Se llama Mercedes, Y era buena.
Dicen que todo el mundo la quería.
Con su sonrisa ajena
una estatua de niebla parecía.
Se llamaba Mercedes. Y no existe
sin su sol capullo de alegría.
Señor, claro es triste
este tanto quererla todavía....
Pero nunca sabré dejarla sola:
aquí bajo la luz sigo con ella,
me saluda la piel en cada ola
y se asoma a mirarme en toda estrella...
Hasta el llanto que baja a mis rodillas
es casi necesario...
Tú sabes: he crecido en sus rodillas,
y tambien me enseño el abecedario...
Lo que duele quizá en esta aurora,
lo que sangra mi voz, lo que me aterra,
es esto de sentir que a cada hora
se está volviendo un poco más de tierra.
La recuerdo dormida en su sillón
el último verano;
todavía tenía corazón
a veces suspiraba con la mano...
Su mirada venía desde le mar,
y no sé, a cada rato,
miraba como mira el azahar:
con un poco de miedo y recato...
Se llamaba Mercedes, Y eras pura
como el blanco cansado de su pelo.
Andará por Allá con su dulzura,
saliéndose del cielo...
Aquí está su reloj, está su armario,
su vestido de lana para e frío;
aquí sobra un dedal, sobra un rosario.
Señor, el tercer cuarto está vacío.