Sala de ensayo - Abriendo camino a través de las grandes interrogantes
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Edición Nº 45
20 de abril
de 1998

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Selección en la biblioteca: ¿qué criterio adoptar?

Raquel Barthe

Selección en la biblioteca: ¿qué criterio adoptar?

Cuando se trata de seleccionar, es importante determinar cuál será el criterio a seguir. La elección de estos criterios no difiere mucho en el sector editorial. Así, en una editorial puede adoptarse el criterio de la producción de libros de gran consumo para satisfacer la demanda del público y, en la biblioteca, dar espacio sólo a aquellos que son masivamente consultados (polo comercial).

El criterio opuesto es el de la creación (polo cultural). A nivel editorial, este criterio es sostenido por el mecenazgo y las subvenciones del Estado. En una biblioteca es acorde a la política que rige su accionar y que determina su perfil. El primer criterio responde a una lógica financiera y amenaza con marginar definitivamente todas las tentativas de reconstruir una cultura popular y un pensamiento político que no estuviesen por entero sometidos a ella.

El segundo criterio responde a una política cultural de defensa de los autores nacionales de vanguardia que, de no ser así, nunca llegarían a consagrarse. No olvidemos que escritores como Horacio Quiroga y poetas como Oliverio Girondo (y casi todos los autores consagrados) han tenido, en sus comienzos, que pagar sus primeras ediciones.

Tomo como ejemplo el género literario "poesía". La poesía no es, desde el punto de vista de una lógica financiera, un negocio rentable para una editorial y, por lo tanto, casi ninguna se dedica a editarla, salvo casos muy consagrados y de permanente vigencia (los "clásicos").

Debemos tener en cuenta que los artistas consagrados de hoy fueron ayer los de vanguardia y, si eliminamos a los actuales autores de vanguardia, se producirá un vacío y no contaremos con nuevos escritores "consagrados". De esta manera, se corre el riesgo de agotar una parte de las fuentes de su desarrollo a largo plazo y eliminar generaciones enteras de poetas.

Y, en el caso específico de la poesía, estaríamos condenando a todo un género literario a su extinción: ¿qué sabemos de estos poetas de vanguardia? ¿Qué oportunidad les da nuestra ignorancia? ¿Cuántos de ellos han sido galardonados por su producción, que sólo conocemos a través de sus modestas publicaciones?

Sin embargo, no se duda en conservar libros que ocupan un lugar de éxito en las librerías, sin tener en cuanta la diferencia entre un "éxito editorial" y un "éxito literario". Entonces, autores del momento son valorados nada más que por una cuestión de marketing sin advertir su falta de calidad.

Si en una biblioteca adoptamos el criterio de selección por "calidad literaria", cabe preguntarse quién está capacitado para determinar esos valores literarios y en qué consisten. Generalmente, en una editorial, la selección de originales también se halla en manos de "expertos" que, sin embargo, rechazaron "Cien años de soledad". ¿Quién, entonces, puede considerarse con autoridad suficiente como para realizar la selección?

Se supone que una de las ventajas de consultar una biblioteca es poder encontrar material que no se encuentra habitualmente en las librerías, y poder realizar, en base al mismo, trabajos de investigación. La biblioteca debe hacer selección en sus compras, teniendo en cuenta las "desideratas" y las novedades, ya que el presupuesto y el lugar en los estantes exigen que sólo se compre lo "mejor". Pero determinar qué es lo "mejor" resulta subjetivo: ¿"mejor" en qué o para quién?

También se hace necesario, a fin de lograr espacio físico para los nuevos libros, seleccionar el fondo de obsolescencia que pasará a depósito. Se considera obsoleto todo aquel libro que ya no satisface las necesidades del usuario o que ha dejado de estar de acuerdo con el perfil de la biblioteca, pero nunca se puede hacer una selección basándose en la calidad literaria o en la ideología del contenido de los libros porque, en estos casos, la selección se transforma en "censura" y esta censura es el resultado de una atmósfera autocrítica que, de ninguna manera, concuerda con el espíritu de libertad que debe imperar en una biblioteca.

Bibliografía consultada: Geze, Francois. "¿A dónde van las ediciones francesas?".


       

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