Letras de la Tierra de Letras - La poesía y la narrativa de Hispanoamérica
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Edición Nº 43
16 de marzo
de 1998

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Breve historia de la piel

Bruno Soreno

Hagamos una historia de la piel. Hagamos un lugar, una palabra, donde todos los aparatos de la piel tengan que ver, como en la lluvia, con la confabulación fenomenal del cuerpo.

Hagamos un regalo, una casa. Hagamos una zona.

Tanta terrible incomodidad, la solidez. Tanta incorregible rigidez, la forma del cuerpo.

Tanto deseo.

De rigidez. De lo rígido que trastoca en su avenida dirigente, atrevida, una proporción, la de la dirección deambulante de la parábola.

El placer de lo recto.

Lo recto es una indicación del deseo, sobre el deseo, un traerlo a regla (recta), una señal y un no hacia aquello que la línea no es capaz, en su forma, de acariciar.

El placer correcto de la línea, un placer correctamente intenso en su actividad implosiva.

Un orgasmo al revés.

Una penetración, directa, directriz primigenia que propicia el parto, la otra recta que propicia la especie.

Tu recto es el espacio recto que tú noquieres que yo penetre porque es muy macho penetrar, demasiado incorrectamente ilegal, no es co-recto usar el recto para lo curvo, lo oblicuo, lo impropio que niega la propiedad lineal o quizá toda linealidad en una parábola sin regreso.

Mejor hablemos de la curva

      Ella preguntó por la curva en un lugar donde era curvo pensar, donde era curvo pensarla a ella, volando, privándola a ella de su noción de su curvatura inicial y del placer que implica toda curva.

Dice Blanchot: "no te suicides, tu suicidio te precede".

Parece querer decir que uno llega demasidado tarde.

¿Tarde al evento?

La piel es un suicidio que parece llegar demasiado tarde.

Una historia de la piel implicaría el recopilamiento de sus usos, de su sagrada y radical ruptura con su prerrogativa sagrada de armadura, de resguardo del adentro, de campeona de la rectitud que implica mantener todos los órganos adentro, de no enseñar la ranura, el culo, el recto intestinal.

La piel, en el tiempo del deseo, pareceocurrir comoun devenir deldeseo. Parece venir(se) siempre después, después de uno, después del cuerpo recto.

En el tiempo hístórico del deseo (opuesto al historicismo innombrable delabiología) la piel parece ser social, parece ser uninvento delotro deseanteque quiere tocar la piel.

La piel, como historia, es un invento del Otro.

El Otro quiere rasgar la piel, amedrentarla, descubrirla como cosa traspasable, en laguerra, en elsexo.

El Otro quiere descubrir en la piel la Historia, el sabor a carne muerta.

¿Llegar demasiado tarde al evento espectacular de la palabra inexistente?

El evento espectacular es la carne en llamas, la carne traspasada por los colmillos voraces de la disolución, de su espectacular desaparecimiento hacia lo virtual, hacia el recuerdo de la carne.

Quiere decir Saussure: la palabra escrita es la piel imaginada de una cosa.

La piel de la carne no tiene que ver nada con la carne, como la palabra nada tiene que ver con lo que nombra.

Morderte, entonces, no es un delito.

El espectáculo, la historiade la palabra entonces no es tan atroz, o es más atroz, porque sus ocurrencias y la actividad (¿literaria? ¿sexual?) que "sobre ella" ocurren no tienen nada que ver con ella.

La historiade la piel entonces no es un concubinato de la piel sino un imaginario de la piel, una piel que seimaginahistoria.

Dice Calvino: "todos los sabores son razones para esconder ese sabor".

Es la piel entonces ese lugar donde es agradable el total olvido del fundante sabor a muerte, sabor a carne sin memoria.

La piel es (es tan radicalmente redundante decirlo) el lugar del deseo.

Ese escondimiento/condimento del sabor es la agenda escondida del lenguaje, la ocultación el ocultamiento virginal del sabor agrio de lo primero, lo prehistórico.

¿Acaso no existe el Otro? ¿Será posible sospecharlo Él mismo una fina piel que recubre la nada?

La respuesta a esta pregunta está escrita en algún pliegue de su piel, con copia en el laberinto de la piel que es el deseo.

(esto descifraría en su hermoso movimiento un otro y mío laberinto, una escritura o un deseo de que se escriba en mi piel, se inscriba en algún pliegue de mi piel una respuesta acaso terrible, ignota, un suicidio demasiado tarde, una inaptitud para morir en el acto de morirse.)

Esta respuesta, como la piel, la muerte, la palabra, llegaría siempre demasiado tarde.

Esta tardanza, retraso inminente de una marea que mantiene al mundo al borde mismo de la in/puntualidad, meconvierte/teconvierte en necrófilo, en asesino y deseo simultáneos en su retraso.

¿Puede historiarse la piel de un asesino sin que esto arrastre tras de sí las siglas terribles de un asesinato?

Quizás, pero nunca cuando importe, nunca en el momento justo, nunca en sincronía de la piel y la memoria, siempre post-mortem.

Desde la mirada de la historia de la piel, siempre demasiado tarde.


       

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