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Edición Nº 50 6 de julio de 1998 |
Ahora, quiero hablar de mis pecados.
Mis pecados me hacen llorar cuando hay luna.
Mis pecados se quitan la ropa en el otoño.
Se ponen mis zapatos, se pasean por las plazas.
Mis pecados no son ateos, van a misa.
Mis pecados parecen comunistas, molestan todo el día.
Mis pecados son educados, dicen ¡buenos días!
Dicen ¡buenas noches! Y se sacan el sombrero.
Mis pecados son pobres,
andan con los zapatos rotos desde marzo.
Mis pecados no les gusta las financieras,
dicen, ¡que eso es negocio de verdaderos pecadores!
Mis pecados fuman,
pero respetan el artículo 91 de la ley del tránsito.
Mis pecados no son envidiosos,
me basta con los pecados que yo tengo.
Mis pecados son agoreros,
piensan que un día por cualquier pecado
nos echan a todos juntos de la tierra prometida.
Mis pecados son tímidos,
¡no les gusta hablar en público!
Mis pecados son democráticos,
por mayoría simple de pecados se peca.
Mis pecados están inscritos en el Registro Electoral,
pero anulan el voto para no pecar.
Y me cansé de seguir pecando,
mejor seguimos pecando otro día,
ahora, me voy a acostar con mi pecadora.
Deseos de lobo
A veces cuando la luna
muestra toda su desnudez de diosa,
me dan unas ganas terribles de sacarme la ropa
y subir hasta el monte perfumado de alondras
para aullar con toda la fuerza genital de mi sangre.
¡A mis ojos hambrientos, amada,
te pareces de pronto tanto a Caperucita!