La conclusión final a la que llega el escritor es que Dios sólo existe en nuestras cabezas.

Esta obra polémica está construida a base de humor, ironía y cruda verdad, y esa es una cualidad indiscutible de este escritor portugués.

Dicen que José Saramago ha muerto, pero hoy, desde el cielo y en compañía de Caín, está más vivo que nunca.