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Letralia, Tierra de Letras - Edición Nº 39, del 19 de enero de 1998

Artículos y reportajes


¡Yo acuso!, de Zola, cumple 100 años de celebrada y reconocida vigencia

Luisa Futoransky

Emile Zola
Emile Zola (1840-1902), novelista francés que defendió las más caras libertades humanas en su "¡Yo acuso!". La inscripción del retrato reza: "Al capitán Alfred Dreyfus, admiración y afecto".

























Alfred Dreyfus
Alfred Dreyfus, protagonista de uno de los juicios más polémicos de la historia de Francia, al lado de su inseparable esposa, Lucie Hadamard.

Periódicos, televisión, revistas dedicaron un espacio jamás excesivo al centenario que se cumple el 13 de enero de 1998 del manifiesto ¡Yo acuso! de Emile Zola.

Las grandes figuras del país, desde el presidente Jacques Chirac al vocero de la Cámara, Laurent Fabius, cumplieron con explícitos gestos esta conmemoración.

El presidente, escribiendo una elogiosa, enaltecedora y patriótica carta a los descendientes del capitán Alfred Dreyfus, y Fabius, desplegando el texto íntegro del manifiesto del escritor en una banderola de 100 metros en las columnas de la Asamblea Nacional. Simbólicamente, arropándola.

Tal vez tanto homenaje en alta voz refleje, en forma ambigua y contradictoria, la actitud que Francia mantuvo a lo largo de este siglo con la comunidad judía y, por qué no, con algunos intelectuales que se comprometieron a lo largo de su historia en causas que desafiaron el consenso tibio de la mayoría.

Filmes y telefilmes, libros, suplementos de diarios y revistas, conferencias, reuniones auspiciadas por instituciones públicas y privadas, óperas, exposiciones y hasta remates de recuerdos de la época, conmemoran en toda Francia el martes 13 de enero, fecha en que L'Aurore publicó hace cien años la encendida denuncia de Zola contra la injusta acusación de traición urdida contra el capitán Dreyfus.

En 1894, el capitán Dreyfus fue condenado al exilio de por vida por espionaje en favor de Alemania. El 5 de enero de 1895 se ejecutó la pena infamante de quebrar su sable en la Escuela Militar de París. La condena lo confinó en el legendario penal de la Isla del Diablo, en la Guyana francesa.

El 11 de enero de 1898, en un juicio que provocó furor a Zola, fue absuelto otro militar, Charles Esterhazi, a quien los historiadores atribuyeron la falsificación de las pruebas que condenaron a Dreyfus.

La indignación de Zola inspiró el inflamado texto escrito bajo la forma de "Carta abierta al presidente de la República, Félix Faure" que valió a su autor una condena por difamación de las Fuerzas Armadas y se tradujo en un año de doloroso exilio en Gran Bretaña y una multa.

"Es así, Francia tiene su mejilla mancillada. La historia escribirá que es bajo vuestra Presidencia cuando tal crimen social se ha cometido", dice el autor en los primeros párrafos.

Aquello que habría de convertirse con el tiempo en látigo cuando se quieren hostigar verdades silenciadas se repite como leitmotiv del discurso: ¡Yo acuso!

Algunas de las frases del manifiesto pasaron al acervo de la memoria cultural de este siglo, como: "La verdad está en marcha y nada la detendrá. Pasa que el camino, en este caso y tantos otros, fue largo, sembrado de alimañas, falsas pistas, complots de silencio, erosiones y difamaciones a granel".

Los más calmos y serenos de los enemigos de Zola lo acusan de servir a su propio "reclame" publicitario.

Otros dijeron que "dejó de ser francés, si es que alguna vez lo fue, para ser judío, como Dreyfus" y algunos de sus detractores aumentaron la denostación diciendo: "Es una inmundicia viviente".

El periodismo de denuncia, el periodismo sin mordazas ni complacencias que incluso en esta década cobró vidas en el mundo entero como periódicamente lo recuerdan las tristes nóminas que publica la organización no gubernamental Reporteros sin Fronteras, saluda en el vigoroso ¡Yo acuso! de Emile Zola a su centenario campeón.

Zola no alcanzó a ver la rehabilitación de Dreyfus, pues murió en 1902 y ésta se produjo recién en 1906. Menos aun ni partidarios ni detractores llegaron a corroborar su inocencia, pues el capitán fue oficialmente inocentado... en 1930.

Es decir, cuando Europa inauguraba, como la llaman hoy los especialistas, la década de todas las amenazas.

Como broche de oro a este cortejo de homenajes, la editorial Calmann Levy publicó la edición completa de los cuadernos que el propio Alfred Dreyfus redactó desde 1899 a 1907 para luchar por su rehabilitación.

"Me consuelo", escribe el capitán, "pensando que la iniquidad que tan prodigiosamente padecí habrá servido a la causa de la humanidad y desarrollado los sentimientos de solidaridad social". No siempre fue así, aunque tal vez lo haya sido algunas veces, y ya es bastante.

Para terminar el recuerdo de este centenario, nada mejor que remitirse a algunas palabras del propio Zola:

"Voluntariamente sé a lo que me expongo... En lo que respecta a las gentes que acuso, no las conozco, nunca las he visto. No siento por ellas ni odio ni rencor. Para mí no son otra cosa que entidades, espíritus de la malevolencia social. Y el acto que cumplo aquí no es más que un medio revolucionario para apresurar la explosión de la verdad y la justicia".

El nutrido coro de voces que recuerda la nobleza de su gesto y justa en todo el mundo atestigua la necesidad y vigencia de su mensaje.