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Letralia, Tierra de Letras - Edición Nº 38, del 15 de diciembre de 1997

Las letras de la Tierra de Letras


Una estela de luz subyace comprometiendo tus recuerdos y tu amor, o Una angosta presión sobre el hombre primordial

Daniel Ginerman

Una estela de luz subyace a la inminencia de desgracia.
Una nube de pavor, una estridencia, un temor,
una noche a pleno día, una mirada perpleja,
una invitación al más acá.
Un atisbo de fortuna elusiva, una diáspora esquiva,
una gema de colores ínfimos asiendo un sepia ineficaz,
una relación de relaciones rojo sangre embadurnando la ausencia,
viejas armonías olvidadas que buscan cómo sonar
en la eternidad del cautiverio.
La tentación del magisterio devora la mejor iniciativa.
La supresión de la cordura se desnuda, se ofrece,
sienta palideces a la mesa postrer de la razón.

La roca sólo gime si no la escuchas;
si de la inmortalidad extraña un beso, un adiós,
un amanecer furtivo y fugitivo
de cielos que se confunden en tus pies.
La lejanía se cuece entre las espesas tramas del recuerdo,
entre las hebras de diálogo suspendido
y los nudos de extático pasado, de silencio manifiesto,
de calor irreverente que espera para siempre
la ceniza y el cieno y la señal y la turba,
y la contraseña en colores que ya no llegará.
Y es por eso que la espera
y la recuerda
y la mantiene, en esa fútil precariedad,
en esa tortura del tiempo que no pasa,
de la vida que se sucede a sí misma,
aguardando el remate genial, la frase cúlmine
de una historia tenaz cuya porfía
le prohibe ser vulgar.

Y los signos que desmayan
y te quieren redimir;
y se enredan en tu historia y la visten;
y la enmascaran y la tiñen
de colores que el espejo no refleja.
Una historia tan ansiosa y tan vieja
quiere que la traduzcas a la vida
comprometiendo tus recuerdos y tu amor.